Parece evidente que si queremos protegernos del virus para no contagiarnos, necesitamos saber cómo se propaga. Según la OMS, el coronavirus tiene dos formas de transmisión: por fomites (cuando tocamos superficies o personas contagiadas y después nos tocamos los ojos, la nariz o la boca) y por gotículas de saliva que expulsamos a modo de proyectil al hablar, toser o estornudar y que pueden llegar hasta una distancia de 2 metros. En base a esta teoría se nos ha impuesto una nueva normalidad marcada por el uso obligatorio de mascarillas, el lavado frecuente de manos y el distancianciamiento físico.
Sin embargo, un grupo de 239 científicos de 32 países llevan advirtiendo desde hace meses de que hay una tercera vía de transmisión mucho más peligrosa: los aerosoles, partículas muchísimo más pequeñas que las gotículas, que pueden permanecer suspendidas en el aire durante más tiempo y transmitirse hasta los 6 metros, viajando a través de las corrientes de aire. Tanto gotículas como aerosoles, los emitimos al hablar, cantar, gritar, toser o estornudar.
Las partículas que expulsamos suelen clasificarse en función de su tamaño, aunque su capacidad de recorrer distancias y su capacidad infectiva depende de muchas otras variables, aparte de su talla. Por ejemplo, de la fuerza de emisión, ventilación, tiempo de exposición, temperatura y humedad del ambiente.
Los virus en gotitas, que a su vez se dividen en gotículas pequeñas si su tamaño es entre 5 a 10 micras, y gotículas grandes las que llegan hasta 100 micras. Las gotas caen al suelo por su propio peso aunque pueden alcanzar hasta el 1,5 o 2 metros de distancia y pueden ser rociados como pequeñas 'balas de cañón' sobre las personas cercanas. Debido a su limitado alcance de desplazamiento, el distanciamiento físico reduce la exposición a estas gotitas.
En cambio, los virus en aerosoles (menores de 5 micras) pueden viajar mayor distancia al permanecer suspendidos en el aire entre 12 minutos y 10 horas, según las condiciones. Además, están altamente concentrados cerca de una persona infectada (¡atención a los asintomáticos!), que expulsa miles de aerosoles con alto contenido vírico. ¡Solo dos o tres minutos de conversación pueden producir tantos aerosoles como una tos!
Hay que tener en cuenta que los aerosoles no se comportan igual en espacios interiores que exteriores: los aerosoles se concentran más en los espacios cerrados sin ventilación, mientras que se dispersan y disminuye su concentración en espacios bien ventilados o al aire libre. Por tanto, la circulación del aire hace que se dispersen los aerosoles y que su concentración se reduzca.
Para entenderlo mejor, la idea más sencilla es pensar que todo el mundo está exhalando humo. Si estamos en un sitio abierto, ese humo con virus se disipa, pero si estamos en un sitio cerrado se va a ir acumulando, sobre todo sin ventilación.
Por tanto, es mucho más probable que uno inhale aerosoles a que sea rociado por una gota. La mascarilla sirve para evitar las gotículas y reducir la transmisión por aerosoles. Pero reconocer que el modo de transmisión predominante del Covid-19 es respiratorio pone de manifiesto que, en interiores, dos metros de distancia no es suficiente, y que necesitamos ventilar, lo que cambia (o debería hacerlo) por completo la estrategia que utilizamos para protegernos del contagio.
Y esto pone en jaque nuestra 'nueva normalidad'. Ahora que sabemos que los aerosoles se pueden acumular en lugares interiores con más o menos aglomeración de personas y mala ventilación, ir a visitar un museo, a comer a un restaurante, al gimnasio, a un concierto, o de compras a un centro comercial aumenta notablemente el riesgo de contagiarnos de Covid (hasta 20 veces más). Por no hablar de ir al trabajo o a la escuela, máxime si encima tenemos que utilizar el metro el autobús.
Un grupo de más de 200 científicos y expertos en aerosoles han lanzado dos cartas (en julio y en octubre) a los organismos internacionales haciendo un llamamiento, casi desesperado, para abordar la transmisión aérea del virus, instándoles a que den pautas correctas a la población.
La ventilación o purificación del aire para eliminar o reducir la concentración de virus en el aire son herramientas clave en la lucha contra el coronavirus.
El representante español, por así decirlo, de este grupo de científicos se llama José Luis Jimenez, que ha elaborado una guía muy útil sobre cómo protegerse de la transmisión de aerosoles, de recomendada lectura.
Sin embargo, a pesar de que hay pruebas científicas abrumadoras de que la inhalación Covid-19 por aerosoles representan una importante vía de transmisión de la enfermedad, tanto la OMS, como el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades, y los gobiernos de muchos países (como el nuestro) siguen negando la mayor. Es más, Jiménez lleva un mes intentando ponerse en contacto con Fernando Simón y con el Ministerio de Sanidad para explicarles el tema y proponer medidas extra de protección, pero hasta ahora no ha obtenido respuesta.
Aquí, en España, hacemos caso omiso a ésto porque se lleva más cerrar parques y playas que abrir bares (a pesar de que ahora se está criminalizando el sector de la hostelería y del ocio nocturno). De hecho, los niños están en los colegios bajo unas condiciones en las que los científicos se llevan las manos a la cabeza. Abrir las ventanas 5-10 minutos, tal y como dicta el protocolo de Sanidad para centros educativos, NO es ventilar.
A día de hoy, es imposible determinar de una manera sencilla la concentración de aerosoles que pueden estar suspendidos en el aire en interiores en un momento determinado. Lo que sí es relativamente fácil de determinar es la calidad del aire.
¿Cómo? Mediante un medidor de CO2.
¿Cuál sería el valor óptimo? Se considera que un espacio bien ventilado ronda una concentración de 800 o 950 partes por millón (ppm) de CO2, aunque lo ideal sería que se asemejara lo máximo posible a la concentración de CO2 que hay en el exterior (aproximadamente 420 ppm).
¿Cómo lograrlo? Renovando el aire, es decir, sustituyendo el aire interior (potencialmente contaminado) con aire exterior (libre de virus). Para ello, lo más fácil es ventilar.
¿Cuánto tiempo? Depende del volumen de la sala, el número y la edad de los ocupantes, la actividad realizada, la incidencia de casos en la región y el riesgo que se quiera asumir. La guía de Harvard recomienda, por ejemplo, 5-6 renovaciones de aire por hora para espacios de 100 m² con una ocupación de 25 personas, lo que equivale a unos 14 litros por persona y segundo. Un profesor malagueño de secundaria, que además es químico y experto en riesgos laborales, ha hecho un experimento que concluye que se debe ventilar, como mínimo, 15 minutos entre clase y clase (o sea, cada hora).
El CSIC ha elaborado una Guía para la ventilación y la purificación del aire en las aulas. Las recomendaciones de la guía son aplicables a otros espacios interiores como oficinas u otros edificios de uso público. Además, explica detalladamente cómo calcular la tasa de renovación de aire.
Las mascarillas tienen un doble propósito: por un lado filtran el aire expulsado, capturando las gotitas respiratorias; y por otro lado, disminuyen la velocidad de la bocanada de aire que se produce al estornudar, toser o hablar. Los científicos deducen que el volumen de una nube de aerosoles producidas por tos sin mascarilla es aproximadamente 7 veces más grande que con una máscarilla quirúrgica, y 23 veces más grande que con una mascarilla N95, y que bastan de 5 a 8 segundos después de toser para contagiarse al exhalar las partículas que quedan suspendidas en el aire.
* Ventilando muchísimo los interiores, especialmente ventilación cruzada (abrir ventanas y puertas en lados opuestos). El objetivo es renovar el aire para que sea lo más parecido posible al exterior. ¡Que corra el aire!
* Evitando al máximo los espacios cerrados y concurridos (y ahí entran bares, restaurantes, cines, transporte público, discotecas, gimnasios, incluso centros de trabajo y educativos).
* Si no se pueden evitar los interiores, reducir el tiempo que pasamos en ellos, especialmente si no llevamos mascarilla, como es el caso de bares y restaurantes. Estar sin mascarilla en una barra o sentado en una mesa de un restaurante es algo que no debería permitirse.
* Si no se puede teletrabajar, en las oficinas y el resto de centros de trabajo cerrados tendrán que mantenerse bien ventilados o mejor aún, instalando sistemas de purificación de aire provistos de filtros HEPA que permitan la eliminación de las partículas en suspensión susceptibles de contener virus (estos filtros atrapan el 99,97% de las partículas mayores de 0,3 micras).
* Si la ventilación natural no es suficiente se pueden añadir sistemas de ventilación forzada (individual o centralizada), pero siempre teniendo en cuenta que el aire debe entrar del exterior (nuevo), evitando en lo posible la recirculación del aire (en el caso de aire recirculado se puede filtrar mediante la colocación de un filtro de tipo MERV13 en el ventilador, capaz de eliminar hasta el 80% de los virus suspendidos en aerosoles). En este sentido, hay que revisar los sistemas de aire acondicionado.
* También se pueden usar métodos para desactivar el virus, como la luz ultravioleta germicida. El CSIC no recomienda los sistemas con ionizadores o producción de ozono.
* Trasladando, en la medida de lo posible, nuestras actividades al aire libre, especialmente el ocio (terrazas, parques, paseos por la montaña o la playa...).
* Reduciendo los grupos de personas con los que nos relacionamos.
* Hablando en tono bajo (hablar alto o gritar incrementa la emisión 300 veces). También es importante evitar hablar, por ejemplo, al utilizar el transporte público.
* Seguir guardando la distancia de seguridad.
* Seguir con 'el teatro de la higiene'. La (teoría de la transmisión por contacto con superficies y objetos está perdiendo fuerza, aunque un estudio reciente del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB) ha observado que en materiales como polipropileno y cristal seguía habiendo virus, a pesar de que el aire de las diferentes habitaciones del hospital se renovaba completamente cada minuto y que este aire no era reciclado, sino que provenía completamente del exterior.
Sin embargo, un grupo de 239 científicos de 32 países llevan advirtiendo desde hace meses de que hay una tercera vía de transmisión mucho más peligrosa: los aerosoles, partículas muchísimo más pequeñas que las gotículas, que pueden permanecer suspendidas en el aire durante más tiempo y transmitirse hasta los 6 metros, viajando a través de las corrientes de aire. Tanto gotículas como aerosoles, los emitimos al hablar, cantar, gritar, toser o estornudar.
Las partículas que expulsamos suelen clasificarse en función de su tamaño, aunque su capacidad de recorrer distancias y su capacidad infectiva depende de muchas otras variables, aparte de su talla. Por ejemplo, de la fuerza de emisión, ventilación, tiempo de exposición, temperatura y humedad del ambiente.
Los virus en gotitas, que a su vez se dividen en gotículas pequeñas si su tamaño es entre 5 a 10 micras, y gotículas grandes las que llegan hasta 100 micras. Las gotas caen al suelo por su propio peso aunque pueden alcanzar hasta el 1,5 o 2 metros de distancia y pueden ser rociados como pequeñas 'balas de cañón' sobre las personas cercanas. Debido a su limitado alcance de desplazamiento, el distanciamiento físico reduce la exposición a estas gotitas.
En cambio, los virus en aerosoles (menores de 5 micras) pueden viajar mayor distancia al permanecer suspendidos en el aire entre 12 minutos y 10 horas, según las condiciones. Además, están altamente concentrados cerca de una persona infectada (¡atención a los asintomáticos!), que expulsa miles de aerosoles con alto contenido vírico. ¡Solo dos o tres minutos de conversación pueden producir tantos aerosoles como una tos!
Hay que tener en cuenta que los aerosoles no se comportan igual en espacios interiores que exteriores: los aerosoles se concentran más en los espacios cerrados sin ventilación, mientras que se dispersan y disminuye su concentración en espacios bien ventilados o al aire libre. Por tanto, la circulación del aire hace que se dispersen los aerosoles y que su concentración se reduzca.
Para entenderlo mejor, la idea más sencilla es pensar que todo el mundo está exhalando humo. Si estamos en un sitio abierto, ese humo con virus se disipa, pero si estamos en un sitio cerrado se va a ir acumulando, sobre todo sin ventilación.
Por tanto, es mucho más probable que uno inhale aerosoles a que sea rociado por una gota. La mascarilla sirve para evitar las gotículas y reducir la transmisión por aerosoles. Pero reconocer que el modo de transmisión predominante del Covid-19 es respiratorio pone de manifiesto que, en interiores, dos metros de distancia no es suficiente, y que necesitamos ventilar, lo que cambia (o debería hacerlo) por completo la estrategia que utilizamos para protegernos del contagio.
Y esto pone en jaque nuestra 'nueva normalidad'. Ahora que sabemos que los aerosoles se pueden acumular en lugares interiores con más o menos aglomeración de personas y mala ventilación, ir a visitar un museo, a comer a un restaurante, al gimnasio, a un concierto, o de compras a un centro comercial aumenta notablemente el riesgo de contagiarnos de Covid (hasta 20 veces más). Por no hablar de ir al trabajo o a la escuela, máxime si encima tenemos que utilizar el metro el autobús.
Un grupo de más de 200 científicos y expertos en aerosoles han lanzado dos cartas (en julio y en octubre) a los organismos internacionales haciendo un llamamiento, casi desesperado, para abordar la transmisión aérea del virus, instándoles a que den pautas correctas a la población.
La ventilación o purificación del aire para eliminar o reducir la concentración de virus en el aire son herramientas clave en la lucha contra el coronavirus.
El representante español, por así decirlo, de este grupo de científicos se llama José Luis Jimenez, que ha elaborado una guía muy útil sobre cómo protegerse de la transmisión de aerosoles, de recomendada lectura.
Sin embargo, a pesar de que hay pruebas científicas abrumadoras de que la inhalación Covid-19 por aerosoles representan una importante vía de transmisión de la enfermedad, tanto la OMS, como el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades, y los gobiernos de muchos países (como el nuestro) siguen negando la mayor. Es más, Jiménez lleva un mes intentando ponerse en contacto con Fernando Simón y con el Ministerio de Sanidad para explicarles el tema y proponer medidas extra de protección, pero hasta ahora no ha obtenido respuesta.
Aquí, en España, hacemos caso omiso a ésto porque se lleva más cerrar parques y playas que abrir bares (a pesar de que ahora se está criminalizando el sector de la hostelería y del ocio nocturno). De hecho, los niños están en los colegios bajo unas condiciones en las que los científicos se llevan las manos a la cabeza. Abrir las ventanas 5-10 minutos, tal y como dicta el protocolo de Sanidad para centros educativos, NO es ventilar.
A día de hoy, es imposible determinar de una manera sencilla la concentración de aerosoles que pueden estar suspendidos en el aire en interiores en un momento determinado. Lo que sí es relativamente fácil de determinar es la calidad del aire.
¿Cómo? Mediante un medidor de CO2.
¿Cuál sería el valor óptimo? Se considera que un espacio bien ventilado ronda una concentración de 800 o 950 partes por millón (ppm) de CO2, aunque lo ideal sería que se asemejara lo máximo posible a la concentración de CO2 que hay en el exterior (aproximadamente 420 ppm).
¿Cómo lograrlo? Renovando el aire, es decir, sustituyendo el aire interior (potencialmente contaminado) con aire exterior (libre de virus). Para ello, lo más fácil es ventilar.
¿Cuánto tiempo? Depende del volumen de la sala, el número y la edad de los ocupantes, la actividad realizada, la incidencia de casos en la región y el riesgo que se quiera asumir. La guía de Harvard recomienda, por ejemplo, 5-6 renovaciones de aire por hora para espacios de 100 m² con una ocupación de 25 personas, lo que equivale a unos 14 litros por persona y segundo. Un profesor malagueño de secundaria, que además es químico y experto en riesgos laborales, ha hecho un experimento que concluye que se debe ventilar, como mínimo, 15 minutos entre clase y clase (o sea, cada hora).
El CSIC ha elaborado una Guía para la ventilación y la purificación del aire en las aulas. Las recomendaciones de la guía son aplicables a otros espacios interiores como oficinas u otros edificios de uso público. Además, explica detalladamente cómo calcular la tasa de renovación de aire.
¿Cómo protegernos del contagio por aerosoles?
* Utilizando mascarillas bien ajustadas a la cara (para no expulsar ni inhalar aerosoles). Además, deberíamos usar mascarillas FFP2 o FFP3, que son las que tienen alta capacidad de filtración de aerosoles, y por supuesto, HOMOLOGADAS.Las mascarillas tienen un doble propósito: por un lado filtran el aire expulsado, capturando las gotitas respiratorias; y por otro lado, disminuyen la velocidad de la bocanada de aire que se produce al estornudar, toser o hablar. Los científicos deducen que el volumen de una nube de aerosoles producidas por tos sin mascarilla es aproximadamente 7 veces más grande que con una máscarilla quirúrgica, y 23 veces más grande que con una mascarilla N95, y que bastan de 5 a 8 segundos después de toser para contagiarse al exhalar las partículas que quedan suspendidas en el aire.
* Ventilando muchísimo los interiores, especialmente ventilación cruzada (abrir ventanas y puertas en lados opuestos). El objetivo es renovar el aire para que sea lo más parecido posible al exterior. ¡Que corra el aire!
* Evitando al máximo los espacios cerrados y concurridos (y ahí entran bares, restaurantes, cines, transporte público, discotecas, gimnasios, incluso centros de trabajo y educativos).
* Si no se pueden evitar los interiores, reducir el tiempo que pasamos en ellos, especialmente si no llevamos mascarilla, como es el caso de bares y restaurantes. Estar sin mascarilla en una barra o sentado en una mesa de un restaurante es algo que no debería permitirse.
* Si no se puede teletrabajar, en las oficinas y el resto de centros de trabajo cerrados tendrán que mantenerse bien ventilados o mejor aún, instalando sistemas de purificación de aire provistos de filtros HEPA que permitan la eliminación de las partículas en suspensión susceptibles de contener virus (estos filtros atrapan el 99,97% de las partículas mayores de 0,3 micras).
* Si la ventilación natural no es suficiente se pueden añadir sistemas de ventilación forzada (individual o centralizada), pero siempre teniendo en cuenta que el aire debe entrar del exterior (nuevo), evitando en lo posible la recirculación del aire (en el caso de aire recirculado se puede filtrar mediante la colocación de un filtro de tipo MERV13 en el ventilador, capaz de eliminar hasta el 80% de los virus suspendidos en aerosoles). En este sentido, hay que revisar los sistemas de aire acondicionado.
* También se pueden usar métodos para desactivar el virus, como la luz ultravioleta germicida. El CSIC no recomienda los sistemas con ionizadores o producción de ozono.
* Trasladando, en la medida de lo posible, nuestras actividades al aire libre, especialmente el ocio (terrazas, parques, paseos por la montaña o la playa...).
* Reduciendo los grupos de personas con los que nos relacionamos.
* Hablando en tono bajo (hablar alto o gritar incrementa la emisión 300 veces). También es importante evitar hablar, por ejemplo, al utilizar el transporte público.
* Seguir guardando la distancia de seguridad.
* Seguir con 'el teatro de la higiene'. La (teoría de la transmisión por contacto con superficies y objetos está perdiendo fuerza, aunque un estudio reciente del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB) ha observado que en materiales como polipropileno y cristal seguía habiendo virus, a pesar de que el aire de las diferentes habitaciones del hospital se renovaba completamente cada minuto y que este aire no era reciclado, sino que provenía completamente del exterior.