La «batalla de Madrid» es la última trinchera frente a este comunismo intervencionista que quiere gobernar la capital con Gabilondo como presidente. La elección es entre el progreso y la libertad que representa Ayuso, y el desastre y la ruina que llegarían de manos de Iglesias. La una defiende la democracia y el otro la cuestiona porque es un instrumento inútil que impide el triunfo de su concepción totalitaria. Por ello, espera que el radicalismo y los ataques a Vox movilicen a la izquierda, con la inestimable ayuda de los periodistas que muestran una inquietante miopía.
De acuerdo con ese plan, el papel de Pablo Iglesias iba a ser aprovechar el debate para desestabilizar a Isabel Díaz Ayuso, jugar a sacarla de quicio y hacerle cometer algún error grave.
Ángel Gabilondo debía adoptar una posición de estadista y de gobernante. Evitar cualquier rozamiento y apostar por la sensatez y la moderación.
Consideraban que a Edmundo Bal le quedaba un papel muy difícil, porque andaría en terreno de nadie, y en cuanto a Vox se trataba de ningunear a Rocío Monasterio y ya está: a los ultras y extremistas, ni caso.
Sin embargo, nada salió como esperaban y al día siguiente los trackings post-debate en Telemadrid no hicieron sino confirmar sus peores augurios: la victoria se la llevó de calle Isabel Díaz Ayuso, con apoyos incluso entre sus propios votantes.
1. No lograron colocar sus mensajes.
2. Díaz Ayuso se defendió mejor de lo que esperaban: neutralizó a Pablo con un ataque personal.
3. Vox les impidió atacar sin piedad a Díaz Ayuso para acorralarla: Monasterio salió en su ayuda y replicó con colmillo.
4. Edmundo Bal logró situarse en el centro y ocupar un papel moderado, algo que también les descolocó.
5. Gabilondo fue un desastre sin paliativos. Balbuceó, dio mensajes incoherentes y pasó del “con este Iglesias no” al “Pablo, tenemos 12 días para ganar las elecciones”, tendiéndole la mano a Iglesias para formar un hipotético Gobierno de izquierdas. Para colmo de males, Gabilondo comenzó a enfadarse y a marcar distancias con su equipo de campaña.
¿Solución? PSOE y Podemos acordaron dar un giro a la estrategia. La consigna fue clara: había que reventar la campaña ("buscar un punto de inflexión", como dijo el propio Gabilondo en la Cadena SER) y cargarse los debates electorales futuros.
El nuevo diseño de campaña consensuado entre PSOE y Podemos tenía otro objetivo añadido: montar ya un cordón sanitario para aislar a Vox. “Con los extremistas no queremos nada”, era el lema. A partir de entonces intentarían convertir la campaña en una elección entre “fascismo o democracia”.
Se trataba de evitar que Vox consiguiera representación en la Asamblea de Madrid (algo que moviliza mucho a los votantes de izquierdas) y así evitar que Ayuso sumase con Vox para alcanzar la mayoría absoluta. Según sus cálculos, si los votantes más moderados de Vox se pasaban al PP ‘horrorizados’ por su deriva ultra, el partido de Santiago Abascal se hundiría y con ello el PP no tendría a nadie con quien pactar para formar gobierno. Y de esa forma ganaría el bloque de izquierdas.
El cóctel molotov no tenía apenas carga, hasta el punto de que la Policía local no llamó a los bomberos. El autor (o autora, quizá) no tuvo que romper un cristal para lanzar el objeto. La investigación policial no descarta nada, pero no se sabe más, a pesar de que estamos rodeados de cámaras y de que el autor fue bastante torpe. Podemos lo vendió como un ataque terrorista de la “ultraderecha”, y el cargo local podemita maldijo en las redes a PP y Vox por blanquear el “fascismo cada día”. Por supuesto, Pablo Iglesias usó el “ataque” para soltar una versión del “no pasarán”.
En cuanto desembarcó en la campaña electoral madrileña vimos otro de sus espectáculos. Cuatro supuestos nazis le gritaron “Fuera de nuestros barrios”; esa frase que Iglesias defiende cuando la profieren los nacionalbolcheviques en Cataluña contra los políticos del PP, Cs y Vox. Nada pasó, salvo que sirvió para que los comunistas hablaran del fascismo.
Días más tarde, Vox dio un mitin en Vallecas, y la policía tuvo que cargar contra los manifestantes que -jaleados por la izquierda (Podemos y Más Madrid)- intentaron boicotearlo. Los incidentes acabaron con varios detenidos y heridos. Días después se supo que uno de los detenidos es un trabajador contratado por Iglesias para tareas logísticas en la sede de su partido.
Pero la crispación no acabó ahí. Lo último ha sido la carta con cuatro balas que ha recibido Iglesias. El podemita no fue a una comisaría a denunciar sino que lo hizo en twitter, claro, porque la prioridad no era la seguridad y la detención de los culpables, sino el uso propagandístico. Por supuesto, señaló a los “fascistas”.
Las amenazas de muerte han ocupado un espacio como nunca habían tenido en el debate electoral. No solo Iglesias recibió cartas con balas y mensajes intimidatorios en su interior, sino también los ministros Reyes Maroto y Fernando Grande-Marlaska, Isabel Díaz-Ayuso, la directora de la Guardia Civil (María Gámez), el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero…
Y supusieron un punto de inflexión en la campaña. Se pasó del “comunismo o libertad” que proponía la candidata del PP al “democracia o fascismo” que lanzaron Gabilondo e Iglesias.
La amenaza terrorista contra un ministro del Interior, contra la Directora General de la Guardia Civil y el candidato de Unidas Podemos a la Comunidad de Madrid no es un episodio más sobre el que pasar de puntillas. Es un punto y aparte en la normalización y justificación de la violencia política.
En Podemos hay una mezcla explosiva: el totalitarismo y el populismo. Esto se traduce en tanta agresividad como puedan y tanto victimismo como sea posible.
El PSOE no estaba muy ducho en ésto hasta que fracasó Iván Redondo en su estrategia del Gabilondo soso, y las encuestas comenzaron a darle la espalda. Otro revés personal con el que Pedro Sánchez se juega su prestigio. Tras el traspiés, con la esperanza de un nuevo Gobierno sanchista para Madrid, Redondo e Iglesias pensaron movilizar a la izquierda con el miedo y el rechazo.
Por eso saltó Adriana Lastra en cuanto Reyes Maroto recibió una carta con una navaja. Culpó a Vox y habló de fascismo y del “discurso del odio”.
Para vergüenza de periodistas como Angels Barceló, Ana Pastor, García Ferreras y todos los que chupan del bote en RTVE, ahora resulta que el tipo que envió un sobre con un cuchillo a la ministra de Industria, Reyes Maroto, no era un ‘fascista‘, sino un esquizofrénico. No es sólo que escribiera de puño y letra, en el reverso de la carta con la navaja pintada de rojo, su nombre, apellidos y dirección. Es quien le ha ‘confesado‘ a la Policía del alocado ministro Marlaska que es un ‘agente secreto’. Este era el ‘peligroso fascista’ que, según los sectarios que avalan hasta a los sucesores de los asesinos etarras, actuaba espoleado por VOX.
El socialcomunismo trató de aprovechar políticamente el affaire para construir, sin prueba alguna, un relato surrealista que le permitiera cambiar el rumbo de una campaña electoral en la que Díaz Ayuso seguía imparable. Se trataba de aprovechar la circunstancia para crear un clima de opinión sustentado en la falsa idea de que las cartas con amenazas formaban parte de una estrategia de la «extrema derecha». Al final, el ridículo de Sánchez, Iglesias, Marlaska y la ‘Brunete Pedrete’ es total. Es lo que tiene traspasar todas las líneas de la dignidad.
En la estrategia de comunicación del totalitario está el mezclar verdades con mentiras. Creado el marco cognitivo, la creencia de que existen esos ataques, puede inventar otros porque serán aceptados como ciertos. Son los “actos de falsa bandera”. Se trata de hacer que la gente crea que se ha recibido un ataque por parte de los enemigos, que justifique una reacción dura.
La táctica de los “actos de falsa bandera” es más sencilla de realizar hoy, cuando la tecnología y las redes sociales permiten crear opinión pública con gran facilidad. Además, se utiliza la táctica de la tinta de calamar, en la que la noticia se pierde entre el aluvión de informaciones. ¿Qué queda al final en la mente del elector? La existencia de violencia política y de que hay que elegir trinchera. Esa sensación es muy poderosa cuando no existe razonamiento. Por eso Podemos la utiliza desde su fundación.
Después del revuelo mediático que se ha generado a raíz de las amenazas, y del partido que Iglesias ha intentado sacarle a dichas amenazas, posiblemente algunos detalles se hayan quedado en la sombra y hayan pasado desapercibidos. Conviene, por tanto, ordenar los hechos cronológicamente para facilitar la comprensión de este asunto:
22 de abril. El ministro del Interior, Grande-Marlaska, el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, y la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, informan de que han recibido unas cartas con cartuchos de balas y amenazas de muerte. Los afectados denuncian los hechos ante la Policía. Pablo Iglesias, sumergido en plena campaña electoral para presidir la Comunidad de Madrid, se permite hacer públicas las amenazas en sus redes sociales, lo que dificulta la investigación policial (al haber dado a conocer el contenido) y nos da algunas claves para abordar el incidente:
1) Este tipo de amenazas de muerte, en forma de carta, son algo habitual a políticos mediáticos.
2) La asociación ‘Una Policía para el s. XXI’ ha insinuado que «esta amenaza ha podido ser utilizada como estrategia política» después de que el candidato hiciese públicas en redes las amenazas comprometiendo la investigación policial.
3) También ha sido criticada su forma de actuar ante los medios tras el incidente.
23 de abril. Tras la publicación del tuit de Iglesias, solo era cuestión tiempo que llegara el aluvión de mensajes de apoyo y condenas a las amenazas. Todos los partidos condenaron la violencia, aunque Vox quiso hacer un matiz con su característica falta de mano izquierda: «Condenamos la violencia, pero… de Iglesias ya no nos creemos nada«.
Esta puesta en duda de la procedencia de las cartas ha sido criticada por buena parte del arco parlamentario, y directamente tachada de «actitud neofascista» por algunos medios de comunicación. Tras ello, empezó la nueva campaña de Iglesias por los diferentes medios de comunicación, con las amenazas como titular principal. La estrategia del victimismo.
El debate de la SER fue el escenario principal de Iglesias. después de que la cabeza de lista de Vox, Rocío Monasterio, volviese a poner en duda la verosimilitud de las amenazas, Iglesias aseguró que, si su rival continuaba en el estudio, él tendría que salirse. Y lo hizo. Fruto de esta ‘confrontación’ entre Unidas Podemos y Vox se cancelaron los siguientes debates previstos en la campaña electoral madrileña.
24 de abril. Los grupos sindicales de Correos enviaron una carta mostrando su incredulidad y su «extrañeza» ante los hechos. En la misiva se afirma que el sector cuenta con muchas medidas de seguridad que sirven precisamente «para impedir que un servicio público como el nuestro fuese utilizado para otros fines diferentes a su función«.
Pero es que no es solo que pasaran el filtro de Correos, sino que las cartas con balas también pasaron los controles, escáneres y rayos X de los Ministerios. Todo apunta a un montaje.
En este contexto se enmarca la reacción de Pablo Iglesias en la Cadena SER frente a Rocío Monasterio. Allí, la candidata de Vox puso en duda las amenazas de muerte recibidas por Iglesias. Este se levantó y se fue. Más tarde lo hicieron Gabilondo y García. Junto a Monasterio solo se quedó el aspirante de Cs, Edmundo Bal. Si no hubieran sido sus palabras dudando sobre el origen de las balas enviadas a Iglesias, Marlaska y la directora general de la Guardia Civil, se hubiera encontrado otra excusa: cualquier intervención calificable de racista o xenófoba, otro ataque a los Menas…
Pablo Iglesias acudió a la cita en la SER con la decisión tomada de romper aprovechando cualquier resquicio que les diera Vox, y el PSOE y Más Madrid vieron la posibilidad de jugar también esa baza. PSOE y Unidas Podemos están encantados de haberse cargado los debates: no iban a lograr nada.
Iban hacia el 4M de culo en los sondeos, pero el ridículo teatro de la navaja pintada de rojo y las cartas con balas de atrezzo han dado la puntilla a las opciones del tandem PSOE-Podemos de cara a las elecciones autonómicas madrileñas.
El debate de Telemadrid
Reventar la campaña. Esa es la estrategia acordada por PSOE y Podemos como único modo de salvar los daños sufridos tras el descalabro en el debate a seis de Telemadrid el pasado día 21. Iván Redondo y Pablo Iglesias habían diseñado para esa cita un plan que les iba a permitir lograr algo de oxígeno, tomar la iniciativa y comenzar a erosionar los apoyos de la derecha, en beneficio del bloque de izquierdas.De acuerdo con ese plan, el papel de Pablo Iglesias iba a ser aprovechar el debate para desestabilizar a Isabel Díaz Ayuso, jugar a sacarla de quicio y hacerle cometer algún error grave.
Ángel Gabilondo debía adoptar una posición de estadista y de gobernante. Evitar cualquier rozamiento y apostar por la sensatez y la moderación.
Consideraban que a Edmundo Bal le quedaba un papel muy difícil, porque andaría en terreno de nadie, y en cuanto a Vox se trataba de ningunear a Rocío Monasterio y ya está: a los ultras y extremistas, ni caso.
Sin embargo, nada salió como esperaban y al día siguiente los trackings post-debate en Telemadrid no hicieron sino confirmar sus peores augurios: la victoria se la llevó de calle Isabel Díaz Ayuso, con apoyos incluso entre sus propios votantes.
1. No lograron colocar sus mensajes.
2. Díaz Ayuso se defendió mejor de lo que esperaban: neutralizó a Pablo con un ataque personal.
3. Vox les impidió atacar sin piedad a Díaz Ayuso para acorralarla: Monasterio salió en su ayuda y replicó con colmillo.
4. Edmundo Bal logró situarse en el centro y ocupar un papel moderado, algo que también les descolocó.
5. Gabilondo fue un desastre sin paliativos. Balbuceó, dio mensajes incoherentes y pasó del “con este Iglesias no” al “Pablo, tenemos 12 días para ganar las elecciones”, tendiéndole la mano a Iglesias para formar un hipotético Gobierno de izquierdas. Para colmo de males, Gabilondo comenzó a enfadarse y a marcar distancias con su equipo de campaña.
¿Solución? PSOE y Podemos acordaron dar un giro a la estrategia. La consigna fue clara: había que reventar la campaña ("buscar un punto de inflexión", como dijo el propio Gabilondo en la Cadena SER) y cargarse los debates electorales futuros.
El nuevo diseño de campaña consensuado entre PSOE y Podemos tenía otro objetivo añadido: montar ya un cordón sanitario para aislar a Vox. “Con los extremistas no queremos nada”, era el lema. A partir de entonces intentarían convertir la campaña en una elección entre “fascismo o democracia”.
Se trataba de evitar que Vox consiguiera representación en la Asamblea de Madrid (algo que moviliza mucho a los votantes de izquierdas) y así evitar que Ayuso sumase con Vox para alcanzar la mayoría absoluta. Según sus cálculos, si los votantes más moderados de Vox se pasaban al PP ‘horrorizados’ por su deriva ultra, el partido de Santiago Abascal se hundiría y con ello el PP no tendría a nadie con quien pactar para formar gobierno. Y de esa forma ganaría el bloque de izquierdas.
De la crispación a las amenazas
Sin duda, las elecciones madrileñas han protagonizado la campaña más crispada que se recuerde. El 2 de abril de 2021, pocos días después de que Pablo Iglesias anunciara que se presentaba en Madrid, vimos un vídeo de un supuesto ataque a la sede de Podemos en Cartagena. En el vídeo, con un escenario perfecto de cortinas recogidas, aparecen y desaparecen objetos mágicamente.El cóctel molotov no tenía apenas carga, hasta el punto de que la Policía local no llamó a los bomberos. El autor (o autora, quizá) no tuvo que romper un cristal para lanzar el objeto. La investigación policial no descarta nada, pero no se sabe más, a pesar de que estamos rodeados de cámaras y de que el autor fue bastante torpe. Podemos lo vendió como un ataque terrorista de la “ultraderecha”, y el cargo local podemita maldijo en las redes a PP y Vox por blanquear el “fascismo cada día”. Por supuesto, Pablo Iglesias usó el “ataque” para soltar una versión del “no pasarán”.
En cuanto desembarcó en la campaña electoral madrileña vimos otro de sus espectáculos. Cuatro supuestos nazis le gritaron “Fuera de nuestros barrios”; esa frase que Iglesias defiende cuando la profieren los nacionalbolcheviques en Cataluña contra los políticos del PP, Cs y Vox. Nada pasó, salvo que sirvió para que los comunistas hablaran del fascismo.
Días más tarde, Vox dio un mitin en Vallecas, y la policía tuvo que cargar contra los manifestantes que -jaleados por la izquierda (Podemos y Más Madrid)- intentaron boicotearlo. Los incidentes acabaron con varios detenidos y heridos. Días después se supo que uno de los detenidos es un trabajador contratado por Iglesias para tareas logísticas en la sede de su partido.
Pero la crispación no acabó ahí. Lo último ha sido la carta con cuatro balas que ha recibido Iglesias. El podemita no fue a una comisaría a denunciar sino que lo hizo en twitter, claro, porque la prioridad no era la seguridad y la detención de los culpables, sino el uso propagandístico. Por supuesto, señaló a los “fascistas”.
Las amenazas de muerte han ocupado un espacio como nunca habían tenido en el debate electoral. No solo Iglesias recibió cartas con balas y mensajes intimidatorios en su interior, sino también los ministros Reyes Maroto y Fernando Grande-Marlaska, Isabel Díaz-Ayuso, la directora de la Guardia Civil (María Gámez), el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero…
Y supusieron un punto de inflexión en la campaña. Se pasó del “comunismo o libertad” que proponía la candidata del PP al “democracia o fascismo” que lanzaron Gabilondo e Iglesias.
La amenaza terrorista contra un ministro del Interior, contra la Directora General de la Guardia Civil y el candidato de Unidas Podemos a la Comunidad de Madrid no es un episodio más sobre el que pasar de puntillas. Es un punto y aparte en la normalización y justificación de la violencia política.
En Podemos hay una mezcla explosiva: el totalitarismo y el populismo. Esto se traduce en tanta agresividad como puedan y tanto victimismo como sea posible.
El PSOE no estaba muy ducho en ésto hasta que fracasó Iván Redondo en su estrategia del Gabilondo soso, y las encuestas comenzaron a darle la espalda. Otro revés personal con el que Pedro Sánchez se juega su prestigio. Tras el traspiés, con la esperanza de un nuevo Gobierno sanchista para Madrid, Redondo e Iglesias pensaron movilizar a la izquierda con el miedo y el rechazo.
Por eso saltó Adriana Lastra en cuanto Reyes Maroto recibió una carta con una navaja. Culpó a Vox y habló de fascismo y del “discurso del odio”.
Para vergüenza de periodistas como Angels Barceló, Ana Pastor, García Ferreras y todos los que chupan del bote en RTVE, ahora resulta que el tipo que envió un sobre con un cuchillo a la ministra de Industria, Reyes Maroto, no era un ‘fascista‘, sino un esquizofrénico. No es sólo que escribiera de puño y letra, en el reverso de la carta con la navaja pintada de rojo, su nombre, apellidos y dirección. Es quien le ha ‘confesado‘ a la Policía del alocado ministro Marlaska que es un ‘agente secreto’. Este era el ‘peligroso fascista’ que, según los sectarios que avalan hasta a los sucesores de los asesinos etarras, actuaba espoleado por VOX.
El socialcomunismo trató de aprovechar políticamente el affaire para construir, sin prueba alguna, un relato surrealista que le permitiera cambiar el rumbo de una campaña electoral en la que Díaz Ayuso seguía imparable. Se trataba de aprovechar la circunstancia para crear un clima de opinión sustentado en la falsa idea de que las cartas con amenazas formaban parte de una estrategia de la «extrema derecha». Al final, el ridículo de Sánchez, Iglesias, Marlaska y la ‘Brunete Pedrete’ es total. Es lo que tiene traspasar todas las líneas de la dignidad.
En la estrategia de comunicación del totalitario está el mezclar verdades con mentiras. Creado el marco cognitivo, la creencia de que existen esos ataques, puede inventar otros porque serán aceptados como ciertos. Son los “actos de falsa bandera”. Se trata de hacer que la gente crea que se ha recibido un ataque por parte de los enemigos, que justifique una reacción dura.
La táctica de los “actos de falsa bandera” es más sencilla de realizar hoy, cuando la tecnología y las redes sociales permiten crear opinión pública con gran facilidad. Además, se utiliza la táctica de la tinta de calamar, en la que la noticia se pierde entre el aluvión de informaciones. ¿Qué queda al final en la mente del elector? La existencia de violencia política y de que hay que elegir trinchera. Esa sensación es muy poderosa cuando no existe razonamiento. Por eso Podemos la utiliza desde su fundación.
Después del revuelo mediático que se ha generado a raíz de las amenazas, y del partido que Iglesias ha intentado sacarle a dichas amenazas, posiblemente algunos detalles se hayan quedado en la sombra y hayan pasado desapercibidos. Conviene, por tanto, ordenar los hechos cronológicamente para facilitar la comprensión de este asunto:
22 de abril. El ministro del Interior, Grande-Marlaska, el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, y la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, informan de que han recibido unas cartas con cartuchos de balas y amenazas de muerte. Los afectados denuncian los hechos ante la Policía. Pablo Iglesias, sumergido en plena campaña electoral para presidir la Comunidad de Madrid, se permite hacer públicas las amenazas en sus redes sociales, lo que dificulta la investigación policial (al haber dado a conocer el contenido) y nos da algunas claves para abordar el incidente:
1) Este tipo de amenazas de muerte, en forma de carta, son algo habitual a políticos mediáticos.
2) La asociación ‘Una Policía para el s. XXI’ ha insinuado que «esta amenaza ha podido ser utilizada como estrategia política» después de que el candidato hiciese públicas en redes las amenazas comprometiendo la investigación policial.
3) También ha sido criticada su forma de actuar ante los medios tras el incidente.
23 de abril. Tras la publicación del tuit de Iglesias, solo era cuestión tiempo que llegara el aluvión de mensajes de apoyo y condenas a las amenazas. Todos los partidos condenaron la violencia, aunque Vox quiso hacer un matiz con su característica falta de mano izquierda: «Condenamos la violencia, pero… de Iglesias ya no nos creemos nada«.
Esta puesta en duda de la procedencia de las cartas ha sido criticada por buena parte del arco parlamentario, y directamente tachada de «actitud neofascista» por algunos medios de comunicación. Tras ello, empezó la nueva campaña de Iglesias por los diferentes medios de comunicación, con las amenazas como titular principal. La estrategia del victimismo.
El debate de la SER fue el escenario principal de Iglesias. después de que la cabeza de lista de Vox, Rocío Monasterio, volviese a poner en duda la verosimilitud de las amenazas, Iglesias aseguró que, si su rival continuaba en el estudio, él tendría que salirse. Y lo hizo. Fruto de esta ‘confrontación’ entre Unidas Podemos y Vox se cancelaron los siguientes debates previstos en la campaña electoral madrileña.
24 de abril. Los grupos sindicales de Correos enviaron una carta mostrando su incredulidad y su «extrañeza» ante los hechos. En la misiva se afirma que el sector cuenta con muchas medidas de seguridad que sirven precisamente «para impedir que un servicio público como el nuestro fuese utilizado para otros fines diferentes a su función«.
Pero es que no es solo que pasaran el filtro de Correos, sino que las cartas con balas también pasaron los controles, escáneres y rayos X de los Ministerios. Todo apunta a un montaje.
El debate de Cadena SER
Como hemos dicho, el objetivo marcado por Redondo & Iglesias fue hacer saltar la campaña por los aires. Montar algún show con cualquier excusa: levantarse e irse.En este contexto se enmarca la reacción de Pablo Iglesias en la Cadena SER frente a Rocío Monasterio. Allí, la candidata de Vox puso en duda las amenazas de muerte recibidas por Iglesias. Este se levantó y se fue. Más tarde lo hicieron Gabilondo y García. Junto a Monasterio solo se quedó el aspirante de Cs, Edmundo Bal. Si no hubieran sido sus palabras dudando sobre el origen de las balas enviadas a Iglesias, Marlaska y la directora general de la Guardia Civil, se hubiera encontrado otra excusa: cualquier intervención calificable de racista o xenófoba, otro ataque a los Menas…
Pablo Iglesias acudió a la cita en la SER con la decisión tomada de romper aprovechando cualquier resquicio que les diera Vox, y el PSOE y Más Madrid vieron la posibilidad de jugar también esa baza. PSOE y Unidas Podemos están encantados de haberse cargado los debates: no iban a lograr nada.
Iban hacia el 4M de culo en los sondeos, pero el ridículo teatro de la navaja pintada de rojo y las cartas con balas de atrezzo han dado la puntilla a las opciones del tandem PSOE-Podemos de cara a las elecciones autonómicas madrileñas.