A nuestro gobierno socialcomunista le va la vida en aferrarse a La Moncloa pese a sus dramáticos errores, le va la vida en agotar la legislatura y que no haya elecciones antes para seguir tapando la verdad, ocultando sus funestas imprudencias y amordazando a la ciudadanía y a la prensa incómoda. Por ello, proponen ahora unos nuevos Pactos de La Moncloa, con presupuestos de consenso en el mismo pack, cuando no se trata más que de un bulo marketiniano con tal de ganar tiempo en medio de la indignación ciudadana.
Evitar que el gabinete de Sánchez continúe a los mandos del país tras su nefasta reacción a la epidemia y su indiciaria culpabilidad, debe ser el primer objetivo de la oposición cuando se haya salvado hasta la última vida. Y para ello, la creación de una Comisión de Investigación en el Congreso de los Diputados es ineludible. Inevitable. Imprescindible.
Sólo entonces, después de que se hayan depurado responsabilidades políticas y las conclusiones de esta Comisión de Investigación se hayan remitido al Ministerio Fiscal, cabrá ya una llamada a las urnas con la posterior negociación de unos presupuestos de recuperación. Lo demás, será más propaganda, miseria y desolación.
Los Pactos de la Moncloa de 1977
«Todos los partidos, con independencia de su ideología, vamos a trabajar en unos nuevos Pactos de la Moncloa para relanzar y reconstruir la economía y el tejido social de nuestro país» - Pedro Sánchez.
¿Por qué propone Sánchez unos "Nuevos Pactos de la Moncloa"? A pesar del apoyo que recibe de la opinión pública, ¿teme el Gobierno socialcomunista no tener fuerza suficiente para llevar a cabo su programa de salida de esta difícil situación? ¿O es que quizás sobrevalora la fuerza de la oposición?
Lo cierto es que ni el actual contexto tiene nada que ver con el de entonces, ni es deseable hoy la reedición de un acuerdo semejante. Porque nuestra Constitución ofrece todo lo necesario para superar esta crisis. Unos nuevos Pactos de La Moncloa parecen más una argucia para tapar una nefasta gestión sanitaria que la oferta de un estadista.
En 1977 se firmaron los Pactos de la Moncloa, unos acuerdos en los que participaron las principales fuerzas políticas del arco parlamentario español, junto a los agentes económicos y sociales más representativos de nuestro país. Aquellos Pactos contenían un conjunto de iniciativas económicas de enorme trascendencia. Había que dejar atrás el franquismo, crear instituciones modernas y forjar un clima de convivencia para construir el futuro.
No es ahora el caso. Intentar comparar la España de 1977 con la actual, golpeada por una crisis sanitaria que va a desembocar en una crisis económica, no tiene ningún sentido. Ahora no hay un objetivo común y la fragmentación se ha adueñado de un Parlamento en el que toma cuerpo el populismo.
En plena transición hacia la democracia y sumidos en una de las crisis económicas más profundas que sufrió la España del siglo XX, los partidos políticos y los agentes económicos y sociales de nuestro país se enfrentaban en aquellos tiempos al reto histórico de consensuar un marco constitucional que nos permitiera salir del aislamiento al que habíamos estado sometidos durante 40 años debido a la dictadura franquista, así como recuperar nuestra posición en el mundo occidental, incluyendo nuestra incorporación a lo que entonces llamábamos Comunidad Económica Europea.
En aquella época, las movilizaciones ciudadanas y las huelgas se sucedían, la banda terrorista ETA provocaba muerte y destrucción casi a diario, y la amenaza de una involución golpista era casi continua. Desde el punto de vista económico, el creciente desempleo, una inflación galopante, el agotamiento de divisas, un déficit insostenible en la balanza de pagos, y un desequilibrio en las cuentas públicas caracterizaban esa crítica situación. Y en tales circunstancias, los principales actores de aquella España de la Transición no tuvieron otra alternativa que buscar un gran acuerdo nacional.
Aquellos Pactos de la Moncloa contemplaban un conjunto de preceptos en materia de derechos civiles y políticos, del sistema de relaciones laborales español, en materias fiscal y financiera, aumento de la cobertura a los desempleados, de financiación de servicios públicos como la educación, un programa agrario, la reforma de la Seguridad Social, vivienda, derechos de la mujer, etc. Aquellos pactos pavimentaron el camino hacia la aprobación de nuestra Constitución en 1978, materializándose en una ruptura legal con el franquismo. Los Pactos de la Moncloa, en definitiva, fueron el producto de una coyuntura concreta.
¿Son posibles ahora unos nuevos pactos como los de la Moncloa? Rotundamente NO. Tenemos una clase política que no está dispuesta a perder la oportunidad de desgaste del contrario. Esta crisis es sanitaria, pero también lo es de los valores en nuestros dirigentes, que dejan mucho que desear.
El actual contexto no tiene nada que ver con el de entonces. Lo que exige ahora la crisis económica es una implicación pública que contribuya a reactivar y democratizar la economía. Afortunadamente hoy no tenemos que luchar por recuperar las libertades públicas e individuales, porque España es hoy una democracia plenamente consolidada, a pesar de que Sánchez haya impuesto durante los últimos meses una "dictadura constitucional".
La crisis económica que se avecina ahora será, muy probablemente, la más intensa que hemos padecido desde el final de la Guerra Civil, pero su origen se debe al parón en seco de la actividad económica que ha forzado la lucha contra la pandemia. El problema se presenta principalmente porque la gente no puede ir a trabajar (por enfermedad o por confinamiento), por tanto, no obtiene el correspondiente salario y no puede consumir. El problema de fondo es la falta de ingresos de la población. Sin embargo, todo el sistema productivo e incluso el financiero están disponibles, no se ha destruido nada más que la capacidad de trabajar y sólo durante un cierto periodo (incierto). Porque se empeñan en decirnos que ésto es una guerra, pero el coronavirus NO LO ES.
Además, si en 1977 estábamos solos para hacer frente a la crisis energética y política, hoy tenemos el respaldo de las instituciones comunitarias, que a través del Banco Central Europeo ya han puesto 750 mil millones de euros a disposición de los mercados de deuda para hacer frente a esta situación, y 550 mil millones a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad, del Banco Europeo de Iversiones y del recientemente proyectado Fondo de Ayuda al Desempleo (SURE), para atender prioritariamente a los países más afectados por la enfermedad.
Hace cuatro décadas, los Pactos de la Moncloa estaban justificados, pero invocar ahora un proceso preconstituyente resulta desproporcionado. Actualmente, ya existe el sistema y las instituciones para reconstruir lo que se ha destruido. Lo que no tiene sentido ahora es invocar un profundo cambio social para que los que han gestionado mal esta crisis sanitaria se reinventen. Existen serios indicios detrás de la propuesta de que los que pretende el presidente Sánchez es sólo una estrategia para diluir la responsabilidad de lo ocurrido, sumando a todos los grupos a una especie de omertá (término utilizado por la mafia siciliana para imponer una ley del silencio que impide delatar a los verdaderos culpables) que le permitiría superar el difícil trance al que se enfrenta por una gestión muy deficiente de la crisis. Una gestión nefasta y negligente que el Gobierno está intentando blanquear sin demasiado éxito.
Por otro lado, en lo que se refiere al liderazgo y a la competencia profesional necesarios para impulsar ese trascendental acuerdo y perfilar sus contenidos con rigor y transparencia, NO parece que esas cualidades brillen con nitidez en ninguno de los miembros del actual Gobierno de coalición, como tampoco destacan en los principales líderes de la oposición.
Por tanto, nuestro país NO necesita en este momento unos Nuevos Pactos de la Moncloa, como tampoco se dan las condiciones adecuadas para llenarlos de contenido y desarrollarlos.
Lo que de verdad necesita España es un gobierno fuerte, que asuma sus responsabilidades con competencia y que gestione con transparencia, eficacia y rigor la crisis sanitaria que tanto dolor está produciendo en decenas de miles de familias españolas; en los profesionales sanitarios y de otros ámbitos de la vida pública, que están luchando contra la pandemia en primera fila y en condiciones impropias de un país que creía contar con el mejor sistema sanitario del mundo; y en toda la sociedad española, que se enfrenta a un confinamiento de duración ilimitada y a una crisis económica muy aguda, aunque de efectos transitorios, si se llega a abordar con inteligencia y determinación.
La oferta de unos nuevos Pactos de la Moncloa no van más allá de una estrategia que roza la propaganda política, orientada no a solucionar el problema, sino a sobrevivir políticamente. Sobretodo cuando detrás de la oferta del Gobierno sigue habiendo un discurso agresivo con la oposición, al tiempo que el vicepresidente Iglesias sigue maniobrando con propuestas bolivarianas que pueden ser un lastre para superar el problema que se está gestando, amparándose en el artículo 128 de la Constitución que dice que "toda la riqueza del país en sus distintas formas está subordinada al interés general...".
Proponer unos Nuevos Pactos de la Moncloa en estas circunstancias solo puede pretender lanzar una cortina de humo para ocultar una terrible realidad, intentar mantenerse en el poder a toda costa o, lo que es peor, aprovechar esta caótica situación para alterar un orden político, económico y social que tanto bueno ha traído a los españoles en los últimos 42 años. Y nada de eso es aceptable.
Que Pedro Sánchez no busca nunca un pacto real, sincero y estable para abordar la terrible mezcla de drama sanitario y crisis económica lo evidencian todos y cada uno de sus gestos, decisiones y actitudes. Con pandemia y sin ella: solo basta recordar cómo prefirió someter a España a un bucle de Elecciones que aceptar la mano tendida de Rajoy para una gran coalición; o cómo despreció toda alianza con nadie que no fueran Podemos y los independentistas para seguir en La Moncloa.
Si Sánchez quiere pactar realmente una salida la crisis no es necesario que recurra a la épica de los Pactos de la Moncloa. Basta con que tenga en cuenta a la oposición y se haga una sencilla pregunta: ¿Qué es lo que ahora necesita España y quién debe participar en la solución? Es posible que la respuesta ponga de manifiesto que la actual configuración del Gobierno es incompatible con el supuesto consenso que ahora dice buscar el presidente. Y eso no hay Pactos de la Moncloa que lo arreglen.
Y si a la oposición le preocupa también lo que puede necesitar España, debería estar ya poniendo sus propuestas encima de la mesa para empezar a construir.
La Comisión para la Reconstrucción Social y Económica de España
Ante las numerosas críticas recibidas por la terminología, Sánchez cambió su discurso para adoptar un nuevo término: la Comisión para la Reconstrucción. Con la misión de hacer propuestas para afrontar la crisis económica y social que ha dejado el coronavirus en España, junto a la trágica lista de fallecidos, la comisión es una derivación de una primera oferta de acuerdo nacional del presidente del Gobierno, inicialmente enmarcada en unos nuevos Pactos de la Moncloa, que se reformuló después como una mesa de partidos para la reconstrucción.
Este pacto apuntaba a un cierto entendimiento político que después no se ha constatado; la Comisión es un nuevo paripé de nuestro gobierno. Y es que los primeros pasos dados por el PSOE para la constitución de la nueva comisión que deberá hallar un pacto para la reconstrucción del país van camino de acabar mal. Porque ha tenido un mal comienzo y ya se sabe que lo que mal empieza, mal acaba.
Sánchez había planteado en un principio que los pactos de reconstrucción no se celebraran en el marco parlamentario y que pudieran estar sentados en la misma mesa partidos, sindicatos, empresarios, presidentes autonómicos, etcétera. Pero Casado impuso la sede parlamentaria para sumar al PP a la discusión, y Sánchez lo aceptó.
Y aunque el nuevo órgano parlamentario fue pactado entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición, los socialistas registraron una propuesta a su medida y de manera unilateral en el Congreso, dejando fuera las sugerencias del PP (que exigía un apartado específico de "libertades públicas" así como presidir la comisión para controlar sus trabajos). Asimismo, los populares querían que este foro sirviera también para analizar las decisiones adoptadas por el Gobierno de coalición en la lucha contra el coronavirus, pero PSOE y Unidas Podemos se niegan (¡por qué será!).
Finalmente, el 7 de mayo, el Congreso constituyó la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica de España tras el Covid-19. El objetivo es determinar y analizar conjuntamente las medidas a adoptar para la reconstrucción económica y social del país en plena crisis por el coronavirus. Esta comisión tendrá un plazo de actuación de dos meses, aunque puede prorrogarse en función de la evolución de los efectos de la crisis.
La comisión contará con un total de 46 miembros (9 más que una comisión ordinaria), que tendrán un voto ponderado para que sea más fácil la toma de decisiones conjunta.
La composición es la siguiente: 13 serán del PSOE; 9 del PP; 5 de Vox; 4 de Unidas Podemos; 4 del Grupo Plural; 7 del Grupo Mixto.
El diputado socialista y exlendakari, Patxi López ha sido el elegido para presidir esta comisión. Para ocupar las dos vicepresidencias han sido designados Enrique Santiago (Unidas Podemos) y Guillermo Mariscal (PP); las dos secretarías corresponden a María Luz Martínez Seijo (PSOE) y a Isabel Borrego (PP).
Pero este nuevo órgano, pese a su objetivo de lograr consensos, corre el riesgo de convertirse en un nuevo ring en el que peleen sin cuartel las fuerzas progubernamentales y las de la oposición. Porque lo cierto es que, si PSOE y PP no alcanzaran un acuerdo sobre las materias, los socialistas tienen la capacidad de pactar con sus socios nacionalistas e independentistas e imponer sus tesis, como siempre.
Esta Comisión de Reconstrucción tendrá unos ejes de trabajo básicos sobre los que deberá decidir. Serán cuatro puntos básicos que centrarán los acuerdos destinados a hacer frente a esta grave crisis sociosanitaria.
- La reactivación de la economía y la modernización del modelo productivo. El sector económico ha sido castigado por la crisis del coronavirus y el posterior confinamiento necesario.
- El refuerzo de la sanidad pública. Los recursos destinados a este sector se han visto multiplicados para poder hacer frente a la pandemia.
- El fortalecimiento de los sistemas de protección social, de los cuidados y la mejora del sistema fiscal. Todo el país vive pendiente de las medidas destinadas a paliar los efectos que ha causado el virus en la sociedad, la economía y la sanidad.
- La posición de España ante la Unión Europea. Las ayudas de este organismo son imprescindibles para poder salir de una crisis sin precedentes.
El sueño roto de la reconstrucción
25 de Mayo. Lejos quedan aquellos ‘Pactos de La Moncloa’ que Sánchez propugnaba a bombo y platillo el pasado 4 de abril. Para llegar a ello hace falta voluntad de diálogo, negociación y acuerdos. Hoy no hay nada de eso, según denuncian los grupos de la oposición. Los pactos que se acaban suscribiendo son fruto de la improvisación, las prisas y la rectificación del que quiere llegar a la luna pero no tiene escalera.
La mayoría progresista que le renovó en el cargo el pasado mes de enero hoy es tan frágil que ya se ha agrietado. ERC y Compromís, lo que representan 14 votos de inmenso valor, ya dejaron a la estacada a la coalición de Gobierno en la votación de la quinta prórroga del estado de alarma. El Ejecutivo se tuvo que apoyar en el centro derecha de Ciudadanos y el PNV mientras pactaba con Bildu (cuya abstención no era necesaria) una derogación íntegra de la reforma laboral que acabó siendo un engaño a los abertzales, a la patronal y entre los propios socios del Gobierno.
Con poco más de los 155 votos seguros que suma la coalición, Sánchez no se puede plantear ninguna gran reforma. En Moncloa dudan de que incluso puedan alcanzar la mayoría suficiente para aprobar los Presupuestos Generales de 2021. La última vez que lo intentaron, en 2019, acabamos en las urnas por partida doble. Con una mesa de reconstrucción que ha acabado siendo una comisión parlamentaria de fiscalización del Gobierno, el Gabinete no dispone de ningún instrumento más allá del Consejo de Ministros y los Reales Decretos para acometer grandes transformaciones. El consenso parlamentario y con los agentes sociales es casi nulo.
Lo que en su anuncio de principios de abril era para Pedro Sánchez un marco de reconstrucción, que le permitiría pasar a la historia como un líder que alcanzó un gran consenso, hoy no es más que el sueño roto de un presidente que se cogió de la mano de los revolucionarios, que decía que no le dejarían dormir tranquilo, y que se pasa las noches en vilo a merced de los chantajes de otros. La reconstrucción es ahora supervivencia, y la resistencia es ansiedad.
La mayoría progresista que le renovó en el cargo el pasado mes de enero hoy es tan frágil que ya se ha agrietado. ERC y Compromís, lo que representan 14 votos de inmenso valor, ya dejaron a la estacada a la coalición de Gobierno en la votación de la quinta prórroga del estado de alarma. El Ejecutivo se tuvo que apoyar en el centro derecha de Ciudadanos y el PNV mientras pactaba con Bildu (cuya abstención no era necesaria) una derogación íntegra de la reforma laboral que acabó siendo un engaño a los abertzales, a la patronal y entre los propios socios del Gobierno.
Con poco más de los 155 votos seguros que suma la coalición, Sánchez no se puede plantear ninguna gran reforma. En Moncloa dudan de que incluso puedan alcanzar la mayoría suficiente para aprobar los Presupuestos Generales de 2021. La última vez que lo intentaron, en 2019, acabamos en las urnas por partida doble. Con una mesa de reconstrucción que ha acabado siendo una comisión parlamentaria de fiscalización del Gobierno, el Gabinete no dispone de ningún instrumento más allá del Consejo de Ministros y los Reales Decretos para acometer grandes transformaciones. El consenso parlamentario y con los agentes sociales es casi nulo.
Lo que en su anuncio de principios de abril era para Pedro Sánchez un marco de reconstrucción, que le permitiría pasar a la historia como un líder que alcanzó un gran consenso, hoy no es más que el sueño roto de un presidente que se cogió de la mano de los revolucionarios, que decía que no le dejarían dormir tranquilo, y que se pasa las noches en vilo a merced de los chantajes de otros. La reconstrucción es ahora supervivencia, y la resistencia es ansiedad.
26 de mayo. La Comisión de Reconstrucción del Congreso ya nació tocada por el rodillo que aplicaron PSOE y Unidas Podemos, imponiendo sus condiciones y sus comparecientes. Pero lo que se ha vivido hoy no tiene nombre. Aun sin haber iniciado sus trabajos reales, y tras dos semanas de sesiones preliminares, los representantes de Unidas Podemos han votado a favor de la propuesta de comparecientes presentada por JxCat. Así, Pablo Iglesias apoya que el prófugo independentista Carles Puigdemont declare por videoconferencia (ya que no puede pisar suelo español al estar reclamado por la Justicia) sobre cómo reconstruir España.
28 de mayo. La Comisión de Reconstrucción se pierde entre insultos: Iglesias acusa a Vox de que le "gustaría dar un golpe de Estado" y Vox responde acusando al Gobierno de "pirómanos comunistas". Después de este espectáculo político, el diálogo sobre las propuestas económicas quedó ensombrecido. La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, expuso los planes del Gobierno para salir de la crisis económica a través de seis grandes pactos nacionales: transición ecológica, transformación digital, empleo, inversión en I+D, refuerzo del estado del bienestar y reforma del mundo rural; todo ello acompañado de una reforma fiscal que permita un incremento sustancial de la recaudación (subida de impuestos).
28 de mayo. La Comisión de Reconstrucción se pierde entre insultos: Iglesias acusa a Vox de que le "gustaría dar un golpe de Estado" y Vox responde acusando al Gobierno de "pirómanos comunistas". Después de este espectáculo político, el diálogo sobre las propuestas económicas quedó ensombrecido. La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, expuso los planes del Gobierno para salir de la crisis económica a través de seis grandes pactos nacionales: transición ecológica, transformación digital, empleo, inversión en I+D, refuerzo del estado del bienestar y reforma del mundo rural; todo ello acompañado de una reforma fiscal que permita un incremento sustancial de la recaudación (subida de impuestos).
Y mientras, en Europa...
La Comisión Europea ha creado un comité científico para asesorar a la UE sobre la pandemia del Covid-19. Este grupo, puesto en marcha el pasado 17 de marzo, está formado por epidemiólogos y virólogos de Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Dinamarca. A pesar de ser el quinto país con más casos y muertes de coronavirus en Europa, no habrá representación española en este comité.
Ellos serán los encargados de formular las directrices de la CEE sobre medidas basadas en la ciencia y la gestión de riesgos coordinada. Las funciones del comité europeo son las siguientes:
- La formulación de las medidas de respuesta que se dirige a todos los Estados miembros.
- Identificación y mitigación de lagunas e incoherencias significativas en las medidas para contener la propagación del Covid-19, incluyendo en el manejo clínico y el tratamiento
- La priorización de la atención sanitaria, la protección civil y otros recursos, así como las medidas de apoyo a organizarse o coordinadas a nivel de la UE.
- La recomendación de medidas de política para abordar y mitigar las consecuencias a largo plazo del coronavirus.