El tipo que ejerce de presidente de Gobierno de España es un mentiroso, un psicópata, un ególatra y un necio incapaz, tal como viene demostrando en sus comparecencias sabatinas, convertidas en largos mítines políticos carentes de contenido, y emitidos con el único fin de lavar su imagen ante el cúmulo de negligencias en la gestión de esta crisis. Porque el primer problema no es que este Gobierno sea un desastre, sino que es un desastre de lo más mentiroso.
Un mentiroso es alguien que miente, y especialmente si lo hace por costumbre, según la RAE. La única certeza que ofrece Sánchez es que va a mentir. Y mentir, ya se sabe, es decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa, según la primera acepción del verbo que ofrece el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Sánchez es también un psicópata, en la segunda acepción que el diccionario canónico de nuestra lengua ofrece de la voz ‘psicopatía’: “Anomalía psíquica por obra de la cual, a pesar de la integridad de las funciones perceptivas y mentales, se halla patológicamente alterada la conducta social del individuo que la padece”. Y no, no resulta duro calificarle de psicópata porque aquí hay muchos miles de muertos. Psicópata es quien modifica la realidad, para adecuarla a su previa e interesada deformación.
Este personaje es también un necio, en el sentido etimológico de la palabra, cuyo origen precisaba Joan Corominas en su Diccionario: del latín ‘nescius’, el que no sabe.
Tres veces, tres, dijo el 2 de mayo, que comparecer cada 15 días para pedir la prórroga del estado de alarma era una decisión política y discrecional del Gobierno. Sostiene que pudo haber fijado un horizonte distinto, pero que eligió pedir la ampliación cada 15 días "por su afán de rendir cuentas". Tendría que haber consultado la L.O. 4/81 de 1 de junio de los estados de alarma, excepción y sitio, que establece en su artículo 6.2 lo siguiente: “En el decreto se determinará el ámbito territorial, la duración y los efectos del estado de alarma, que no podrá exceder de quince días”.
Otras tres veces, tres, dijo que no hay Plan B, asunto que no podía pillar a nadie por sorpresa, habida cuenta de que nunca ha tenido un Plan A.
Después de que la OCDE lo pusiera en su sitio al rebajar a España del puesto 8º al 17º por el número de test realizados, recurrió el pasado 11 de mayo a un supuesto ranking de la Universidad Johns Hopkins, de Baltimore, para decir que somos el 5º país del mundo en número de test realizados y para ello volvió a sumar los test PCR y los test de anticuerpos. Pero la CNN le llamó mentiroso a la cara al concluir que el citado ranking es inexistente.
Pero es que además, miente por deporte. Porque afirmar esta cuestión es un sinsentido cuando la "versión oficial" que mantiene nuestro Gobierno es que no es necesario realizar test masivos, ni siquiera a todos los que presentan síntomas.
Y ya que a Sánchez le gustan tanto los rankings, hablemos de rankings. Un estudio del BBVA Research desvela la poca popularidad y credibilidad del líder del PSOE en los medios de comunicación extranjeros. O dicho de otra forma: Pedro Sánchez es el presidente peor valorado por los medios de comunicación internacionales en el marco de la lucha contra el coronavirus. Según este informe (que informe, que utilizó herramientas de big data para analizar más de 80.000 medios de comunicación online en 100 idiomas), los medios internacionales han informado sobre la pandemia de Covid-19 en España con un tono mucho más fuerte y negativo para el Gobierno que el que ha mantenido la prensa nacional. No solo por los bulos y las ‘fake news’ del Gobierno, sino también por la incertidumbre del escenario a futuro. El estudio refleja que, globalmente, un alto porcentaje de las informaciones sobre el coronavirus son políticas (un 32%), ligeramente por encima de las que tratan la vertiente sanitaria (31%); las noticias económicas son el 19% y las sociales un 10%.
Y hablando de mentiras, hay un periódico alemán que excluye a España de la comparación con otros países porque no se cree las cifras del gobierno español. Los españoles tampoco. Y es que, ante el aluvión de demandas que ya les está cayendo, el Gobierno socialcomunista de Sánchez-Iglesias está cambiando día a día los datos históricos de infectados por el coronavirus para, de manera taimada y paulatina, ocultar que el 8-M se convirtió en una auténtica bomba biológica. Borrar las huellas estadísticas de una negligencia mortal. En eso están.
Pero es que además, miente por deporte. Porque afirmar esta cuestión es un sinsentido cuando la "versión oficial" que mantiene nuestro Gobierno es que no es necesario realizar test masivos, ni siquiera a todos los que presentan síntomas.
Y ya que a Sánchez le gustan tanto los rankings, hablemos de rankings. Un estudio del BBVA Research desvela la poca popularidad y credibilidad del líder del PSOE en los medios de comunicación extranjeros. O dicho de otra forma: Pedro Sánchez es el presidente peor valorado por los medios de comunicación internacionales en el marco de la lucha contra el coronavirus. Según este informe (que informe, que utilizó herramientas de big data para analizar más de 80.000 medios de comunicación online en 100 idiomas), los medios internacionales han informado sobre la pandemia de Covid-19 en España con un tono mucho más fuerte y negativo para el Gobierno que el que ha mantenido la prensa nacional. No solo por los bulos y las ‘fake news’ del Gobierno, sino también por la incertidumbre del escenario a futuro. El estudio refleja que, globalmente, un alto porcentaje de las informaciones sobre el coronavirus son políticas (un 32%), ligeramente por encima de las que tratan la vertiente sanitaria (31%); las noticias económicas son el 19% y las sociales un 10%.
Y hablando de mentiras, hay un periódico alemán que excluye a España de la comparación con otros países porque no se cree las cifras del gobierno español. Los españoles tampoco. Y es que, ante el aluvión de demandas que ya les está cayendo, el Gobierno socialcomunista de Sánchez-Iglesias está cambiando día a día los datos históricos de infectados por el coronavirus para, de manera taimada y paulatina, ocultar que el 8-M se convirtió en una auténtica bomba biológica. Borrar las huellas estadísticas de una negligencia mortal. En eso están.
Sánchez volvió a recrearse en plan Narciso, asomándose a la fuente. No van a dejar a nadie atrás y todo ello “con el mayor despliegue de comunicación y transparencia hecho en democracia”. Pero se calcula que se van a quedar atrás unos 10 millones de españoles, si sumamos a los parados realmente existentes los 7 millones de parados parciales subsidiados, sin contar los 850.000 hogares que se beneficiarán de la renta mínima vital, un sueldo Nescafé público de por vida implantado como un nuevo derecho ciudadano que te corresponde por el mero hecho de existir.
Volvió a mentir al responder a una pregunta de Servimedia sobre cómo puede conseguir que hayan coincidido la oposición y sus socios en quejarse de la falta de comunicación con ellos. Y respondió que todos los lunes “se pone en contacto con todos los líderes, hasta el último parlamentario del último grupo del Congreso”. La portavoz del PP y la líder de C’s lo acusaron de mentir en tiempo real en las redes.
Ya al final, France Press, preguntó por qué la provincia como unidad geográfica para la desescalada, en vez de las áreas sanitarias, por ejemplo. Él dijo que la provincia: si yo le pregunto a cualquier español si sabe cuál es la frontera de su área sanitaria, cuales son sus límites, seguramente no lo sabe. Lo dice un gobernante que cree que las provincias de Almería y Cádiz son fronterizas y que confunde Palencia con Zamora. No es un caso único. Las declaraciones de las ministras Teresa Ribera y Carmen Calvo en cuanto a la geografía del coronavirus rozan lo dantesco.
Mentir, una táctica de su estrategia política
Para Sánchez, la verdad no importa; lo importante es la propaganda para conseguir que triunfe el relato según el cual la única verdad es la oficial y los muertos son una mera y molesta estadística. Al servicio de esa estrategia, Sánchez se enfrenta a esta dramática situación con una táctica simple y contumaz: mentir, mentir, mentir...
Repetir la mentira, no cejar en ella, mantener el engaño... Mentir, mentir, mentir... Mentir y acusar a la oposición de todos los males propios, de la miseria, del despilfarro, de la falta de protección a los sanitarios y a la sociedad en general, de los muertos, de la ruina del país, del paro, de los miles de comercios y empresas que cerrarán o ya han cerrado, de las mascarillas defectuosas, de los test que no se hacen, de los infectados que siguen produciéndose a pesar del confinamiento... Mentir, mentir, mentir...
Mentir a los españoles, mentir a los agentes internacionales, mentir a Bruselas, mentir a la OMS, mentir sobre la existencia de informes de la Johns Hopkins University que no existen, mentir sobre el número de test que se han hecho o que se están haciendo, mentir sobre los aviones que se bloquean en la aduana de Barajas porque el material sanitario que llega lo ha comprado la Comunidad de Madrid y va destinado a proteger a los madrileños... Mentir, mentir, mentir...
Siempre habrá suficiente número de incautos que creerán las mentiras porque son "oficiales", siempre habrá suficiente número de aprovechados que vivirán de ellas, siempre habrá suficiente número de necesitados que dependerán de callar ante las mentiras para obtener a cambio unas migajas que llevarse a la boca. Mentir, mentir, mentir...
Mientras se miente sobre la tragedia y sobre la responsabilidad culposa por haberla provocado, se ocultan las víctimas, las caras y los nombres de los muertos. Se niega luto oficial a los más de 40.000 españoles fallecidos (hasta la fecha) por el Covid-19; se esconde a las víctimas y a sus familias en los informativos; vemos en las televisiones pagadas por el régimen a ciudadanos que aplauden desde sus balcones a quienes siguen infectándose (más de 46.000 ya) porque el Gobierno les niega el material para protegerse mientras salvan vidas. Mentir, mentir, mentir...
Lo más doloroso es que parece que en España se premia a los mentirosos y a los corruptos. Sí, porque en el Gobierno de Sánchez hay también mucha corrupción, una corrupción que, además, cuesta vidas. Hay corrupción en la compra de material defectuoso a empresas tapadera y/o no acreditadas por las autoridades competentes, en la adjudicación directa de compras millonarias a empresas sin dirección conocida, en el nombramiento de "amigos" para puestos reservados a funcionarios, en la negativa a dar a conocer el nombre de los expertos al que están obligados por ley...
Parece que España premia a los incompetentes, a quienes no parpadearon al tomar la decisión de poner en riesgo la vida de los españoles para cumplir sus objetivos propagandísticos antes del 8-M, a quienes nombran como responsables de la Comisión de Reconstrucción a un inútil y a un admirador del Lenin que quiere hacer con nuestra Monarquía lo que Lenin hizo con los Zares de Rusia.
Parece que se premia electoralmente a quienes comercian con nuestra vida y nuestra libertad haciendo concesiones a las CCAA dirigidas por aquellos partidos cuyos votos necesitan para mantener el poder, a quienes coartan nuestra libertad de expresión, a quienes dan órdenes de perseguir a ciudadanos que portan la bandera de España, a quienes utilizan el estado de alarma para ejercer un antidemocrático abuso de poder...
Si creemos lo que dicen las encuestas del CIS, tras 60 días de arresto domiciliario, con millones de parados, con decenas de miles de muertos, con un enorme riesgo de que nuestro país caiga en la mayor recesión desde el Crack del 29, con una enorme incertidumbre sobre el futuro... a los españoles nos gusta que nos falten al respeto, que nos mientan, que nos priven de derechos que creíamos eran ya intocables.
Pero hay un Plan B, Casado debería tenerlo claro cuando se produzca la próxima votación de la prórroga al estado de alarma: debe librarse de Pedro Sánchez, el dictador. La gran coalición sería muy deseable en este tiempo y para estos problemas, pero con Sánchez es imposible. Él es la peor amenaza para España porque el verdadero culpable de lo que está pasando en España es quien ha usado la mentira para tener éxito político.
Sánchez llegó a la presidencia con mentiras, y ahí sigue. Sus aliados fueron, y son, una ristra de gente que retuerce la verdad hasta que canta sus mentiras: golpistas, peneuvistas, filoetarras y podemitas. Sánchez vendió aquella alianza con otra mentira: un "Gobierno de progreso" dentro de la Constitución.
Sánchez y Redondo pensaron en construir una legislatura sobre posverdades, esas mentiras que queremos creer y que no pasan factura en las urnas porque siempre se responsabiliza a otros (normalmente a la derecha). Ambos “genios” de la Moncloa, pensaban que gobernar es una cuestión de marketing, de vender una trola como si fuera una verdad, de crear un pensamiento mágico que llamara a las emociones.
El Gobierno de Sánchez e Iglesias creyó que podía mentir con el coronavirus. “Es una gripe”, decían. “No habrá más que algún infectado”, soltaba el ahora contagiado Fernando Simón. Bulos que matan. Y ocultaron a los españoles que la OMS y la Unión Europea habían recomendado que no se celebraran actos multitudinarios el fin de semana del 7 y 8 de marzo. Sabían que el virus era letal. Nos mintieron y ocultaron información vital sin tomar medidas preventivas para no enturbiar su posverdad. Así nos va.
Sánchez vende su lucha contra el coronavirus como si fuera un gran éxito bajo la presunta "humildad" de solicitar (más bien exigir) unidad. Ese es el otro mensaje: Unidad, pero eso sí, unidad alrededor de él mismo. "No hay porvenir sin unión" -y lo dice el hombre que llegó al poder rompiendo España en dos, con una moción de censura, apoyado por comunistas, separatistas y pro etarras. Y también solicita unidad a todos los españoles; lo que quiere decir que ¡pobre de ti como te atrevas a discrepar del confinamiento totalitario al que estamos sometidos, porque es una "medida que salva vidas"! Porque ahora, el discrepante se ha convertido en delincuente.
Otra característica del psicópata mentiroso: la crueldad, compatible con el elogio y con el autoelogio: "Lo habéis hecho muy bien españoles y españolas pero… no es posible mitigar el confinamiento". No acabará el 26 de abril sino el 9 de mayo (o el 30 de junio, total...). Y eso, sin pedir el permiso correspondiente a las Cortes y con un estado de alarma ilegal, dado que conculca derechos constitucionales (como el de reunión, el de libre circulación o el de culto) que sólo un estado de excepción puede anular. Eso sí, como es muy sensible, inició el “desconfinamiento” con los niños. Ya saben, “lo que más queremos, nuestros niños y niñas, nuestros nietos y nietas… lo que más queremos”. Psicopatía pura.
Y todo este atropello no sería posible sin unos medios de comunicación entregados al Gobierno, ya no solo porque los esté comprando, sino porque los editores españoles están tan histerizados como una buena parte de la población, y el lenguaje bélico y militar utilizado en tiempos de coronavirus ha expandido el mismo miedo a la muerte que ha llevado a un pueblo, históricamente valiente como el español, a ceder su libertad a cambio de una falsa seguridad... en que las medidas esclavizadoras del Gobierno le libren del virus. Pero el problema es que el Gobierno del Bulo no nos librará del Covid-19 sino todo lo contrario.
Pero no solo es Sánchez quien miente descaradamente. Por ejemplo, el ministro José Luis Ábalos niega estar contra la propiedad privada pero en verdad, el Gobierno podrá obligarte a alquilar tu vivienda a quien no quieres y al precio que no quieres. Si eso no es un atentado contra la propiedad privada que venga Dios y lo vea.
¡Y qué decir del bueno de Fernando Simón, portavoz científico de Sánchez! Que si en España habría solo "casos aislados", que si «en España ya no hay casos, y nunca ha habido transmisión del virus» (ésto el 14 de febrero), mascarillas sí, mascarillas no... las FFP2 sí, las FFP2 no...
¡Y qué decir del bueno de Fernando Simón, portavoz científico de Sánchez! Que si en España habría solo "casos aislados", que si «en España ya no hay casos, y nunca ha habido transmisión del virus» (ésto el 14 de febrero), mascarillas sí, mascarillas no... las FFP2 sí, las FFP2 no...
Más mentiras: el Ejecutivo vende unos Pactos de la Moncloa pero no está dispuesto a ceder ni un ápice: ni en su cristofobia, ni en su ideología de género, ni en su ecopanteísmo, ni en su comunismo.
Encima, están introduciendo el comunismo en España con otro nombre. Y con todos los detalles del comunismo: anticlericalismo feroz, mentiras continuas, recorte de la libertad en aras de la igualdad y guerracivilismo, división: antes por la lucha de clases, ahora por la lucha de géneros. Realmente el ideólogo de Moncloa no el socialista Sánchez sino su socio comunista Pablo Iglesias.
Para que esta estrategia de alienación colectiva tenga éxito, la mentira se convierta en verdad y decenas de miles de muertos pasen a ser considerados una mera estadística, se requiere una táctica bien definida, una ejecución milimétrica y una ausencia total de escrúpulos. Y además, cobarde.
¿Qué importan todas las mentiras, argucias, ardides de Pedro Sánchez si, al final, le tiemblan las piernas y se esconde? Asustado ante la posibilidad de que no le aprobaran la quinta prórroga del estado de alarma permitió a Adriana Lastra negociar de tapadillo la abstención de Bildu a cambio de prometer la derogación íntegra de la reforma laboral. Pero es para asustarse aún más al constatarse que los votos de Bildu no eran necesarios para pasar la prórroga. El miedo suele conducir al ridículo, que se disculpa en la vida cotidiana, pero en las más altas instituciones del Estado pone a éste en peligro.
A prácticamente nada de lo que dice el presidente del Gobierno se le puede dar ningún valor. Puede decir la misma cosa y la contraria en un solo día. Y si se trata de años, las rectificaciones se multiplican y sus cambios de opinión son constantes sobre asuntos que afectan a la raíz de su ideario socialista.
Pronto se han olvidado Sánchez sus propias palabras. En 2014 afirmaba que «el enchufismo y la endogamia van a acabar» y apostó por la creación de un nuevo modelo laboral en el que «prime la meritocracia y no el enchufismo». Pues bien, en plena crisis del coronavirus, que ha tenido como principal consecuencia económica el aumento del paro, el presidente riega a dos ex-altos cargos socialistas con suculentos sueldos que rondan los 160.000€ nombrando (a dedo, por supuesto) como consejeros de Enagás al expresidente de la Generalitat, José Montilla, y al ex-ministro y ex-secretario de Organización del PSOE, José Blanco. Por si fuera poco, acaba de crear un organismo específico, la Agencia Urbana y Arquitectura, en el que ha colocado a su amigo de la infancia, Ignacio Carnicero, con un sueldo de más de 90.000€.
Más mentiras. Un anónimo "comité de expertos" debía asesorar al Gobierno sobre la desescalada, a la hora de tomar la decisión sobre el paso a la siguiente fase de los diferentes territorios. Pues bien, ese anonimato vulnera la Ley de Transparencia (artículo 13) y la Ley General de Salud Pública que, en su artículo 11, dice que es obligatorio hacer pública la composición de los comités que evalúen acciones. La oposición ha solicitado al Gobierno en numerosas ocasiones conocer la identidad de tales expertos, y el Gobierno siempre se ha negado a ello.
El Ministro Illa respondía que en la Administración pública la responsabilidad recae "en los altos cargos". Fernando Simón también rechazó identificarlos para que "puedan trabajar con la suficiente libertad" y evitar presiones por parte de "la sociedad" y de "los medios de comunicación".
Casi todos recordamos la intervención del mentiroso Simón diciendo que la comisión de expertos para la «desescalada» tenía 11 miembros. No tenía ninguno. Que no nos podían dar los nombres para que no se les presionara indebidamente. La realidad era otra. Los supuestos expertos eran él y el filósofo Illa, que eran los que no querían ser «presionados». Cuando se dijo que Madrid no podía pasar de fase 0 a fase 1 porque los expertos así lo determinaban, esos expertos eran el filósofo Illa y el mentiroso Simón. En estas manos hemos estado.
El único consuelo que nos queda es que esta vez la mentira ha sido desvelada por el Defensor del Pueblo con ayuda del Consejo de Transparencia, dos instituciones creadas por el Estado y que han demostrado ser capaces de trabajar en contra de los intereses y las instrucciones del presidente del Gobierno. Ahora sabemos que todo era mentira. La directora general de Salud Pública, Calidad e Innovación ha reconocido (28 de julio) que: "No existe ningún comité de expertos encargado de la evaluación de la situación sanitaria de las comunidades autónomas y que decida las provincias o territorios que pueden avanzar en el proceso de desescalada del confinamiento".
¿Qué importan todas las mentiras, argucias, ardides de Pedro Sánchez si, al final, le tiemblan las piernas y se esconde? Asustado ante la posibilidad de que no le aprobaran la quinta prórroga del estado de alarma permitió a Adriana Lastra negociar de tapadillo la abstención de Bildu a cambio de prometer la derogación íntegra de la reforma laboral. Pero es para asustarse aún más al constatarse que los votos de Bildu no eran necesarios para pasar la prórroga. El miedo suele conducir al ridículo, que se disculpa en la vida cotidiana, pero en las más altas instituciones del Estado pone a éste en peligro.
A prácticamente nada de lo que dice el presidente del Gobierno se le puede dar ningún valor. Puede decir la misma cosa y la contraria en un solo día. Y si se trata de años, las rectificaciones se multiplican y sus cambios de opinión son constantes sobre asuntos que afectan a la raíz de su ideario socialista.
Pronto se han olvidado Sánchez sus propias palabras. En 2014 afirmaba que «el enchufismo y la endogamia van a acabar» y apostó por la creación de un nuevo modelo laboral en el que «prime la meritocracia y no el enchufismo». Pues bien, en plena crisis del coronavirus, que ha tenido como principal consecuencia económica el aumento del paro, el presidente riega a dos ex-altos cargos socialistas con suculentos sueldos que rondan los 160.000€ nombrando (a dedo, por supuesto) como consejeros de Enagás al expresidente de la Generalitat, José Montilla, y al ex-ministro y ex-secretario de Organización del PSOE, José Blanco. Por si fuera poco, acaba de crear un organismo específico, la Agencia Urbana y Arquitectura, en el que ha colocado a su amigo de la infancia, Ignacio Carnicero, con un sueldo de más de 90.000€.
Más mentiras. Un anónimo "comité de expertos" debía asesorar al Gobierno sobre la desescalada, a la hora de tomar la decisión sobre el paso a la siguiente fase de los diferentes territorios. Pues bien, ese anonimato vulnera la Ley de Transparencia (artículo 13) y la Ley General de Salud Pública que, en su artículo 11, dice que es obligatorio hacer pública la composición de los comités que evalúen acciones. La oposición ha solicitado al Gobierno en numerosas ocasiones conocer la identidad de tales expertos, y el Gobierno siempre se ha negado a ello.
El Ministro Illa respondía que en la Administración pública la responsabilidad recae "en los altos cargos". Fernando Simón también rechazó identificarlos para que "puedan trabajar con la suficiente libertad" y evitar presiones por parte de "la sociedad" y de "los medios de comunicación".
Casi todos recordamos la intervención del mentiroso Simón diciendo que la comisión de expertos para la «desescalada» tenía 11 miembros. No tenía ninguno. Que no nos podían dar los nombres para que no se les presionara indebidamente. La realidad era otra. Los supuestos expertos eran él y el filósofo Illa, que eran los que no querían ser «presionados». Cuando se dijo que Madrid no podía pasar de fase 0 a fase 1 porque los expertos así lo determinaban, esos expertos eran el filósofo Illa y el mentiroso Simón. En estas manos hemos estado.
El único consuelo que nos queda es que esta vez la mentira ha sido desvelada por el Defensor del Pueblo con ayuda del Consejo de Transparencia, dos instituciones creadas por el Estado y que han demostrado ser capaces de trabajar en contra de los intereses y las instrucciones del presidente del Gobierno. Ahora sabemos que todo era mentira. La directora general de Salud Pública, Calidad e Innovación ha reconocido (28 de julio) que: "No existe ningún comité de expertos encargado de la evaluación de la situación sanitaria de las comunidades autónomas y que decida las provincias o territorios que pueden avanzar en el proceso de desescalada del confinamiento".
Los españoles no nos merecemos un Gobierno que nos mienta. Y sí, Sánchez es un ególatra, un psicópata y un incapaz
Esta actuación del mentiroso Simón y el filósofo Illa pone de manifiesto algo mucho más grave que la pandemia. España tiene una enfermedad de consecuencias mucho más duraderas y dañinas que el coronavirus para las futuras generaciones: España se ha convertido en una sociedad enferma en la que ni mentir sobre nuestros muertos tiene consecuencias para quien lo hace en nombre del Gobierno. No las tiene porque siguen desempañando su cargo como quien oye llover y porque los españoles les siguen votando en altísimas proporciones aunque su respaldo sea muy inferior a lo que dice Tezanos y se acerque mucho más a las encuestas de ABC.
Una herramienta básica del triunfo de la mentira y del proceso para cambiar una sociedad normalizando una idea inaceptable, es lo que en psicología se conoce como Teoría de la proyección. El vicepresidente Iglesias incurre con frecuencia y vehemencia en esa psicopatología. Es un mecanismo de defensa en virtud del cual se atribuye al otro todos los actos y pensamientos horribles propios. El fin es ocultar su responsabilidad, su culpabilidad, pues es consciente de lo inaceptable de sus actos para la sociedad. Así, un agresor se convierte en víctima, sobre la que proyecta sus propias acciones de verdugo. Otegi y los independentistas catalanes también lo hacen.
La racionalidad ha sido proscrita por este Gobierno y esto ha sido aceptado por el resto de agentes políticos, que no hacen nada para que haya consecuencias reales. Sólo hay mentira, odio, imposición de lo inaceptable y sumisión. Sólo hay ruido. Esto genera desidia y desapego en la sociedad que tiene un papel fundamental de control al poder. La mentira sin consecuencias es privilegio e impunidad, es poder despótico. La normalización de la mentira conlleva el triunfo del totalitarismo postmoderno y el inicio de nuestra servidumbre.
Han fallado todos los contrapesos que deben existir en una democracia. Todos, incluido el último nivel de control y quizá el más importante: la sociedad civil. Si la obtención de derechos depende de la organización y movilización de la sociedad, el mantenimiento de los mismos también la requiere, pero de forma constante. Pero en España, la sociedad civil se halla encerrada en una jaula de apatía y miedo.
El triunfo del totalitarismo postmoderno
Asistimos al inicio de un tiempo nuevo en el que la mentira ya no es el inocuo lenguaje de los vendedores de humo, sino un arma política del poder para amedrentar, paralizar y destruir a la oposición. Aturdir a los ciudadanos con el fin de someter su voluntad aunque sea por error de apreciación. Mentir con virulencia con el objetivo de cambiar la sociedad. Hasta ahora esa anomalía se circunscribía en España a los ecosistemas nacionalistas de odio donde proliferaba la mentira. Ahora su normalización está en el núcleo del sistema democrático.Una herramienta básica del triunfo de la mentira y del proceso para cambiar una sociedad normalizando una idea inaceptable, es lo que en psicología se conoce como Teoría de la proyección. El vicepresidente Iglesias incurre con frecuencia y vehemencia en esa psicopatología. Es un mecanismo de defensa en virtud del cual se atribuye al otro todos los actos y pensamientos horribles propios. El fin es ocultar su responsabilidad, su culpabilidad, pues es consciente de lo inaceptable de sus actos para la sociedad. Así, un agresor se convierte en víctima, sobre la que proyecta sus propias acciones de verdugo. Otegi y los independentistas catalanes también lo hacen.
La racionalidad ha sido proscrita por este Gobierno y esto ha sido aceptado por el resto de agentes políticos, que no hacen nada para que haya consecuencias reales. Sólo hay mentira, odio, imposición de lo inaceptable y sumisión. Sólo hay ruido. Esto genera desidia y desapego en la sociedad que tiene un papel fundamental de control al poder. La mentira sin consecuencias es privilegio e impunidad, es poder despótico. La normalización de la mentira conlleva el triunfo del totalitarismo postmoderno y el inicio de nuestra servidumbre.
Han fallado todos los contrapesos que deben existir en una democracia. Todos, incluido el último nivel de control y quizá el más importante: la sociedad civil. Si la obtención de derechos depende de la organización y movilización de la sociedad, el mantenimiento de los mismos también la requiere, pero de forma constante. Pero en España, la sociedad civil se halla encerrada en una jaula de apatía y miedo.