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Repetición del infectódromo del 8-M

No es hora de manifestaciones, sean cuales sean sus reivindicaciones y por justas que sean sus causas. Pero a las feministas de la extrema izquierda les da igual. Quieren repetir el infectódromo del 8-M. Cuando faltan dos semanas para el 8 de marzo, la Comisión 8-M se prepara para "tomar las calles" de nuevo, pese a que el país todavía se encuentra en situación de "riesgo extremo" por la cuarta ola del coronavirus (252 casos/100.000 habitantes). Una decisión que tiene el respaldo de Podemos y, en particular, de la ministra de Igualdad, Irene Montero.

El año pasado y pese a que el coronavirus ya se encontraba bien extendido por España, el Gobierno de PSOE-Podemos autorizó 480 manifestaciones por el Día Internacional de la Mujer con la única finalidad de cumplir su agenda ideológica, ignorando la salud de los españoles. Madrid fue la comunidad que más manifestaciones feministas acogió, lo que provocó que los contagios se disparasen un 2.000%, según los datos agregados publicados después por el Ministerio de Sanidad.

Por más que esa rama extremista (y muy minoritaria) del feminismo que defiende la ministra de Igualdad Irene Montero lo niegue, las manifestaciones del 8-M del año pasado fueron una grave irresponsabilidad y contribuyeron a la expansión descontrolada de la epidemia en muchas ciudades españolas. Que varias de las ministras que asistieron a esas manifestaciones cayeran enfermas a los pocos días debería, como poco, invitar hoy a la prudencia.

De nada ha servido que los estudios más recientes hayan concluido que si el Gobierno hubiera confinado España una semana antes en la primera ola -evitando las manifestaciones del 8M- se podrían haber evitado 23.000 muertes. De nada ha valido que hasta el mismísimo responsable del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, reconociera a regañadientes que «se podrían haber evitado algunas muertes».

Cuando el recuerdo de esas manifestaciones está aún vivo en la memoria de muchos españoles, una parte del Gobierno, a caballo de una inconsciencia que dice más de su sectarismo que de su sensatez, pretende celebrar de nuevo el 8-M como si no hubiera ocurrido nada durante los últimos doce meses.

Un año después, grupos de feministas afines a PSOE y Podemos, vuelven a promover la realización de movilizaciones y actos multitudinarios que pueden convertirse en nuevos focos, tanto de contagios como de transmisión. La Comisión del 8-M se excusa en que en 2021 van a «deslocalizar» la convocatoria para salir a la calle en las diferentes localidades y que no se acuda en masa a la manifestación del centro de Madrid. Sin embargo, el delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, ha autorizado manifestaciones de hasta 500 personas.

¿Nos toman el pelo? ¡500 personas! Cuando no podemos juntarnos más de 4 personas en la vía pública. Cuando no nos permiten visitar a nuestros familiares (si no son convivientes). En Semana Santa, ¿podremos hacer procesiones de 500 personas como en el 8-M? Este tipo de eventos van en contra de las imposiciones para otros colectivos o las limitaciones que ahogan a los comerciantes y a los restaurantes.

¿Y cómo van a controlar el aforo en las calles? ¿Irá el Delegado del Gobierno a contar personalmente el número de asistentes o trasladará el marrón a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado? ¿Habrá tornos en las calles? Y, en cualquier caso, ¿es que numerosas concentraciones de 500 personas -en el mejor de los supuestos- no constituyen un riesgo objetivo para la salud pública?

La ministra de Sanidad no ha dudado en ir en contra de los llamamientos de Irene Montero y toda la propaganda de Podemos y ha rechazado rotundamente que se celebren las marchas feministas en plena pandemia, mientras que el Gobierno las ha autorizado por debajo de la mesa. Darias ha asegurado que «por coherencia a la responsabilidad, no ha lugar» a las manifestaciones por el Día Internacional de la Mujer.

La polémica ya se ha disparado a través de las redes sociales. Y no es para menos.

El 8-M quiere «tomar las calles» pero con seguridad. Manifestarse a favor de Pablo Hasél, votar en las elecciones catalanas o salir a la calle el 8-M, sin problema. Abrir tu negocio, ver a tu familia o reunirte con un par de amigos es algo muy peligroso” - ha dicho Toni Cantó en twitter. Y sigue: “Las manifestaciones del 8-M se pueden celebrar porque 500 personas pueden espaciarse. No como en una terraza de un bar que están todos juntos detrás de una pancarta”.
"Se permiten las concentraciones de 500 personas siempre que profesen la ideología correcta" - dice el periodista Juan Carlos Girauta.
"No puedes ver a tus padres, no puedes salir a cenar, no puedes abrir tu negocio, no puedes reunirte con nadie, no puedes salir de tu ciudad, no puedes ir al fútbol, no habrá procesiones, ferias ni romerías, pero habrá cientos d manifestaciones de 500 personas el #8M. Es de locos" - usuario de twitter.
[Actualización 4 marzo: La Delegación del Gobierno en Madrid ha decidido prohibir todas las manifestaciones feministas que se habían convocado en la comunidad madrileña, alegando «motivos de salud pública». Sin embargo, siguen estando autorizadas el resto de concentraciones feministas de España. ¿Será que el delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, ha visto las orejas al lobo ante las críticas y polémicas suscitadas, y no quiere enfrentarse a una nueva demanda criminal por autorizarlas con la situación epidemiológica actual? Las asociaciones feministas piden -en vano- que haya un criterio común para toda España.]

Si, como defienden algunos grupos feministas, los encierros han agravado la situación de las mujeres que conviven con sus maltratadores, la solución no es desde luego manifestarse el 8-M.

En primer lugar, porque las manifestaciones no solucionan problemas. Como mucho, contribuyen a visibilizarlos. Y el problema de la violencia de génerono necesita más visibilidad, sino mejores políticas de prevención. Algo que debería corresponderle, entre otros, a ese ministerio de Igualdad que prefiere manifestarse que diseñar leyes útiles.

En segundo lugar, porque las manifestaciones del 8-M podrían contribuir a retrasar todavía más la salida de la pandemia. Por no mencionar el hecho de que la epidemia no ha impactado únicamente en las mujeres.

Y en tercer lugar, si lo que el colectivo feminista reivindica es la IGUALDAD entre hombres y mujeres, ¿por qué se señalan con un día propio? ¿acaso no se están discriminando ellas mismas al celebrar un día de mujeres, cuando no existe un día de hombres?

Para añadir más leña al fuego, este año se está preparando el 8-M en medio del debate sobre la aprobación de la Ley Trans, un texto del Ministerio de Igualdad que ha generado desavenencias entre los socios de Gobierno por la despatologización de la transexualidad y la autodeterminación de género.

Estas desavenencias se han trasladado también al movimiento feminista, ya que hay una parte del mismo que cree que esta autodeterminación del género permitirá a cualquier hombre que se sienta mujer beneficiarse de los derechos por los que el movimiento ha venido luchando desde hace décadas. Otros piensan que las problemáticas de las personas transexuales son una cosa y las de las transgénero otra y que sus problemáticas se enmarcan en otros debates que no son objetivo de un día de lucha en defensa de los derechos de las mujeres.

Por su parte, Vox ha propuesto declarar el 8 de marzo en España como Día Nacional de las víctimas del coronavirus. La polémica está servida, y ya ha encendido la ira de las feminazis.

Celebrar el 8-M en 2021, por más que sea dividiendo la participación en pequeñas manifestaciones de 500 personas (algo que, por otro lado, es prácticamente imposible de controlar), es una barbaridad sanitaria impropia de quienes deberían mostrar la responsabilidad de un adulto y no la frivolidad de un adolescente. No estamos ante un disparate más, estamos ante el anuncio de una negligencia administrativa que puede tener gravísimas consecuencias para la salud pública.



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