Desde la medianoche del sábado 14 de marzo, todos los ciudadanos españoles tienen la obligación de permanecer en sus casas y no salir, salvo por necesidades básicas, hasta nueva orden (al menos 15 días). Esta decisión es consecuencia de la aprobación y declaración del estado de alarma por el Consejo de Ministros, al amparo del artículo 116 de la Constitución. Medidas drásticas y sin precedentes con el objetivo de evitar la propagación del coronavirus. ¿Y por qué es todo tan drástico? Porque llega tarde; porque el gobierno desoyó todas las advertencias y no tomó medidas antes con tal de celebrar las manifestaciones del 8-M.
El Gobierno recluye a todos los españoles en arresto domiciliario. En la práctica, cierra el país. Los españoles solo podrán circular por las calles por causa de fuerza mayor (ir a la compra, al médico, al banco, a trabajar el que pueda, a cuidar a ancianos o a personas dependientes, o sacar al perro). En ningún caso está permitido salir por motivos de ocio. Y en caso de salir a la calle, deberá respetarse una distancia interpersonal de, como mínimo, un metro con otras personas.
El comercio minorista queda suspendido por decreto, salvo el de primera necesidad (alimentación, farmacias, ópticas, kioscos, estancos, gasolineras y alimentos para mascotas). La permanencia en estos establecimientos comerciales deberá ser la estrictamente necesaria para poder realizar la adquisición de alimentos y productos de primera necesidad; habrá control de aforos para garantizar que se pueda mantener la distancia de seguridad.
A partir de aquí comienza toda una paranoia urbana de colas en los supermercados (al principio arrasados porque la gente acaparaba alimentos como si no hubiera un mañana), geles desinfectantes por doquier, no tocar nada sin guantes, limpieza y desinfección de cada rincón de nuestros hogares con lejia (que está agotada), y como no hay existencias de mascarillas en las farmacias, todo el mundo a hacer mascarillas caseras con camisetas o sábanas viejas. ¡Se ve cada modelito...!
El decreto también suspende la apertura al público de museos, archivos, bibliotecas, monumentos, así como los locales y establecimientos en los que se desarrollen espectáculos públicos, actividades deportivas y de ocio (cines, teatros, plazas de toros, estadios de fútbol, polideportivos, gimnasios, piscinas, boleras, parques acuáticos y de atracciones, etc). Incluso se cierran espacios abiertos y vías públicas como playas, vías verdes, carriles de cicloturismo... y hasta las carreteras que dan acceso a algunos de estos enclaves.
También ordena cerrar obligatoriamente hoteles y alojamientos, bares, cafeterías y restaurantes (que solo podrán prestar servicios de entrega a domicilio), discotecas y bares de copas. Se suspenden verbenas, desfiles y todo tipo de fiestas populares (este 2020 nos hemos quedado sin Semana Santa, sin Fallas y sin romería del Rocío, por citar algunas de las más multitudinarias).
Suspendidas también las ceremonias civiles y religiosas, incluidas bodas, comuniones y funerales.
El comercio minorista queda suspendido por decreto, salvo el de primera necesidad (alimentación, farmacias, ópticas, kioscos, estancos, gasolineras y alimentos para mascotas). La permanencia en estos establecimientos comerciales deberá ser la estrictamente necesaria para poder realizar la adquisición de alimentos y productos de primera necesidad; habrá control de aforos para garantizar que se pueda mantener la distancia de seguridad.
A partir de aquí comienza toda una paranoia urbana de colas en los supermercados (al principio arrasados porque la gente acaparaba alimentos como si no hubiera un mañana), geles desinfectantes por doquier, no tocar nada sin guantes, limpieza y desinfección de cada rincón de nuestros hogares con lejia (que está agotada), y como no hay existencias de mascarillas en las farmacias, todo el mundo a hacer mascarillas caseras con camisetas o sábanas viejas. ¡Se ve cada modelito...!
El decreto también suspende la apertura al público de museos, archivos, bibliotecas, monumentos, así como los locales y establecimientos en los que se desarrollen espectáculos públicos, actividades deportivas y de ocio (cines, teatros, plazas de toros, estadios de fútbol, polideportivos, gimnasios, piscinas, boleras, parques acuáticos y de atracciones, etc). Incluso se cierran espacios abiertos y vías públicas como playas, vías verdes, carriles de cicloturismo... y hasta las carreteras que dan acceso a algunos de estos enclaves.
También ordena cerrar obligatoriamente hoteles y alojamientos, bares, cafeterías y restaurantes (que solo podrán prestar servicios de entrega a domicilio), discotecas y bares de copas. Se suspenden verbenas, desfiles y todo tipo de fiestas populares (este 2020 nos hemos quedado sin Semana Santa, sin Fallas y sin romería del Rocío, por citar algunas de las más multitudinarias).
Suspendidas también las ceremonias civiles y religiosas, incluidas bodas, comuniones y funerales.
Con la aprobación del real decreto-ley de declaración del estado de alarma, España pasa a tener un mando único, una única autoridad competente liderada por Pedro Sánchez. Él y cuatro de sus ministros — Defensa (Margarita Robles), Interior (Fernando Grande-Marlaska), Transportes (José Luis Ábalos) y Sanidad (Salvador Illa)— ganan todo el poder a todos los niveles para decretar cuantas actuaciones sean necesarias para frenar la expansión de la pandemia. A partir de ahora todos los medios sanitarios, civiles y militares, públicos y privados, se ponen a disposición del Ministro de Sanidad.
Además, bajo el estado de alarma el Gobierno puede intervenir y ocupar transitoriamente industrias, fábricas, explotaciones o locales de cualquier naturaleza, requisar temporalmente todo tipo de bienes o imponer servicios personales obligatorios (por ejemplo, incautar material sanitario o instalaciones hospitalarias, e incluso obligar a médicos o enfermeras que trabajan en la sanidad privada a aportar su trabajo a lo que dicte la autoridad).
Incluso puede llegar a limitar o racionar el uso de servicios o el consumo de artículos de primera necesidad así como dar las órdenes oportunas para asegurar el abastecimiento.
[Todas las restricciones están plasmadas en el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo].
Y para asegurarse de que todo ésto se cumpla, un despliegue sin precedentes de todas Fuerzas de Seguridad del Estado, incluidas las Fuerzas Armadas, que quedan bajo las órdenes directas del Ministro de Interior. ¡Acojonante!
Calles militarizadas y plagadas de agentes de la autoridad para ¿proteger al ciudadano? El virus es un ser invisible que no se mata con pistolas, porras ni metralletas. Así que la función de la policía, en este caso, es justo lo contrario de lo que los ciudadanos podríamos esperar de ellos: multar, sancionar y arrestar a todo aquel que ose salir a la calle sin justificación, bajo pena de desobediencia, en aplicación de la polémica Ley Mordaza.
¡Ay que ver con qué rapidez puede cambiar tu mundo (y tu vida) de la noche a la mañana! En un chasquido de dedos ¡zas! un país paralizado por completo. De repente, todos tus planes se van al traste, pierdes tu empleo, no puedes ir a ver a tus padres, no puedes tomar una cerveza con tus colegas, te ves encarcelada en tu propia casa sin haber hecho nada para merecerlo, tratada como una delincuente sin siquiera haber sido juzgada (¡¿y por qué habría de serlo?!).
Porque Sánchez (y ése fue su primer error, de otros miles) decretó el confinamiento de todo el país, sin distinción. 47 millones de ciudadanos encerrados sin motivo. Cuando lo lógico hubiera sido aislar SOLO aquellas poblaciones donde estuviera el mayor foco de contagios (la Comunidad de Madrid o Cataluña, por ejemplo), además de hacer tests para separar a los enfermos. De modo que su solución fue restringir derechos de circulación de todos los ciudadanos porque, según él, el virus "no entiende de colores", "ideologías" o "territorios". Simplemente se propaga.
El estado de alarma, en principio, no puede exceder el plazo de 15 días, aunque podría prolongarse por plazos iguales (o menores) si fuera necesario, previa autorización imprescindible del Congreso de los Diputados. Y éste ha sido su segundo error garrafal. Sánchez, con sus ansias de mantenerse en Moncloa y su afán de acaparar poderes ilimitados, lo ha ido prorrogando una y otra vez, tomándonos como rehenes durante más de tres meses. Ha habido seis prórrogas, de dos semanas cada una. Las últimas tres han sido completamente innecesarias, pues la epidemia ya estaba contenida y para la desescalada existe legislación ordinaria que hubiera permitido regular una salida ordenada del confinamiento y la reactivación de la actividad económica y laboral sin necesidad de mantener la alarma.
Éste ha sido el calendario de prórrogas del estado de alarma:
* Declaración del estado de alarma: 14 al 29 de marzo.
* Primera prórroga: 29 de marzo al 12 de abril.
* Segunda prórroga: 12 al 26 de abril.
* Tercera prórroga: 26 abril al 9 de mayo.
* Cuarta prórroga: 9 al 24 de mayo.
* Quinta prórroga: 24 de mayo al 6 de junio.
* Sexta prórroga: 6 al 21 de junio.
* Se supone que, a partir de aquí, entramos en la 'nueva (a-normalidad)'.
Unido a lo anterior llega el tercer error: la posible inconstitucionalidad del estado de alarma. Por un lado, porque no se puede convertir algo temporal (la excepcionalidad democrática contemplada en artículo 116 de la Constitución) en una regla general mantenida sine die en el tiempo.
Y por otro, porque el estado de alarma no permite la suspensión de ningún derecho fundamental (circulación por el territorio nacional, reunión, manifestación, libertad de expresión, etc), sólo permite su limitación. Pero es que el estado de alarma, con todas sus modificaciones y prórrogas, sí afecta al libre ejercicio de derechos fundamentales de los ciudadanos y al normal funcionamiento de nuestras instituciones y servicios públicos esenciales; ésto ha sido una dictadura encubierta de estado de alarma.
* Para Sánchez y el resto del gobierno se verán en los Tribunales (ya pesan numerosas querellas sobre sus espaldas).
* Para España, como país, la consecuencia es la recesión económica que debe afrontar, para lo que necesitará la ayuda de la UE, a lo que se une el problema social de la elevada tasa de desempleo.
* Para los españoles, unos han perdido su puesto de trabajo, otros sus negocios (su sustento), y muchos a sus seres queridos. Por no hablar de las secuelas físicas que les quedarán a los que hayan pasado la enfermedad, y de los trastornos psicológicos que podrán sufrir otros muchos tras un confinamiento tan prolongado o de aquellos que ya están padeciendo los sanitarios que han vivido en primera línea el caos de una pandemia sin tener los medios necesarios (se estima que 1 de cada 4 sanitarios tendrán secuelas psicológicas).
Además, bajo el estado de alarma el Gobierno puede intervenir y ocupar transitoriamente industrias, fábricas, explotaciones o locales de cualquier naturaleza, requisar temporalmente todo tipo de bienes o imponer servicios personales obligatorios (por ejemplo, incautar material sanitario o instalaciones hospitalarias, e incluso obligar a médicos o enfermeras que trabajan en la sanidad privada a aportar su trabajo a lo que dicte la autoridad).
Incluso puede llegar a limitar o racionar el uso de servicios o el consumo de artículos de primera necesidad así como dar las órdenes oportunas para asegurar el abastecimiento.
[Todas las restricciones están plasmadas en el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo].
Y para asegurarse de que todo ésto se cumpla, un despliegue sin precedentes de todas Fuerzas de Seguridad del Estado, incluidas las Fuerzas Armadas, que quedan bajo las órdenes directas del Ministro de Interior. ¡Acojonante!
Calles militarizadas y plagadas de agentes de la autoridad para ¿proteger al ciudadano? El virus es un ser invisible que no se mata con pistolas, porras ni metralletas. Así que la función de la policía, en este caso, es justo lo contrario de lo que los ciudadanos podríamos esperar de ellos: multar, sancionar y arrestar a todo aquel que ose salir a la calle sin justificación, bajo pena de desobediencia, en aplicación de la polémica Ley Mordaza.
Los errores del estado de alarma
¡Ay que ver con qué rapidez puede cambiar tu mundo (y tu vida) de la noche a la mañana! En un chasquido de dedos ¡zas! un país paralizado por completo. De repente, todos tus planes se van al traste, pierdes tu empleo, no puedes ir a ver a tus padres, no puedes tomar una cerveza con tus colegas, te ves encarcelada en tu propia casa sin haber hecho nada para merecerlo, tratada como una delincuente sin siquiera haber sido juzgada (¡¿y por qué habría de serlo?!).
Porque Sánchez (y ése fue su primer error, de otros miles) decretó el confinamiento de todo el país, sin distinción. 47 millones de ciudadanos encerrados sin motivo. Cuando lo lógico hubiera sido aislar SOLO aquellas poblaciones donde estuviera el mayor foco de contagios (la Comunidad de Madrid o Cataluña, por ejemplo), además de hacer tests para separar a los enfermos. De modo que su solución fue restringir derechos de circulación de todos los ciudadanos porque, según él, el virus "no entiende de colores", "ideologías" o "territorios". Simplemente se propaga.
El estado de alarma, en principio, no puede exceder el plazo de 15 días, aunque podría prolongarse por plazos iguales (o menores) si fuera necesario, previa autorización imprescindible del Congreso de los Diputados. Y éste ha sido su segundo error garrafal. Sánchez, con sus ansias de mantenerse en Moncloa y su afán de acaparar poderes ilimitados, lo ha ido prorrogando una y otra vez, tomándonos como rehenes durante más de tres meses. Ha habido seis prórrogas, de dos semanas cada una. Las últimas tres han sido completamente innecesarias, pues la epidemia ya estaba contenida y para la desescalada existe legislación ordinaria que hubiera permitido regular una salida ordenada del confinamiento y la reactivación de la actividad económica y laboral sin necesidad de mantener la alarma.
Éste ha sido el calendario de prórrogas del estado de alarma:
* Declaración del estado de alarma: 14 al 29 de marzo.
* Primera prórroga: 29 de marzo al 12 de abril.
* Segunda prórroga: 12 al 26 de abril.
* Tercera prórroga: 26 abril al 9 de mayo.
* Cuarta prórroga: 9 al 24 de mayo.
* Quinta prórroga: 24 de mayo al 6 de junio.
* Sexta prórroga: 6 al 21 de junio.
* Se supone que, a partir de aquí, entramos en la 'nueva (a-normalidad)'.
Unido a lo anterior llega el tercer error: la posible inconstitucionalidad del estado de alarma. Por un lado, porque no se puede convertir algo temporal (la excepcionalidad democrática contemplada en artículo 116 de la Constitución) en una regla general mantenida sine die en el tiempo.
Y por otro, porque el estado de alarma no permite la suspensión de ningún derecho fundamental (circulación por el territorio nacional, reunión, manifestación, libertad de expresión, etc), sólo permite su limitación. Pero es que el estado de alarma, con todas sus modificaciones y prórrogas, sí afecta al libre ejercicio de derechos fundamentales de los ciudadanos y al normal funcionamiento de nuestras instituciones y servicios públicos esenciales; ésto ha sido una dictadura encubierta de estado de alarma.
Consecuencias del estado de alarma
* Para Sánchez y el resto del gobierno se verán en los Tribunales (ya pesan numerosas querellas sobre sus espaldas).
* Para España, como país, la consecuencia es la recesión económica que debe afrontar, para lo que necesitará la ayuda de la UE, a lo que se une el problema social de la elevada tasa de desempleo.
* Para los españoles, unos han perdido su puesto de trabajo, otros sus negocios (su sustento), y muchos a sus seres queridos. Por no hablar de las secuelas físicas que les quedarán a los que hayan pasado la enfermedad, y de los trastornos psicológicos que podrán sufrir otros muchos tras un confinamiento tan prolongado o de aquellos que ya están padeciendo los sanitarios que han vivido en primera línea el caos de una pandemia sin tener los medios necesarios (se estima que 1 de cada 4 sanitarios tendrán secuelas psicológicas).