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La Ley Seca

En cada nueva ola de la pandemia, la hostelería es lo primero que se cierra. Bares y restaurantes han sido, desde el comienzo, los establecimientos más afectados por las restricciones decretadas. Cierre total por decreto, reducciones horarias, restricciones de aforo, limitaciones en el número de comensales por mesa e incluso prohibiciones para compartir mesa entre no convivientes son algunas de las restricciones que la hostelería lleva sufriendo desde que estalló la pandemia.

Hasta la fecha, sabemos que los contagios se producen mayoritariamente por "contacto estrecho" con un infectado (esto es, estar sin mascarilla durante al menos 15 minutos), y que el riesgo aumenta cuanto más tiempo pasemos con dicho infectado, si permanecemos en un entorno cerrado (debido al contagio por aerosoles), y si hablamos en voz muy alta, gritamos o cantamos. También sabemos que el uso correcto de mascarillas (preferiblemente FFP2) es imprescindible para reducir el riesgo de infección.

Con estos datos cualquier puede concluir que el INTERIOR de un bar es un lugar de alto riesgo (las terrazas en el exterior son otra historia). Y es que, si lo pensamos un poco, DENTRO de un bar / restaurante concurre todo lo que no debemos hacer: interiores con mala ventilación, vida social y reuniones con gente no conviviente, mascarilla fuera (para comer o beber), hablar muy alto (especialmente si se toman bebidas alcohólicas)…

Sin embargo, los datos oficiales del Ministerio de Sanidad muestran que el porcentaje de contagios en los bares es muy bajo (solo un 2,3%). Aunque también es cierto que esos mismos datos oficiales dicen no saber dónde se producen la mitad de contagios, debido a la ausencia de rastreo, salvo aquellos que se producen en los hogares, y casi nunca conocemos dónde y cómo se contagió el primer miembro del hogar que transmitió la enfermedad a sus convivientes. Lo más probable es que dicho contagio inicial se haya producido en la oficina, en el colegio o universidad, en un bar o en un restaurante, en el metro o autobus, en el cine, en el gimnasio... Y de todos ellos, entre los menos “trazables” son los producidod en bares o restaurantes, pues se desconoce con quién compartiste el espacio, más allá de los conocidos con los que estuviste.

Pero... ¿Y si resulta que hundir la hostelería no servía para frenar la pandemia? El 9 de febrero, el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) fue rotundo: no hay relación clara entre ir de bares y mayor contagio. Y los datos de Madrid -donde la hostelería ha seguido en marcha- lo avalan.

Pero en vez de complicarse la vida con la ardua tarea del rastreo y la trazabilidad, se da por hecho que la hostelería es el principal culpable de la mala situación epidemiológica y punto pelota. Al fin y al cabo, la lógica inicial puede indicar que, al cerrar estos establecimientos, inmediatamente debería disminuir el número de contagios. El problema es que NO ES ASÍ, tal como hemos visto en los últimos meses. A pesar de que la hostelería ha estado prácticamente cerrada, desde comienzos del verano estamos vivido una sucesión constante de olas. ¿Por qué?

El ser humano es un ser social, de ahí que necesite del contacto de otros seres humanos, familiares y amigos, para su bienestar emocional. Viviendo en un Estado dictatorial que controla todos nuestros movimientos, suprime nuestras libertades y censura nuestros derechos, el hecho de cerrar bares y restaurantes ha provocado un incremento de reuniones de familiares y amigos en otros lugares (nuestros propios hogares, locales deshabitados, establecimientos a puerta cerrada, garitos clandestinos, etc).

¿Consecuencias? No solo que no se han reducido los contagios, sino que se han incrementado, pues esas reuniones son mucho menos controlables y controladas, y no se pueden imponer fácilmente medidas de aforos máximos, ventilación o mascarillas, como sí se puede hacer en establecimientos abiertos de cara al público.

Lo mismo sucede con los toques de queda. Un toque de queda demasiado temprano -como pretenden imponer ahora- podría provocar un efecto perverso, al hacer que realicemos menos vida al aire libre -entre otras cosas, porque también nos clausuran jardines, playas, parques infantiles...- y pasemos más tiempo en lugares cerrados. Resultado: aumento de contagios (lo contrario de lo que se pretende).

Como ya dije en otro artículo, lo que no pueden pretender es imponer la Ley Seca y aniquilar la vida social de los ciudadanos por tiempo indefinido; eso NO lo van a conseguir, así que no es una buena estrategia para acabar con el virus.

El problema que tenemos los españoles es que no sabemos divertirnos sin pasar por una barra, y eso implica estar SIN mascarilla. Cuando quedamos con los amigos es para "tomar algo", o para ir a comer o cenar a un restaurante; llega cualquier fiesta y la celebramos reunidos en torno a una mesa; cualquier evento que se precie lleva implícito comida y bebida. Por algo somos el país del mundo con más bares per cápita. ¿Verdad que no se nos ocurre quedar con alguien a quien hace tiempo que no vemos para dar un paseo por el campo o la playa? Pues sí, aunque a muchos les parezca mentira, podemos charlar (y cotillear) mientras "damos una vuelta" al aire libre.

Aunque personalmente opino que los interiores de bares y restaurantes deberían permanecer cerrados en tiempos de pandemia, también creo que hay que romper una lanza a favor de la hostelería y buscar una solución para que ellos puedan mantener su actividad y nosotros acudir sin miedo al contagio. Es totalmente injusto que les obliguen a cerrar sin ninguna compensación económica.

El Gobierno (y los medios de comunicación a su servicio) se ha empeñado en criminalizar a un sector que supone un importante motor económico para nuestro país (un 6% del PIB) que da empleo a 1,7 millones de personas (muchos de ellos autónomos).

¿Qué culpa tienen estos pequeños empresarios, cocineros, camareros, sumilleres, jefes de sala, friegaplatos... de que exista una pandemia? ¿En base a qué legalidad el Gobierno les obliga a cerrar sus negocios y/o a prohibirles ir a trabajar y a ganarse el pan? Es una tremenda injusticia. ¿Cuánto tiempo (más) podrán resistir estos negocios, y estas personas?

La debacle no tiene precedentes. La patronal nacional de hostelería estima que la pandemia ya se ha llevado por delante más de 65.000 negocios, ha puesto en peligro otros 100.000 y se ha cobrado 350.000 puestos de trabajo a nivel estatal. Los establecimientos que aún sobreviven, han sufrido un recorte en su facturación de más del 50% respecto al año anterior.

Y a pesar de todo, el Gobierno NO ha habilitado ayudas o subvenciones directas y a fondo perdido para el sector. A diferencia de otros países europeos, las "ayudas" se limitan a un plan de rescate de 4.220 millones de euros para la hostelería, el comercio y el turismo que únicamente incluye reducciones fiscales, ayudas al alquiler, créditos ICO, aplazamientos de deudas tributarias y exoneraciones en las cuotas de la Seguridad Social de los empleados en ERTE. Partida económica: cero.

Y lo peor de todo... ¿hasta cuándo deberán seguir soportando los caprichos de un Gobierno al que le resulta más fácil criminalizar a la hostelería que buscar soluciones efectivas a la pandemia?

Parece obvio que hay que buscar soluciones PERMANENTES porque, aunque consigamos ir controlando ola tras ola, el coronavirus ha venido para quedarse. Vamos a tener que aprender a vivir con el bicho. Entonces ¿cerramos los bares para siempre? ¿Los suprimimos de nuestra memoria como si jamás hubieran existido y aprendemos a vivir sin "ir a tomar algo", sin ir de tapeo, sin comer en un restaurante un día que no nos apetece cocinar o que nos apetece darnos un homenaje en un tres estrellas Michelin?

Más que cerrar los establecimientos de restauración, lo que deberían hacer las autoridades es regularlos con medidas adecuadas y eficaces a fin de mantener el máximo nivel de actividad social y económica compatibles con una situación asistencial aceptable. Por ejemplo:

* Favorecer al máximo el establecimiento de terrazas en la vía pública, con o sin calefacción. Me resulta increíble que con el clima que hay en gran parte de España, las terrazas al aire libre estén cerradas (por obligación, claro está) en algunas comunidades autónomas.

* Reducir aforos en locales cerrados, fijar distancias mínimas entre mesas, y auditar aleatoria y frecuentemente el cumplimiento de dichas normas, con multas durísimas en caso de incumplimiento.

* Incentivar que los clientes que acudan a locales cerrados (interiores) dejen su nombre y número de teléfono para poder ser localizados en caso de producirse algún positivo coincidente en el tiempo.

* Permitir al dueño del establecimiento la realización de test de antígenos debidamente aprobados antes de producirse la entrada a los locales cerrados. De esa manera se disminuiría la probabilidad de contagios en interiores.

* Establecer una normativa mínima de ventilación para interiores. Es imprescindible que haya medidores de CO2 y, en caso necesario, filtros HEPA en locales bien ventilados. Creo que ésta es la clave del futuro, no solo para la restauración, sino para cualquier entorno cerrado (oficinas, colegios, cines, medios de transporte, hospitales, etc) y las investigaciones apuntan a este terreno.

El Instituto IDM de la Universitat Politècnica de València ha inventado un sistema, basado en un biosensor másico de alta sensibilidad, que monitoriza en continuo señales para la detección directa de SARS-CoV-2 en aerosoles atmosféricos. Al detectar carga viral a niveles perjudiciales para la salud emitiría una señal de alarma. El dispositivo, en fase de prototipo, permite evaluar la calidad del aire y la detección temprana de virus en espacios interiores.

¿Y una vez detectado el virus? Científicos del CSIC han creado la tecnología DuctFIT, un sistema fotocatalítico capaz de eliminar el SARS-CoV-2 del aire en interiores, en minutos y en presencia de personas, ya que no genera ningún tipo de sustancia ni producto químico nocivo. En la fotocatálisis, la descontaminación de patógenos se hace mediante un proceso de oxidación activado por la energía solar. Además de eliminar virus, esta tecnología purifica el aire y permite la eliminación constante de bacterias, ácaros, polen, moho, compuestos químicos cancerígenos y olores las 24 horas todos los días de la semana, ya que los equipos no se necesitan apagar, y no deja espacios sin tratar ya que se alcanzan todas las áreas.

Actualización 11 febrero: Un juez del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco AUTORIZA la apertura de bares y restaurantes en los municipios vascos ubicados en la "zona roja" por su alta incidencia de COVID-19.

Luis Ángel Garrido lo justifica así: "Supongamos que suben un 2.000% las enfermedades de transmisión sexual y llego yo, el gran epidemiólogo de la zona, y digo: muy fácil, estén ustedes dos años sin relaciones sexuales y bajará la curva". "Que ahora te digan que para que el virus se reduzca tiene usted que quedarse en casa, no hablar con nadie, no ir a ningún espectáculo teatral, eso se sabía en la Edad Media", manifestó. A pesar de que le están lloviendo las críticas, ¡no le falta razón!

Actualización 18 febrero: Más de un millar de locales de hostelería de todo el país han presentado ante el ante el Tribunal Supremo una macrodemanda sin precedentes para reclamar al Estado y a las autonomías indemnizaciones por daños y perjuicios derivados de las restricciones y cierres forzosos decretados desde el inicio de la pandemia. No cuestionan las medidas adoptadas para contener el virus, sino los daños y perjuicios que les ha provocado el cierre o la limitación de aforo de los locales.

Como ellos mismos dicen, "si no nos dejan trabajar, tenemos derecho a ser compensados", y recuerdan que otros países europeos sí han actuado a favor de la hostelería, con paquetes de ayudas directas de hasta el 75% de la facturación e incluso la rebaja del IVA al 7% para bares y restaurantes hasta finales del 2022 (Alemania). Asimismo, lamentan que las administraciones hayan "ninguneado y estigmatizado al sector" y alegan que les "prohíben" trabajar pero les "dejan un montón de gastos: alquileres, cuotas de la Seguridad Social... Y eso no se perdona ni un día".

La demanda ha sido iniciada por la plataforma 'Hostelería de Todos' y se fundamenta jurídicamente en la responsabilidad patrimonial de las administraciones públicas y la Ley orgánica que regula el estado de alarma, que prevé indemnizaciones por daños y perjuicios. Las indemnizaciones que se exigen alcanzan los 62 millones de euros, aunque la cifra crecerá porque cada día se suman nuevas demandas.

Por otro lado, cansados ya de promesas y de anuncios que nunca llegan, la hostelería y el comercio (sectores que aportan la quinta parte del PIB) se han unido en un gran alianza para exigir ayudas directas compensatorias y urgentes a las Administraciones por valor de 12.500 millones de euros (8.500 para la hostelería y 4.000 para el comercio) en concepto de indemnizaciones por pérdidas. Aluden que los cierres y limitaciones de actividad han provocado la desaparición en España de 148.000 negocios, unas pérdidas de facturación de 82.000 millones de euros y la destrucción de medio millón de empleos.



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