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Sociedad vs Gobierno: análisis del comportamiento

Cuando hay problemas graves, lo habitual es que la sociedad se altere y descomponga, y que el Gobierno ponga orden y marque un rumbo. En España sucede lo contrario: la sociedad española se mantiene en un orden perfecto mientras el desorden, la crispación y los trompicones proceden de la esfera política.

Los ciudadanos de todos los territorios, edades e ideologías han obedecido sus instrucciones, frecuentemente atolondradas, con disciplina prusiana -pese a la profunda desconfianza que este Ejecutivo suscita en la mitad del país. Estamos confinados en un Gobierno aciago, confinados en la incompetencia, en la censura y en la mentira del Gobierno de España.

España es un país fantasma en el que el tiempo se ha detenido indefinidamente. Las calles semidesiertas son un remanso de paz. La cifra de delitos está en su mínimo histórico. Ni asomo de actos de pillaje o de asaltos a establecimientos. No hay tensión en las fronteras, ni se han detectado fugas masivas de capitales pese a las tenebrosas expectativas económicas y la amenaza velada de alcanzar un gobierno bolivariano.



Los trabajadores han esperado con paciencia franciscana a que se les dijera cuándo y cómo debían ir a trabajar o dejar de hacerlo. Los empresarios y comerciantes han cerrado sumisamente sus negocios, sabiendo que ello los encaminaría a la ruina, maldiciendo su suerte pero sin el menor gesto de insubordinación.

La oposición política hace ruido, pero ha votado ya cuatro veces la concesión de poderes extraordinarios a un Gobierno del que no se fía en absoluto y que no le consulta ninguna decisión.

Los medios informativos vienen encajando los mensajes intimidatorios del Gobierno sin ir más allá de la queja reglamentaria.

Los profesionales de la salud se han convertido, contra su vocación y su voluntad, en héroes de la pandemia. Más de 40.000 sanitarios infectados, que se sepa (a fecha 30 de abril). Acuden cada día a jugarse la vida, y a los más indómitos se les oye murmurar que menos aplausos y más medios para hacer su trabajo en condiciones.

Ésta es la estrategia perfecta del Gobierno de España:
* Con la renta mínima, os hago dependientes.
* Con el aprobado general, os hago ignorantes.
* Con la utilización de un lenguaje belicista, os hago temerosos.
* Con la compra de televisiones públicas, os hago manipulables.
* Con la manipulación de vuestros aplausos, os hago entusiastas ciegos.
* Con los Decretos Ley, seguiré perpetuado en el poder.
* Con las cuñas en el BOE, voy erosionando el estado de derecho y la salud de nuestra democracia.
* Con la ocultación del dolor, os hago ausentes insensibles de la realidad.
* Con el confinamiento sin horizonte ni soluciones, os hago cautivos y os aíslo de los demás (os quito fuerza).
* Con el olvido a la ley de Prevención de riesgos laborales, causo bajas y defunciones de trabajadores sanitarios.
* Con la compra de tests fallidos para no poder usarlos en meses de pandemia, silencio el número de muertos por Covid-19 para no alertar en demasía a la población.

Y el pueblo, ni una sola queja


* En Suecia, las personas pueden circular libremente. Hay 350 muertos.
* En Alemania, se permite salir a pasear y hacer deporte. Hay 2.800 muertos.
* En Portugal, no hay confinamiento legal, solo recomendaciones de distancia social y prohibición de juntarse mas de 5 personas. Hay 600 muertos.
* En Corea del Sur, confinamiento obligado solo para contagiados y quien tenga relación directa con un contagiado. Hay 230 muertos.
* En Noruega, Austria, Dinamarca, similares medidas y parecidos resultados.
* En España: Confinamiento obligado total por ley para todos. Hay 23.000 fallecidos, récord mundial en muertos por millón de habitantes.

Y ni una sola queja. A pesar de las drásticas medidas y de todos sus muertos, ni una sola queja del pueblo.

Ni una sola queja, a pesar de los terroríficos resultados obtenidos.
Ni una sola queja, ni una sola pregunta, sobre si quizás hay otra forma de hacer las cosas, al margen de obligar a todo un país a permanecer encerrados en sus casas.

Un pueblo adormecido durante 24 horas por unas televisiones que solo muestran buen rollo, sonrisas y aplausos en los balcones, pero jamás nuestros muertos. Una televisiones que te dicen que no salgas ni a comprar el pan, que lo compres una vez a la semana y te quedes en casa el resto de tiempo, coaccionándote y tratando como irresponsables a quienes, cumpliendo la ley, lo compran  todos los días. Unas televisiones que señalan, como si fueran asesinos o terroristas desalmados, a algún incauto que se la ha ocurrido sacar a su perro a hacer pis a un monte desierto.

Pero ni una sola queja.

A pesar de todas las medidas gubernamentales de recorte de derechos fundamentales (medidas que no han tomado en otros países que les ha ido mejor) y que a nosotros nos han llevado al mayor número de muertos del mundo. Ni una sola queja por un pueblo que está inconsciente, amordazado y adormecido.



Ni una sola queja.

Aunque no puedas ni salir a enterrar a tu madre o a tu padre, ni a llorarles, ni a verles antes de la muerte y sin embargo, 6 u 8 tertulianos de medios de televisión cómplices, puedan juntarse para insistir con el #QuédateenCasa y alabar lo bien que lo estamos haciendo todos.

Y ante tal recorte de derechos fundamentales, ni una sola queja, solo comprensión, aceptación y apoyo por parte de todo un pueblo, que te crucifica si consideras que, como hacen otros países, hay otras formas que no sean el total confinamiento. Un pueblo, el mismo pueblo que un día (no hace mucho tiempo) se quejaba e indignaba ardientemente porque un perro murió a causa del ébola, llamando por ello asesino al Gobierno (entonces comandado por Mariano Rajoy).

Todo un pueblo que sí se queja e indigna -pero no ante el recorte de sus libertades y derechos o por el número causado de muertos- sino que enrabietado, en esto sí, conforma una policía popular (como en la época nazi con los judíos o en la calvinista con las brujas) donde mira con recelo y apunta con el dedo a quien (aunque cumpla la ley) se salta los dictados sacando el perro, comprando el pan y yendo al supermercado habitualmente. Y quien no forma parte de ello, simplemente calla, se encierra en su casa y no dice nada, no vaya a ser señalado por la otra parte del pueblo.

Triste pueblo, ése que por un lado tiene a la policía popular, mezquina y envalentonada por los dictados de sus gobernantes que insulta, enrabietada y segura sobre la base de una moral retorcida, al vecino entredientes o desde el balcón y por otro, al resto, acobardado, oculto, acomplejado y en silencio.

En fin, es la historia de un pueblo adoctrinado, arropado en su propia masa, dogmático y convencido éticamente de que el brutal recorte de libertades y derechos es el camino, a pesar de que ese camino nos haya llevado a llorar por el récord mundial de muertos por millón de habitantes y a poner al borde de la ruina a millones de familias.
Y todo ello, teniendo como ejemplo a otros países, que más respetuosos con el ser humano, sus libertades y sus derechos, han contenido mejor la pandemia, han logrado salvar miles de vidas y millones de pequeñas empresas y empleos.

Y ni una sola queja por parte de éste, el pueblo español.


Por contra, el Gobierno de España...


Ha sobrepasado de largo los límites legales del estado de alarma, estableciendo de hecho un estado de excepción.

El vicepresidente Iglesias dedica su tiempo a injuriar al Jefe del Estado que lo nombró y a cuestionar públicamente la independencia de los jueces.

El centro gubernamental de investigación sociológica (CIS) (antaño prestigioso) ha pasado a ser un foco de intoxicación programada, y su irresponsable responsable recibe los parabienes del gobierno sanchista.

Lo único que sabemos con certeza del Gobierno de España es que camina a oscuras y con la brújula averiada. El método de toma de decisiones es la carencia total de método.

Diariamente asistimos a un fracaso abrumador de las estadísticas oficiales, entre otras cosas, porque la metodología del recuento cambia día sí, día también. Y hacer epidemiología sin datos fiables es como operar a corazón abierto con los ojos vendados.



Se va a iniciar lo que llaman desescalada sin que quienes la deben planificar tengan remota idea del estado actual de la epidemia porque no se hacen tests masivos a toda la población. La encuesta serológica está sin comenzar tres semanas después de haberla anunciado y el personal sanitario sigue protegiéndose con bolsas de basura y mascarillas defectuosas.

Por no hablar del escándalo de las residencias de ancianos, que ha puesto al descubierto un agujero negro de nuestra sociedad y que en otras circunstancias debería haber provocado la caída de varios gobiernos autonómicos por incuria criminal.

El Gobierno de Sánchez se está ganando a pulso el ser recordado como el peor Gobierno de nuestra historia (como así lo demuestran las encuestas). En diversas ocasiones -demasiadas-, hemos tenido malos gobernantes, pero que reuniesen a la vez en un gabinete a tantas personas con tan poca preparación, gran incompetencia, tendencia al autoritarismo, deslealtad con los juramentos realizados ante el Jefe del Estado, grandes dosis de soberbia, preocupación únicamente por la imagen e incluso, anexo a él, una figura de moderno válido en forma de jefe de gabinete de la presidencia, todo junto, no lo hemos tenido nunca.

Es un Gobierno preparado para la propaganda, pero no para la gestión, y así nos va. Sólo saben culpar a otros de sus errores:
-Si por su poca previsión se colapsa la sanidad, es culpa del PP, que la descuidó.
-Si los test y las mascarillas son defectuosos, es que les pasa a todos los países.
-Si el contagio no se detiene, es que los ciudadanos no cumplen el encierro.
-Si la oposición no bendice sus ideas ruinosas, es que no es leal.
-Y si el hundimiento económico es especialmente acelerado en España, es que Europa no pone de su parte.

Este Gobierno es un Ejecutivo que genera vergüenza, por su forma de actuar con los fallecidos (como si fuesen números en lugar de personas, sin dejar que sean despedidos por sus familiares, y sin decretar el luto nacional por su memoria); por anteponer el dogmatismo (para dejar que se celebrase una manifestación) a las medidas preventivas que se pudieron adoptar semanas antes y evitar así la dureza de medidas posteriores; y por intentar establecer en los españoles una especie de pensamiento único, cuyo deslizamiento hacia tentaciones de censura tiene un pequeñísimo trecho.



Es un Gobierno incompetente, pues no sólo fue incapaz de ser previsor frente una epidemia anunciada con medidas preventivas -o retrasó dichas medidas por los motivos políticos antes comentados-, sino que no se provisionó en los mercados del material sanitario necesario para poder proteger al personal de sanidad, sin haber comprado a tiempo ni mascarillas, donde también se produjo el esperpento de las contradicciones en cuanto a la necesidad o no de su uso, y sin efectuar test masivos a la población (cuando es la única medida que haría eficiente una cuarentena).

¿De qué sirve que nos suspendan muchas de nuestras libertades, como la de libre circulación o la de libertad de apertura empresarial en muchos sectores, si no se realizan test para poder dejar en cuarentena sólo a quienes estén infectados, dándoles tratamiento si lo precisan, y permitir que el resto vuelva a trabajar para levantar nuestra nación?

Y es un Gobierno ruinoso, pues nos lleva a la ruina con sus medidas equivocadas; con su cierre productivo por decreto por no haber sido previsor; con su liquidez insuficiente anunciada que circula a velocidad de tortuga mientras muchas empresas se quedan por el camino y se pierden cientos de miles, si no, millones, de puestos de trabajo; con su ausencia de calendario para una reapertura económica (único caso en Europa); con su propuesta delirante, a través de la ministra de Trabajo, para que los restaurantes, el turismo, hoteles y ocio no reabran hasta diciembre, que supondría la hecatombe, pudiendo hacer retroceder la economía casi un 18%, y añadir 5,6 millones de desempleos más a los actuales.

Tenemos una doble crisis generada por el coronavirus, la sanitaria y la económica. La gestión del Gobierno en la crisis sanitaria habla por sí misma: el país con más fallecidos por millón de habitantes, sin realizar test y sin un plan para abordar la erradicación del virus en nuestro país o, al menos, disminuir estructuralmente los contagios. Parece que su único plan es esperar a que el virus desaparezca por sí mismo, sin más, lo cual es desastroso.

La económica habla también por las previsiones que conocemos: una de las mayores caídas y de las menores recuperaciones previstas, donde no se centran en las medidas necesarias para sostener el tejido productivo y reabrir la economía, sino que la perjudican más con decisiones como la de la prohibición de despedir.

Se requiere gestión, no propaganda. No podemos seguir así, con un Gobierno desarbolado, enfrentado y desnortado. ¿Y propone acordar unos Nuevos Pactos de la Moncloa? Déjenme que me ría.

El peor Gobierno que ha tenido España y con la peor crisis. Pido #GobiernoDimisión



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