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La Gran Reclusión, un confinamiento totalitario

El diagnóstico de la economía española tras el coronavirus es que España está quebrada: el coronavirus y el confinamiento del dúo Sánchez-Iglesias nos han llevado a la ruina. Todos seremos más pobres y tendremos que acostumbrarnos a vivir con menos (incluidos derechos y libertades).

Porque, aunque el gobierno crea que la economía es como un coche que se puede parar y arrancar de nuevo sin problema, no es así. En realidad, la economía se parece más a un sistema biológico que a una máquina, por lo que la privación brutal de actividad puede asimilarse a la anoxia (falta casi total de oxígeno, que conduce rápidamente a un deterioro orgánico irreversible). Con igual celeridad, el parón económico produce un daño permanente e irreparable.

Sin embargo, los mismos que no comprendieron el error de una semana de retraso en combatir la epidemia, no comprenden el error de retrasar la vuelta a la normalidad: en una semana se perderán empleos que no se recuperarán, quizá, hasta dentro de una década, pero poco les importa con tal de sumar días en Moncloa y en sus sillones de Diputados (ya vamos por la quinta prórroga  del estado de alarma, y también hay una sexta).

O quizá sí lo comprenden, en cuyo caso pretenden crear una sociedad empobrecida dependiente de la limosna de la casta gobernante. La llaman, creo, "renta mínima vital" (vital para mantener el poder, se sobreentiende). Pero el autónomo o asalariado al que ustedes, ministros, con su estúpido confinamiento duro, han dejado en el paro, lo que anhela es un puesto de trabajo. Trabajo, salario, no subvención pública que nada produce, pero que produce (eso sí) estómagos agradecidos que votarán a quien les paga por no hacer nada (y si no me votas a mí se te acabará la subvención).



Todo un país se ha parado en seco, durante 60 días, salvo los servicios esenciales. Pero... ¿cuáles son? Su definición sigue siendo una tarea pendiente de los legisladores españoles cuando ya han pasado más de 40 años desde que les fue encomendada en los artículos 37 y 128 de la Constitución. En España no hay una definición de qué son servicios esenciales, que serían los necesarios para ejercer los derechos fundamentales, aquellos que resulten básicos para preservar los derechos y libertades, así como el bienestar de los ciudadanos, y para garantizar el suministro de los servicios y recursos de primera necesidad (energéticos, agua y alimentación, medicamentos y productos sanitarios, etc). ¿Dónde está la frontera entre esencial y no esencial?

Típico de la era de la propaganda simplona, Sánchez y su "democracia directa" ha creado un debate maniqueo y falaz contraponiendo la voluntad de "salvar vidas" (defendida por la izquierda, esto es, los buenos) con la de "salvar la economía" (defendida por la derecha, esto es, los malos).

¡Qué descaro que este gobierno hable de salvar vidas cuando la España confinada es el país con mayor mortalidad por habitante! Porque si para el gobierno de Sánchez era prioritario minimizar el número de muertos, ¿qué resultados habríamos obtenido de haber confinado sólo a la población de riesgo y a los enfermos, concentrando los recursos disponibles en la protección de nuestros mayores y de los hospitales, focos sostenidos de contagio? (Recordemos los 40.000 sanitarios infectados, que habrán contagiado a muchos otros, porque las autoridades los dejaron desprotegidos).

Además del coste social y económico causado por un encierro tan largo, ¿cuál será el coste humano del evidente deterioro de la salud mental (con recomendaciones que abonan la ansiedad, la depresión y el desarrollo de trastornos obsesivo-compulsivos) y física, incluyendo el retraso de tratamientos perentorios?

No hay contradicción alguna entre salvar la economía y salvar vidas, porque la economía salva vidas. Si hundimos la economía, no podremos financiar los recursos para sostener nuestro sistema sanitario (y por tanto, seguir salvando más vidas). Pero esto es algo que un gobierno bolivariano jamás llegará a comprender.

Sin embargo, lo más preocupante del confinamiento es la rapidez con la que los gobiernos han usurpado un poder casi dictatorial en una alarmante involución de derechos y libertades. España ha sido un caso extremo: en pocas semanas nuestras libertades más básicas se han disuelto como azucarillo, el Estado de Derecho ha desaparecido como por ensalmo, y nos han impuesto un arresto domiciliario de dudosísima legalidad mientras esperamos que nos den la libertad condicional como si fuéramos delincuentes.

Según la percepción dominante en el establishment, los gobiernos no pueden dejar mucha libertad a los ciudadanos en situaciones de urgencia porque el pueblo español es indisciplinado y anárquico. Las reglas han de ser claras y taxativas: si se deja un resquicio para la libertad, la gente la utilizará para mal. Y por supuesto, se debe tratar al ciudadano como a un delincuente en po­tencia; pero lo que tampoco sabe este gobierno chavista es que entonces los ciudadanos/delincuentes se rebelarán y recelarán de sus gobernantes.

Según dicha teoría, las reglas deben venir acompañadas de fuerte vigilancia policial y un sistema de sanciones suficientemente disuasorio. Dicho y hecho. Por órdenes del gobierno somos vigilados por la policía (cuya imagen se deteriora por momentos) en un ambiente represivo y proclive a la extralimitación, con toques de queda y salvoconductos, continuos controles policiales (típicos de las dictaduras más casposas), actitudes intimidatorias, acciones desproporcionadas, sanciones abusivas e invitaciones a la delación de hechos no delictivos como la "insolidaridad" (otra piedra angular de regímenes totalitarios es el colaboracionismo, fomentando la delación entre ciudadanos).

Con estas medidas, los yonquis del poder están midiendo la capacidad de aguante del ciudadano preguntándose hasta qué extremo tragará con los abusos de un nuevo régimen que ha encontrado en el pánico un arma eficaz. Por tanto, la pavorosa restricción de libertades (de circulación, de reunión, de expresión, de culto...) está siendo un completo experimento totalitario. Lo que no parece conocer nuestro gobierno socialcomunista es que la confianza se construye ejerciéndola. Alguien se hace merecedor de confianza si se le permite tomar decisiones que demuestren su honestidad y responsabilidad. El Estado debe confiar en los ciudadanos para que los ciudadanos confíen en el Estado. Justo lo contrario de lo que se ha hecho.


Así, los motivos sanitarios se utilizan ya como coartada y el grupo de supuestos (y anónimos) "expertos" avaladores se transforma en una tapadera que aprovecha el principio de autoridad para que la gente acepte, de manos de "técnicos" de bata blanca, errores de juicio garrafales y propuestas disparatadas que cambian sobre la marcha, en función del aplauso o del abucheo. Y qué decir del escarnio a los muertos que supone la opacidad en el cálculo de su número real, explicaciones vergonzosas incluidas.

El confinamiento no es un éxito sino la constatación y consecuencia del fracaso de la acción del Gobierno.
-Si el Gobierno de España hubiera hecho los deberes y hubiera atendido a los llamamientos de la OMS que alertaba desde finales de enero sobre el riesgo de la pandemia;
-Si el Gobierno de España hubiera actuado al margen de sus intereses ideológicos y hubiera reconocido el riesgo y prohibido grandes concentraciones en vez de animar a los ciudadanos a participar en ellas antes del día 8 de marzo;
-Si el Gobierno de España se hubiera dotado de material de protección, hubiera hecho acopio de respiradores, máscaras, guantes, batas hospitalarias... antes de que la pandemia se hubiera extendido poniendo en riesgo el funcionamiento del sistema sanitario;
-Si el Gobierno de España hubiera dado directrices claras desde el principio y se hubiera adelantado a los acontecimientos siguiendo el ejemplo de países como Italia que iban por delante de nosotros en la extensión de la infección;
-Si el Gobierno de España hubiera copiado a los mejores (Alemania en Europa, Japón o Corea del Sur en Asia, por ejemplo)
-Si... ¡tantas cosas se hubieran hecho ANTES! en España no hubiera sido necesario tomar medidas drásticas de confinamiento ni el paro total de la actividad.

El confinamiento no es una opción estratégica, ni siquiera táctica. El confinamiento es una decisión inevitable que se implementa cuando no queda otro remedio porque el gobierno no ha aplicado a tiempo las medidas correctas. El confinamiento es el instrumento con el que el Gobierno de España ha transferido su responsabilidad a los españoles, ya sea a los ciudadanos del común que nos quedamos en casa, ya sea a las empresas a las que obliga a cerrar para que no se extienda un contagio que la pareja toxica Sánchez-Iglesias tenía la obligación de prevenir y evitar.

El confinamiento tiene éxito a la hora de evitar contagios porque estar confinado y en nuestras casas no depende del Gobierno, sino de todos y cada uno de nosotros. Los gobiernos populistas (como el nuestro) ignoran sus errores, insultan y amenazan a quienes les exigimos autocrítica y señalamos las consecuencias dolosas de su soberbia e ineptitud, y pretenden apuntarse políticamente los éxitos de los demás (en este caso, de todos los españoles por haber cumplido sin rechistar dos meses de arresto domiciliario).

Al tener raíces políticas, muchas normas son absurdas y ajenas a la lógica médica. Por ejemplo, para evitar las aglomeraciones en los paseos lo lógico sería que la duración de las franjas horarias fuera proporcional al porcentaje de la población afectada y no el resultado de caprichos burocráticos. También sería clave aprovechar las horas centrales del día, con mayor temperatura y exposición solar: la primera debilita al virus y la segunda es fuente de vitamina D, esencial para el sistema inmunológico y cuya insuficiencia puede estar relacionada, según estudios recientes, a los cuadros más graves causados por el coronavirus. Sin embargo, se ha privado de aire fresco y luz solar a toda la población durante más de dos meses para luego dejarles salir a horas crepusculares.

Gracias al alarmismo mediático, el miedo a la muerte por un virus cuya letalidad real en la inmensa mayoría de la población es muy baja, ha bastado para crear un pánico y una paranoia que interesa a quienes desean imponer formas más permanentes de restricción de libertades, control de las personas y vigilancia de sus movimientos. A este horror que intentan imponer lo llaman, creo, la "nueva normalidad".

El autoritarismo de un gobierno de vocación totalitaria, la mentira y la opresión son enormemente preocupantes, pero más lo es la posibilidad de que un pueblo sugestionado por un estado de psicosis pueda llegar a menospreciar sus derechos fundamentales y a convertirse en oveja mansa y muda conducida al matadero por unos baladrones desalmados.


Contra la nueva tiranía, hagamos ondear la vieja bandera de la libertad. La bandera de España.


Consecuencias del confinamiento


Un estudio científico israelí critica el método de la cuarentena como “medieval” y señala que, en este caso y aplicándolas como se han aplicado en casi todo el mundo, el remedio es peor que la enfermedad. se sabe que el confinamiento puede producir enormes daños en la psique de las personas, por la ansiedad y el miedo, la sobreinformación que acaba siendo desinformación, el aislamiento, con el aumento de agresiones domésticas multidireccionales (no solo del marido a la mujer, sino de los menores a los padres, o entre los hermanos).

Ello motivó al equipo de profesores israelíes a trabajar en un modelo basado en una división multipoblacional para calcular su teoría y probar que el confinamiento no es la solución. Según el modelo “Manejando la pandemia del COVID-19 sin destruir la economía”, si un país adopta una política de distancia social en la medida de lo posible, también en el trabajo, 14 días de autoconfinamiento para quien tenga síntomas de fiebre o tos, pruebas a los individuos con síntomas siempre que sea posible, y medidas higiénicas, como mascarillas en público, en la mayoría de los casos la cuarentena sería innecesaria.

Una de las conclusiones del estudio es que en los países en los que el número de camas en cuidados intensivos para pacientes de covid-19 supera las 60 por millón, no es necesario el confinamiento. Y cuando el número de camas es menor a 60 por millón de pacientes, puede que se recomiende una cuarentena parcial y temporal para la población de riesgo, pero la economía y la sociedad puede continuar funcionando.

Tan seguros están estos investigadores de que el remedio ha sido peor que la enfermedad, que piden una investigación sistemática de los casos de muertes debida al confinamiento, a corto y largo plazo, ya que apuestan a que la mortandad por efectos de la cuarentena es mayor que la mortandad relacionada con el virus.

Un poco de humor para terminar:


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