Todos conocemos las famosas «diez plagas de Egipto»: conversión del agua en sangre, invasión de ranas, piojos, moscas, peste del ganado, úlceras, lluvia de fuego y granizo, langostas y saltamontes, tinieblas y muerte de los primogénitos de Egipto. Las urnas han hecho que tengamos un gobierno que acaba de cumplir su primer año y sufrimos unas modernas diez plagas que hacen reflexionar por qué merecemos un destino tan triste y aciago.
Los que gritaban airados «no nos representan» y se alzaban iracundos contra el sistema promoviendo escraches, ahora han abrazado el ascensor social de los ministerios, secretarías de Estado, direcciones generales, asesorías, alcaldías o concejalías. Miles de comunistas y antisistema ahora son el sistema en mayúsculas, aunque siguen instalados en la spanish revolution que nos conduzca a un «paraíso» similar al de Chávez y Maduro en Venezuela o los Castro en Cuba.
Porque el comunismo no desapareció de Europa con la caída del muro de la vergüenza de Berlín, sino que se ha reciclado en este nuevo populismo antisistema. Ahora, con los ingresos que reciben como altos cargos pueden disfrutar de la vida regalada con la que nacieron. La primera plaga ha sido, sin lugar a duda, el regreso del comunismo al Consejo de Ministros y que tan triste recuerdo dejó durante la Guerra Civil.
Nada es culpa del gobierno, pero cabe preguntarse por qué siempre estamos peor que nuestros vecinos de la UE.
España es el país de la zona del euro que menos ha gastado en relación a su producto interior bruto (PIB) para afrontar la crisis que ha desencadenado la pandemia del coronavirus. El porcentaje del paquete de ayudas en nuestro país es del 1,3% del PIB, muy por debajo de la media de la Eurozona, que ha invertido algo más del 4%.
Para todos, sin excepción, el año que terminó fue el año del virus que trastocó nuestras vidas. Para muchas familias el impacto ha sido profundo e irreparable. Este tiempo pasará a la historia como la época de la prevención distanciadora, de contactos sociales virtualizados, de crisis económica y de incertidumbre extrema.
La pandemia como excusa para todo, incluso para suspender la democracia. Nuestros gobernantes han usado la pandemia para imponer sus sueños intervencionistas más salvajes, desde la prohibición a la sanidad privada de tratar pacientes contagiados o realizar pruebas de COVID, hasta los controles de precios o los cierres empresariales forzosos. La mentalidad intervencionista y autoritaria ha encontrado en el virus la excusa perfecta para dirigir la vida de millones de ciudadanos. Y las consecuencias, en forma de desabastecimiento, caos y crisis económica no se hicieron esperar. La globalización se detuvo y todos conocimos de primera mano que impedir la libertad de intercambios a nivel mundial trae consigo empobrecimiento y miseria.
Los vientos soplan en contra de la democracia en la extraña era poscovid. La seguridad se impone a la libertad; la salud a los derechos cívicos fundamentales.
2020 ha sido el año en el que se han advertido señales inequívocas de un intento de derribo de nuestro edificio constitucional: controlar la Fiscalía, repartirse el Poder Judicial, suspender la obligación de responder a preguntas de Transparencia, crear un Comité de la Verdad formado por miembros del Ejecutivo para controlar lo que publiquen los medios no controlados por el mismo, decretar un Estado de alarma de 6 meses en el que el presidente ha delegado lo que no puede delegar y donde no debe rendir cuentas ante las Cortes, neutralizar al discrepante (y a la oposición) mediante el insulto y el descrédito, blanquear los actos de terroristas y golpistas, etc.
Muchos expertos en derecho político aconsejan ir pensando ya en nuevas formas de participación política y social, puesto que el virus ha llegado para quedarse durante mucho tiempo. El futuro de la libertad está en manos de quienes se atreven a defenderla en los momentos en los que es más cuestionada.
Ni socialistas ni populares habían hecho este tipo de cosas. Había unas líneas rojas que nunca se atravesaron. Ahora todo vale y el conocimiento histórico muestra que ha sido la estrategia de los totalitarismos. No hay más que recordar lo que hacían los estalinistas, maoístas, castristas, nazis o fascistas. Hay un incuestionable y trágico hilo conductor que une siempre a los autoritarismos de cualquier signo.
Los que quieren destruir España ahora se sienten poderosos gracias a la debilidad del PSOE que los necesita para garantizar la gobernabilidad y su poltrona.
1. Regreso al comunismo
La novedad no es un gobierno socialista, que en casos anteriores ha hecho cosas buenas y malas, como todos los que hemos tenido en democracia, sino el añadido de la desafortunada llegada del comunismo. En ese sentido tenemos que estar desolados, porque ni siquiera es el comunismo exquisito e intelectual que irrumpió en la Europa de la posguerra. Las urnas nos han entregado a jóvenes ambiciosos que no pudieron hacer carrera universitaria y encontraron en el activismo del 15-M una buena profesión.Los que gritaban airados «no nos representan» y se alzaban iracundos contra el sistema promoviendo escraches, ahora han abrazado el ascensor social de los ministerios, secretarías de Estado, direcciones generales, asesorías, alcaldías o concejalías. Miles de comunistas y antisistema ahora son el sistema en mayúsculas, aunque siguen instalados en la spanish revolution que nos conduzca a un «paraíso» similar al de Chávez y Maduro en Venezuela o los Castro en Cuba.
Porque el comunismo no desapareció de Europa con la caída del muro de la vergüenza de Berlín, sino que se ha reciclado en este nuevo populismo antisistema. Ahora, con los ingresos que reciben como altos cargos pueden disfrutar de la vida regalada con la que nacieron. La primera plaga ha sido, sin lugar a duda, el regreso del comunismo al Consejo de Ministros y que tan triste recuerdo dejó durante la Guerra Civil.
2. La mala gestión de la pandemia
Hemos sufrido la llegada de la pandemia, que, por supuesto, no es culpa del gobierno socialista-comunista, pero que se ha gestionado rematadamente mal. No llegó la Nueva Normalidad que se anunció con grandes alardes, sino que estamos en la cuarta ola y con la noticia de que no llegarán las vacunas previstas.Nada es culpa del gobierno, pero cabe preguntarse por qué siempre estamos peor que nuestros vecinos de la UE.
3. La debacle económica
La tercera plaga es la debacle económica que nos afecta y que se está enmascarando con un brutal endeudamiento que no ha dado lugar a una crisis de deuda soberana gracias al BCE.España es el país de la zona del euro que menos ha gastado en relación a su producto interior bruto (PIB) para afrontar la crisis que ha desencadenado la pandemia del coronavirus. El porcentaje del paquete de ayudas en nuestro país es del 1,3% del PIB, muy por debajo de la media de la Eurozona, que ha invertido algo más del 4%.
4. Paro
Otra plaga es el paro que ha provocado y que los ERTE están escondiendo, también, pero que aflorará este año, que será el peor de la crisis. Los que cobran del erario, como sucede con estos beneficiados por el ascensor social, pueden seguir instalados en su «juego de tronos» ajenos a la realidad catastrófica que vivimos.5. Pesimismo
Hay que incluir en esta relación la situación de tristeza y pesimismo generalizado que se ha ido instalando en la sociedad, tanto por la pandemia como por los problemas económicos que afectan a empresas y familias.Para todos, sin excepción, el año que terminó fue el año del virus que trastocó nuestras vidas. Para muchas familias el impacto ha sido profundo e irreparable. Este tiempo pasará a la historia como la época de la prevención distanciadora, de contactos sociales virtualizados, de crisis económica y de incertidumbre extrema.
6. La suspensión de la democracia
En 2020, los ciudadanos de todo el mundo hemos experimentado el mayor retroceso de las libertades individuales jamás vividos en tiempos de paz... y también de guerra. Según el informe Democracy Index publicado anualmente por el prestigioso semanario británico The Economist, España ha retrocedido 6 puestos en el Índice de calidad democrática desde que PSOE y Unidas Podemos gobiernan. Con una nota de 8,12, nuestro país ha quedado relegado al puesto 22º de la clasificación.La pandemia como excusa para todo, incluso para suspender la democracia. Nuestros gobernantes han usado la pandemia para imponer sus sueños intervencionistas más salvajes, desde la prohibición a la sanidad privada de tratar pacientes contagiados o realizar pruebas de COVID, hasta los controles de precios o los cierres empresariales forzosos. La mentalidad intervencionista y autoritaria ha encontrado en el virus la excusa perfecta para dirigir la vida de millones de ciudadanos. Y las consecuencias, en forma de desabastecimiento, caos y crisis económica no se hicieron esperar. La globalización se detuvo y todos conocimos de primera mano que impedir la libertad de intercambios a nivel mundial trae consigo empobrecimiento y miseria.
Los vientos soplan en contra de la democracia en la extraña era poscovid. La seguridad se impone a la libertad; la salud a los derechos cívicos fundamentales.
2020 ha sido el año en el que se han advertido señales inequívocas de un intento de derribo de nuestro edificio constitucional: controlar la Fiscalía, repartirse el Poder Judicial, suspender la obligación de responder a preguntas de Transparencia, crear un Comité de la Verdad formado por miembros del Ejecutivo para controlar lo que publiquen los medios no controlados por el mismo, decretar un Estado de alarma de 6 meses en el que el presidente ha delegado lo que no puede delegar y donde no debe rendir cuentas ante las Cortes, neutralizar al discrepante (y a la oposición) mediante el insulto y el descrédito, blanquear los actos de terroristas y golpistas, etc.
Muchos expertos en derecho político aconsejan ir pensando ya en nuevas formas de participación política y social, puesto que el virus ha llegado para quedarse durante mucho tiempo. El futuro de la libertad está en manos de quienes se atreven a defenderla en los momentos en los que es más cuestionada.
7. La crispación política y el autoritarismo
Otra plaga es la crispación política que ha provocado el comunismo, porque en los tiempos del bipartidismo nunca se llegó a los niveles actuales. La inclusión de este factor en la ecuación explica esta realidad. El nivel bronco, el uso de la mentira y la descalificación personal, utilizando las redes sociales o pseudo medios de comunicación, es algo que viene, precisamente, de los tiempos del 15-M.Ni socialistas ni populares habían hecho este tipo de cosas. Había unas líneas rojas que nunca se atravesaron. Ahora todo vale y el conocimiento histórico muestra que ha sido la estrategia de los totalitarismos. No hay más que recordar lo que hacían los estalinistas, maoístas, castristas, nazis o fascistas. Hay un incuestionable y trágico hilo conductor que une siempre a los autoritarismos de cualquier signo.
8. Los independentistas y los herederos de la ETA
Las iniciativas que se están aprobando solo buscan el frentismo y la división de la sociedad por motivos estrictamente partidistas. No es exagerado calificar de plaga el peso que han adquirido los independentistas y los herederos de la ETA.Los que quieren destruir España ahora se sienten poderosos gracias a la debilidad del PSOE que los necesita para garantizar la gobernabilidad y su poltrona.