Tras el batacazo electoral del PSOE en la Comunidad de Madrid, el desenlace de las urnas de las elecciones catalanas acaba de dar la puntilla a Pedro Sánchez y a su estratega de gabinete, Iván Redondo, cerebro del efecto Illa. El acuerdo in extremis anunciado el lunes 17 de mayo por Pere Aragonés ha arruinado las últimas esperanzas del PSOE, que confiaba en una repetición electoral en Cataluña para buscar un balón de oxígeno tras la histórica derrota ante Isabel Díaz Ayuso.
Tres meses después de su creación, el llamado efecto Illa ya tiene calificación final: suspenso. La Operación Illa, presentada en Moncloa como una ambiciosa apuesta estratégica de futuro, se quedó ayer en nada. Un #fail en toda regla porque, oficialmente, el PSC y el ex-ministro de Sanidad se han convertido en irrelevantes en la política catalana.
Y a pesar de ello, los socialistas se han puesto una venda en los ojos para no ver la evidencia y, de paso, hacer el ridículo más espantoso. Mientras el ministro de Política Territorial, Miquel Iceta, sacaba pecho y afirmaba el domingo 16 que "mientras con el PP lo que se rompía era España, con el PSOE lo que se ha roto es el independentismo", los independentistas estaban pactando cómo repartirse la Generalitat. Apenas 24 horas después, ERC y Junts anunciaron su acuerdo.
Y todo ésto a días de que una nueva vía de agua se le abra a Moncloa con el dosier de los indultos a los condenados por el procés. Y es que el Tribunal Supremo prepara su informe -previsiblemente contrario- para dejar la patata caliente en la mesa del Consejo de Ministros.
El presidente de la Generalitat será el candidato de ERC, Pere Aragonés. Sin embargo, en el reparto de la 'tarta' de las 14 consejerías, ERC se ha visto obligada a ceder ante Junts, dándoles las consejerías clave: la hacienda y la economía catalana (que controlará la gestión de los fondos europeos, la joya de la corona que hasta ahora retenía ERC), Salud y Derechos Sociales, acción exterior y Justicia.
Los republicanos se quedan con las consejerías de Educación, Agricultura, Trabajo, Cultura, Interior y Empresa, y el nuevo departamento de feminismo.
De esta manera, se dan por zanjadas unas negociaciones que se han alargado durante tres meses, debido a las propias tensiones existentes entre ambas formaciones. De hecho, ERC ya había roto las conversaciones con Junts, puesto que no querían un gobierno tutelado por Puigdemont desde Bruselas.
La guerra entre Junqueras y Puigdemont por la hegemonía del independentismo demuestra una grieta clara entre los objetivos de los dos "gallos" del nacionalismo, con una aparente diferencia entre ellos. Puigdemont representa definitivamente el ala dura del separatismo, partidario de la “vía 1-O” unilateral y a corto plazo. Y ERC se mantiene en una línea más “moderada”, pero es presa del temor a que Junts convierta esa estrategia en una renuncia a la independencia que le haga perder apoyos y deje el camino libre a Puigdemont para erigirse en el único independentista “real” de Cataluña. Y ese miedo de ERC se percibe claramente en su negativa aparente a buscar el respaldo externo del PSOE-PSC.
Mientras tanto, Salvador Illa, el candidato del PSC se ha quedado como un mero observador de lo ocurrido, y en el Ejecutivo se da por hecho que la mesa de diálogo con la Generalitat se convocará a la mayor brevedad posible. Será en ese marco donde Moncloa espera impulsar una «agenda catalana» que se traduzca en el apoyo, al menos de ERC, a la gobernabilidad en el Congreso. Sobre la mesa, entre otras cuestiones: la fiscalidad, infraestructuras, fondos europeos, reforma del delito de sedición y los indultos a los políticos condenados por el 1-O.
Los 13 diputados republicanos son capitales para la frágil gobernabilidad de la coalición PSOE-Podemos, cuya supervivencia parlamentaria está en manos de los partidos nacionalistas. Pero el apoyo de ERC a Sánchez nos va a costar a los españoles el indulto de los líderes presos del procés. El Gobierno entiende que es una decisión que serviría para «aliviar tensiones», para «empatizar» o «apostar por el reencuentro y la reconciliación».
La Fiscalía ya se ha opuesto a la concesión del indulto y se espera que el Supremo, que es el tribunal sentenciador, también lo haga. Pero el Gobierno lleva meses abonando el terreno para abordar este asunto, recordando, incluso, que la decisión es del Consejo de Ministros y, llegado el caso, se podrían aprobar los indultos en contra del criterio de la Fiscalía y del Supremo.
Tres meses después de su creación, el llamado efecto Illa ya tiene calificación final: suspenso. La Operación Illa, presentada en Moncloa como una ambiciosa apuesta estratégica de futuro, se quedó ayer en nada. Un #fail en toda regla porque, oficialmente, el PSC y el ex-ministro de Sanidad se han convertido en irrelevantes en la política catalana.
Y a pesar de ello, los socialistas se han puesto una venda en los ojos para no ver la evidencia y, de paso, hacer el ridículo más espantoso. Mientras el ministro de Política Territorial, Miquel Iceta, sacaba pecho y afirmaba el domingo 16 que "mientras con el PP lo que se rompía era España, con el PSOE lo que se ha roto es el independentismo", los independentistas estaban pactando cómo repartirse la Generalitat. Apenas 24 horas después, ERC y Junts anunciaron su acuerdo.
Y todo ésto a días de que una nueva vía de agua se le abra a Moncloa con el dosier de los indultos a los condenados por el procés. Y es que el Tribunal Supremo prepara su informe -previsiblemente contrario- para dejar la patata caliente en la mesa del Consejo de Ministros.
Los independentistas ganan
El miedo a una repetición electoral que castigase su falta de entendimiento (y diera oxígeno al partido socialista catalán - PSC) ha obligado a Junts y ERC a firmar un pacto de mínimos que llevará a reeditar el fallido Govern anterior a los comicios. Su objetivo, según dicen ambas formaciones, es "poder avanzar hacia el objetivo común de la independencia en forma de República Catalana".El presidente de la Generalitat será el candidato de ERC, Pere Aragonés. Sin embargo, en el reparto de la 'tarta' de las 14 consejerías, ERC se ha visto obligada a ceder ante Junts, dándoles las consejerías clave: la hacienda y la economía catalana (que controlará la gestión de los fondos europeos, la joya de la corona que hasta ahora retenía ERC), Salud y Derechos Sociales, acción exterior y Justicia.
Los republicanos se quedan con las consejerías de Educación, Agricultura, Trabajo, Cultura, Interior y Empresa, y el nuevo departamento de feminismo.
De esta manera, se dan por zanjadas unas negociaciones que se han alargado durante tres meses, debido a las propias tensiones existentes entre ambas formaciones. De hecho, ERC ya había roto las conversaciones con Junts, puesto que no querían un gobierno tutelado por Puigdemont desde Bruselas.
La guerra entre Junqueras y Puigdemont por la hegemonía del independentismo demuestra una grieta clara entre los objetivos de los dos "gallos" del nacionalismo, con una aparente diferencia entre ellos. Puigdemont representa definitivamente el ala dura del separatismo, partidario de la “vía 1-O” unilateral y a corto plazo. Y ERC se mantiene en una línea más “moderada”, pero es presa del temor a que Junts convierta esa estrategia en una renuncia a la independencia que le haga perder apoyos y deje el camino libre a Puigdemont para erigirse en el único independentista “real” de Cataluña. Y ese miedo de ERC se percibe claramente en su negativa aparente a buscar el respaldo externo del PSOE-PSC.
Mientras tanto, Salvador Illa, el candidato del PSC se ha quedado como un mero observador de lo ocurrido, y en el Ejecutivo se da por hecho que la mesa de diálogo con la Generalitat se convocará a la mayor brevedad posible. Será en ese marco donde Moncloa espera impulsar una «agenda catalana» que se traduzca en el apoyo, al menos de ERC, a la gobernabilidad en el Congreso. Sobre la mesa, entre otras cuestiones: la fiscalidad, infraestructuras, fondos europeos, reforma del delito de sedición y los indultos a los políticos condenados por el 1-O.
Los 13 diputados republicanos son capitales para la frágil gobernabilidad de la coalición PSOE-Podemos, cuya supervivencia parlamentaria está en manos de los partidos nacionalistas. Pero el apoyo de ERC a Sánchez nos va a costar a los españoles el indulto de los líderes presos del procés. El Gobierno entiende que es una decisión que serviría para «aliviar tensiones», para «empatizar» o «apostar por el reencuentro y la reconciliación».
La Fiscalía ya se ha opuesto a la concesión del indulto y se espera que el Supremo, que es el tribunal sentenciador, también lo haga. Pero el Gobierno lleva meses abonando el terreno para abordar este asunto, recordando, incluso, que la decisión es del Consejo de Ministros y, llegado el caso, se podrían aprobar los indultos en contra del criterio de la Fiscalía y del Supremo.