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La curva de Enero

Coincido plenamente con Margarita del Val (viróloga e inmunóloga del CSIC): empezamos 2021 con la cuarta ola de la pandemia (no la tercera). El escenario es complejo, y las cifras de contagios y hospitalizaciones van al alza debido, por una parte, a las reuniones navideñas, y por otra, a la aparición de nuevas cepas de coronavirus mucho más contagiosas. Así, la tradicional cuesta de Enero se está convirtiendo en la temida y esperada CURVA DE ENERO.

Desde el punto de vista matemático ha habido claramente cuatro oleadas distintas, separadas por valles: primero sufrimos la de primavera, luego la de verano y, antes de que ésta bajara mucho, empezó el otoño, y con el frío volvió a subir. La bajada que hubo fue en realidad el solapamiento de dos montañas: la de verano con la de otoño. En noviembre ha habido otro valle, pero no hemos bajado tanto la incidencia, y ya está empezando otra ola: la cuarta.

Estamos subiendo la oleada de invierno, lanzada por las compras prenavideñas y las reuniones de Nochebuena, Nochevieja y Reyes. Estas están separadas por una semana, el tiempo en el que, si te has contagiado, el virus está multiplicándose para contagiar más fácilmente. Nos encontramos en el peor momento en cuanto a contagios.

Causas de la curva de Enero

Desde que nuestro epidemiólogo de cabecera asegurase el 31 de enero de 2020 que "España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado", Fernando Simón nos ha regalado varias predicciones memorables, por iniciativa propia u orden superior, quién sabe. Queda también para el recuerdo su lapidaria sentencia del 6 de abril: "No es necesario que la población use mascarillas".

El 15 de octubre, Simón vaticinaba muy alegre un descenso de la curva «en los próximos días», una tendencia que no solo no se confirmó, sino que varió drásticamente al día siguiente batiéndose récord de contagios.

Pues este tipo, que en ocasiones da la impresión de acudir ‘alegre‘ a las ruedas de prensa pero que ejerce como director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), tiene la cara de descargar en la sufriente ciudadanía toda la responsabilidad en el aumento de los contagios que está viviendo España en esta cuarta ola. En su opinión, la causa es, por encima de todo y casi en exclusiva, de su comportamiento durante la Navidad.
«Los hemos pasado, quizá, mejor de lo que debíamos haberlo hecho en Navidades. Pues ahora tenemos que asumir lo que va a suceder» (dijo el 14 de enero)

¿Cómo que nos lo hemos pasado demasiado bien? Los ciudadanos hemos hecho exactamente lo que nos han dicho que podíamos hacer. Reunirnos con familiares y "allegados", hasta un máximo de 10 personas (o menos, dependiendo de la CCAA), y hasta la hora límite que nos han impuesto, cual adolescentes. ¿Y ahora tenemos nosotros la culpa del incremento de contagios? ¡Hay que tener poca vergüenza! Quizás deberían asumir nuestros políticos y los responsables de Sanidad que, dada la situación epidemiológica in crescendo que teníamos a principios de Diciembre, deberían haber prohibido la Covidad. Pero claro, había que salvar la Navidad a toda costa y nadie quería asumir el coste político y económico de cancelar las fiestas navideñas.

Estamos de acuerdo. Han sido fechas de más contactos sociales (permitidos, no lo olvidemos), pero no ha sido éste el único motivo de la situación actual. Para empezar, partíamos de una transmisión base altísima (más del doble del umbral de alerta): más de 250 casos por 100.000 habitantes cada 14 días. Las reuniones de Navidad podrían haberse evitado, sí, pero la dinámica ya era mala en términos nacionales el 23 de diciembre y especialmente en algunas regiones. Tal vez el repunte de Enero se debe a la evolución natural de la epidemia y no a ninguna causa de comportamiento humano. La idea de que si nos portamos bien, todo va a ir bien y que si algo va mal es porque nos hemos portado mal puede ser muy atractiva, pero no es real.

Ahora bien, la misma idea de que uno puede tomar medidas contra una epidemia y levantarlas en días puntuales sin que pase nada es contradictoria. Si las medidas se toman es porque son útiles, porque funcionan o al menos porque así lo creen las autoridades, no tiene sentido hacer excepciones y pedir a la gente que no las aproveche.

Por otro lado, las bajas temperaturas hacen que realicemos muchas actividades en interior, y eso aumenta el riesgo de transmisión de virus respiratorios a través de aerosoles. Con el Covid-19 se ha cuantificado que el riesgo respecto a número de brotes y personas contagiadas es unas 10 veces superior en interiores mal ventilados que al aire libre (y en esto Filomena ha ayudado bastante).

A ello hay que sumar las nuevas variantes de coronavirus detectadas en Reino Unido, Sudáfrica, Dinamarca y Brasil, altamente contagiosas, que están expandiéndose a velocidad de vértigo por todo el globo. Sobre ésto también dio su opinión "el comentarista oficial" de la pandemia: "El impacto de la variante, en caso de tener algún impacto, será marginal en nuestro país", dijo el 11 de enero, aunque unos días después cambiara radicalmente de opinión y asumía que la variante británica sería la "cepa dominante" en nuestro país.

Un nuevo estudio publicado en la revista The Lancet sostiene que los niños y menores de 20 años son los que más contagian el Covid dentro de casa, especialmente antes de mostrar los síntomas de la enfermedad. ¿Será ésta otra de las causas de la curva de enero, dado que los niños han tenido vacaciones escolares y han estado más en casa?

El 22 de enero, con todos los índices desbocados y las UCI en coma, Simón volvió a tirar de bola de cristal: "Ya estamos en el periodo de inflexión". Quisiéramos creerle, pero los datos contradicen la predicción del oráculo español.

La curva de Enero en cifras

Enero ha sumado contagios a velocidad de vértigo: uno de cada cuatro contagios de coronavirus en toda la pandemia en España se están registrando este mes de enero. Dicen que es porque ahora se hacen más test...

En un mes se han disparado los nuevos casos covid (863.961), las UCI han entrado en números rojos, y la incidencia acumulada a 14 días/100.000 habitantes ha subido casi 600 puntos. En tres semanas hemos pasado de los 272 casos/100.000 habitantes (4 de enero) a 899,9 (27 de enero).

En el primer mes del año, Sanidad ha notificado 8.003 muertos más, que elevan a 59.081 la cifra global oficial de decesos desde el inicio de la pandemia, cifra que no se corresponde con la real y que difiere de la que se obtiene por el exceso de mortalidad que recoge el Instituto Nacional de Estadística (INE), que eleva las defunciones por encima de las 80.000 atribuibles en 2020. En esta cuarta ola hay más muertos que en los primeros meses de pandemia: 29.023 fallecidos, frente a 28.315 de la primera ola.

En cuanto a los contagios, a finales de enero estamos en una media de unos 45.000 nuevos positivos al día, con una tasa de positividad del 16,08%. La incidencia acumulada a 14 días presenta un leve descenso y se sitúa en los 865 casos/100.000 habitantes a 31 de enero (aunque en algunas comunidades se superan los 1.500). Hay unos 600 muertos diarios, de media en nuestro país. La ocupación de enfermos de coronavirus en Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) es del 45% (en algunas comunidades el 71%) y va en aumento, ya que el 10 % de los contagiados ingresan en un hospital a la semana de infectarse, un 10 % de esos hospitalizados pasa a la UCI, y de ellos, un 10 % fallece.

Entre que una persona se contagia y finalmente acaba falleciendo transcurre un mínimo de 14 días y pueden llegar a pasar hasta 8 semanas, así que lo peor aún está por llegar. Los expertos temen que las estadísticas continúen altas durante las próximas semanas, que es lo que tardará en notarse en los hospitales el impacto de la contención de las infecciones como consecuencia de la vuelta a una nueva normalidad de prohibiciones.

Este mes de enero se ha detectado un aumento considerable de clases confinadas por positivos de alumnos y profesores: en nuestro país hay 4.600 aulas en cuarentena (el doble que antes de Navidad). Pero nuestros políticos sostienen que los colegios son entornos súper seguros y que los niños prácticamente no contagian (acabamos de citar un estudio que dice justamente lo contrario).

Ante este panorama desolador, varias Comunidades Autónomas han reclamado al Gobierno de España que les deje adelantar el toque de queda a las 20h, y que imponga (o les deje imponer) un confinamiento domiciliario en sus territorios, siguiendo el ejemplo que ya aplica Portugal, en una dinámica similar a la que ya se impone en buena parte de Europa con cifras mucho más benévolas que las españolas. El Gobierno lo ha rechazado.

No obstante, adelantar el toque de queda es completamente ABSURDO. Y no solo lo digo yo, sino también los epidemiólogos. Si queremos reducir la actividad social, tenemos que ver dónde. ¿Se quiere reducir, por completo, en interiores y exteriores, a partir de las 8 de la tarde? ¿O la queremos reducir durante todo el día pero sólo en las actividades de riesgo como pueden ser los interiores? A estas alturas aún no se han enterado de que los paseos a las 8 de la tarde no contagian, y quizás cenar en un interior, sí? ¿De que el virus no es más activo a las 20 que a las 22h?. Para bajar los casos lo que hay que hacer es reducir el contacto social. ¿Cómo? obligar al teletrabajo, cerrar el interior de los establecimientos...

Es lamentable el espectáculo político por las peleas sobre las competencias entre las comunidades y el Gobierno central. Da la impresión de que en cada ola tenemos una especie de fetiche político como medida salvadora. En la segunda ola fueron los confinamientos perimetrales, y ahora parece que es el adelantamiento del toque de queda. Ello genera un falso debate, con la finalidad de implicar de alguna forma al Gobierno central en la adopción de medidas ‘dolorosas’. Nadie quiere quedar como el que asume el coste político de las medidas duras.

La efectividad del toque de queda adelantado está en entredicho. Por un lado, porque puede producirse una acumulación de la actividad social a otras horas. ¿Ya no recordamos que en Navidad, los restaurantes proponían celebrar la Nochevieja al mediodía? Y por otro, porque ya no estamos hablando de un toque de queda, sino de una especie de confinamiento encubierto. Es una forma de decir: sal de tu casa, pero sólo para ir al trabajo.

De la nula solvencia de Sanidad y de cómo sus decisiones están siempre condicionadas por factores ajenos al estrictamente médico da cuenta una evidencia: ante situaciones infecciosas prácticamente idénticas, el Gobierno ha tomado medidas tan dispares como decretar un estado de alarma privativo de Madrid, encerrar en sus casas a toda España (en marzo) o, como ahora, mirar para otro lado.

Se trata de un comportamiento vergonzoso que atiende a la decisión de Moncloa de convertirse en una especie de mero espectador y comentarista de la pandemia, consciente del daño político que le provocó su incompetencia en la llamada primera ola, y conjurado para escapar de las represalias ciudadanas que al final este largo episodio tendrá.

Desde entonces, ha maniobrado con infinita irresponsabilidad para adjudicar la gestión a las Comunidades Autónomas y repartir las culpas entre ellas y los ciudadanos, señalados sistemáticamente con frases tan impúdicas como la esgrimida por Fernando Simón para justificar la cuarta ola: nos lo pasamos "demasiado bien en Navidad". Un comentario inaceptable en un portavoz que, lejos de dimitir y disculparse, se permite regañar a la ciudadanía.

En Moncloa reina el optimismo, fiándolo todo a la vacuna. Araceli, la primera residente en ser vacunada en un centro de mayores en Guadalajara (27 de diciembre) se ha hecho famosa y las televisiones la han convertido en la imagen del "principio del fin". Pero la lentitud en el proceso de vacunación, los incumplimientos de contrato de las farmacéuticas en el envío de dosis, y la aparición de vacunajetas, han echado por tierra la estrategia gubernamental.

La realidad es que a 01 de febrero, España solo ha recibido 1.769.055 vacunas, de las que solo ha inoculado el 91%, y solo 357.892 ciudadanos han recibido las dos dosis requeridas para la inmunización.

El virus está descontrolado y se extiende por todas las comunidades autónomas. La vacunación es el remedio más eficaz para reducir notablemente el porcentaje de infecciones, como está ocurriendo en Israel. Pero nos enfrentamos dos problemas: la propagación del virus, que debe frenarse; y la expansión de la vacunación, que debería acelerarse. Hay que reducir los contactos entre personas y vacunar sin descanso.



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