España está siendo uno de los grandes perdedores de la crisis del coronavirus. En solo una semana, el INE, el Banco de España, la OCDE y el FMI nos han recordado la extrema debilidad de la economía española, el fracaso del mando único y el efecto devastador del cierre forzoso de la economía por decreto y sin coordinación. Ello, unido al retraso al contener la expansión del virus, la dureza del confinamiento y la elevada exposición del país al sector servicios, hacen que la crisis económica que nos deja el coronavirus sea más profunda y con una destrucción de empleo mayor que en otros países de nuestro entorno.
Para la economía española, los primeros síntomas de esta crisis se manifestaron a principios de marzo, como consecuencia de la desaceleración de la demanda internacional procedente de los países inicialmente afectados. Desde la declaración del estado de alarma, esos primeros efectos han ido agudizándose, mientras que aparecían otros, asociados a las restricciones a la actividad económica y al movimiento de personas.
Los gobiernos que peor han manejado la epidemia del Covid son, obviamente los que más han destrozado la economía. Y tristemente España está en puestos de Champions League en muertes por millón de personas, número uno en personal sanitario contagiado, es el que ha aprobado el confinamiento más estricto (exceptuando China), y estamos entre las economías que más se hundirán. Sobre todo porque nuestro PIB depende de tres pilares fundamentales: turismo, construcción y automoción. Ahora mismo las empresas están en la UCI.
En su informe de Previsiones Económicas publicado el 10 de junio, la OCDE estima que el PIB español se ha hundido un 23,3% desde el inicio de la pandemia (mucho peor que el conjunto de la eurozona, donde la caída es del 18,4%) y pronostica una caída del PIB para este año del 11,1% en un escenario de recuperación sin rebrotes, y del 14,4% si se produjese un nuevo episodio de contagios en el último trimestre del año. Ello supondría que nuestro país sufriría este año la mayor caída entre los casi 50 países que analiza este organismo en todo el globo.
Además, la OCDE estima que cada semana de confinamiento ha restado el 36,5% del PIB, sumando los efectos directos e indirectos del estado de alarma; algo que al gobierno socialcomunista le ha importado un pimiento y por eso ha alargado el estado de alarma durante más de tres meses sin necesidad. Pero claro, para Sánchez e Iglesias, eso de tener al pueblo encerrado y amordazado, y a la oposición maniatada mientras ellos acaparaban poder a manos llenas sin ningún control era algo que no iban a dejar pasar, aún a costa de la economía de todo el país.
Según la OCDE, el PIB crecerá un 7,5% en 2021 si no se producen más rebrotes del virus y solo un 5% si hay un nuevo episodio en otoño. Esto significa que España no recuperará ni siquiera la mitad del terreno perdido por el coronavirus en 2021.
El 8 de junio, el Banco de España empeoró las previsiones económicas vaticinando una caída del PIB español de entre el 9% y el 15,1% este año. Asimismo, prevé que la deuda se sitúe entre el 114,5% y el 119,3% del PIB este 2020. Las estimaciones sobre el déficit es que se sitúe entre el 9,5% y el 11,2%.
En junio, el Banco de España ha empeorado sus previsiones iniciales, pronosticando una "caída sin precedentes" de entre el 16% y el 21,8% de la economía española en el segundo trimestre debido al Covid-19. Estima que, en un escenario de "recuperación temprana", el PIB español caería un 9% este año, y repuntaría un 7,7% en 2021 y un 2,4% en 2022. Bajo un escenario de "recuperación gradual", la reactivación sería más lenta y la economía retrocedería un 11,6% este año, pasa pasar a crecer un 9,1% y un 2,1% los dos ejercicios siguientes.
Además, estima que la destrucción de empleo derivada de la pandemia llevará la tasa de paro desde el 14,1% que había en 2019 hasta el 18,1% - 23,6% este 2020. Aunque lo más preocupante es que en todos los escenarios la tasa de paro superaría ampliamente la de finales del 2019 en el 2022: un 17,1% en el escenario más benigno y un 22,2% en el más negativo. Una parte importante de la destrucción de empleo vendrá por el lado de los trabajadores en ERTE que no se reincorporarán al mercado de trabajo (actualmente hay 2,9 millones de personas en ERTE, el 21,4% de todos los afiliados a la seguridad social).
Actualización 15 septiembre: El Banco de España ha empeorado sus previsiones económicas y ya descarta un "escenario de recuperación temprana" en el tercer trimestre y el cuarto de 2020. El organismo prevé que la economía española registre una caída de entre el 10,5% y hasta el 12,6% en el conjunto del año en caso de materializarse la situación epidemiológica más desfavorable, al tiempo que empeora su pronóstico sobre el crecimiento de 2021, augurando un repunte de entre el 4,1% y el 7,3%.
Según sus previsiones, el empleo caerá entre un 11,9% y un 14,1% este año, lo que situará la tasa de paro entre el 17,1% y el 18,6% este 2020. En 2021 oscilaría entre el 19,4% y el 22,1% y ya en 2022 bajaría a una horquilla de entre el 18,2% y el 20,2%.
También estima que el déficit público registrará un fuerte aumento en 2020, situándose en el 10,8% y el 12,1% del PIB. Por su parte, la deuda pública se situará entre el 116,8% y el 120,6% del PIB.
Actualización 30 septiembre: El Banco de España confirma que la deuda pública española alcanzó, al cierre del segundo trimestre, una tasa récord del 110,1% del PIB, alcanzando 1.290.657 millones de euros.
El FMI ha ido empeorando sus previsiones para la economía española a medida que avanzaba la pandemia. Según el último informe publicado el 24 de junio, España liderará la crisis de 2020 con una contracción sin precedentes de su economía: el desplome del 12,8% del PIB, frente al 8% que estimó en el pasado mes de abril (en 2009 la contracción de la economía española fue del 3,8%, y en 2012 del 3%).
Como siempre, somos los números 1... en lo peor. Porque en su conjunto, la zona euro experimentará una caída del 10,2%, al tiempo que Estados Unidos descenderá un 8%. Para 2021, España experimentará un repunte del 6,3%. Las razones de la vulnerabilidad de España son: el país ha sufrido por la enfermedad más que casi cualquier otro, su principal actividad económica es el turismo, y tiene un tejido empresarial de pequeñas compañías con pocas reservas de capital y escaso acceso al crédito.
Según el FMI, España cerrará el año con un déficit fiscal del 13,9% respecto al PIB (en abril se auguraba el 9,5%), mientras que en 2021 todavía será del 8,3%.
El ratio deuda/PIB (uno de los principales indicadores para medir la salud financiera de un país) se disparará al 123,8% este año 2020 (10,4 puntos más de lo se proyectaba hace tres meses), frente al 95,5% contabilizado a finales de 2019. En 2021, el ratio se elevará, pese al crecimiento económico, hasta el 124,1%. El incremento del déficit público, el rescate bancario y los mecanismos de liquidez son tres factores que han disparado el nivel de deuda pública.
El desequilibrio fiscal español estará el 11,7% de media esperado para el conjunto de la zona euro, con Francia en el 13,6%, Italia en el 12,7% y Alemania en el 10,7%.
En esta ocasión, el Fondo no actualizó sus previsiones de la evolución del desempleo, que en abril, con previsiones menos sombrías, señaló saltaría de cerca del 14% que se registraba a finales de 2019 a un 20,8% de paro al cierre de este año.
Actualización 13 de octubre 2020: El nuevo informe 'Perspectiva de la Economía Mundial' del FMI mejora (con respecto al informe de junio) sus previsiones para las grandes economías desarrolladas con una sola excepción: España. Nuestro PIB caerá en 2020 un brutal 12,8% (el equivalente prácticamente de borrar de un plumazo todo el sector turístico) y la recuperación del un 7,2% esperada para 2021 no implicará un alivio para la población. El desempleo en 2020 alcanzará el 16,8% de la población activa y se mantendrá ahí en 2021.
Además, si muchas economías tienen posibilidades de experimentar lo que se conoce como "un escenario al alza", en España sucede lo contrario, debido a la debilidad de su tejido empresarial y a la dependencia del turismo. La salida de la crisis será muy lenta en España, sobre todo, para los más desfavorecidos.
La economía española acusó el impacto de la crisis del coronavirus y retrocedió un 5,2% en el primer trimestre, su mayor desplome trimestral registrado en la serie histórica del Instituto Nacional de Estadística (INE). Hasta ahora, la mayor caída trimestral del PIB era la del primer trimestre de 2009 (-2,6%). Y se da por hecho una contracción del PIB en el segundo trimestre, mayor a la del primero, debido a que el periodo abril-junio se vio afectado por la paralización de numerosas actividades económicas.
El PIB del primer trimestre se contrajo un 4,1%, frente al repunte del 1,8% del trimestre anterior. No se registraban datos negativos de PIB desde finales de 2013.
La demanda nacional restó 3,7 puntos a la variación interanual del PIB en el primer trimestre, 5 puntos inferior a la del cuarto trimestre. Por su parte, la demanda externa restó 0,4 puntos, nueve décimas menos que en el trimestre pasado.
Los datos trimestrales muestran un hundimiento del consumo de los hogares del 6,6%, frente al crecimiento del 0,1% del trimestre anterior. Por el contrario, el gasto público pisó el acelerador entre enero y marzo y creció un 1,8%, su mayor alza en doce años.
La inversión, por su lado, registró en el primer trimestre su mayor caída en 11 años (desde el segundo trimestre de 2009), al retroceder entre enero y marzo un 5,7%.
Actualización 23 de septiembre 2020: La economía española ha entrado oficialmente en recesión, al sumar dos trimestres consecutivos en negativo. El INE confirma que el PIB se ha desplomado un 17,8% en el segundo trimestre de 2020. Los datos trimestrales muestran un hundimiento del consumo de los hogares del 20,4%; el empleo ha caido un 21,7% respecto al trimestre anterior. El retroceso interanual del PIB se prevé ahora en el 21,5%; y el déficit público superará el 10% del PIB ampliamente.
La Comisión Europea calcula que la economía española se desplomará un9,4% 10,9% (según informe del 7 de julio) y el déficit público alcanzará el 10,1% este año a causa de las "estrictas" medidas de confinamiento adoptadas para contener el coronavirus, mientras que la tasa de paro escalará hasta el 18,9% y la deuda se situará en el 115,6% del PIB.
Tras el desplome, Bruselas prevé que la economía inicie una fase de recuperación con un rebote del PIB del 7,1% y un recorte el déficit de las administraciones públicas hasta el 6,7% al cierre de 2021. El desempleo y la deuda pública, por su parte, se anotarán mejorías más suaves, para reducirse hasta el 17% y el 113,7%, respectivamente.
La Comisión Europea calcula que las restricciones de la movilidad adoptadas por los gobiernos europeos para hacer frente a la pandemia de Covid-19 conducirán a una contracción del PIB de la eurozona del 7,7% este año y a un rebote posterior del 6,3% en 2021 una vez se levanten dichas medidas.
La recesión de España duplica a la del conjunto de la economía global, que está sufriendo una caída del 12,4% en este primer semestre del año, según los cálculos de la OCDE. España no tiene peores empresarios ni peor talento o potencial que otras economías. ¿Por qué caemos mucho más y nos recuperamos mucho peor?
Es la vocación por el gasto del Gobierno de Sánchez lo que ha convertido a España en más vulnerable ante la catástrofe económica que ha sobrevenido al planeta. Acogido al gusto tradicional por la economía subsidiada de la socialdemocracia española, el PSOE ha hecho de su capa un sayo con la deuda «extremadamente alta» según la OCDE, orillando políticas de economía productiva, que son las que generan empleo y riqueza y las que finalmente sostienen el estado de bienestar. La situación de partida ya era pésima; la economía española entró en la crisis con una deuda cercana al 100% del PIB y el desempleo más alto del Atlántico Norte, del 13%.
España es un país muy dependiente del sector servicios, en especial del turismo, lo que ha provocado que el cierre de locales tuviera un impacto mayor sobre la actividad económica. Pero la excusa del turismo no es del todo válida, ya que países como Grecia o Portugal, donde el turismo es clave para la economía, caerán menos y se recuperarán antes.
A ésto se une el problema del sector manufacturero por la desindustrialización sufrida durante las últimas décadas y la elevada exposición al automóvil, que está sufriendo una grave crisis de demanda. Ambos factores, combinados, hacen que la industria española apenas compense la caída de los servicios y deja a la economía nacional en una situación muy vulnerable.
El desplome de la economía española también está gravemente afectada por la caída de la demanda doméstica como consecuencia del aumento del paro, ya que la subida del desempleo conlleva una caída mayor del consumo de los hogares, que es el principal contribuyente del PIB. Con la pandemia, los hogares deberán ajustar su gasto en consumo, tanto por las restricciones asociadas al confinamiento en un primer momento, como por la erosión de su renta disponible y el incremento del ahorro de precaución una vez superada la pandemia. Además, el mercado laboral español se caracteriza por la elevada proporción de asalariados con contratos de corta duración que no han podido acceder a los ERTE (han perdido directamente su empleo, y como consecuencia, su capacidad económica de gasto).
El impacto sobre la inversión será todavía más intenso, como consecuencia del parón de la actividad y del deterioro de las expectativas de las empresas, en un entorno de gran incertidumbre. La compra de bienes de equipo se resentirá de manera desproporcionada, y experimentará una caída sin precedentes.
Las exportaciones, por su parte, se resentirán del desplome de la economía mundial. Según la OMC, el comercio internacional se contraerá al menos un 13% este año (una cifra que podría multiplicarse por cerca de tres en función de la duración de la pandemia y de la persistencia de barreras arancelarias). Las importaciones también descenderán, en línea con la evolución de la demanda interna.
También contribuirá la caída de la factura energética, como consecuencia del desplome del precio del petróleo. El descenso de los precios energéticos, unido a la recesión, provocarán un estancamiento de los precios al consumo, y una desaceleración del deflactor del PIB.
Por otro lado, España se enfrenta a las crisis con mayores dificultades porque tenemos empresas más pequeñas que la media de nuestro entorno, más paro y una alta economía sumergida. Todos estos factores tienen un tronco común: una fiscalidad normativa que se sitúa entre las menos competitivas de la Unión Europea, y una batería de escollos burocráticos y administrativos a la inversión y el empleo que son difíciles de encontrar en países similares.
La capacidad de rebote de la economía española depende en gran medida de la efectividad de la política económica durante el periodo de confinamiento. Se trata de limitar el cierre de empresas, con el objetivo de mantener la capacidad productiva en toda la medida de lo posible (algo que no se ha hecho). La pérdida de cerca de 100.000 empresas en marzo (un 7,4% del total de empresas existentes) muestran que éste es uno de los principales riesgos a que se enfrenta el país.
La respuesta del Gobierno español va en la misma dirección que la que se observa en otros países de nuestro entorno. Sin embargo, se pueden discernir algunas diferencias, como la menor cantidad de recursos destinados al impulso fiscal, las garantías de crédito y moratorias también son menores que las implantadas por otros países, las ayudas a las pequeñas empresas y autónomos consisten principalmente en avales y créditos blandos (cuando otros países han desplegado medidas de inyección directa de tesorería), etc. La creación de una línea de créditos blandos y avales públicos, por un total de 100.000 millones de euros es un primer paso en la buena dirección, aunque en comparación con otros países de nuestro entorno se trata de un monto inferior.
El Gobierno ha puesto en marcha, a mediados de junio, dos planes para impulsar los dos sectores principales de los que depende la economía española: el turismo y la automoción. Sin embargo, la política de reactivación de ambos sectores sigue basándose en otorgar créditos a las empresas.
La intensidad de la recuperación dependerá también de la capacidad de financiación de la deuda pública y privada. España recauda ópticamente menos que la media de la Eurozona porque tiene más desempleados, empresas más pequeñas y más economía sumergida. En vez de atacar esos problemas, los políticos siempre se lanzan a aumentar el esfuerzo fiscal de los que sobreviven al expolio.
Ahora, los mismos que exigen economía de guerra a los creadores de empleo y familias mientras mantienen subvenciones y administración política de bonanza, nos dicen que ellos ¡ellos! van a liderar la reconstrucción. Un grupo de personas que jamás ha creado un puesto de trabajo va a ser responsable de la reconstrucción. ¿De verdad? ¿Reconstrucción?
Primero, ignoran los riesgos de la epidemia, luego gestionan mal lo que se supone que es su competencia estelar -la sanidad- y posteriormente imponen el cierre forzoso de la economía más imprudente y descoordinado de las economías de nuestro entorno. Después, ponen escollos a la inversión y la atracción de capital que pueda ayudar a fortalecer la recuperación con leyes intervencionistas y amenazas constantes. Y entonces, con esa generosidad con el dinero de los demás que solo un burócrata puede tener, se presentan como 'la solución'.
España podría recuperar el empleo rápidamente si eliminasen la brutal subida de los impuestos al trabajo escondida bajo el subterfugio del SMI, pero no.
España podría recuperar rápidamente la capitalización y fortalecimiento de las empresas en dificultades si redujesen los enormes impuestos y escollos a la inversión, pero no.
Las empresas españolas podrían adaptarse al entorno incierto, como lo hacen cada día en tantos países, si tuvieran protocolos claros y serios, pero no.
España no necesita un comité de reconstrucción y mucho menos uno liderado por políticos dirigistas que jamás han creado una empresa. No hay nada que "reconstruir". El tejido industrial, el talento, la capacidad inversora y la tecnología están intactas. No hace falta que nadie dirija la reconstrucción. Las empresas españolas saben perfectamente gestionar entornos complejos cuando no se les ponen todavía más escollos y trabas.
De hecho, los grandes empresarios españoles han dado un paso al frente para reclamar medidas en la salida de la crisis por el coronavirus y defender su papel en la creación "de empleo y de riqueza" en la cumbre 'Empresas Españolas: Liderando el Futuro' organizada por la patronal CEOE que ha tenido lugar del 15 al 25 de junio.
Los presidentes de Inditex y Mercadona han coincidido en la importancia de garantizar la "certidumbre y seguridad jurídica" a las empresas, "clave para generar empleo" y para atraer las inversiones. Porque no es un problema de incertidumbre, sino de certidumbre. Las empresas invierten todos los días en un entorno de incertidumbre y lo incorporan a sus análisis de riesgo. Unas triunfan y otras fallan. Eso es el progreso. El problema de España es que a la sana incertidumbre económica y riesgo empresarial se añade la certidumbre de las políticas extractivas que nos quieren imponer y la inseguridad jurídica que quieren implantar.
La economía española lo que necesita es ser más flexible y competitiva, no introducir rigideces que sean negativas para la creación de empleo. Y tan importante como las medidas que se tomen es no desmontar lo que está funcionando, es decir, no revertir las reformas eficaces.
España no necesita un comité de reconstrucción. Necesita que los miembros de ese comité se vayan de vacaciones, dejen de poner la zancadilla a la iniciativa creadora de empleo, y que el gobierno permita a los agentes económicos creadores de riqueza fortalecer el país.
Los gobiernos que peor han manejado la epidemia del Covid son, obviamente los que más han destrozado la economía. Y tristemente España está en puestos de Champions League en muertes por millón de personas, número uno en personal sanitario contagiado, es el que ha aprobado el confinamiento más estricto (exceptuando China), y estamos entre las economías que más se hundirán. Sobre todo porque nuestro PIB depende de tres pilares fundamentales: turismo, construcción y automoción. Ahora mismo las empresas están en la UCI.
Las previsiones de la OCDE
En su informe de Previsiones Económicas publicado el 10 de junio, la OCDE estima que el PIB español se ha hundido un 23,3% desde el inicio de la pandemia (mucho peor que el conjunto de la eurozona, donde la caída es del 18,4%) y pronostica una caída del PIB para este año del 11,1% en un escenario de recuperación sin rebrotes, y del 14,4% si se produjese un nuevo episodio de contagios en el último trimestre del año. Ello supondría que nuestro país sufriría este año la mayor caída entre los casi 50 países que analiza este organismo en todo el globo.
Además, la OCDE estima que cada semana de confinamiento ha restado el 36,5% del PIB, sumando los efectos directos e indirectos del estado de alarma; algo que al gobierno socialcomunista le ha importado un pimiento y por eso ha alargado el estado de alarma durante más de tres meses sin necesidad. Pero claro, para Sánchez e Iglesias, eso de tener al pueblo encerrado y amordazado, y a la oposición maniatada mientras ellos acaparaban poder a manos llenas sin ningún control era algo que no iban a dejar pasar, aún a costa de la economía de todo el país.
Según la OCDE, el PIB crecerá un 7,5% en 2021 si no se producen más rebrotes del virus y solo un 5% si hay un nuevo episodio en otoño. Esto significa que España no recuperará ni siquiera la mitad del terreno perdido por el coronavirus en 2021.
Las previsiones del Banco de España
El 8 de junio, el Banco de España empeoró las previsiones económicas vaticinando una caída del PIB español de entre el 9% y el 15,1% este año. Asimismo, prevé que la deuda se sitúe entre el 114,5% y el 119,3% del PIB este 2020. Las estimaciones sobre el déficit es que se sitúe entre el 9,5% y el 11,2%.
En junio, el Banco de España ha empeorado sus previsiones iniciales, pronosticando una "caída sin precedentes" de entre el 16% y el 21,8% de la economía española en el segundo trimestre debido al Covid-19. Estima que, en un escenario de "recuperación temprana", el PIB español caería un 9% este año, y repuntaría un 7,7% en 2021 y un 2,4% en 2022. Bajo un escenario de "recuperación gradual", la reactivación sería más lenta y la economía retrocedería un 11,6% este año, pasa pasar a crecer un 9,1% y un 2,1% los dos ejercicios siguientes.
Además, estima que la destrucción de empleo derivada de la pandemia llevará la tasa de paro desde el 14,1% que había en 2019 hasta el 18,1% - 23,6% este 2020. Aunque lo más preocupante es que en todos los escenarios la tasa de paro superaría ampliamente la de finales del 2019 en el 2022: un 17,1% en el escenario más benigno y un 22,2% en el más negativo. Una parte importante de la destrucción de empleo vendrá por el lado de los trabajadores en ERTE que no se reincorporarán al mercado de trabajo (actualmente hay 2,9 millones de personas en ERTE, el 21,4% de todos los afiliados a la seguridad social).
Actualización 15 septiembre: El Banco de España ha empeorado sus previsiones económicas y ya descarta un "escenario de recuperación temprana" en el tercer trimestre y el cuarto de 2020. El organismo prevé que la economía española registre una caída de entre el 10,5% y hasta el 12,6% en el conjunto del año en caso de materializarse la situación epidemiológica más desfavorable, al tiempo que empeora su pronóstico sobre el crecimiento de 2021, augurando un repunte de entre el 4,1% y el 7,3%.
Según sus previsiones, el empleo caerá entre un 11,9% y un 14,1% este año, lo que situará la tasa de paro entre el 17,1% y el 18,6% este 2020. En 2021 oscilaría entre el 19,4% y el 22,1% y ya en 2022 bajaría a una horquilla de entre el 18,2% y el 20,2%.
También estima que el déficit público registrará un fuerte aumento en 2020, situándose en el 10,8% y el 12,1% del PIB. Por su parte, la deuda pública se situará entre el 116,8% y el 120,6% del PIB.
Actualización 30 septiembre: El Banco de España confirma que la deuda pública española alcanzó, al cierre del segundo trimestre, una tasa récord del 110,1% del PIB, alcanzando 1.290.657 millones de euros.
Las previsiones del FMI
El FMI ha ido empeorando sus previsiones para la economía española a medida que avanzaba la pandemia. Según el último informe publicado el 24 de junio, España liderará la crisis de 2020 con una contracción sin precedentes de su economía: el desplome del 12,8% del PIB, frente al 8% que estimó en el pasado mes de abril (en 2009 la contracción de la economía española fue del 3,8%, y en 2012 del 3%).
Como siempre, somos los números 1... en lo peor. Porque en su conjunto, la zona euro experimentará una caída del 10,2%, al tiempo que Estados Unidos descenderá un 8%. Para 2021, España experimentará un repunte del 6,3%. Las razones de la vulnerabilidad de España son: el país ha sufrido por la enfermedad más que casi cualquier otro, su principal actividad económica es el turismo, y tiene un tejido empresarial de pequeñas compañías con pocas reservas de capital y escaso acceso al crédito.
Según el FMI, España cerrará el año con un déficit fiscal del 13,9% respecto al PIB (en abril se auguraba el 9,5%), mientras que en 2021 todavía será del 8,3%.
El ratio deuda/PIB (uno de los principales indicadores para medir la salud financiera de un país) se disparará al 123,8% este año 2020 (10,4 puntos más de lo se proyectaba hace tres meses), frente al 95,5% contabilizado a finales de 2019. En 2021, el ratio se elevará, pese al crecimiento económico, hasta el 124,1%. El incremento del déficit público, el rescate bancario y los mecanismos de liquidez son tres factores que han disparado el nivel de deuda pública.
El desequilibrio fiscal español estará el 11,7% de media esperado para el conjunto de la zona euro, con Francia en el 13,6%, Italia en el 12,7% y Alemania en el 10,7%.
En esta ocasión, el Fondo no actualizó sus previsiones de la evolución del desempleo, que en abril, con previsiones menos sombrías, señaló saltaría de cerca del 14% que se registraba a finales de 2019 a un 20,8% de paro al cierre de este año.
Actualización 13 de octubre 2020: El nuevo informe 'Perspectiva de la Economía Mundial' del FMI mejora (con respecto al informe de junio) sus previsiones para las grandes economías desarrolladas con una sola excepción: España. Nuestro PIB caerá en 2020 un brutal 12,8% (el equivalente prácticamente de borrar de un plumazo todo el sector turístico) y la recuperación del un 7,2% esperada para 2021 no implicará un alivio para la población. El desempleo en 2020 alcanzará el 16,8% de la población activa y se mantendrá ahí en 2021.
Además, si muchas economías tienen posibilidades de experimentar lo que se conoce como "un escenario al alza", en España sucede lo contrario, debido a la debilidad de su tejido empresarial y a la dependencia del turismo. La salida de la crisis será muy lenta en España, sobre todo, para los más desfavorecidos.
Las previsiones del INE
La economía española acusó el impacto de la crisis del coronavirus y retrocedió un 5,2% en el primer trimestre, su mayor desplome trimestral registrado en la serie histórica del Instituto Nacional de Estadística (INE). Hasta ahora, la mayor caída trimestral del PIB era la del primer trimestre de 2009 (-2,6%). Y se da por hecho una contracción del PIB en el segundo trimestre, mayor a la del primero, debido a que el periodo abril-junio se vio afectado por la paralización de numerosas actividades económicas.
El PIB del primer trimestre se contrajo un 4,1%, frente al repunte del 1,8% del trimestre anterior. No se registraban datos negativos de PIB desde finales de 2013.
La demanda nacional restó 3,7 puntos a la variación interanual del PIB en el primer trimestre, 5 puntos inferior a la del cuarto trimestre. Por su parte, la demanda externa restó 0,4 puntos, nueve décimas menos que en el trimestre pasado.
Los datos trimestrales muestran un hundimiento del consumo de los hogares del 6,6%, frente al crecimiento del 0,1% del trimestre anterior. Por el contrario, el gasto público pisó el acelerador entre enero y marzo y creció un 1,8%, su mayor alza en doce años.
La inversión, por su lado, registró en el primer trimestre su mayor caída en 11 años (desde el segundo trimestre de 2009), al retroceder entre enero y marzo un 5,7%.
Actualización 23 de septiembre 2020: La economía española ha entrado oficialmente en recesión, al sumar dos trimestres consecutivos en negativo. El INE confirma que el PIB se ha desplomado un 17,8% en el segundo trimestre de 2020. Los datos trimestrales muestran un hundimiento del consumo de los hogares del 20,4%; el empleo ha caido un 21,7% respecto al trimestre anterior. El retroceso interanual del PIB se prevé ahora en el 21,5%; y el déficit público superará el 10% del PIB ampliamente.
Las previsiones de la Comisión Europea
La Comisión Europea calcula que la economía española se desplomará un
Tras el desplome, Bruselas prevé que la economía inicie una fase de recuperación con un rebote del PIB del 7,1% y un recorte el déficit de las administraciones públicas hasta el 6,7% al cierre de 2021. El desempleo y la deuda pública, por su parte, se anotarán mejorías más suaves, para reducirse hasta el 17% y el 113,7%, respectivamente.
La Comisión Europea calcula que las restricciones de la movilidad adoptadas por los gobiernos europeos para hacer frente a la pandemia de Covid-19 conducirán a una contracción del PIB de la eurozona del 7,7% este año y a un rebote posterior del 6,3% en 2021 una vez se levanten dichas medidas.
La fragilidad de la economía española
La recesión de España duplica a la del conjunto de la economía global, que está sufriendo una caída del 12,4% en este primer semestre del año, según los cálculos de la OCDE. España no tiene peores empresarios ni peor talento o potencial que otras economías. ¿Por qué caemos mucho más y nos recuperamos mucho peor?
Es la vocación por el gasto del Gobierno de Sánchez lo que ha convertido a España en más vulnerable ante la catástrofe económica que ha sobrevenido al planeta. Acogido al gusto tradicional por la economía subsidiada de la socialdemocracia española, el PSOE ha hecho de su capa un sayo con la deuda «extremadamente alta» según la OCDE, orillando políticas de economía productiva, que son las que generan empleo y riqueza y las que finalmente sostienen el estado de bienestar. La situación de partida ya era pésima; la economía española entró en la crisis con una deuda cercana al 100% del PIB y el desempleo más alto del Atlántico Norte, del 13%.
España es un país muy dependiente del sector servicios, en especial del turismo, lo que ha provocado que el cierre de locales tuviera un impacto mayor sobre la actividad económica. Pero la excusa del turismo no es del todo válida, ya que países como Grecia o Portugal, donde el turismo es clave para la economía, caerán menos y se recuperarán antes.
A ésto se une el problema del sector manufacturero por la desindustrialización sufrida durante las últimas décadas y la elevada exposición al automóvil, que está sufriendo una grave crisis de demanda. Ambos factores, combinados, hacen que la industria española apenas compense la caída de los servicios y deja a la economía nacional en una situación muy vulnerable.
El desplome de la economía española también está gravemente afectada por la caída de la demanda doméstica como consecuencia del aumento del paro, ya que la subida del desempleo conlleva una caída mayor del consumo de los hogares, que es el principal contribuyente del PIB. Con la pandemia, los hogares deberán ajustar su gasto en consumo, tanto por las restricciones asociadas al confinamiento en un primer momento, como por la erosión de su renta disponible y el incremento del ahorro de precaución una vez superada la pandemia. Además, el mercado laboral español se caracteriza por la elevada proporción de asalariados con contratos de corta duración que no han podido acceder a los ERTE (han perdido directamente su empleo, y como consecuencia, su capacidad económica de gasto).
El impacto sobre la inversión será todavía más intenso, como consecuencia del parón de la actividad y del deterioro de las expectativas de las empresas, en un entorno de gran incertidumbre. La compra de bienes de equipo se resentirá de manera desproporcionada, y experimentará una caída sin precedentes.
Las exportaciones, por su parte, se resentirán del desplome de la economía mundial. Según la OMC, el comercio internacional se contraerá al menos un 13% este año (una cifra que podría multiplicarse por cerca de tres en función de la duración de la pandemia y de la persistencia de barreras arancelarias). Las importaciones también descenderán, en línea con la evolución de la demanda interna.
También contribuirá la caída de la factura energética, como consecuencia del desplome del precio del petróleo. El descenso de los precios energéticos, unido a la recesión, provocarán un estancamiento de los precios al consumo, y una desaceleración del deflactor del PIB.
Por otro lado, España se enfrenta a las crisis con mayores dificultades porque tenemos empresas más pequeñas que la media de nuestro entorno, más paro y una alta economía sumergida. Todos estos factores tienen un tronco común: una fiscalidad normativa que se sitúa entre las menos competitivas de la Unión Europea, y una batería de escollos burocráticos y administrativos a la inversión y el empleo que son difíciles de encontrar en países similares.
La capacidad de rebote de la economía española depende en gran medida de la efectividad de la política económica durante el periodo de confinamiento. Se trata de limitar el cierre de empresas, con el objetivo de mantener la capacidad productiva en toda la medida de lo posible (algo que no se ha hecho). La pérdida de cerca de 100.000 empresas en marzo (un 7,4% del total de empresas existentes) muestran que éste es uno de los principales riesgos a que se enfrenta el país.
La respuesta del Gobierno español va en la misma dirección que la que se observa en otros países de nuestro entorno. Sin embargo, se pueden discernir algunas diferencias, como la menor cantidad de recursos destinados al impulso fiscal, las garantías de crédito y moratorias también son menores que las implantadas por otros países, las ayudas a las pequeñas empresas y autónomos consisten principalmente en avales y créditos blandos (cuando otros países han desplegado medidas de inyección directa de tesorería), etc. La creación de una línea de créditos blandos y avales públicos, por un total de 100.000 millones de euros es un primer paso en la buena dirección, aunque en comparación con otros países de nuestro entorno se trata de un monto inferior.
El Gobierno ha puesto en marcha, a mediados de junio, dos planes para impulsar los dos sectores principales de los que depende la economía española: el turismo y la automoción. Sin embargo, la política de reactivación de ambos sectores sigue basándose en otorgar créditos a las empresas.
La intensidad de la recuperación dependerá también de la capacidad de financiación de la deuda pública y privada. España recauda ópticamente menos que la media de la Eurozona porque tiene más desempleados, empresas más pequeñas y más economía sumergida. En vez de atacar esos problemas, los políticos siempre se lanzan a aumentar el esfuerzo fiscal de los que sobreviven al expolio.
Ahora, los mismos que exigen economía de guerra a los creadores de empleo y familias mientras mantienen subvenciones y administración política de bonanza, nos dicen que ellos ¡ellos! van a liderar la reconstrucción. Un grupo de personas que jamás ha creado un puesto de trabajo va a ser responsable de la reconstrucción. ¿De verdad? ¿Reconstrucción?
Primero, ignoran los riesgos de la epidemia, luego gestionan mal lo que se supone que es su competencia estelar -la sanidad- y posteriormente imponen el cierre forzoso de la economía más imprudente y descoordinado de las economías de nuestro entorno. Después, ponen escollos a la inversión y la atracción de capital que pueda ayudar a fortalecer la recuperación con leyes intervencionistas y amenazas constantes. Y entonces, con esa generosidad con el dinero de los demás que solo un burócrata puede tener, se presentan como 'la solución'.
España podría recuperar el empleo rápidamente si eliminasen la brutal subida de los impuestos al trabajo escondida bajo el subterfugio del SMI, pero no.
España podría recuperar rápidamente la capitalización y fortalecimiento de las empresas en dificultades si redujesen los enormes impuestos y escollos a la inversión, pero no.
Las empresas españolas podrían adaptarse al entorno incierto, como lo hacen cada día en tantos países, si tuvieran protocolos claros y serios, pero no.
La pandemia ha terminado por desnudar una política económica contraria a la riqueza nacional y a la prosperidad de los españoles.
España no necesita un comité de reconstrucción y mucho menos uno liderado por políticos dirigistas que jamás han creado una empresa. No hay nada que "reconstruir". El tejido industrial, el talento, la capacidad inversora y la tecnología están intactas. No hace falta que nadie dirija la reconstrucción. Las empresas españolas saben perfectamente gestionar entornos complejos cuando no se les ponen todavía más escollos y trabas.
De hecho, los grandes empresarios españoles han dado un paso al frente para reclamar medidas en la salida de la crisis por el coronavirus y defender su papel en la creación "de empleo y de riqueza" en la cumbre 'Empresas Españolas: Liderando el Futuro' organizada por la patronal CEOE que ha tenido lugar del 15 al 25 de junio.
Los presidentes de Inditex y Mercadona han coincidido en la importancia de garantizar la "certidumbre y seguridad jurídica" a las empresas, "clave para generar empleo" y para atraer las inversiones. Porque no es un problema de incertidumbre, sino de certidumbre. Las empresas invierten todos los días en un entorno de incertidumbre y lo incorporan a sus análisis de riesgo. Unas triunfan y otras fallan. Eso es el progreso. El problema de España es que a la sana incertidumbre económica y riesgo empresarial se añade la certidumbre de las políticas extractivas que nos quieren imponer y la inseguridad jurídica que quieren implantar.
La economía española lo que necesita es ser más flexible y competitiva, no introducir rigideces que sean negativas para la creación de empleo. Y tan importante como las medidas que se tomen es no desmontar lo que está funcionando, es decir, no revertir las reformas eficaces.
España no necesita un comité de reconstrucción. Necesita que los miembros de ese comité se vayan de vacaciones, dejen de poner la zancadilla a la iniciativa creadora de empleo, y que el gobierno permita a los agentes económicos creadores de riqueza fortalecer el país.
España necesita más administración privada y menos intervención política. Solo así saldremos de esta crisis.