La vacuna del coronavirus será la culminación de una especie de vuelta a la normalidad, al menos en el plano sanitario. Aunque aún tardará meses en estar en el mercado, se convertirá en un elemento diferenciador, no solamente para la salud de los países que dispongan de ella, sino también para sus economías, puesto que los rebrotes que ya están comenzando a aparecer y la posible segunda ola pueden obligar a nuevos cierres y confinamientos que algunas economías ya no podrían soportar. Y mientras en España seguimos enredados con la crispación política, varios países europeos nos están tomando la delantera en la adquisición de la vacuna futura.
El reto científico consiste en lograr una inmunización eficaz y segura. El reto logístico, en conseguir un preparado que pueda producirse, repartirse y suministrarse a gran escala. Algunas estimaciones apuntan a que harían falta al menos 4.000 millones de dosis para inmunizar al 50% de la población. Esta cifra podría aumentar, y prácticamente multiplicarse por dos o por tres, en caso de que se necesitara más de una dosis por persona. O que la protección de cada inmunización fuera limitada en el tiempo.
A día de hoy se están desarrollando hasta cuatro tipos de vacuna: vacunas de ADN (utilizan genes del coronavirus para provocar una respuesta inmune), de vector viral (se apoyan en un virus para transferir genes del coronavirus al paciente), proteicas (se apoyan en una proteína) y de virus completo (usan una forma debilitada del virus para crear una respuesta inmune).
Cuatro de las cerca de 200 candidatas a convertirse en la anhelada vacuna contra el covid-19 (dos en China, una en EEUU y otra en Reino Unido) están cerca de entrar en la tercera fase de ensayos, última antes de su posible producción masiva.
Por el momento, el proyecto más esperanzador es el desarrollado de forma conjunta por la Universidad de Oxford y AstraZeneca Plc, que comenzará la fase III en junio, esto es, administrándola a miles de voluntarios para descubrir cuántas personas se infectan tras recibir la vacuna en comparación con el grupo de control al que se le inyecta un placebo. Si todo va bien, pasará a la fase de aprobación, una fase en la que los reguladores de cada país analizarán los ensayos y determinarán si aprueban la vacuna o no.
La Comisión Europea ha propuesto un sistema de licitación conjunta para evitar la competencia entre los Estados miembros en la compra de la vacuna contra el coronavirus, evitando así que los países con más capacidad puedan copar la oferta y generar riesgo en otros países europeos. El rol de Bruselas consistiría en la adquisición de la vacuna y en el reparto según población y necesidades de los distintos Estados miembros. El Ejecutivo comunitario cuenta con 2.400 millones de euros disponibles para la puesta en marcha de esta licitación común.
Sin embargo, los Ministerios de Sanidad de Alemania, Francia, Italia y Holanda han firmado (a mediados de junio) un contrato de compra conjunta por valor de 400 millones de euros, precisamente con AstraZeneca (la más avanzada). Los cuatro gobiernos dicen que se trata de una iniciativa abierta que podría incluir a otros países y eventualmente a la Comisión Europea. La vacuna (denominada AZD1222) aún no existe, pero este contrato asegura el suministro tan pronto esté lista, un momento previsiblemente de gran tensión en el mercado, como en su día lo fue el de la compra de mascarillas, test y demás material sanitario.
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, aseguró el 8 de julio que hay un acuerdo de los países de la Unión Europea para distribuir la futura vacuna contra el coronavirus "equitativamente" entre todos los países en función de la población y la necesidad. Está por ver.
Cuando hablamos de la vacuna contra el coronavirus, aparte de dar por supuesto que llegará, solemos hacer referencia al tiempo que tardarán los científicos en conseguirla. Aunque en un proceso normal llevaría varios años, esta vez hay muchas previsiones optimistas que hablan de año y medio, un año o tan solo unos meses. Sin embargo, casi nadie habla del proceso posterior al logro científico: la fabricación y distribución de los miles de millones de dosis de la vacuna que el mundo necesita.
Cada país tratará de priorizar el suministro a sus propios ciudadanos, así que la capacidad para producir vacunas será fundamental. Aunque países y empresas traten de adelantarse y montar ya las infraestructuras necesarias para la fabricación en masa, no sabrían muy bien qué hacer, porque uno de los grandes problemas es que las instalaciones pueden ser muy diferentes en función del tipo de vacuna que haya que producir, y ahora mismo hay tantos tipos de vacunas como proyectos.
Algunos de los proyectos emplean tecnologías ya empleadas anteriormente, con lo cual, se podrían utilizar las instalaciones de compañías farmacéuticas ya existentes, reconvirtiendo la producción de otras vacunas a la del covid-19. Problema: en el caso de que exista esa compatibilidad, probablemente se prime la vacunación frente al coronavirus y eso generará falta de suministro de otras vacunas. Además, resultará imposible vacunar a toda la población en un periodo breve de tiempo, con lo cual, será necesario garantizar la continuidad del suministro.
Entonces, ¿cómo preparar la futura fabricación sin saber qué proyecto ganará la carrera por la vacuna del covid-19? Fijándose en los proyectos que tienen más posibilidades de tener éxito, hay países que ya están construyendo instalaciones para cada uno de los proyectos. Otros están iniciando la producción simultáneamente al ensayo clínico, con la esperanza de que cuando los ensayos tengan éxito, tengan ya el primer lote de dosis listo para usar. El problema es el elevado coste económico de estas opciones.
Una solución podría ser que el Estado impulsara unas instalaciones que, cuando esto pase, podrían reconvertirse en una fábrica de vacunas para otros temas. No sería la primera vez que España impulsa una iniciativa con capital tanto público como privado para la producción de vacunas: el caso de la Gripe A es uno de ellos.
La Alianza Mundial de Vacunas (GAVI, por sus siglas en inglés) lanzó el 4 de junio un mecanismo global llamado 'Covax facility', dirigido a ampliar la capacidad de fabricación de las futuras vacunas contra la pandemia y su financiación para un conjunto de países en desarrollo. España ya se ha comprometido a donar 50 millones de euros.
¿Está preparada España para producir vacunas? No, España no producirá ninguna vacuna ni desarrollará fármacos anti-covid-19. Los gobiernos españoles aún no creen en la relevancia de la investigación científica para el progreso. España tiene plantas para veterinaria, pero no para vacunas humanas (quizás podrían readaptar las veterinarias).
España está bien situada en las primeras fases de desarrollo de una vacuna, que se realizan en el laboratorio y en las que se hace una prueba de concepto en modelos animales; tenemos muchos laboratorios y muchos grandes científicos en centros oficiales y universidades. Eso es menos costoso que la siguiente fase, que es el desarrollo.
Una vez que se demuestra la eficacia de la vacuna en el laboratorio hay que producirla en cantidades muy grandes para hacer pruebas en ensayos clínicos, en humanos, y es ahí donde España se queda corta. Ésta es una de las cosas que más nos diferencia de países fuertes, con una gran tradición en investigación y desarrollo, como Alemania, Estados Unidos o Gran Bretaña.
Las compañías españolas tampoco tienen recursos para la comercialización de la vacuna, que es con diferencia la etapa más cara de todas. Tanto que requiere del apoyo de una multinacional fuerte, con muchos recursos económicos. Durante esta etapa se imparten conferencias, se hace publicidad y se convence a médicos y al público en general sobre una vacuna. Estas multinacionales también sufragan los gastos de los ensayos clínicos y cuentan con las grandes instalaciones necesarias para ampliar la producción.
En la coyuntura actual, hacer nuestra propia vacuna es un asunto de seguridad nacional. Necesitamos tener al menos un laboratorio o una empresa con capacidad para producir vacunas de forma masiva. ¡Hay que ponerse las pilas YA! Y para ello es también necesario incrementar el presupuesto en ciencia y en I+D, que actualmente solo es del 1,24% del PIB (la media de los países europeos es del 2,2%) porque #SinCienciaNoHayFuturo.
El Ministerio de Ciencia e Innovación ha destinado 30 millones de euros a proyectos sobre Covid, con los que se han financiado 127 proyectos del Instituto de Salud Carlos III y 46 del CSIC. La cantidad no parece muy boyante si la comparamos con la inyección que se ha dado a otros sectores: 4.000 millones para el turismo o 3.750 para la automoción.
Pero aparte del dinero, las trabas burocráticas y administrativas son un escollo importante para la investigación científica que nos hacen imposible competir en el mundo. Una de las grandes pesadillas de los científicos es la Ley 9/2017, de 8 de noviembre, de Contratos del Sector Público, pensada para evitar casos de corrupción en otras instituciones, pero también de aplicación en la ciencia. Los gastos están muy controlados desde el primer euro, pero cuando superas los 50.000, todo se complica. Un investigador relata el arduo proceso de adquisición de material: "si vas a comprar una botella de agua destilada, tienes que sacar un pliego de condiciones para que se haga un concurso y se presenten las empresas que la venden. Después, un notario escoge la mejor propuesta". A ello se une otro problema: en ocasiones, el material necesario es muy específico y solo lo fabrica determinada empresa, que ni siquiera se presenta al concurso, porque hacerlo le supone enfrentarse a trámites burocráticos para una ganancia insignificante. Así que, al final, el proceso puede haber durado dos o tres meses y quedar desierto.
Por otro lado, dado que hemos sido uno de los países con más afectados y fallecidos por millón de habitantes, lo que debiéramos conseguir es que España fuera de las primeras en probar las nuevas vacunas y los nuevos tratamientos. Pero ojo, sin servir de conejos de indias a las vacunas nuevas cuyos riesgos se conocerán a largo plazo. En cualquier caso, España debe mover ficha cuanto antes e ir posicionándonos, al menos, dentro de la Unión Europea (parece que, para variar, llegamos tarde).
¿Estamos ante un 'sálvese quien pueda' en la carrera por obtener las vacunas que protejan a cada país? Personalmente, creo que sí, a juzgar por los problemas que ya hemos vivido durante la pandemia para conseguir material sanitario. Los países (sus dirigentes) son egoístas y miran por salvar a sus ciudadanos. Para muestra, un botón: el 1 de julio Trump ha hecho acopio de todas las existencias de Remdesivir (el antiviral fabricado por la empresa Gilead que ha mostrado eficacia en el tratamiento de pacientes con covid-19) que hay en todo el mundo hasta Septiembre. La contrarréplica: Alemania compra el 23% de la empresa biotecnológica que desarrolla una vacuna contra el coronavirus (CureVac).
¿Solidaridad entre países? Nula. El problema es que estamos ante una pandemia mundial y si la vacuna no se distribuye equitativamente en el mundo, la enfermedad seguirá con nosotros durante mucho tiempo.
En el plano económico, habrá que valorar también que no se produzca una brecha entre los países ricos y pobres, lo que requerirá alcanzar consensos internacionales sobre la política de vacunación, garantizando una producción y una distribución justas.
¿A qué precio se venderá el santo grial contra la pandemia? la ONU y la Cruz Roja han alertado del peligro de un «nacionalismo de la vacuna» y en un comunicado conjunto han hecho un llamamiento para que se busque un tratamiento que no sea elitista y al que tengan acceso todas las personas, sobre todo las más pobres y vulnerables. Pese a las buenas intenciones, la pandemia ha demostrado que, en caso de emergencia, la ley del más fuerte prima, y dudo que eso vaya a cambiar.
Médicos Sin Fronteras ha instado a los líderes mundiales a exigir a las empresas farmacéuticas el compromiso de que cualquier posible vacuna contra el Covid-19 se venda a precio de coste, y ha advertido a los gobiernos que son ellos los que deben marcar las condiciones a las farmacéuticas, ya que son ellos quienes van a poner sobre la mesa miles de millones de euros para garantizar la disponibilidad de vacunas en los países en desarrollo.
¿Qué pasa ahora con los antivacunas? Si bien es cierto que la gran mayoría de la ciudadanía anhela su llegada, la OMS ha advertido que los movimientos antivacunas se posicionan como una "amenaza cada vez mayor" para los programas de prevención de enfermedades infecciosas, que ven como su capacidad de eficacia se ve mermada. En este momento, el problema podría incluso llegar a amenazar la ansiada inmunidad de rebaño frente al coronavirus, que estaría en torno al 60-70% de la población.
Según un estudio publicado en The Lancet, el 26% de los franceses no se pondría la vacuna si estuviera ahora disponible, en el Reino Unido el 12% no se vacunaría, en EEUU y Austria un 25%...
No todos esos millones de ciudadanos reacios encajan en esta etiqueta de “antivacunas”. Hay un círculo reducido de activistas militantes que lo viven como un credo; uno mayor de familias que recelan; y luego está el público general, que puede llegar a desconfiar a la luz de los acontecimientos y sus circunstancias (entre el que me encuentro). Por varios motivos:
* La erosión constante de la confianza en la ciencia y en los "expertos" que, en el caso de España ya han demostrado que son una burda marioneta del gobierno utilizados para tapar su incompetencia. (Véase el caso de las mentiras de Fernando Simón o los bandazos constantes del ministro de Sanidad).
* Suspicacias hacia especulación e los intereses comerciales de las farmacéuticas, de los gobiernos, de los países...
* Dudas sobre su efectividad, y por cuánto tiempo. ¡Demasiadas prisas para inventarla!
* Inquietud ante los posibles efectos secundarios a largo plazo. Requiere tiempo (que no tenemos) para saberlo.
* Descrédito total del Gobierno. Vamos, que no me fío. Viendo el caso de los tests y las mascarillas defectuosas que ha comprado nuestro gobierno para hacer frente a la pandemia, ¿quién me dice que no comprarán una vacuna fake? Que te inoculen un virus letal en forma de 'nueva' vacuna... me da escalofríos solo de pensarlo.
Y luego está por ver, una vez la vacuna esté en el mercado, cómo se organiza el tema de la distribución. ¿Cómo ponérsela a los 47 millones de españoles? ¿En qué plazo se hará? ¿Quiénes tendrán preferencia? ¿Será obligatoria? Y en ese caso, ¿es constitucional que te obliguen a vacunarte amparándose en que si no, serías una amenaza para la inmunidad colectiva?
El reto científico consiste en lograr una inmunización eficaz y segura. El reto logístico, en conseguir un preparado que pueda producirse, repartirse y suministrarse a gran escala. Algunas estimaciones apuntan a que harían falta al menos 4.000 millones de dosis para inmunizar al 50% de la población. Esta cifra podría aumentar, y prácticamente multiplicarse por dos o por tres, en caso de que se necesitara más de una dosis por persona. O que la protección de cada inmunización fuera limitada en el tiempo.
A día de hoy se están desarrollando hasta cuatro tipos de vacuna: vacunas de ADN (utilizan genes del coronavirus para provocar una respuesta inmune), de vector viral (se apoyan en un virus para transferir genes del coronavirus al paciente), proteicas (se apoyan en una proteína) y de virus completo (usan una forma debilitada del virus para crear una respuesta inmune).
Cuatro de las cerca de 200 candidatas a convertirse en la anhelada vacuna contra el covid-19 (dos en China, una en EEUU y otra en Reino Unido) están cerca de entrar en la tercera fase de ensayos, última antes de su posible producción masiva.
Por el momento, el proyecto más esperanzador es el desarrollado de forma conjunta por la Universidad de Oxford y AstraZeneca Plc, que comenzará la fase III en junio, esto es, administrándola a miles de voluntarios para descubrir cuántas personas se infectan tras recibir la vacuna en comparación con el grupo de control al que se le inyecta un placebo. Si todo va bien, pasará a la fase de aprobación, una fase en la que los reguladores de cada país analizarán los ensayos y determinarán si aprueban la vacuna o no.
La Comisión Europea ha propuesto un sistema de licitación conjunta para evitar la competencia entre los Estados miembros en la compra de la vacuna contra el coronavirus, evitando así que los países con más capacidad puedan copar la oferta y generar riesgo en otros países europeos. El rol de Bruselas consistiría en la adquisición de la vacuna y en el reparto según población y necesidades de los distintos Estados miembros. El Ejecutivo comunitario cuenta con 2.400 millones de euros disponibles para la puesta en marcha de esta licitación común.
Sin embargo, los Ministerios de Sanidad de Alemania, Francia, Italia y Holanda han firmado (a mediados de junio) un contrato de compra conjunta por valor de 400 millones de euros, precisamente con AstraZeneca (la más avanzada). Los cuatro gobiernos dicen que se trata de una iniciativa abierta que podría incluir a otros países y eventualmente a la Comisión Europea. La vacuna (denominada AZD1222) aún no existe, pero este contrato asegura el suministro tan pronto esté lista, un momento previsiblemente de gran tensión en el mercado, como en su día lo fue el de la compra de mascarillas, test y demás material sanitario.
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, aseguró el 8 de julio que hay un acuerdo de los países de la Unión Europea para distribuir la futura vacuna contra el coronavirus "equitativamente" entre todos los países en función de la población y la necesidad. Está por ver.
Cuando hablamos de la vacuna contra el coronavirus, aparte de dar por supuesto que llegará, solemos hacer referencia al tiempo que tardarán los científicos en conseguirla. Aunque en un proceso normal llevaría varios años, esta vez hay muchas previsiones optimistas que hablan de año y medio, un año o tan solo unos meses. Sin embargo, casi nadie habla del proceso posterior al logro científico: la fabricación y distribución de los miles de millones de dosis de la vacuna que el mundo necesita.
Cada país tratará de priorizar el suministro a sus propios ciudadanos, así que la capacidad para producir vacunas será fundamental. Aunque países y empresas traten de adelantarse y montar ya las infraestructuras necesarias para la fabricación en masa, no sabrían muy bien qué hacer, porque uno de los grandes problemas es que las instalaciones pueden ser muy diferentes en función del tipo de vacuna que haya que producir, y ahora mismo hay tantos tipos de vacunas como proyectos.
Algunos de los proyectos emplean tecnologías ya empleadas anteriormente, con lo cual, se podrían utilizar las instalaciones de compañías farmacéuticas ya existentes, reconvirtiendo la producción de otras vacunas a la del covid-19. Problema: en el caso de que exista esa compatibilidad, probablemente se prime la vacunación frente al coronavirus y eso generará falta de suministro de otras vacunas. Además, resultará imposible vacunar a toda la población en un periodo breve de tiempo, con lo cual, será necesario garantizar la continuidad del suministro.
Entonces, ¿cómo preparar la futura fabricación sin saber qué proyecto ganará la carrera por la vacuna del covid-19? Fijándose en los proyectos que tienen más posibilidades de tener éxito, hay países que ya están construyendo instalaciones para cada uno de los proyectos. Otros están iniciando la producción simultáneamente al ensayo clínico, con la esperanza de que cuando los ensayos tengan éxito, tengan ya el primer lote de dosis listo para usar. El problema es el elevado coste económico de estas opciones.
Una solución podría ser que el Estado impulsara unas instalaciones que, cuando esto pase, podrían reconvertirse en una fábrica de vacunas para otros temas. No sería la primera vez que España impulsa una iniciativa con capital tanto público como privado para la producción de vacunas: el caso de la Gripe A es uno de ellos.
La Alianza Mundial de Vacunas (GAVI, por sus siglas en inglés) lanzó el 4 de junio un mecanismo global llamado 'Covax facility', dirigido a ampliar la capacidad de fabricación de las futuras vacunas contra la pandemia y su financiación para un conjunto de países en desarrollo. España ya se ha comprometido a donar 50 millones de euros.
¿Está preparada España para producir vacunas? No, España no producirá ninguna vacuna ni desarrollará fármacos anti-covid-19. Los gobiernos españoles aún no creen en la relevancia de la investigación científica para el progreso. España tiene plantas para veterinaria, pero no para vacunas humanas (quizás podrían readaptar las veterinarias).
España está bien situada en las primeras fases de desarrollo de una vacuna, que se realizan en el laboratorio y en las que se hace una prueba de concepto en modelos animales; tenemos muchos laboratorios y muchos grandes científicos en centros oficiales y universidades. Eso es menos costoso que la siguiente fase, que es el desarrollo.
Una vez que se demuestra la eficacia de la vacuna en el laboratorio hay que producirla en cantidades muy grandes para hacer pruebas en ensayos clínicos, en humanos, y es ahí donde España se queda corta. Ésta es una de las cosas que más nos diferencia de países fuertes, con una gran tradición en investigación y desarrollo, como Alemania, Estados Unidos o Gran Bretaña.
Las compañías españolas tampoco tienen recursos para la comercialización de la vacuna, que es con diferencia la etapa más cara de todas. Tanto que requiere del apoyo de una multinacional fuerte, con muchos recursos económicos. Durante esta etapa se imparten conferencias, se hace publicidad y se convence a médicos y al público en general sobre una vacuna. Estas multinacionales también sufragan los gastos de los ensayos clínicos y cuentan con las grandes instalaciones necesarias para ampliar la producción.
En la coyuntura actual, hacer nuestra propia vacuna es un asunto de seguridad nacional. Necesitamos tener al menos un laboratorio o una empresa con capacidad para producir vacunas de forma masiva. ¡Hay que ponerse las pilas YA! Y para ello es también necesario incrementar el presupuesto en ciencia y en I+D, que actualmente solo es del 1,24% del PIB (la media de los países europeos es del 2,2%) porque #SinCienciaNoHayFuturo.
El Ministerio de Ciencia e Innovación ha destinado 30 millones de euros a proyectos sobre Covid, con los que se han financiado 127 proyectos del Instituto de Salud Carlos III y 46 del CSIC. La cantidad no parece muy boyante si la comparamos con la inyección que se ha dado a otros sectores: 4.000 millones para el turismo o 3.750 para la automoción.
Pero aparte del dinero, las trabas burocráticas y administrativas son un escollo importante para la investigación científica que nos hacen imposible competir en el mundo. Una de las grandes pesadillas de los científicos es la Ley 9/2017, de 8 de noviembre, de Contratos del Sector Público, pensada para evitar casos de corrupción en otras instituciones, pero también de aplicación en la ciencia. Los gastos están muy controlados desde el primer euro, pero cuando superas los 50.000, todo se complica. Un investigador relata el arduo proceso de adquisición de material: "si vas a comprar una botella de agua destilada, tienes que sacar un pliego de condiciones para que se haga un concurso y se presenten las empresas que la venden. Después, un notario escoge la mejor propuesta". A ello se une otro problema: en ocasiones, el material necesario es muy específico y solo lo fabrica determinada empresa, que ni siquiera se presenta al concurso, porque hacerlo le supone enfrentarse a trámites burocráticos para una ganancia insignificante. Así que, al final, el proceso puede haber durado dos o tres meses y quedar desierto.
Por otro lado, dado que hemos sido uno de los países con más afectados y fallecidos por millón de habitantes, lo que debiéramos conseguir es que España fuera de las primeras en probar las nuevas vacunas y los nuevos tratamientos. Pero ojo, sin servir de conejos de indias a las vacunas nuevas cuyos riesgos se conocerán a largo plazo. En cualquier caso, España debe mover ficha cuanto antes e ir posicionándonos, al menos, dentro de la Unión Europea (parece que, para variar, llegamos tarde).
¿Estamos ante un 'sálvese quien pueda' en la carrera por obtener las vacunas que protejan a cada país? Personalmente, creo que sí, a juzgar por los problemas que ya hemos vivido durante la pandemia para conseguir material sanitario. Los países (sus dirigentes) son egoístas y miran por salvar a sus ciudadanos. Para muestra, un botón: el 1 de julio Trump ha hecho acopio de todas las existencias de Remdesivir (el antiviral fabricado por la empresa Gilead que ha mostrado eficacia en el tratamiento de pacientes con covid-19) que hay en todo el mundo hasta Septiembre. La contrarréplica: Alemania compra el 23% de la empresa biotecnológica que desarrolla una vacuna contra el coronavirus (CureVac).
¿Solidaridad entre países? Nula. El problema es que estamos ante una pandemia mundial y si la vacuna no se distribuye equitativamente en el mundo, la enfermedad seguirá con nosotros durante mucho tiempo.
En el plano económico, habrá que valorar también que no se produzca una brecha entre los países ricos y pobres, lo que requerirá alcanzar consensos internacionales sobre la política de vacunación, garantizando una producción y una distribución justas.
¿A qué precio se venderá el santo grial contra la pandemia? la ONU y la Cruz Roja han alertado del peligro de un «nacionalismo de la vacuna» y en un comunicado conjunto han hecho un llamamiento para que se busque un tratamiento que no sea elitista y al que tengan acceso todas las personas, sobre todo las más pobres y vulnerables. Pese a las buenas intenciones, la pandemia ha demostrado que, en caso de emergencia, la ley del más fuerte prima, y dudo que eso vaya a cambiar.
Médicos Sin Fronteras ha instado a los líderes mundiales a exigir a las empresas farmacéuticas el compromiso de que cualquier posible vacuna contra el Covid-19 se venda a precio de coste, y ha advertido a los gobiernos que son ellos los que deben marcar las condiciones a las farmacéuticas, ya que son ellos quienes van a poner sobre la mesa miles de millones de euros para garantizar la disponibilidad de vacunas en los países en desarrollo.
¿Qué pasa ahora con los antivacunas? Si bien es cierto que la gran mayoría de la ciudadanía anhela su llegada, la OMS ha advertido que los movimientos antivacunas se posicionan como una "amenaza cada vez mayor" para los programas de prevención de enfermedades infecciosas, que ven como su capacidad de eficacia se ve mermada. En este momento, el problema podría incluso llegar a amenazar la ansiada inmunidad de rebaño frente al coronavirus, que estaría en torno al 60-70% de la población.
Según un estudio publicado en The Lancet, el 26% de los franceses no se pondría la vacuna si estuviera ahora disponible, en el Reino Unido el 12% no se vacunaría, en EEUU y Austria un 25%...
La mera disposición de una vacuna es insuficiente para garantizar una amplia protección inmunológica; la vacuna también debe ser aceptada.
No todos esos millones de ciudadanos reacios encajan en esta etiqueta de “antivacunas”. Hay un círculo reducido de activistas militantes que lo viven como un credo; uno mayor de familias que recelan; y luego está el público general, que puede llegar a desconfiar a la luz de los acontecimientos y sus circunstancias (entre el que me encuentro). Por varios motivos:
* La erosión constante de la confianza en la ciencia y en los "expertos" que, en el caso de España ya han demostrado que son una burda marioneta del gobierno utilizados para tapar su incompetencia. (Véase el caso de las mentiras de Fernando Simón o los bandazos constantes del ministro de Sanidad).
* Suspicacias hacia especulación e los intereses comerciales de las farmacéuticas, de los gobiernos, de los países...
* Dudas sobre su efectividad, y por cuánto tiempo. ¡Demasiadas prisas para inventarla!
* Inquietud ante los posibles efectos secundarios a largo plazo. Requiere tiempo (que no tenemos) para saberlo.
* Descrédito total del Gobierno. Vamos, que no me fío. Viendo el caso de los tests y las mascarillas defectuosas que ha comprado nuestro gobierno para hacer frente a la pandemia, ¿quién me dice que no comprarán una vacuna fake? Que te inoculen un virus letal en forma de 'nueva' vacuna... me da escalofríos solo de pensarlo.
Y luego está por ver, una vez la vacuna esté en el mercado, cómo se organiza el tema de la distribución. ¿Cómo ponérsela a los 47 millones de españoles? ¿En qué plazo se hará? ¿Quiénes tendrán preferencia? ¿Será obligatoria? Y en ese caso, ¿es constitucional que te obliguen a vacunarte amparándose en que si no, serías una amenaza para la inmunidad colectiva?