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El uso contraproducente de las mascarillas

Las mascarillas son el incómodo legado que nos ha dejado la pandemia del coronavirus. Desde el 21 de mayo se han convertido en un objeto indispensable si vamos a salir de casa. A pesar de que el Gobierno, el Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, y la propia OMS insistían en que su uso masivo era completamente innecesario. Pero con la llegada de la nueva normalidad, nuevo bandazo y cambio de criterio: obligatorias por Real Decreto. Para todo el mundo. SIEMPRE que no se pueda mantener una distancia interpersonal de 1,5 metros. Ahora, ante la amenaza de los rebrotes, nos 'venden' que las mascarillas son un elemento esencial para prevenirlos.

[Actualización 15 febrero 2021: El ECDC (European Centre for Disease Prevention and Control) ha revisado el informe publicado el 9 de abril de 2020 y ahora cuestiona la efectividad de las mascarillas como arma de defensa contra el Covid-19 por considerar que hay insuficientes evidencias científicas. Recomienda que las mascarillas deberían mantenerse como parte de las medidas para controlar la pandemia (como un complemento más) pero SOLO en determinados ámbitos, no a nivel generalizado

En el caso de las quirúrgicas, en espacios públicos cerrados, en ciertos espacios laborales donde se produzcan situaciones de proximidad entre personas y en espacios abiertos donde se congreguen multitudes. También recomienda su uso en población vulnerable, como los mayores o quienes padecen patologías previas, así como en personas con síntomas, casos confirmados y sus convivientes.

En cuanto a las mascarillas FFP2 el ECDC indica que las evidencias sobre su capacidad de protección son "bajas". En el caso de las mascarillas de tela y de las pantallas faciales, el informe señala que la evidencia de su capacidad de protección es "muy baja".]

Pero a pesar de que (supuestamente) nos brindan protección contra el virus, también entrañan riesgos que no se pueden pasar por alto. Un mal uso de las mascarillas puede ser peor que no llevarla. Veo gente que las lleva de bufanda, de diadema, en el codo, tapándose solo la boca, quitándosela para hablar, toser o estornudar, toqueteándola constantemente...

Claro, que con la llegada del verano y las altas temperaturas se hace muy incómodo ponerse un bozal que te cubra prácticamente toda la cara. Es agobiante, te falta el aire y da un calor insoportable.



Mucha gente las lleva en la mano o colgadas en el codo para evitar la multa de 100€ que ha impuesto el Ejecutivo a quien no la lleve puesta; si ven que aparece la policía, se la ponen. Eso sí, después de haberla toqueteado bien y de haberla paseado (incluso rozado) por media ciudad obviando todo tipo de recomendaciones higiénicas.

¡Y qué hay de las terrazas! Llegas con tu mascarilla, y una vez te sientas ¡anchas castilla! Evidentemente no puedes comer o tomarte una cerveza con la mascarilla puesta, pero de ahí a quitártela y colgarla de la silla, o dejarla sobre la mesa, esparciendo por ahí todos los virus que hayan podido interceptar, y que luego acabarás tocando con tus manos, llevándotelos a la cara o a la boca, es de juzgado de guardia.

El resultado es que llevamos mascarillas cuando paseamos al aire libre (si no lo hacemos, aunque vayamos solos, siempre encontraremos a un conciudadano con vocación inquisitorial que se encargue de recordárnoslo), y nos las quitamos cuando estamos junto a otras personas en una reunión familiar o con amigos. El mundo al revés.

Otro tema preocupante es el de prolongar sine die la vida útil de las mascarillas. Una mascarilla quirúrgica no reutilizable (las más comunes) dura 4 horas (o menos, si se humedece), según las recomendaciones del Ministerio de Sanidad. ¿Cuál es el peligro de un uso prolongado y de su reutilización continua? Que pierde su eficacia, es decir, que no sirve para nada. ¿Y quién va a controlar que los ciudadanos estrenen mascarilla cada 4 horas, con el consiguiente gasto que ello conlleva? Tarea imposible.

Porque no olvidemos que, a pesar de que el Gobierno ha regulado el precio máximo de venta de las mascarillas (0,96€ las quirúrgicas, cuando antes de la crisis se vendían a 0,60€), si has de usar dos al día (como poco), supone que debes gastarte, como mínimo, 1,92€ diarios, que al mes suponen 57,60€ por persona. En una familia media de cuatro miembros, esto eleva el gasto a 230,40€ al mes en mascarillas. Y es un gasto extra; un añadido que, por desgracia, muchas familias en paro y que han perdido su empleo y sus ingresos, no pueden permitirse. Pero nuestro Gobierno es tan 'social' que nos da una paguita para que nos la gastemos en mascarillas. ¡Bravo!

¿Y qué hay del IVA de las mascarillas? Se aplica el 21%, el de un producto de lujo. Si se ha decretado su uso obligatorio 24/7 es un producto de primera necesidad. Numerosos movimientos ciudadanos y organizaciones sanitarias han clamado por una reducción o exención del impuesto, pero en época de crisis, el gobierno necesita recaudar todo lo que pueda, así que se niega a bajarlo (bajar el IVA de las mascarillas del 21% al 4% causaría"1.568 millones de euros de menor recaudación al año). ¿Su estrategia? Echarle la culpa a la normativa europea. ¿Entonces cómo es que en Francia es del 5,5%, en Portugal del 6%, en Alemania del 5%, y en Italia, Bélgica y Holanda del 0%? Parece increíble, pero María Jesús Montero no se ha enterado que la Comisión Europea suspendió hace meses la directiva que prohibía a los Estados miembros bajar el IVA de productos sanitarios, como las mascarillas.
11 de noviembre 2020: El Gobierno baja el IVA de las mascarillas del 21% al 4%. También ha anunciado que bajará el PVP máximo pero hay quien pide directamente la gratuidad porque es un producto básico y obligatorio.

Luego está lo que llaman 'efecto Peltzman', es decir, el uso de la mascarilla nos da una falsa seguridad. Y ello puede hacer que minimicemos el peligro de otras conductas, como por ejemplo dar abrazos a nuestros amigos o familiares, o no lavarnos las manos con tanta frecuencia.

Otro gran problema a tener en cuenta es el nivel de adherencia que tiene la mascarilla en nuestra cara. Muchas personas tienen que estar recolocándosela todo el rato porque se les cae o porque se les sube hasta los ojos (como me pasa a mí). Y hay una regla fundamental: la mascarilla no se puede tocar (y mucho menos por su cara externa) porque puedes contaminar tus manos, y acabarás propagando el virus por otras superficies como puertas, pomos o barandillas.

¿Qué ocurre con las mascarillas caseras y artesanales? Las mascarillas de tela “caseras” pueden estar fabricadas de muy diferentes materiales, protegen menos que las mascarillas quirúrgicas e incluso pueden aumentar el riesgo de infección debido a la humedad, la difusión de líquidos y la retención del virus. Según la Seguridad Social, las mascarillas de tela comunes no se consideran protección frente a virus respiratorios como el Covid-19. Las caseras deben verse como la última alternativa posible si no se dispone de un suministro de mascarillas comerciales.

Sin embargo, han proliferado las tiendas (muchas de ellas online) que venden mascarillas cuquis, con estampados molones e incluso con el logo de las empresas. Ahora, las mascarillas se han convertido en icono de moda y tendencia, y cada vez más firmas (como Agatha Ruiz de la Prada o Inditex) ponen a la venta sus propias colecciones de mascarillas. Pero ¿son útiles contra el Covid? Porque están hechas de tela (la mayoría de algodón), y la OMS advierte: las máscaras comerciales de tela de algodón son en general muy transpirables pero ofrecen una filtración más baja. ¿Están homologadas? Pues no, no sirven para nada, salvo para cubrir el expediente. ¿Entonces por qué se permiten?

Conscientes de la situación actual y de la masiva fabricación que se está realizando por gente anónima, el Gobierno ha elaborado unas guías con las que pretende proporcionar unas directrices para que las mascarillas caseras sean lo más efectivas posibles (en concreto la Especificación UNE 0065:2020. Mascarillas higiénicas reutilizables para adultos y niños. Requisitos de materiales, diseño, confección, marcado y uso), si bien advierten que este tipo de mascarillas no son un Equipo de Protección Individual (EPI) ni tampoco un Producto Sanitario (PS) como las mascarillas quirúrgicas, porque no garantizan la protección que ofrecen estos productos. Sin embargo, está permitido su uso.

Actualización 29 septiembre: El País Vasco ha decidido prohibir el acceso a centros de salud y hospitales con mascarillas de tela, por su dudosa eficacia. Ojalá se prohíba su uso en toda España y en cualquier situación (no solo en centros sanitarios).

Otra escena de lo más reprobable que hemos comenzado a ver en nuestros parques y calles: mascarillas por el suelo, a lado de los bordillos de la carretera o mal tiradas en las basuras y contenedores. Es evidente que en mayor o menor tiempo llegarán a los ríos y océanos, poniendo en peligro ecosistemas naturales y favoreciendo al calentamiento global. El desastre medioambiental is coming.

El uso obligatorio e indiscriminado de mascarillas para toda la población es, a todas luces, contraproducente. Marucha Marqués, una cirujana asturiana lo explica perfectamente: "Para andar por la calle no se necesita porque no se va a contagiar. El virus se transmite por la saliva que hay flotando y el aire de la calle dispersa las posibles gotículas que contiene el virus porque para contagiarlo es importante la carga viral. Es decir, para que tú cojas la enfermedad tienes que tener un montón de virus que te lleguen de golpe. El aire de la calle dispersa los virus en suspensión y nunca va a adquirir una densidad como para infectar". Por tanto, el problema está en los espacios cerrados, donde no circula el aire.

Mascarillas sí, pero en espacios cerrados (o abiertos pero muy concurridos)

El lenguaje de las mascarillas


Con la desgracia deprimente del dichoso virus ha surgido un nuevo lenguaje, que no sirve para comunicar nada sino para retratarse ante los demás: yo lo llamaría el lenguaje de la mascarilla. Dime qué mascarilla usas y cómo te la pones y te diré quién eres.

Los que más se autorretratan con la mascarilla son los que cometen el delito contra la salud pública de no ponérsela e irse a hacer botellones, sin guardar distancias de precaución ni nada.

Luego están los sabiondos en mascarillas, los que te explican las diferencias que existen entre la FFP2 y la FFP3, así como las ventajas e inconvenientes de cualquiera de ellas. Son las blancas, que nos ponen (con su forma) cara de pato de estanque. Los que la usan demuestran que saben tela de mascarillas; los que te hablan de las «mascarillas egoístas», que te protegen a ti pero no impiden que tus virus, si los tienes, se los pegues a los demás. Tu ves a un señor con una blanca mascarilla pico de pato de las FFP («Filtering Face Piece»), y te dices: «Este tío sabe».

Y luego está una inmensa mayoría que usan la celeste, la mascarilla quirúrgica, que no te hace respirar tanto tu propio anhídrido carbónico como las blancas FFP.

Pero como somos imaginativos como nadie, cada vez se ve más gente con mascarillas de tela, de diseño, con el escudo de su equipo de fútbol, el nombre del establecimiento donde trabajan con ella puesta toda la jornada laboral, de propaganda, con signos partidistas, con dibujos infantiles, o incluso como carnavalescas, que te ponen media cara de tigre, para asustar al virus será; más bien máscaras que mascarillas.

Pero nada como la mascarilla negra de tela, solemne, como de etiqueta. Y ahí sí que hay lenguaje: en las serias mascarillas negras con la bandera de España. Si la bandera de España la llevas en el lado derecho, eres del PP, de Cs o de Vox. Y si la llevas en el izquierdo, del PSOE. Hasta las mascarillas están politizadas en esta hecatombre donde tantas veces nos llevan a la ruina los políticos y no los expertos.

Uso correcto de las mascarillas


Un uso correcto de las mascarillas implica una mayor eficacia, pero también que el riesgo de contagio sea menor. Estas son las recomendaciones sobre el uso de mascarillas higiénicas para la población general:

- Lavarse las manos antes de ponerse la mascarilla.
- Asegurarse de que cubre la boca y nariz, y que se ajuste a la cara (sin huecos entre cara y mascarilla).
- Evitar tocarla mientras se lleve puesta. Si hay que hacerlo, lavarse las manos antes y después.
- La mascarilla se debe quitar desde la parte de atrás, sin tocar la parte frontal. Después de retirarla o al tocar una mascarilla usada sin querer, lavarse las manos.
- Por cuestiones de comodidad o higiene se recomienda no usar la mascarilla por un tiempo superior a cuatro horas. Cambiarla cuando esté húmeda.
- No volver a usar mascarillas no reutilizables y desecharlas.
- En el caso de que sea reutilizable, lavar conforme a las indicaciones del fabricante. En su defecto, pueden higienizarse en la lavadora a más de 60º.


Tipos de mascarillas


Partimos de la base de que una mascarilla no proporciona por sí sola suficiente protección y deben tomarse otras precauciones. Se debe combinar su uso con una buena higiene de las manos, distancia interpersonal y otras medidas de prevención como la manera de toser, estornudar, evitar tocarse la cara, etc.

Existen tres grandes grupos: mascarillas quirúrgicas, mascarillas filtrantes y mascarillas higiénicas (y dentro de estas últimas se encontrarían las de fabricación casera). Veamos para qué sirven:


Mascarillas quirúrgicas


Las mascarillas quirúrgicas (las que acostumbran a usar los sanitarios) están diseñadas para filtrar las partículas emitidas por el usuario durante la respiración, impidiendo que lleguen al exterior. Por tanto, su misión es proteger a quienes están a tu alrededor (no a tí), evitando la dispersión vírica al estornudar, toser o hablar.

Mascarillas filtrantes


Se consideran Equipos de Protección Individual (EPI) y son las que garantizan una protección total ante contagios de coronavirus. Tienen como finalidad filtrar el aire inhalado, evitando la entrada de partículas contaminantes en nuestro organismo. Se clasifican en base a su rendimiento en:

FFP1 : Tienen una eficacia de filtración mínima del 78% y un porcentaje de fuga hacia el interior máximo del 22%. Suelen emplearse frente a partículas de material inerte, y sus aplicaciones más comunes están relacionadas con industriales textiles, mineras, de la construcción, madereras... No se recomiendan para uso médico.
FFP2: Tienen una eficacia de filtración mínima del 92% y un porcentaje de fuga hacia el interior máximo del 8%. Se utilizan frente a aerosoles de baja o moderada toxicidad, polvos, aerosoles y humos. Recomendadas para uso médico.
FFP3: Tienen una eficacia de filtración mínima del 98% y un porcentaje de fuga hacia el interior máximo del 2%. Se utilizan frente a aerosoles de alta toxicidad; ss eficaz contra bacterias, virus y esporas de hongos. Específicas para uso médico.

Las mascarillas FFP1 tienen una capacidad filtrante limitada, solo retienen las partículas más grandes que hay en el aire respirado y no son las más adecuadas para proteger a quienes las llevan frente a micropartículas perjudiciales como las que contienen el virus. En cambio, las mascarillas FFP2 y FPP3 tienen una capacidad filtrante de partículas minúsculas (de hasta 0,6 micras, incluidas las que contienen el virus).

Las mascarillas filtrantes pueden tener una válvula de exhalación que permite reducir la humedad dentro de la mascarilla. No obstante, las mascarillas con válvula no deben utilizarse en ambientes estériles ni si el portador considera que está contagiado, para evitar así la propagación de los microorganismos patógenos. Ante la dificultad de saber si se porta o no el coronavirus, es preferible que se utilicen máscaras sin válvula.

En mi opinión, las FFP2 (sin válvula) son las que deberíamos usar, dado que garantizan la máxima protección tanto para quienes las llevan puestas como para quienes están cerca de ellos, a pesar de que Fernando Simón las haya tildado de "egoístas" porque están pensadas para que la persona que las lleve no se infecte y protegen menos que las quirúrgicas del contagio a otras personas. En consecuencia, ha tildado a las quirúrgicas, las más comunes entre la población, como las "altruistas" (¿pretende que solo no contagiemos pero no que nos protejamos de los demás? Irrisorio).

Mascarillas higiénicas o de barrera


Su objetivo es intentar reducir el riesgo de transmisión del virus desde la boca y la nariz del usuario no enfermo o asintomático, como medida complementaria. No obstante, no hay datos actualmente que permitan establecer su eficacia para prevenir esta transmisión. Las mascarillas higiénicas no son un producto sanitario (PS) ni un equipo de protección individual (EPI).

Según un documento del Ministerio español de Industria, las higiénicas no están específicamente diseñadas para proteger al usuario de ningún riesgo, ni se recomiendan para situaciones que impliquen exposición a agentes peligrosos. Pero son las que el gobierno ha repartido en lugares concurridos (metro, estaciones de cercanías...).

Dentro de esta categoría hay a su vez dos tipos: mascarillas higiénicas no reutilizables, de un solo uso, y mascarillas higiénicas reutilizables, que están fabricadas con materiales específicos que permiten su reutilización, una vez lavadas y desinfectadas.

Los cambios de criterio en el uso de mascarillas


El 7 de abril, la OMS desaconsejaba que las personas sanas llevaran mascarillas. No encontraba evidencias sobre que el uso de mascarillas quirúrgicas (o de otro tipo) por parte de la población asintomática o pre-sintomática, pudiera prevenir de infecciones respiratorias, como el coronavirus. Las mascarillas quirúrgicas se reservaban solo para personal sanitario, pacientes con Covid-19 (o sospecha) y personas que cuidaban a estos pacientes. La postura de la OMS quería asegurar que, ante la escasez de material, éste estuviera disponible para el personal sanitario que estaba en primera línea de batalla. También pensaba en el riesgo existente de un mal uso de las mascarillas por parte de la población (lo que está ocurriendo ahora).

Pero a fecha 5 de junio de 2020 la OMS cambió de opinión y pasó a recomendar el uso general de mascarillas de tela si no se podía mantener la distancia física (como por ejemplo en el transporte público), así como la recomendación de uso de mascarillas FFP2 para mayores de 60, personas con enfermedades crónicas, y personal sanitario (o quienes trabajan en instalaciones médicas).

Por su parte, el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC) incidía el 8 de abril en el uso generalizado de mascarillas médicas, incluso entre personas asintomáticas o que aún no hubieran desarrollado la enfermedad. Anteriormente habían explicitado solo su recomendación para pacientes y personal sanitario o en contacto con personas enfermas.

El Gobierno español seguía de reojo estas recomendaciones pero a la vez no quería exigir las mascarillas mientras no pudiera garantizar el abastecimiento, si bien su indefinición no impidió que la demanda se acelerara y los stocks se agotaran.


Por tanto, el Gobierno socialcomunista ha dado numerosos bandazos respecto al uso de las mascarillas. Este recurso ha pasado de no ser necesario a obligatorio. Sin embargo, el cambio no se ha producido de una vez. Entre medias, las recomendaciones sobre el uso de la mascarillas han pasado por una escala de grises hasta llegar a la situación actual de obligatoriedad.

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, anunciaba durante una rueda de prensa el 25 de febrero que el uso de mascarillas no era necesario. Cuatro días más tarde, Illa seguía insistiendo durante una entrevista en laSexta que las mascarillas "no eran necesarias para ir por la calle" porque, aunque eran "útiles", no lo eran para estar en la calle. Pero daba un paso más y explicaba que las personas con síntomas y los sanitarios sí debían llevarla.

El 25 de marzo, Sanidad publicó una infografía en la que destacaba esta misma idea, que "la población general sana no necesita mascarilla" y que un uso incorrecto podría generar más riesgo.


El 11 de abril, tras la reanudación de la actividad laboral no esencial, el propio ministro de Sanidad reiteraba que "no es necesario ir con mascarillas por la calle" si se iba andando al trabajo o en bicicleta.

A mediados de abril, la crisis provocada por el coronavirus había cambiado completamente y, por lo tanto, el discurso también. Entonces, el ministro de Sanidad sí que recomendaba su uso, en la línea de lo que decía el Centro Europeo para la Prevención de Enfermedades. Y pasó del uso recomendado al "altamente recomendable".

A finales de abril, Fernando Simón ya decía que era "muy deseable" que la gente la llevase, en la población general sana "cuando no es posible mantener la distancia de seguridad en la compra, en espacios cerrados o en la calle"; aunque el tema de la obligatoriedad ya era otra cuestión.

Aunque antes de llegar a la situación actual, todavía quedaba ver el último escenario: el uso obligatorio en el transporte público desde el 4 de mayo. El propio Gobierno se comprometió a repartir millones de mascarillas en estaciones de metro y tren. Sobre el cambio de criterio, el propio Fernando Simón se justificaba diciendo que la dificultad para recomendar las mascarillas en febrero era porque “apenas estaban disponibles en todo el territorio europeo” y, en aquel momento, “sólo se producían en China”. Es decir, debido a la ineptitud del gobierno para conseguirlas.

Dos meses después de decretarse el estado de alarma y el confinamiento, y una vez iniciada la desescalada en todo el territorio nacional, la orden ministerial publicada en el BOE el 20 de mayo, obligaba al uso de la mascarilla a partir del 21 de mayo, tanto en espacios cerrados como en lugares públicos en los que no se pudiera mantener una distancia interpersonal de seguridad de dos metros.

Finalmente, la obligatoriedad de uso de mascarillas ha quedado corroborado en el Decreto de la Nueva Normalidad en los mismos términos.

RESUMIENDO:



Mediados de Julio: ante la gran cantidad de rebrotes (muchos de ellos descontrolados), y dado que las Comunidades Autónomas han recuperado ya sus competencias en Sanidad, la mayoría de ellas han impuesto el uso obligatorio el uso de mascarillas SIEMPRE (aunque se pueda mantener la distancia interpersonal) y en CUALQUIER LUGAR (espacios abiertos y cerrados). De la absurda y drástica medida solo se libra (por ahora) Madrid y Canarias.



¿Qué dicen los científicos?


Diversas revistas científicas han publicado estudios sobre la eficacia de las mascarillas. The Lancet ha publicado las conclusiones de un meta-análisis de 172 estudios observacionales en 16 países y son: a) la diferencia de riesgo entre usar mascarilla y no usarla es del 14%; b) La diferencia de riesgo entre dejar un metro de distancia y no dejarlo es del 10%; y la diferencia de riesgo entre usar protección ocular y no usarla es también del 10%. Es decir, que ninguna de las medidas de por sí es la panacea. Hay que combinarlas.

Pero entonces, ¿qué hay de aquel estudio publicado en PNAS que identificaba el uso de mascarillas como la medida clave para acabar con el virus? Pues por el momento, una carta firmada por más de 40 expertos de primera fila ha pedido su retractación por metodología defectuosa y conclusiones insostenibles.

Y ¿qué hay de aquel otro publicado en Proceedings of the Royal Society A y muy divulgado, según el cual, se dijo, si todo el mundo utilizara mascarillas la pandemia acabaría rápidamente? La respuesta es que aquel estudio no calculaba la eficacia de las mascarillas; se limitaba a describir un modelo según el cual la epidemia se extinguiría si todo el mundo llevara mascarilla, suponiéndole a la mascarilla al menos un 75% de efectividad. Cosa que no parece ocurrir para la transmisión aérea del virus. Aun así, algo es mejor que nada, ¿no? Por supuesto que lo es; siempre que se entienda que es solo eso: ALGO. Pero no este el mensaje que se transmite cuando se impone la obligatoriedad de llevar mascarilla también al aire libre y sin otras personas alrededor.

Hasta los expertos que han sido más ardientes defensores del uso universal de las mascarillas han abogado por su uso “en todos los lugares públicos, tales como comercios, transportes y edificios públicos”. No en la calle.

Si algo conseguirá la obligatoriedad de su uso en todas partes, incluso al aire libre, será, si acaso, transmitir una falsa sensación de seguridad que lleve a la gente a asumir más riesgos, como ya han advertido algunos expertos: las mascarillas pueden ayudar, utilizadas hasta cierto punto; más allá de ese punto, son inútiles y hasta perjudiciales. No hay más que ver este gráfico para entenderlo:


La lucha contra el virus no es un sprint, sino una maratón. Y por lo tanto, las medidas adoptadas deben ser sostenibles a muy largo plazo. Evidentemente, los confinamientos no son sostenibles a largo plazo, ni los cierres de fronteras o de establecimientos. Ni llevar una mascarilla en todo momento, siempre que estemos fuera de casa, todos los días de nuestra vida durante los años que dure esta pandemia.

Entre el cero y el infinito suele haber opciones intermedias bastante razonables y prácticas

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