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La Edad de Hielo

Filomena. Así se ha bautizado al temporal de nieve que ha sumido a buena parte de nuestro país en una nueva Edad de Hielo a la vuelta de Navidades. Los avisos eran tan claros como los que, desde enero a marzo, recibió el Gobierno desde la OMS o la Unión Europea para el caso del coronavirus. Y la respuesta ha sido igual de tardía y torpe: con el Covid se resume en las mayores tasas de contagio y mortalidad del mundo; con Filomena en el colapso total de muchas ciudades y pueblos del centro y norte peninsular, con Madrid a la cabeza.

La imagen de ciudades enteras enterradas en nieve y hielo, aisladas y colapsadas, con todos servicios de transporte públicos interrumpidos (AVE, trenes, aeropuertos, autobuses, metro...); la estampa de miles de vehículos particulares y de transportes enterrados literalmente en las autovías y carreteras durante días y a temperaturas bajo cero; viajeros prácticamente abandonados en el aeropuerto de Barajas, en las estaciones de trenes y autobuses que no se aplazaron con tiempo suficiente; miles de personas sepultadas en el trabajo; sanitarios que no podían llegar a los hospitales para relevar el turno a sus compañeros; ambulancias que tampoco podían circular y socorrer a los enfermos y llevarlos a los hospitales; el regreso a las aulas tras las vacaciones navideñas aplazado durante dos semanas; y un sinfin de despropósitos más resume una galopante imprevisión del Gobierno que resulta, una vez más, inaceptable.

No hay excusa que justifique este abandono, que pone en riesgo la integridad física de millones de personas, paraliza empresas y colapsa la actividad económica, tan perjudicada ya durante meses de agotadora pandemia.

El caos está garantizado por las propias dimensiones de esta conspiración meteorológica y en la falta de recursos convencionales, pero a la emergencia climatológica se le puede sonsacar el lado positivo. Hemos regresado al confinamiento domiciliario por imperativo de los elementos. Se diría que el factor accidental de una nevada bíblica ha establecido las condiciones de un severo e implacable aislamiento, precisamente cuando la cuarta ola empezaba a amontonar las cifras de contagiados, de ingresados y de muertos.

A Sánchez, las soluciones le caen del cielo. Se atribuyó la proeza científica de la vacuna y ahora quizás haya recurrido a los chamanes de la Moncloa para implorar un remedio insobornable y al mismo tiempo inocuo desde la percepción ciudadana: todos en casa porque el temporal nos obliga a encerrarnos. No quería Illa recurrir a la medida extrema del confinamiento domiciliario (pese a las presiones de unas cuantas comunidades) porque demostraría la negligencia cenital del Gobierno y deterioraría el prestigio de su propia candidatura a la Generalitat.

El Gobierno, ni está ni se le espera

Sánchez ha vuelto a hacer de Sánchez: ha desaparecido ante la emergencia de una distopía meteorológica que ha causado numerosos daños, incluidas enormes pérdidas económicas, con un sinfín de sectores afectados, muchos de los cuales estaban ya en sus horas más bajas tras la dura situación por el coronavirus. Pero cuando se trata de hacer el bien, el caudillo ni está, ni se le espera.

48 horas después de que la nieve cubriera hasta la rodilla numerosas ciudades y pueblos de nuestro país, su eminencia el caudillo Sánchez se dejó fotografiar en un vehículo 4x4 dirigiéndose desde Moncloa hasta Interior para salir en el NODO presidiendo un Comité Estatal de Coordinación y Dirección del sistema nacional de Protección Civil que debía haber activado y presidido varios días atrás.

Dos días tardó en dignarse en aparecer y ponerse en contacto -vía subalternos- con los presidentes de las Comunidades Autónomas más afectadas por la borrasca Filomena. Desde Moncloa, con una caradura que espanta, el equipo de propaganda habitual trataba de transmitir una imagen de «máxima coordinación entre las administraciones para luchar contra los efectos de la borrasca».

Porque para este Gobierno socialcomunista todo es propaganda y darse pote. Si Pedro Sánchez, durante el primer estado de alarma, presumió de haber salvado casi medio millón de vidas, ¿por qué no iban otros miembros del Ejecutivo a querer tener su momento de gloria? El ministro Ábalos se justificaba diciendo con gesto compungido que en el Gobierno socialcomunista estaban «sorprendidos por la magnitud de la tormenta».

Pues aunque Ábalos no se enteró y tampoco sus numerosos y bien pagados compañeros de Gabinete, AEMET, El Tiempo y todos los servicios de Meteorología llevaban días advirtiendo de que se avecinaba una tormenta sin precedentes que iba a dejar mucha nieve y serias placas de hielo por las bajas temperaturas. Pareciera que en Moncloa no se creen los avisos de las fuentes oficiales de los organismos que manejan ellos mismos, tal vez porque al haber puesto al frente a tantos amigos les provoca desconfianza.

Tal vez por eso, pese a todos los avisos, no se puso en marcha ningún plan de emergencias de coordinación entre el Gobierno central y las comunidades autónomas y los ayuntamientos más afectados, y se tardó muchas horas en empezar a actuar, lo que agravó las consecuencias del temporal. Cuando el viernes 8 de enero se hizo de noche, era patente la imprevisión con la que se empezaba a actuar, lo que provocó horas de descontrol en estaciones de trenes, en las principales carreteras y autovías del centro de España, e incluso en un aeropuerto internacional de la importancia de Barajas, donde nadie estaba al mando ni asumía decisión alguna.

Y cuando, días después, el aeropuerto de Barajas comenzó a recuperar la normalidad, llegó la segunda parte de la improvisación. ¿Los viajeros debían hacerse una nueva prueba PCR para viajar? Porque la que tenían estaba ya 'caducada', al haber transcurrido más de 72 horas. ¡Por supuesto que no! El ministro de Sanidad dijo: "se van a reforzar los controles visuales y de temperatura y, en el caso de los documentales, se tendrá en cuenta el cierre temporal del aeropuerto de Barajas". Y a todo esto, la cepa británica circulando a sus anchas.

La UME tuvo que actuar –tras petición de las autoridades locales y autonómicas- cuando las carreteras y los accesos a la capital (y a otras ciudades y pueblos) ya estaban colapsados porque el Ministerio de Fomento (el titular de las vías y de los medios) ni había dado instrucciones en tiempo y forma para que salieran las máquinas quitanieves, ni había advertido a los ciudadanos de la situación de riesgo, conminándolos a no utilizar el vehículo salvo situaciones imprescindibles.

El caudillo Sánchez ha convertido el Gobierno de España en una especie de plataforma digital de esas de pago, de esas que anuncian que puedes obtener los productos “bajo demanda”. Que nadie espere del Gobierno una actuación proactiva para prevenir y/o paliar las consecuencias de cualquier tipo de catástrofe. Ni el caudillo ni su Gobierno están para nada que no sea publicidad y propaganda; “yo no he sido”; “no se podía prever”; “no será nada”…, son los latiguillos de la factoría Redondo, que lo mismo sirven para la pandemia que para la tormenta Filomena.

Lo cierto es que la Administración Pública lleva meses de vacaciones, por distintas razones que merecerían un análisis sosegado y profundo, y que ese antagonismo entre el sufrimiento de la población y la respuesta de los servicios e instituciones que sufraga es ya insoportable.

Con el país congelado a temperaturas que han superado los -15ºC, España entró en estado de hibernación: a Iglesias se lo tragó la nieve y desapareció de la gestión del temporal, pero es el vicepresidente social, y la mayor parte de las personas que han fallecido de frío, son personas sin techo de las que se debe hacer cargo su ministerio.

Mientras el frío apretaba, tampoco dio la cara el ministro de Consumo ante una subida histórica de la luz que dejó heladas a las familias más pobres.

Mientras, la ministra María Jesús Montero culpaba a Bruselas de no permitirle bajar el IVA de la electricidad, pero esta vez no cuela, como no coló con las mascarillas.

Por su parte, el ministro Marlaska aseguraba que había gestionado estupendamente el apoyo a las comunidades, pero paradójicamente se mostraba molesto con Margarita Robles por acudir a la llamada de auxilio del alcalde de Madrid enviando a la UME, y le acusó de saltarse los protocolos.

Por su parte, el ministro candidato Illa, auguró un enero complicado pero delegaba en las comunidades las medidas a tomar ante la inminente cuarta ola.

Estamos ante un Gobierno criogenizado por el frío a lo Walt Disney, pero la película que protagoniza este Ejecutivo al que se le ven las costuras no es de Disney, se parece mucho más a la historia de Frankenstein, cuando decidió desaparecer entre la nieve del Polo.

Subida de precio en los suministros

La concatenación de desastres en la gestión del Gobierno social-comunista se completa con dos capítulos que reflejan también la abismal diferencia entre el autobombo que se dan en Moncloa y los resultados objetivos de su gestión: de un lado, la campaña de vacunación sigue a niveles ínfimos, a pesar de tener cientos de miles de vacunas en el almacén. De otro, la brutal subida de la luz en plena ola de frío. Por no hablar de la crisis económica en los hogares y empresas, ERTES, paro, cierres y subidas de impuestos para sufragar a una Administración desaparecida.

Con España sumida en la Edad de Hielo, en pleno pico de consumo por la ola de frío polar, el Gobierno ha permitido la mayor subida de la luz de la historia, con un sobrecargo en los primeros días en enero cercano al 30%. A esta situación también ha contribuido la presión en los precios en el mercado del gas, que alcanza una subida del 22%.

La principal razón de la subida del precio de la luz es el aumento de la demanda (un 15% más) para calentar los hogares y los puestos de trabajo por las bajas temperaturas en plena ola de frío. El precio mayorista de la electricidad, que oscila diariamente en función de la oferta y la demanda prevista de energía, tiene un peso cercano al 35% sobre el recibo final. El 65% restante son impuestos: alrededor del 40% corresponde a los peajes, y cerca del 25% al IVA y al Impuesto de Electricidad.

Tanto por parte de las organizaciones de consumidores y usuarios como de los partidos políticos de la oposición han solicitado al Gobierno que aplique un tipo de IVA reducido a la electricidad, a fin de abaratar el recibo de la luz y combatir la pobreza energética de muchos hogares vulnerables. Pero el Ejecutivo ha rechazado modificar el mercado eléctrico de manera inminente para evitar subidas en picos de demanda como la de estos días, así como bajar el IVA de la electricidad, que actualmente es del 21%.

La vicepresidenta cuarta del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, considera que la subida en el precio de la electricidad de estos días se trata de un episodio "coyuntural" y que tiene un impacto "limitado" en el recibo de la luz.

Por su parte, la ministra de Hacienda y portavoz, Maria Jesus Montero, ha tildado este alza en la factura como "puntual" y "similar a la del resto de países europeos" donde no han sufrido la ola de frío.

Asimismo, al igual que en noviembre nos dijeron que el alto IVA de las mascarillas era consecuencia de una imposición de la Unión Europea, la ministra de Hacienda ha vuelto a poner la excusa de Bruselas diciendo que la Comisión Europea no recomienda que España baje el IVA de la electricidad. Y como ocurrió con las mascarillas, esta afirmación también es FALSA. No hay nada que le impida al Gobierno bajar el IVA de la luz.

"Los Estados miembros podrán aplicar un tipo impositivo reducido al suministro de gas natural, electricidad y calefacción urbana, siempre que no exista riesgo alguno de distorsión de la competencia", dice el artículo 102 de la sección 3 del capítulo 2 de la directiva 2006/112 de la Comisión Europea.

Queda claro que Bruselas deja libertad a cada Estado miembro para regular ese asunto a su antojo. De hecho, en Francia, Luxemburgo, Malta o Italia, este impuesto es cuatro veces inferior al español.


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