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Salvar la Semana Santa

De los creadores de la operación Salvar la Navidad y del llamamiento a "tomar las calles" el 8-M, llega ahora la operación Salvar la Semana Santa. Llevamos un año de pandemia y parece que ni nuestros gobernantes ni la población en general hemos aprendido nada; los primeros por anteponer la economía a la salud, y los segundos por el ansia viva de la diversión, los viajes, o simplemente, el contacto humano. Parece que nos va la marcha y estamos dispuestos a surfear la quinta ola.

Primero fue salvar la temporada de verano (de 2020) y la segunda ola apenas dio respiro a un país entumecido aún por los efectos del confinamiento domiciliario.

Después, vino Salvar la Navidad, y la nueva avalancha de contagios se tradujo en niveles que no se habían visto desde el inicio de la pandemia, golpeando con dureza a un sistema sanitario tan sobrepasado como exhausto.

Ahora, todavía ahogados en la cuarta ola, hay quien habla de salvar la Semana Santa (que cae a finales de marzo). ¿Salvar la Semana Santa? ¿Qué habría que salvar exactamente? A la Navidad (o a la Semana Santa) no hace falta salvarlas; lo que hay que hacer es salvar vidas.

Vivimos en un bucle infinito, atrapados en el Día de la Marmota. En el mes de diciembre, en plena tercera ola, con 200 casos por cada 100.000 habitantes, había que celebrar la Covidad. El resultado ya lo hemos visto: una cuarta ola de pandemia, con un ascenso de contagios en vertical durante el mes de enero.

Llevamos semanas luchando contra ella y parece que otra vez, a costa de muchos sacrificios (sociales, económicos...) y de un sinfín de prohibiciones, hemos doblegado la curva por cuarta vez y ya se empieza a hablar de una nueva "desescalada".

Sin embargo, las sucesivas olas de Covid-19 que hemos sufrido demuestran que, a cada desescalada, sigue inevitablemente un repunte de los casos, al permitirse más contactos sociales, caldo de cultivo para el despegue de los contagios y, por desgracia, para el carrusel de muertes que llega después. Iniciar desescaladas demasiado rápidas ha sido el gran error que arrastra España desde que se salimos de la gran reclusión.

Grandes titulares el 23 de febrero:
"La incidencia acumulada baja de los 250 casos por primera vez en dos meses". Vítores y aplausos.
"España sale del nivel de riesgo extremo". ¡Viva!

¿Celebramos también los 443 fallecidos (oficiales) y los 7.461 contagios que Sanidad ha contabilizado en las últimas 24 horas?

Efectivamente, la IA (el 23/02/21) es de 235,84 casos/100.000 habitantes, pero aunque la evolución de contagios es, desde hace unos días, mejor que hace unas semanas, la situación sigue siendo muy grave (similar a la del 21/12/2020 y ya vimos los resultados de la Covidad). Según los niveles de alerta establecidos por el Ministerio de Sanidad, una incidencia de 235 es riesgo ALTO, 12 veces por encima de los límites fijados como objetivo de seguridad sanitaria.

En cuanto a letalidad se refiere, ¡estamos en cifras del 20 de abril de 2020! El problema es que nos hemos acostumbrado a hablar de unas cifras totalmente anómalas. Si nos plantásemos en febrero de 2020 con 500 muertes al día, sería una situación para declarar el estado de alarma y encerrarnos a todos en casa (como ocurrió, de hecho, con mucho menos).

Además, la mortalidad no va solo en función de la incidencia, sino que aumenta a medida que crece la presión asistencial. ¡Y las UCI y los hospitales siguen estando en números rojos!

No olvidemos que bajar de los 250 casos significa que pasamos de "riesgo extremo" a "riesgo alto" pero solo en el caso de la incidencia acumulada. Hay otro panel de 24 indicadores en los que seguimos muy altos. Tenemos un 12% de camas ocupadas en planta por pacientes Covid (el semáforo de Sanidad establece entre un 10% y un 15% para un nivel de riesgo alto), y hay un 30% de ocupación en UCI (el nivel de riesgo alto indica que no debe superar el 25%). La tasa de positividad está alrededor de un 7% (en riesgo alto no debe sobrepasar el 15%).

Cuando hicimos la desescalada de la primera ola teníamos incidencias de 30, 40, 50, 100 como mucho… y ahora estamos en 250 y ya se está "desescalando" con el objetivo de Salvar la Semana Santa.

La bajada en los indicadores ha animado ya a las comunidades autónomas a iniciar una desescalada, relajando las fuertes medidas que se tomaron después de las Navidades, como el levantamiento de los guetos provinciales y municipales, el retraso del toque de queda, la ampliación de horarios de la actividad no esencial, las reuniones de no convivientes, la reapertura del pequeño comercio, y el interior de bares y restaurantes. ¡Y ojo, que no les faltan clientes! Parece que estamos deseando ir a un bar. Si los políticos no tienen cerebro, deberíamos tenerlo los ciudadanos. (Entiendo la desesperada situación de la hostelería, pero opino que no es el momento de relajar sino de dar ayudas directas a los sectores afectados por los cierres).

De momento, éstas son las medidas que se han adoptado en cada región:

[Actualización 8 marzo: Con la relajación precipitada de restricciones, el descenso de la curva ha ralentizado la marcha. Si a mediados de febrero los casos de COVID-19 en España bajaban a un ritmo del 39,5% y la semana pasada al 23%, ahora lo hacen a un 11%, con algunas comunidades estancadas y otras mostrando un ligero repunte. Aún así, nuestro país registra una tasa de incidencia de 142 casos/100.000 habitantes.

Si miramos hacia el exterior, esta tendencia favorable se difumina. No es solo que Europa se haya estancado, sino que está experimentando un repunte en vertical de los contagios desde mediados de febrero. Esta subida preocupa a los epidemiólogos y temen que afecte de alguna manera a España o, por lo menos, que refleje un futuro próximo si no se mantienen las restricciones hasta que la transmisión descienda a 50 casos/100.000 habitantes.]

No sé a qué nivel de locura hemos llegado; no sé si nuestros políticos viven en otra esfera diferente a la que vive la sanidad y la población. Nadie, ni los ciudadanos, ni las empresas, ni los negocios afectados, deseamos un poco de libertad ficticia para luego despertar en la misma pesadilla, como pasó en Navidad. Si bien es cierto que las procesiones se han suspendido en toda España, el peligro de tener cuatro (o cinco) días festivos seguidos son los desplazamientos: si la dejas, la gente va a viajar. El problema es que el virus viajará con ellos.

Ahí están las declaraciones de la ministra de Industria y Turismo, Reyes Maroto, que el 30 de enero dijo que "Semana Santa puede ser el reinicio de los viajes nacionales", un mensaje propagandístico, absurdo y completamente fuera de la realidad, según los epidemiólogos. Debería ser hasta punible que un responsable público aliente a la sociedad con promesas absurdas, con esperanzas vanas que nos llevarían a una catastrófica quinta ola.

Y ahí estaba también Míster Pandemia, (Fernando Simón) el 4 de febrero, diciendo que la situación en España sería aceptable para viajar en estas fechas "si estamos en una incidencia acumulada de hasta 150 casos/100.000 habitantes", cuando según el plan anti-covid de Sanidad, una IA de 150 corresponde a una alerta 3 (riesgo ALTO), ya que el nivel de alerta 1 (riesgo BAJO) se sitúa entre 20 y 50. Y es más: atendiendo al plan, aún en ese nivel bajo, Sanidad recomienda limitar viajes no esenciales y reuniones de hasta un máximo de 10 personas.

Pero como siempre pasa en este gobierno, "donde dije digo, digo Diego". La nueva ministra de Sanidad, Carolina Darias, declaró el 17 de febrero que no contempla que las comunidades autónomas relajen las medidas contra el coronavirus mientras no se cumpla el objetivo recomendado por la OMS: una IA de 50 casos/100.000 hab. ¿En qué quedamos, en los 150 de Simón o en los 50 de la OMS? Y por cierto, ¿la sra. Darias no se ha enterado de que los presidentes autonómicos YA están relajando restricciones?

Por cierto, que Carolina Darias ha anunciado también que el Ministerio de Sanidad y el Consejo Interterritorial de Salud están estudiando un plan, a aplicar en toda España, que indicará qué se podrá hacer y qué no en Semana Santa. ¿Será como el Plan de Navidad, que al final tuvieron que rectificar una semana después, y que acabó dando a las autonomías completa libertad para aplicar lo que les viniera en gana? ¿Tendremos 17 Semanas Santas, al igual que tuvimos 17 Navidades diferentes?

Ahora el Ejecutivo no quiere caer en el triunfalismo y, además de enfriar el debate sobre la salvación de la Semana Santa, exhorta a las comunidades a comportarse de una forma responsable.

En apenas unos días hemos pasado del "hemos vencido (otra vez) al virus" a pedir mantener las restricciones. ¿A qué se debe este cambio? A que si no hay limitaciones ni prohibiciones, el estado de alarma de 6 meses de duración dejaría de tener sentido. Recordemos que el Gobierno se comprometió a que Sánchez sólo mantuviese el estado de excepción, si una vez cumplidos cuatro meses (y eso es en marzo), el Consejo Interterritorial de Salud así lo estimaba y la decisión se convalidaba en una Conferencia de Presidentes.

El Consejo de Ministros del 23 de febrero ha servido para anunciar que el Gobierno ya ha decidido mantener el estado de alarma hasta la fecha tope (9 de mayo), saltándose sus compromisos de control democrático, ni aprobación del Consejo Interterritorial de Salud, ni convalidación de los presidentes autonómicos. Sánchez no está dispuesto a perder su poder absoluto, y por eso ha desinflado la operación Salvar la Semana Santa.

Según la ministra portavoz, María Jesús Montero, el objetivo es "consolidar la bajada de las cifras de contagios" y no anticipar una "relajación de las medidas restrictivas" hasta que España no alcance los 50 casos/100.000 habitantes de incidencia acumulada en 14 días.

La opinión de los epidemiólogos

Los expertos en Salud Pública piensan que no hay razón para lanzar las campanas al vuelo por la situación epidemiológica actual. La incidencia acumulada está bajando, pero no al nivel suficiente como para recibir otro azote de contagios (el quinto) sin sufrir las consecuencias. Y a ello se une la aparición de nuevas variantes de coronavirus, como la británica, que tiene una transmisibilidad más alta, se está extendiendo rápidamente, y se prevé que antes de final de marzo será dominante.

Si ahora se relajan las restricciones (como ya están haciendo las Comunidades) se producirán nuevas interacciones sociales, se reactivarán las cadenas de transmisión, habrá una mayor presión hospitalaria y seguirá habiendo muertes.

Según los expertos, para llegar a una "situación segura" deberían darse tres condiciones:
1) una IA por debajo de 30 (conseguirlo dependerá de las restricciones que se sigan aplicando),
2) una capacidad de rastreo masivo de contagios para detectar el origen de todos los casos y poder así cortar la cadena de transmisión,
3) y un porcentaje significativo de personas de alto riesgo vacunadas para no colapsar los servicios sanitarios.

Y esto no se va a conseguir de aquí a un mes. Y yo diría que ni siquiera en verano, ya que el rastreo se ha demostrado inexistente y la vacunación masiva no avanza como debería (por un lado porque el plan de vacunación es una falacia, y por otro, porque las farmacéuticas no envían las dosis prometidas).

El horizonte de Semana Santa es más utópico que real. Lo que tiene que haber es una bajada importante de las infecciones, y esa bajada tiene que acompañarse del plan de vacunación, aunque también de otras medidas como reforzar la atención primaria y por supuesto el rastreo de casos. Pero los médicos insisten: no se puede fiar todo a las vacunas, hacen falta medidas restrictivas para atajar de forma contundente los contagios, además de que atención primaria y salud pública cuenten con los recursos suficientes.

Salvar la Semana Santa puede suponer hundir el verano, que es más largo, está más lejano, y es más rentable en términos económicos.

Las restricciones para Semana Santa

El Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (CISNS), donde están representados todos los gobiernos autonómicos, refrendó el 10 de marzo el borrador presentado por el Ministerio de Sanidad, que fija las restricciones para el puente de San José y Semana Santa:

* Cierre perimetral de las Comunidades Autónomas. Como consecuencia, los españoles no podremos viajar libremente por el territorio español (ni viajar al extranjero), aunque paradójicamente, los turistas extranjeros sí podrán venir a pasar sus vacaciones en España (y ya se han programado miles de vuelos de turistas alemanes para esas fechas). Somos el hazmerreír de Europa. Pensarán: "mira, mira! los españolitos encerrados en sus casas, mientras nosotros podemos pasárnoslo de puta madre! jajaja".

* Movilidad: Las restricciones de movilidad de carácter provincial y municipal seguirán dependiendo de las comunidades autónomas.

* Toque de queda: el Gobierno ha propuesto una franja orientativa para restringir la movilidad nocturna (de 23:00 a 6:00h), pero las comunidades autónomas tienen la potestad de poder adelantarla una hora —no de atrasarla—, en función de sus propios criterios.

* Reuniones: Se limitará la permanencia de grupos de personas a un máximo de 4 en espacios públicos cerrados y 6 en espacios públicos abiertos, salvo que se trate de convivientes. En espacios privados las reuniones se limitarán a convivientes. Se recomienda no celebrar eventos masivos de cualquier índole que impliquen aglomeraciones o concentración de personas.

* Bares y restaurantes: la hostelería se regirá por las normas de cada territorio. Es decir, tanto los aforos como la posibilidad de prohibir el consumo en el interior de bares y restaurantes dependerán de lo que dicten los gobiernos autonómicos.

* Se recomienda no rebajar el nivel de alerta en el que se encuentra cada comunidad o ciudad autónoma desde las dos semanas previas al inicio de la Semana Santa "aunque los indicadores sean favorables".

Las medidas aprobadas son de obligado cumplimiento para todas las regiones, "con independencia del sentido de su voto" (Madrid se opuso y ha presentado un recurso ante la Justicia al entender que la medida no puede ser impuesta si no se ha adoptado por consenso). Baleares y Canarias quedan excluidas de este marco común, debido a sus particularidades como archipiélagos.

Fechas de aplicación: entre el 17 y el 21 de marzo en aquellas comunidades en las que sea festivo el día 19 de marzo; y desde el 26 de marzo al 9 de abril de 2021 en todo el territorio nacional.

[Actualización 25 marzo: Está ocurriendo lo mismito que en Navidades. A las puertas de Semana Santa, el Covid está repuntando en España (la incidencia acumulada a 14 días muestra un ascenso paulatino, hasta situarse en 130 casos/100.000 hab de media en España, aunque superior en algunas comunidades).

Con la vista puesta en la Semana Santa y la doble amenaza de la variante británica y el virus en expansión por buena parte de Europa, el Ministerio de Sanidad quiere ampliar las restricciones: adelantar el cierre de la actividad no esencial a las 20h y adelantar el toque de queda a las 22h.

Finalmente, el Consejo Interterritorial de Salud no ha acordado modificar las medidas aprobadas el 10 de marzo, pero cada comunidad podrá imponer sus propias restricciones, en función de su situación epidemiológica. O sea, tendremos 17 Semanas Santas.]


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