El analista político César Calderón publicó -el pasado 14 de abril en el diario Público- un interesante artículo que le costó el empleo. Y es que, en España son tiempos de coronavirus, pero también de censura, totalitarismo y manipulación de la opinión pública. Son tiempos de una dictadura personalista, autoproclamada por el señor Pedro Sánchez (que tiene el poder absoluto) y su "casta" de élite (esos individuos nombrados "a dedo" para hacer cumplir las órdenes decretadas por su presidente al mando).
Nuestro actual gobierno de facto, asustado por su falta de previsión en el origen de la pandemia, por el implacable nº de cadáveres diarios, por habernos convertido en el país del mundo con mayor porcentaje de fallecidos y, sobre todo, por el cabreo creciente de la ciudadanía española, se ha propuesto silenciar cualquier voz crítica o disidente, empezando por dominar los medios de comunicación, para proseguir atacando la libertad de expresión y censurando la opinión pública (libertades que, por cierto, son básicas en un Estado constitucional).
Ejercer el control de páginas web y redes sociales con la excusa de evitar bulos y fake news, las controvertidas preguntas de la encuesta del CIS de mediados de abril que predisponen a los españoles a favor de amordazar a los medios, y la aplicación de la polémica "Ley Mordaza" para sancionar a la población son solo el comienzo de lo que nos espera.
El controvertido artículo de César Calderón fue publicado el pasado 14 de abril en el diario Público y lleva por título Los trucos de Moncloa para sobrevivir a la pandemia. En él desgrana sin tapujos tres viejas tretas que está utilizando el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para manipular a la opinión pública y que no se cuestione su nefasta gestión en la crisis del coronavirus
¿Y cuáles son estos trucos? Los reproduzco a continuación, no sea que el citado artículo sea borrado de la faz internauta 'por error'.
1. El 'Efecto Bandwagon' (o gregario)
El llamado Efecto Bandwagon es un conocido y estudiado sesgo cognitivo también llamado "efecto arrastre" por el que los seres humanos aceptamos automáticamente que cuando un grupo grande de personas piensan o se comportan de determinada forma, esa y no otra es la forma correcta de pensar y actuar y nos sumamos a la manada de forma gregaria, acrítica y en cierto sentido, oportunista.
Si miramos hacia atrás solo tres semanas, veremos cómo ha influido ese Efecto Bandwagon en nuestro comportamiento ante el posicionamiento político de los diferentes partidos en esta crisis, que se puede resumir en una frase que habrán escuchado e incluso repetido ustedes mismos en distintas declinaciones, me refiero a la ya famosa: "La oposición lo que debe hacer es callarse y apoyar al gobierno hasta que pase la crisis".
No existe lógica alguna en esa idea, no responde a nuestro ordenamiento político-constitucional (la democracia no se suspende en medio de una crisis sanitaria y la oposición tiene una misión de control que cumplir), y ni tan siquiera nos beneficia, pero a pesar de todo ello (reconózcanlo) tienen en su cabeza esa falsa idea esculpida en bajorrelieve.
Tal es el poder del efecto arrastre que el gobierno lo ha usado en su favor maniatando a la oposición e impidiendo que cumpla su función constitucional, so pena de ser acusados de crímenes de lesa democracia.
2. Este virus lo paramos unidos
¿Cuáles es la idea que más relacionan con este periodo de cuarentena? Estoy seguro de que una de ellas es que "Este virus lo paramos unidos", que responde a la campaña institucional del Gobierno de España. Una bonita frase, sin duda.
Pero es mucho más que una frase, es la punta de lanza de un relato que ha corrido por todos los medios y canales de forma machacona durante el último mes, convenciéndonos de la importancia de nuestro papel para solucionar la crisis, llenando nuestros corazones de solidaridad, heroísmo y sentimiento de comunidad. Para ello, en las ruedas de prensa utiliza una retórica belicista que nos infunde miedo y deshumaniza a nuestros convecinos (es posible que muchos vean enemigos en el vecino que sale a la calle, en el viandante sin mascarilla o incluso en el contagiado que vive cerca y que puede significar una amenaza).
Según esa idea, repetida ad nauseam en una campaña institucional sin límite de gasto, no hay otra forma de parar el virus que no sea sumándonos, no solo a las instrucciones sanitarias del gobierno, sino incluso a su visión política y económica de la crisis.
Solo así podremos ser incluidos "en el lado del bien, la luz y la verdad", en el panteón de los héroes de los balcones evitando además caer en traición. Porque (y esto es fundamental) quien critique al gobierno nos critica a todos.
Tal es el poder de un relato bien trabajado y poderoso, cualquiera que no se una al Gobierno (no al Estado) en su justa causa se convierte en extraño, en sospechoso, en alienado. Y como todo alienado, debe ser duramente reconvenido por la vanguardia del pueblo.
3. El tesauro de la pandemia
Las palabras son importantes, de hecho, son los sillares con los que está construida nuestra democracia, con ellas se pueden entronizar reyes y también destruir imperios.
Esa es la razón por la que Moncloa ha creado su propio tesauro para enmarcar y difuminar las palabras habituales en una situación de crisis como la que padecemos.
De tal suerte que el parón de la economía se ha convertido en "hibernación", los espacios de reclusión de los enfermos asintomáticos en "arcas de Noé" y el número de fallecidos en "la curva", por poner solo tres ejemplos.
Tal es el poder de las palabras, que quien las elige y populariza, domina el escenario.
Ya lo dijo Harry Truman: Si no puedes convencerlos, confúndelos
El método Ollendorf: verborrea gubernamental
Pero a las tres técnicas que apunta César Calderón en su artículo podemos añadir una más: el método Ollendorf, o cómo hablar durante horas sin decir nada. Lo vemos a diario, en las ruedas de prensa posteriores a las comparecencias de los comités de crisis.
Pocas (por no decir ninguna) de las cuestiones planteadas por los periodistas son respondidas de forma clara y directa. Y eso que los comparecientes alargan sus intervenciones durante minutos en una verborrea gubernamental que final, no responde a nada. Utilizan el turno de palabra de forma vaga y deliberadamente imprecisa, retorciendo durante minutos el argumento hasta acabar perorando sobre asuntos muy alejados al interés del periodista en una mezcla de filibusterismo y de incompetencia comunicativa.
¿A qué se debe? A que las respuestas previamente están preparadas. Si bien las preguntas de los periodistas pueden variar, lo que no pueden hacer los miembros del Gobierno es salirse del menú cerrado de respuestas que tienen preparado. Es decir, si les preguntan algo que se salga de su listado de respuestas, tienen que dar la vuelta y retorcer el argumento hasta encajarlo en una de las opciones predeterminadas por los asesores de Moncloa.