El nuevo acto de propaganda gubernamental orquestado por Iván Redondo Productions ha resultado grotesco e insultante para las víctimas del terrorismo. Casi 3 años después de la disolución de ETA, Moncloa ha buscado la forma de insertar a Sánchez en la lista de presidentes que se enfrentaron a la banda terrorista montando un show bochornoso. Ha colocado tres filas de armas (incautadas a ETA y al Grapo entre 1977 y 2005) en el suelo y una apisonadora ha pasado por encima para destruirlas.
Este evento audiovisual, con Pedro Sánchez como protagonista, pretendía ser la escenificación del fin de terrorismo, aunque eso ocurrió hace años. Sánchez accedió a La Moncloa cuando ETA ya no existía, hacía casi un mes que había proclamado su final en Cambo (Francia), el 4 de mayo de 2018. Dos días antes ETA hizo pública una carta en la que daba “por terminado su ciclo histórico y su función” y aseguraba que todas sus estructuras estaban disueltas. Un mes después, Sánchez derrocaba a Rajoy gracias a una moción de censura. Sería el primer presidente tras la dictadura que gobernaría sin la amenaza de ETA.
Además de derrotar al coronavirus, Pedro Sánchez ahora se atribuye la derrota de ETA. Necesita figurar en la lista de presidentes que lucharon contra la banda terrorista. Misión cumplida. Ahora ya figura como el líder que cerró la secuencia escenificando su ‘derrota’ con un acto sin precedentes.
Bienvenidos a la sanchedaz, parque temático donde los trabucos son triturados por una aplanadora marca Acme. Aplastan las armas pero respetan las ideas de Bildu. Las mismas por las que ETA mató a 800 españoles. Todo por el poder mientras blanquean los evangelios de la xenofobia, la consolidación de los ideales identitarios, la proclamación del zoco tribalista y la desertización de una nación que aspire a garantizar la equidad. Nada que deba de sorprendernos.
La nueva performance del Gobierno español apisonando armas de ETA ni siquiera es original. El tirano Hugo Chávez montó un show similar en julio de 2012 para escenificar la destrucción de 16.000 armas intervenidas en «distintos operativos de seguridad». Su Gobierno vendió aquella operación como un plan para «disminuir la violencia» en las calles. También en aquel caso, la televisión oficialista mostró la escena de la apisonadora convirtiendo en chatarra cientos de armas de fuego. La intención de Hugo Chávez no era pacificar las calles, sino garantizarse el monopolio de la violencia.
En el caso del show celebrado en Madrid, el fin es muy distinto: escenificar que España ha pasado página del terrorismo de ETA, para legitimar los pactos del presidente de gobierno español con los proetarras de Bildu, cuyo voto fue fundamental para aprobar su investidura y los nuevos Presupuestos Generales del Estado. Pedro Sánchez, el destructor de armas y de líneas rojas.
Se trata de que los ciudadanos veamos así, con normalidad, uno de los pagos que Sánchez realiza a Bildu por su apoyo: el acercamiento de presos de ETA con crímenes de sangre a cárceles del País Vasco. Pedro Sánchez ya ha comprometido ante el Bildu el próximo paso: cederá al Gobierno vasco la competencia sobre las instituciones penitenciarias a partir del 1 de abril. De este modo, los asesinos de ETA podrán obtener beneficios penitenciarios y acceder al tercer grado para salir a la calle.
Nunca antes un gobernante había querido sacar tajada mediática del terrorismo. Pero Sánchez le ha puesto voz a semejante momento al afirmar que el acto simboliza "levantar acta de la derrota de ETA frente a la democracia española". Con esta destrucción de armamento vetusto se pretende escenificar la "entrega de armas de quien acepta la derrota". Olvida que no eran armas entregadas, sino incautadas.
La maniobra publicitaria de Moncloa podría haber compensado el malestar de algunas asociaciones de víctimas por su política penitenciaria y su sintonía con Bildu, pero no lo logró. No fue la fotografía de “la derrota de ETA” que desde hace años le reclaman. Sánchez la interpretó en forma de destrucción de armas, mientras que las víctimas la fotografía de la derrota que vienen reclamando es la de la detención de todos los autores de los crímenes y la del esclarecimiento de los casi 300 atentados y crímenes de ETA sin resolver.
Curiosa manera de hacer caso a las organizaciones de víctimas. Sobre todo teniendo en cuenta que esas mismas organizaciones de víctimas son las que reclaman a Sánchez que el Gobierno que preside no acerque a presos de ETA a las cárceles próximas al País Vasco y Navarra sin que cumplan escrupulosamente los requisitos legales para lograr dichos traslados (recordemos que Sánchez ya ha acercado a más de 150 presos de ETA durante su mandato). También esos colectivos le suelen pedir a Sánchez que su partido, el PSOE, no pacte con Bildu, y le recuerdan que dijo una y otra vez que una de sus líneas rojas era no llegar a acuerdos con la coalición abertzale que lidera Arnaldo Otegi.
De esas cosas Sánchez no ha dicho ni esta boca es mía, claro. Hoy la cosa iba de vender a los ciudadanos en los telediarios que el presidente del Gobierno destruye las armas de los terroristas. Es un destructor. Un auténtico killer. Invencible. Resistente. Inigualable. Nada se le pone por delante. Para destruir armas viejas y también sus propias "líneas rojas".
¿Por qué no aprovechar un hecho rutinario como la destrucción de pruebas de un juzgado para convertirlo en un símbolo de la derrota del terrorismo de ETA y del GRAPO en España?
La idea de Moncloa era organizar un acto de fuerte simbolismo para escenificar el triunfo del Estado de derecho sobre el terrorismo. Y nada con mayor potencia visual que una apisonadora destruyendo un arsenal de 1.400 armas intervenidas por la Guardia Civil a las organizaciones criminales en las últimas décadas. Desde luego, la singularidad del evento quedará como un episodio más del relato del final de la banda, y Sánchez logrará figurar en él, aunque sea mínimamente.
Sin embargo, la gran foto para la historia quedó desangelada, por extemporánea y por las notables ausencias. Pedro Sánchez se quedó solo acompañado de sus ministros (ninguno de Podemos), en la explanada del Colegio de Guardias Jóvenes Duque de Ahumada de la Guardia Civil de Valdemoro (Madrid) el 4 de marzo. Ninguno de los anteriores presidentes de gobierno de España, que sí combatieron a ETA, le acompañaron. Tampoco acudieron los líderes de la oposición, ni hicieron acto de presencia todas las asociaciones de víctimas. En el acto faltó también la bandera de España.
No lució la apisonadora que había alquilado el Gobierno para aplastar esas mil y pico armas de terroristas, para decirnos que lo de ETA y otros de su calaña es cosa del pasado. No funciona el show mientras, en los despachos, se están decidiendo a toda velocidad acercamientos de presos etarras y se cierra la transferencia de la gestión de las cárceles vascas a Vitoria. Ni un millón de apisonadoras borrarán el dolor que una gran mayoría de españoles experimentan aún, recordando décadas de atentados.
Es curioso, este Ejecutivo ha demostrado una excelente memoria histórica exhumando a Franco y retirando todas sus huellas del paisaje y, sin embargo, se muestra conciliador e incluso pacta con los herederos de ETA, decidido a blanquearlos, mientras proclama el triunfo del Estado de Derecho.
Este evento audiovisual, con Pedro Sánchez como protagonista, pretendía ser la escenificación del fin de terrorismo, aunque eso ocurrió hace años. Sánchez accedió a La Moncloa cuando ETA ya no existía, hacía casi un mes que había proclamado su final en Cambo (Francia), el 4 de mayo de 2018. Dos días antes ETA hizo pública una carta en la que daba “por terminado su ciclo histórico y su función” y aseguraba que todas sus estructuras estaban disueltas. Un mes después, Sánchez derrocaba a Rajoy gracias a una moción de censura. Sería el primer presidente tras la dictadura que gobernaría sin la amenaza de ETA.
Además de derrotar al coronavirus, Pedro Sánchez ahora se atribuye la derrota de ETA. Necesita figurar en la lista de presidentes que lucharon contra la banda terrorista. Misión cumplida. Ahora ya figura como el líder que cerró la secuencia escenificando su ‘derrota’ con un acto sin precedentes.
Bienvenidos a la sanchedaz, parque temático donde los trabucos son triturados por una aplanadora marca Acme. Aplastan las armas pero respetan las ideas de Bildu. Las mismas por las que ETA mató a 800 españoles. Todo por el poder mientras blanquean los evangelios de la xenofobia, la consolidación de los ideales identitarios, la proclamación del zoco tribalista y la desertización de una nación que aspire a garantizar la equidad. Nada que deba de sorprendernos.
La nueva performance del Gobierno español apisonando armas de ETA ni siquiera es original. El tirano Hugo Chávez montó un show similar en julio de 2012 para escenificar la destrucción de 16.000 armas intervenidas en «distintos operativos de seguridad». Su Gobierno vendió aquella operación como un plan para «disminuir la violencia» en las calles. También en aquel caso, la televisión oficialista mostró la escena de la apisonadora convirtiendo en chatarra cientos de armas de fuego. La intención de Hugo Chávez no era pacificar las calles, sino garantizarse el monopolio de la violencia.
En el caso del show celebrado en Madrid, el fin es muy distinto: escenificar que España ha pasado página del terrorismo de ETA, para legitimar los pactos del presidente de gobierno español con los proetarras de Bildu, cuyo voto fue fundamental para aprobar su investidura y los nuevos Presupuestos Generales del Estado. Pedro Sánchez, el destructor de armas y de líneas rojas.
Se trata de que los ciudadanos veamos así, con normalidad, uno de los pagos que Sánchez realiza a Bildu por su apoyo: el acercamiento de presos de ETA con crímenes de sangre a cárceles del País Vasco. Pedro Sánchez ya ha comprometido ante el Bildu el próximo paso: cederá al Gobierno vasco la competencia sobre las instituciones penitenciarias a partir del 1 de abril. De este modo, los asesinos de ETA podrán obtener beneficios penitenciarios y acceder al tercer grado para salir a la calle.
Nunca antes un gobernante había querido sacar tajada mediática del terrorismo. Pero Sánchez le ha puesto voz a semejante momento al afirmar que el acto simboliza "levantar acta de la derrota de ETA frente a la democracia española". Con esta destrucción de armamento vetusto se pretende escenificar la "entrega de armas de quien acepta la derrota". Olvida que no eran armas entregadas, sino incautadas.
La maniobra publicitaria de Moncloa podría haber compensado el malestar de algunas asociaciones de víctimas por su política penitenciaria y su sintonía con Bildu, pero no lo logró. No fue la fotografía de “la derrota de ETA” que desde hace años le reclaman. Sánchez la interpretó en forma de destrucción de armas, mientras que las víctimas la fotografía de la derrota que vienen reclamando es la de la detención de todos los autores de los crímenes y la del esclarecimiento de los casi 300 atentados y crímenes de ETA sin resolver.
Curiosa manera de hacer caso a las organizaciones de víctimas. Sobre todo teniendo en cuenta que esas mismas organizaciones de víctimas son las que reclaman a Sánchez que el Gobierno que preside no acerque a presos de ETA a las cárceles próximas al País Vasco y Navarra sin que cumplan escrupulosamente los requisitos legales para lograr dichos traslados (recordemos que Sánchez ya ha acercado a más de 150 presos de ETA durante su mandato). También esos colectivos le suelen pedir a Sánchez que su partido, el PSOE, no pacte con Bildu, y le recuerdan que dijo una y otra vez que una de sus líneas rojas era no llegar a acuerdos con la coalición abertzale que lidera Arnaldo Otegi.
De esas cosas Sánchez no ha dicho ni esta boca es mía, claro. Hoy la cosa iba de vender a los ciudadanos en los telediarios que el presidente del Gobierno destruye las armas de los terroristas. Es un destructor. Un auténtico killer. Invencible. Resistente. Inigualable. Nada se le pone por delante. Para destruir armas viejas y también sus propias "líneas rojas".
¿Por qué no aprovechar un hecho rutinario como la destrucción de pruebas de un juzgado para convertirlo en un símbolo de la derrota del terrorismo de ETA y del GRAPO en España?
La idea de Moncloa era organizar un acto de fuerte simbolismo para escenificar el triunfo del Estado de derecho sobre el terrorismo. Y nada con mayor potencia visual que una apisonadora destruyendo un arsenal de 1.400 armas intervenidas por la Guardia Civil a las organizaciones criminales en las últimas décadas. Desde luego, la singularidad del evento quedará como un episodio más del relato del final de la banda, y Sánchez logrará figurar en él, aunque sea mínimamente.
Sin embargo, la gran foto para la historia quedó desangelada, por extemporánea y por las notables ausencias. Pedro Sánchez se quedó solo acompañado de sus ministros (ninguno de Podemos), en la explanada del Colegio de Guardias Jóvenes Duque de Ahumada de la Guardia Civil de Valdemoro (Madrid) el 4 de marzo. Ninguno de los anteriores presidentes de gobierno de España, que sí combatieron a ETA, le acompañaron. Tampoco acudieron los líderes de la oposición, ni hicieron acto de presencia todas las asociaciones de víctimas. En el acto faltó también la bandera de España.
No lució la apisonadora que había alquilado el Gobierno para aplastar esas mil y pico armas de terroristas, para decirnos que lo de ETA y otros de su calaña es cosa del pasado. No funciona el show mientras, en los despachos, se están decidiendo a toda velocidad acercamientos de presos etarras y se cierra la transferencia de la gestión de las cárceles vascas a Vitoria. Ni un millón de apisonadoras borrarán el dolor que una gran mayoría de españoles experimentan aún, recordando décadas de atentados.
Es curioso, este Ejecutivo ha demostrado una excelente memoria histórica exhumando a Franco y retirando todas sus huellas del paisaje y, sin embargo, se muestra conciliador e incluso pacta con los herederos de ETA, decidido a blanquearlos, mientras proclama el triunfo del Estado de Derecho.