Una vez superada la primera ola de la pandemia, estamos ante la oportunidad de diseñar una nueva Europa que sea más igualitaria, más ecológica y preparada para el futuro. Pero para cumplir estas ambiciones, necesitamos los medios adecuados. En el actual contexto de crisis a causa de las terribles consecuencias sociales y económicas causadas por la pandemia del coronavirus, son muchas las voces que reclaman la puesta en marcha de algo parecido a un Plan Marshall europeo para propiciar la reconstrucción y puesta en marcha de la economía del continente.
¿Qué está en juego, entonces? Por un lado, lo cuantitativo: el total de la ayuda de los socios europeos a los países más golpeados por la crisis, como España o Italia. Pero, también, lo cualitativo: la asunción de que hay ciertos problemas que, en un mundo interdependiente, sólo se pueden intentar afrontar de manera colectiva, y si esa respuesta profundiza en una Europa más integrada o en un modelo opuesto, en una Europa de Estados y Gobiernos. La Unión Europea es un colectivo en que tiene ante sí estos desafíos: un virus que ha creado una crisis sanitaria y una crisis económica sin precedentes.
¿Y qué ha estado haciendo la Unión Europea en estos meses? En primer lugar, el Banco Central Europeo ha lanzado dos operaciones de compra de deuda:
* una primera, a mediados de marzo, de 120.000 millones de euros;
* y otra después, un programa especial llamado PEPP, de 750.000 millones, que se ha visto ampliado el 4 de junio: en cantidad, hasta los 1,35 billones, y en tiempo, hasta junio de 2021.
Con ese dinero, el BCE está logrando evitar que se desboquen las primas de riesgo, como sucedió en la crisis de 2008. (La prima de riesgo mide el diferencial de los intereses que paga el Gobierno español por su deuda respecto a los que cobra Alemania, considerado el país más solvente de la Eurozona; cuanto mayor es el riesgo país, más alta será su prima de riesgo y más alto será el tipo de interés de su deuda). En los últimos doce meses la prima de riesgo en España ha aumentado 16 puntos y en lo que va de año ha subido 32 puntos; su valor está en torno a 100.
¿Y qué más? Pues el Eurogrupo ha aprobado un paquete de rescate a través de tres medidas para una reacción inicial, que debían estar en marcha a partir del 1 de junio. Son medidas relacionadas con préstamos:
* 200.000 millones en garantías para las empresas, a través del Banco Europeo de Inversiones (BEI);
* 240.000 millones a través del MEDE sanitario, el fondo de rescates, para los gastos directos o indirectos de la crisis y que sólo ha pedido, de momento, Chipre (a España le corresponderían unos 25.000 millones, que no quiere pedir por el estigma que implica, a pesar de que es un dinero sin apenas condicionalidad macroeconómica);
* Y otros 100.000 millones para financiar el desempleo, que España tiene interés en pedir (aspira a unos 15.000 millones, casi los 18.000 millones que espera destinar a los ERTE), pero el instrumento aún no está disponible.
Junto a eso, la UE está ahora discutiendo su presupuesto a largo plazo 2021-2027 del que cuelga el fondo de reconstrucción que podría alcanzar una potencia de fuego superior a los 1,5 billones de euros, y que incluye partidas clásicas para los intereses españoles, como la Política Agraria Común o los fondos de cohesión. El presupuesto entrará en vigor el 1 de enero de 2021, pero se está intentando que una parte del fondo de reconstrucción pueda estar disponible a partir de septiembre de 2020, ampliando el presupuesto vigente.
¿A cuánto asciende el fondo de reconstrucción? El fondo de reconstrucción de la UE contaría con tres pilares, en función del destino de las ayudas: a Estados, a empresas, o al refuerzo de programas que la pandemia ha demostrado esenciales. Asciende a un total de 750.000 millones de euros, repartido así:500.000 390.000 millones en subvenciones o ayudas directas a fondo perdido y 250.000 360.000 millones en préstamos.
1) Ayudas a los Estados: 655.000 millones, de los cuales 560.000 millones (la mayoría en subvenciones) se destinarán a la Facilidad para la Recuperación y la Resiliencia (países podrían utilizar esta herramienta para costear planes de reformas estructurales e inversiones que tendrán que ser aprobados previamente por la Comisión). El resto se repartiría entre una dotación extra en fondos de cohesión (55.000 millones), el Fondo de Transición Justa y un refuerzo de las ayudas al desarrollo rural.
2) El Fondo de Recuperación tiene como objetivo movilizar la inversión privada y la medida más novedosa es un Instrumento de Solvencia, que contará con 31.000 millones de euros en garantías para que el Banco Europeo de Inversiones (BEI) u otros intermediarios financieros inviertan en el capital de empresas que se hayan visto en problemas por la pandemia. A esto se suma el aumento del plan de inversiones europeo InvestEU hasta los 75.000 millones en garantías.
3) La tercera pata del Fondo servirá para crear un Programa de Salud europeo y reforzar la reserva de equipamiento médico comunitaria.
Es la primera vez que la UE emitiría semejante deuda conjunta; y sería la primera vez que se dotaría de fondos propios, al margen de las aportaciones del Estado.
¿Cuándo se liberará este fondo? El presupuesto y el Fondo de Recuperación deberían empezar a funcionar en enero de 2021, pero para ello se necesitaría un acuerdo político entre países en julio, ya que después tendría que recibir luz verde de la Eurocámara y de algunos parlamentos nacionales. No se espera un acuerdo en la cumbre telemática del 19 de junio, por lo que será necesaria al menos una segunda reunión de líderes, que podría tener lugar a mediados de julio y ya de forma presencial en Bruselas.
¿Cómo se financiará este fondo de reconstrucción? Para financiar el fondo de reconstrucción -subsidios y préstamos- el Ejecutivo europeo tendrá que acudir a los mercados de deuda para captar los 750.000 millones con emisiones de bonos, con un vencimiento máximo de 30 años que se devolvería a partir de 2028 y hasta 2058. La emisión estará respaldada por el propio presupuesto comunitario pero para ir devolviendo el dinero captado en el mercado, finalmente será el contribuyente el que pagará, a través de gravámenes e impuestos de nueva creación en el ámbito europeo.
Por el momento, Europa se ha planteado que haya un gravamen al plástico, un impuesto a parte de los beneficios del sistema de comercio de emisiones, otro tributo a las multinacionales digitales o una tasa a la entrada de carbono al bloque.
¿Cómo se repartirá el fondo de reconstrucción? Europa necesita la solidaridad del norte con el sur a través de un ambicioso plan económico; con unos países en el sur endeudados hasta el cuello y otros en el norte con superávit, el futuro de Europa depende -una vez más- de lo que haga o deje hacer Alemania, la locomotora de la UE.
Porque mientras que países como España, Italia o Portugal defienden un esquema de subvenciones no reembolsables (es decir, transferencias directas de fondos), los halcones del norte, con Alemania y Países Bajos a la cabeza, insisten en que esa ayuda debe canalizarse vía préstamos, aunque sean a muy largo plazo, y que el dinero se entregue con fuertes condiciones vinculadas a reformas económicas de corte fiscal (deuda y déficit).
Por cierto, que la propuesta de Sánchez de los llamados 'coronabonos' que mutualizarían la deuda y permitirían a los países pedir prestado mucho más barato, fue rechazada nada más ser presentada, por lo que el Ejecutivo tuvo que dar un giro a sus peticiones a la UE. El matiz que entonces incorporó Moncloa es que el ‘nuevo’ dinero, en lugar de prestarse (en lugar de generar más deuda), se habilitara como subvención a los sectores más golpeados por la pandemia (turismo y transporte especialmente), y a proyectos en línea con la transformación digital y el respeto ecológico. O sea, Sánchez propone entregas directas, sin obligación de desembolso. «Deuda perpetua de la UE» que debería llegar a partir del 1 de junio de 2021 y mantenerse «dos o tres años» para «relanzar las economías de los países más afectados». RECHAZADO.
¿Cómo debería ser el Plan Marshall para la recuperación de la salud mundial? En primer lugar, hablar de solidaridad internacional debe conllevar compromisos financieros equivalentes. En segundo lugar, el dinero debe dispersarse en un sólido equilibrio entre subvenciones (que requiere el sur para no endeudarse más) y préstamos (que requiere el norte para no cargar de números rojos a los demás); ésto es precisamente lo que han pactado Merkel y Macron. Por último, crear un organismo central de financiación y supervisión vinculado a los organismos públicos nacionales mediante un mecanismo de coordinación europeo.
Pero, en ningún caso, el plan Marshall europeo puede servir para blanquear las políticas de los malos gobiernos (como, desgraciadamente, el nuestro). Porque si regamos el populismo, éste crecerá y arraigará. En ésto España lo tiene bastante mal; basta con ver los catastróficos números que arrojaba ya la economía pre-pandemia y las malas previsiones actuales que prácticamente abocan el rescate económico del país.
¿Y por qué Europa desconfía de España? Porque el Gobierno no tiene ningún plan para salir de la mayor crisis económica de nuestra historia, porque no hemos cumplido con nuestros deberes ante Bruselas y porque el objetivo declarado públicamente hasta ahora por Pedro Sánchez y por Pablo Iglesias es revertir las reformas estructurales aprobadas durante la anterior recesión del 2008 para crear empleo (a saber, reforma laboral y pensiones). ¿Cree Sánchez que Europa nos va a salvar sin que nosotros hagamos algún sacrificio?
Por otro lado, Europa, además de este "plan Marshall económico", necesita un "plan Marshall democrático" que defienda el estado de derecho y nuestros valores con tanta fuerza como defendemos nuestra moneda única.
La nueva Europa también necesita un acuerdo horizontal de remodelación de las políticas europeas que logre que tanto los del sur como los del norte vean esta nueva etapa como algo ventajoso para ellos.
Eso implica no solo un transvase monetario, sino también un acelerado plan de cierre de las enormes lagunas y deficiencias del mercado interno; una estrategia de liberación de capital para facilitar créditos; una masiva oferta de incentivos a los emprendedores y empresas que operen de manera paneuropea; una urgente puesta en marcha de una política industrial que promueva los núcleos de excelencia europeos (lo cual requerirá que en el sur reconozcamos los numerosos núcleos de excelencia del norte, siempre que ningún Estado miembro salga especialmente desfavorecido), y a medio plazo, una aceptación más amplia de la ‘Europa a varias velocidades’ o de la ‘Europa de círculos’. Crear una nueva Europa es un gran reto y las negociaciones serán difíciles.
La deriva totalitaria, las limitaciones a las libertades, el proteccionismo y el colapso del multilateralismo hacen que la Unión Europea sea ahora más necesaria que nunca. Europa no debe aspirar solo a sobrevivir a la crisis del coronavirus para hacer más de lo mismo, sino a utilizar la crisis para reinventarse.
Mientras todo eso se cuece en la UE, en España el debate nacional y la opinión pública caminan por la senda de la crispación y los ataques al Gobierno, alentado todo ello por los durísimos debates parlamentarios que se han ido sucediendo para prolongar sine die el Estado de Alarma. No hay agenda de país, de bien común, y falta ese 'sentido de Estado'. Lo que hay, más bien, es un patriotismo barato y frentista. En España tenemos una situación de conmoción política azuzada en los medios, que se refleja en la población, y que impide abordar lo realmente importante para salir airosos de esta crisis.
Europa no entiende lo que está haciendo el gobierno de España, que se dirige a velocidad de crucero hacia la ruina económica y a una crisis económica sin precedentes, capaz de trastocar todo el sistema español, sin hacer caso a los consejos y recomendaciones de los expertos y socios internacionales. Desde la UE, cada día son más los técnicos y dirigentes que observan a una España que se encuentra en situación dramática, sin recursos para atender los compromisos públicos, sin liquidez para pagar, pero también sin que el gobierno adopte las medidas necesarias para reactivar la economía y paliar el drama.
Europa está sorprendida porque el gobierno sigue gastando y comprometiendo pagos que no podrá cumplir. Sabe que el gobierno espera recaudar mucho dinero con su proyectada subida de impuestos, pero los técnicos europeos creen que por mucho que los suban, la ruina económica impedirá cobrar y es probable que se recaude mucho menos que en los últimos ejercicios. Por el momento, España recibe fondos sin condiciones de Europa, pero los criterios de Holanda, Austria, Alemania y otros países, que exigen que el dinero se dé con duras condiciones, se está abriendo paso, y en la Comisión Europea se cree que España terminará por ser intervenida.
Lo cierto es que España podría acceder a 140.446 millones de euros del fondo de recuperación planteado Comisión Europea de 750.000 millones. Concretamente, 77.324 millones llegarían a través de transferencias directas y 63.142 millones por medio de préstamos. La mayor parte de esos 140.446 millones para España saldrían de la Facilidad para la Recuperación y la Resiliencia, en concreto, 61.618 millones en subvenciones y unos 56.630 en créditos.
Otros 1.806 millones procederían del Fondo de Transición Justa, del que es cuarta beneficiaria; mientras que el resto correspondería a ayudas al desarrollo rural y fondos de cohesión adicionales, aunque Bruselas no ha publicado el desglose por país de estas dos partidas. (Aunque de nada sirve que la UE canalice un río de liquidez si ésta no llega a la economía real: a los empresarios, autónomos y trabajadores).
Los 140.000 millones del rescate llegarán condicionados a que Europa tome el control y ponga fin a la locura. Las medidas que tendrán que imponerse serán dramáticas, con reducción de sueldos y pensiones incluidas, junto con un severo adelgazamiento del Estado, que es el más insostenible, gordo y seboso de toda Europa. España es el único país de la Unión Europea que no ha modificado su Presupuesto y que no ha introducido severas medidas de control de gasto y austeridad en la gestión pública. Por el contrario, España aprueba medidas, una tras otra, destinadas a ganar adhesiones y votos, sin importarle que puedan cumplirse o que conduzcan a la ruina del Estado. Y está claro que la UE no financiará déficits estructurales que contradigan su política económica.
La situación se complicará, según aseguran en los centros europeos de decisión, con un cisma interno que enfrentará a Podemos con el PSOE, porque Podemos se negará a asumir los controles y frenos que impondrá Europa. La gran incógnita es saber qué hará Pedro Sánchez, si en el momento de la verdad se aliará con el Podemos enfurecido o aceptará otras alianzas más moderadas y civilizadas para gobernar.
Alemania y Francia han presentado -a mediados de mayo- un plan de reactivación económico que, por resumirlo en pocas palabras, ni mutualiza la deuda ni se limita a dar créditos reembolsables a países que no los podrían pagar: los afectados recibirán el dinero que necesiten desde los propios presupuestos europeos, que serán los responsables de los fondos, sin la garantía personal del Estado receptor.
Es decir, lo que España pida, no tendrá que devolverlo de manera directa. Pero cuidado, que no es un regalo, como probablemente querrá vendernos nuestro Gobierno. Es una intervención "suave", un rescate con otro nombre y una buena fórmula para conjugar el auxilio con la cohesión. Y no es ninguna dádiva por tres razones:
1) Porque aún tienen que aprobarlo los 27 (el 17 y 18 de julio se celebrará el Consejo Europeo que deberá regular estas ayudas).
2) Ese presupuesto que soportará los fondos de reactivación se elabora con las aportaciones de cada uno de los Estados. Y España, por tanto, tendrá que poner su parte, con arreglo a su tamaño y posición.
3) Porque no es incondicional: se vinculará la financiación de los damnificados a la creación de un espacio común con reglas similares y reformas. Cada préstamo se hará con un acuerdo “país a país en el Eurogrupo”, con “condicionalidad” y “tiempo limitado” y con la obligación de aceptar un “pacto de estabilidad y de reducción del déficit”. Por tanto, la coalición de Gobierno formada por el PSOE y Podemos tendrán más difícil desmantelar reformas como la laboral o apostar por medidas descontroladas de gasto público, como ha hecho hasta ahora.
Para los sanchistas que llamarán a esto “eurobonos” sin serlo, conviene recalcar de que la generosidad europea comportará compromiso de cada Estado receptor con arreglo a una condiciones exigentes que ya refleja el documento a debatir por los estados miembros, y que el dinero será finalista para los sectores afectados: no para que Sánchez se lo gaste en sí mismo, ni en sus fantasías ideológicas, ni en gasto corriente.
Y por cierto, si la UE va a liberar tanto dinero, ¿seguirá diciendo Pablo Iglesias que en España hace falta un plan confiscatorio porque no tenemos dinero?
¿Y cómo devolverá España todo este dinero? Sin duda, será el contribuyente quien lo pagará. El Gobierno español contaba con los nuevos ingresos de la tasa Google y la tasa Tobin para financiar las arcas públicas, pero los organismos internacionales dicen que estos impuestos sólo deben lanzarse en el marco europeo. Ahora, las autoridades nacionales tendrán menos margen para crear figuras tributarias nuevas -que podrían chocar con las europeas- y tendrán que recurrir a los mismos impuestos de siempre: IRPF, el IVA o Sociedades, que pagan mayoritariamente las clases medias o las empresas que generan empleo en el país.
¿Será suficiente? Los fondos de la UE serán la mitad de lo que quería el Gobierno de Pedro Sánchez, y parte serán créditos (no transferencias directas a fondo perdido, como pedía). Y los analistas opinan que el dinero que pone sobre la mesa Bruselas puede no ser suficiente para España, tras el fuerte aumento del déficit que se avecina.
Si hace unas semanas Sánchez se daba por seguro el aluvión de dinero, con 75.000 millones en subvenciones a fondo perdido y 65.000 más en préstamos, tras la cumbre de la UE del 20 de junio todo se ha complicado: hasta finales de julio no se conocerá el resultado exacto del Pacto de Reconstrucción, que no se aplicará, al menos, hasta enero de 2021. O quizá hasta el mismo mes de 2022, lo que sería trágico para España. Hasta entonces, España deberá tirar de recursos propios, en un escenario terrible de paro, caída del PIB, hundimiento del consumo y una combinación muy adversa de deuda y déficit. Pero incluso con ese dinero, las cuentas no salen si no van acompañadas de reformas.
Porque casi la mitad de los famosos 140.000 millones, si finalmente los "Cuatro frugales" (Dinamarca, Holanda, Austria y Suecia) dan su brazo a torcer y aceptan esa fórmula; serán en crédito y la otra mitad en subsidios salidos del Presupuesto de la Unión Europea, con un matiz: aunque España los reciba como subvención, a España le corresponde poner unos 35.000 millones a ese presupuesto: esto es, el dinero "regalado" será a lo sumo 40.000 millones (solo el turismo lleva ya 83.000 perdidos).
Es decir, si el Gobierno lograr cerrar la mejor opción ahora mismo sobre la mesa, 65.000 millones, tendría que devolverlos y de los 75.000 restantes la mitad tiene que ponerlo también, por otra vía, en la caja común de la Unión Europea.
Actualización 23 de julio: Sánchez ha vuelto de la cumbre europea con aire triunfalista, con 140.000 millones en el bolsillo: 72.700 millones en ayudas a fondo perdido, y el resto préstamos que habrá que devolver. A pesar de lo que diga, es un rescate en toda regla, ya que el dinero se prestará con condiciones.
La fábrica de propaganda Iván Redondo tiene un nuevo hit. Tras «no permitiremos que la gobernabilidad descanse en independentistas» o «ni antes ni después ni durante pactaremos con Podemos», Sánchez se entrega ahora a fondo a «el PP se sitúa enfrente de los intereses de España en Europa». Un embuste tan grande como los dos anteriores. Sánchez acusa falsamente al PP de entorpecer las ayudas europeas para poder culparle después de los ajustes.
No existe ni un solo hecho o declaración sobre los que se pueda sustentar que el partido de Pablo Casado está alineándose con los países contrarios a las ayudas o que esté pidiendo que se apliquen ajustes a nuestro país. Es más. Aunque quisiera hacerlo no podría, porque Sánchez es el único que negocia el fondo en nombre de España.
A ello se une que entre los socios más contrarios a las ayudas se encuentran Dinamarca, Suecia y Finlandia. Tres países que están gobernados por socialdemócratas. Los líderes de esas tres naciones son socios de Sánchez, comparten familia política, y si no ablandan su postura será por la incapacidad de éste para persuadirles o tejer alianzas.
El Partido Popular Europeo no solo no está poniendo obstáculos al fondo sino que está haciendo todo lo contrario. Hasta la fecha, el Europarlamento ha aprobado dos resoluciones (una en abril y otra en mayo) a favor del paquete y las dos han contado con el apoyo del PP. Además, se han unido a los socialdemócratas, liberales, verdes y comunistas para enviar una carta conjunta a los líderes europeos en la que advertían de que se opondrían a cualquier reducción de las ayudas y que «solidaridad y responsabilidad van de la mano». La misiva es tan poco sospechosa de ir contra los intereses de España que fue firmada por la mano derecha de Sánchez en Bruselas, Iratxe García, presidenta del grupo socialdemócrata.
Pero si aún necesitan más pruebas de que el PP está defendiendo las mismas tesis que los socialistas respecto al fondo europeo, solo hay que escuchar al jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, que ha defendido ante el Congreso que el paquete no puede ser «gratis» y que «tendrá que tener, evidentemente, condicionalidades». Y menos mal. ¿Se imaginan a Sánchez e Iglesias con un crédito sin límite? ¡Nos endeudarían hasta dentro de dos siglos! Pero claro, para Sánchez, que pretende que nos lluevan millones de la UE a fondo perdido y sin 'hombres de negro', ésto es intolerable y va en contra de los intereses de España.
Así pues, si el PP apoya todas las resoluciones que se debaten a favor del fondo, se pone de acuerdo con los socialistas para presionar a los líderes europeos y defiende las mismas tesis que los colaboradores de Sánchez en Bruselas ¿cuál es el gran pecado del PP? Iván Redondo vuelve a intentar vestir una mentira de verdad a costa de repetirla mil veces.
Acusar al PP de entorpecer la negociación del fondo europeo solo puede tener un objetivo: preparar una coartada para culpar a Casado de las condiciones que tendrá que asumir España a cambio de las ayudas. Da igual si es una falacia, lo importante es tener listo un chivo expiatorio para cuando el Gobierno tenga que meter tijera, hacer ajustes y no pueda cumplir su última gran promesa: salir de la crisis sin dejar a nadie atrás.
Cuando hace justo un mes, el portugués Mario Centeno anunció su intención de no repetir mandato al frente del Eurogrupo, la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital de España Nadia Calviño pareció situarse inicialmente como favorita, pero pronto le surgieron rivales de consideración. Calviño reunió el apoyo de algunos 'grandes' de la eurozona (Alemania, Francia e Italia) pero necesitaba 10 votos. El 9 de julio se produjo la votación. Calviño sumó 9 votos en la primera ronda, pero perdió en la segunda votación, en la que ganó la alianza de los países pequeños que se unieron para potenciar al candidato irlandés, Paschal Donohoe.
Perder una batalla por la presidencia del Eurogrupo, un desafío de este calibre, contando con el apoyo de las cuatro potencias de la Eurozona y Gobiernos que representan más del 80% de su población es insólito y muy difícil de digerir. Es un fiasco para el presidente del Gobierno español y la proyección de España en el exterior. Es un jarro de agua fría para la vicepresidenta, la favorita desde hace semanas y la más apreciada por la 'burbuja de Bruselas', y para su ambición. Y es también el resultado de una 'rebelión de los pequeños' que muestra cómo en la Europa de 2020 las reglas y equilibrios del pasado no son suficientes.
Sus rivales lograron transmitir que la española era una figura "divisiva", con opiniones demasiado firmes y una agenda demasiado radical para la transformación de la Eurozona y las reformas que siguen pendientes. ¿Habrá tenido algo que ver Pablo Iglesias en todo ésto? Esto debería dejarle claro a Pedro Sánchez que debe romper, sin más demora, con su socio bolivariano de gobierno.
La noticia es muy mala para España, en términos de imagen, de proyección, de capacidad de influencia y de cara a la negociación de las próximas semanas y meses. España sale debilitada y teniendo que forzar. La presidencia del Eurogrupo no da poderes ejecutivos a su responsable, no hay voto de calidad o capacidad de decisión unilateral. Pero sí otorga la capacidad de controlar y fijar la agenda, priorizar determinados temas, buscar los consensos. Puede decidir cuándo seguir un debate o pararlo, cuándo apretar o no hacerlo. Escoger el lenguaje y ser la cara pública de los ministros, ser el portavoz, el que marca el tono, la ambición y el que hace de interlocutora, por ejemplo, con los jefes de Estado y de Gobierno en las cumbres del Consejo Europeo.
Y en un momento en el que se tienen que decidir o perfilar cuestiones como el Fondo de Recuperación de la UE de hasta 750.000 millones de euros, el Presupuesto comunitario hasta 2027, completar la Unión Bancaria o perfilar cómo será el proceso para evaluar los Planes Nacionales de Reformas y quién tendrá la última palabra sobre la condicionalidad para que los países puedan recibir los fondos comunitarios, tener a alguien al frente del Eurogrupo se antojaba vital.
Ahora Sánchez ha iniciado una ruta por Europa en la que se verá cara a cara con cuatro presidentes de países europeos (Holanda, Alemania, Suecia y París) para mendigar el dinero que España necesita para salir de la crisis. Sánchez mantiene su argumentario de desastre total para el conjunto de la Unión Europea, en todas las visitas que realiza a los diferentes estados, de cara a amedrentar a sus colegas para lograr sus intereses. La condicionalidad de las ayudas y la capacidad de veto de cualquier país en el Consejo Europeo son los caballos de batalla en la negociación.
Sin embargo, el optimismo de hace unos días se va reduciendo a medida que el jefe del Ejecutivo se da de bruces con la realidad. Porque el comienzo de su gira no ha podido ir peor. El presidente de Holanda, Mark Rutte, le ha espetado a Sánchez que «solucione antes los problemas internos de España», lo cual indica que las posiciones están muy alejadas.
¿Qué está en juego, entonces? Por un lado, lo cuantitativo: el total de la ayuda de los socios europeos a los países más golpeados por la crisis, como España o Italia. Pero, también, lo cualitativo: la asunción de que hay ciertos problemas que, en un mundo interdependiente, sólo se pueden intentar afrontar de manera colectiva, y si esa respuesta profundiza en una Europa más integrada o en un modelo opuesto, en una Europa de Estados y Gobiernos. La Unión Europea es un colectivo en que tiene ante sí estos desafíos: un virus que ha creado una crisis sanitaria y una crisis económica sin precedentes.
¿Y qué ha estado haciendo la Unión Europea en estos meses? En primer lugar, el Banco Central Europeo ha lanzado dos operaciones de compra de deuda:
* una primera, a mediados de marzo, de 120.000 millones de euros;
* y otra después, un programa especial llamado PEPP, de 750.000 millones, que se ha visto ampliado el 4 de junio: en cantidad, hasta los 1,35 billones, y en tiempo, hasta junio de 2021.
Con ese dinero, el BCE está logrando evitar que se desboquen las primas de riesgo, como sucedió en la crisis de 2008. (La prima de riesgo mide el diferencial de los intereses que paga el Gobierno español por su deuda respecto a los que cobra Alemania, considerado el país más solvente de la Eurozona; cuanto mayor es el riesgo país, más alta será su prima de riesgo y más alto será el tipo de interés de su deuda). En los últimos doce meses la prima de riesgo en España ha aumentado 16 puntos y en lo que va de año ha subido 32 puntos; su valor está en torno a 100.
¿Y qué más? Pues el Eurogrupo ha aprobado un paquete de rescate a través de tres medidas para una reacción inicial, que debían estar en marcha a partir del 1 de junio. Son medidas relacionadas con préstamos:
* 200.000 millones en garantías para las empresas, a través del Banco Europeo de Inversiones (BEI);
* 240.000 millones a través del MEDE sanitario, el fondo de rescates, para los gastos directos o indirectos de la crisis y que sólo ha pedido, de momento, Chipre (a España le corresponderían unos 25.000 millones, que no quiere pedir por el estigma que implica, a pesar de que es un dinero sin apenas condicionalidad macroeconómica);
* Y otros 100.000 millones para financiar el desempleo, que España tiene interés en pedir (aspira a unos 15.000 millones, casi los 18.000 millones que espera destinar a los ERTE), pero el instrumento aún no está disponible.
Junto a eso, la UE está ahora discutiendo su presupuesto a largo plazo 2021-2027 del que cuelga el fondo de reconstrucción que podría alcanzar una potencia de fuego superior a los 1,5 billones de euros, y que incluye partidas clásicas para los intereses españoles, como la Política Agraria Común o los fondos de cohesión. El presupuesto entrará en vigor el 1 de enero de 2021, pero se está intentando que una parte del fondo de reconstrucción pueda estar disponible a partir de septiembre de 2020, ampliando el presupuesto vigente.
¿A cuánto asciende el fondo de reconstrucción? El fondo de reconstrucción de la UE contaría con tres pilares, en función del destino de las ayudas: a Estados, a empresas, o al refuerzo de programas que la pandemia ha demostrado esenciales. Asciende a un total de 750.000 millones de euros, repartido así:
1) Ayudas a los Estados: 655.000 millones, de los cuales 560.000 millones (la mayoría en subvenciones) se destinarán a la Facilidad para la Recuperación y la Resiliencia (países podrían utilizar esta herramienta para costear planes de reformas estructurales e inversiones que tendrán que ser aprobados previamente por la Comisión). El resto se repartiría entre una dotación extra en fondos de cohesión (55.000 millones), el Fondo de Transición Justa y un refuerzo de las ayudas al desarrollo rural.
2) El Fondo de Recuperación tiene como objetivo movilizar la inversión privada y la medida más novedosa es un Instrumento de Solvencia, que contará con 31.000 millones de euros en garantías para que el Banco Europeo de Inversiones (BEI) u otros intermediarios financieros inviertan en el capital de empresas que se hayan visto en problemas por la pandemia. A esto se suma el aumento del plan de inversiones europeo InvestEU hasta los 75.000 millones en garantías.
3) La tercera pata del Fondo servirá para crear un Programa de Salud europeo y reforzar la reserva de equipamiento médico comunitaria.
Es la primera vez que la UE emitiría semejante deuda conjunta; y sería la primera vez que se dotaría de fondos propios, al margen de las aportaciones del Estado.
¿Cuándo se liberará este fondo? El presupuesto y el Fondo de Recuperación deberían empezar a funcionar en enero de 2021, pero para ello se necesitaría un acuerdo político entre países en julio, ya que después tendría que recibir luz verde de la Eurocámara y de algunos parlamentos nacionales. No se espera un acuerdo en la cumbre telemática del 19 de junio, por lo que será necesaria al menos una segunda reunión de líderes, que podría tener lugar a mediados de julio y ya de forma presencial en Bruselas.
¿Cómo se financiará este fondo de reconstrucción? Para financiar el fondo de reconstrucción -subsidios y préstamos- el Ejecutivo europeo tendrá que acudir a los mercados de deuda para captar los 750.000 millones con emisiones de bonos, con un vencimiento máximo de 30 años que se devolvería a partir de 2028 y hasta 2058. La emisión estará respaldada por el propio presupuesto comunitario pero para ir devolviendo el dinero captado en el mercado, finalmente será el contribuyente el que pagará, a través de gravámenes e impuestos de nueva creación en el ámbito europeo.
Por el momento, Europa se ha planteado que haya un gravamen al plástico, un impuesto a parte de los beneficios del sistema de comercio de emisiones, otro tributo a las multinacionales digitales o una tasa a la entrada de carbono al bloque.
¿Cómo se repartirá el fondo de reconstrucción? Europa necesita la solidaridad del norte con el sur a través de un ambicioso plan económico; con unos países en el sur endeudados hasta el cuello y otros en el norte con superávit, el futuro de Europa depende -una vez más- de lo que haga o deje hacer Alemania, la locomotora de la UE.
Porque mientras que países como España, Italia o Portugal defienden un esquema de subvenciones no reembolsables (es decir, transferencias directas de fondos), los halcones del norte, con Alemania y Países Bajos a la cabeza, insisten en que esa ayuda debe canalizarse vía préstamos, aunque sean a muy largo plazo, y que el dinero se entregue con fuertes condiciones vinculadas a reformas económicas de corte fiscal (deuda y déficit).
Por cierto, que la propuesta de Sánchez de los llamados 'coronabonos' que mutualizarían la deuda y permitirían a los países pedir prestado mucho más barato, fue rechazada nada más ser presentada, por lo que el Ejecutivo tuvo que dar un giro a sus peticiones a la UE. El matiz que entonces incorporó Moncloa es que el ‘nuevo’ dinero, en lugar de prestarse (en lugar de generar más deuda), se habilitara como subvención a los sectores más golpeados por la pandemia (turismo y transporte especialmente), y a proyectos en línea con la transformación digital y el respeto ecológico. O sea, Sánchez propone entregas directas, sin obligación de desembolso. «Deuda perpetua de la UE» que debería llegar a partir del 1 de junio de 2021 y mantenerse «dos o tres años» para «relanzar las economías de los países más afectados». RECHAZADO.
¿Cómo debería ser el Plan Marshall para la recuperación de la salud mundial? En primer lugar, hablar de solidaridad internacional debe conllevar compromisos financieros equivalentes. En segundo lugar, el dinero debe dispersarse en un sólido equilibrio entre subvenciones (que requiere el sur para no endeudarse más) y préstamos (que requiere el norte para no cargar de números rojos a los demás); ésto es precisamente lo que han pactado Merkel y Macron. Por último, crear un organismo central de financiación y supervisión vinculado a los organismos públicos nacionales mediante un mecanismo de coordinación europeo.
Pero, en ningún caso, el plan Marshall europeo puede servir para blanquear las políticas de los malos gobiernos (como, desgraciadamente, el nuestro). Porque si regamos el populismo, éste crecerá y arraigará. En ésto España lo tiene bastante mal; basta con ver los catastróficos números que arrojaba ya la economía pre-pandemia y las malas previsiones actuales que prácticamente abocan el rescate económico del país.
¿Y por qué Europa desconfía de España? Porque el Gobierno no tiene ningún plan para salir de la mayor crisis económica de nuestra historia, porque no hemos cumplido con nuestros deberes ante Bruselas y porque el objetivo declarado públicamente hasta ahora por Pedro Sánchez y por Pablo Iglesias es revertir las reformas estructurales aprobadas durante la anterior recesión del 2008 para crear empleo (a saber, reforma laboral y pensiones). ¿Cree Sánchez que Europa nos va a salvar sin que nosotros hagamos algún sacrificio?
Por otro lado, Europa, además de este "plan Marshall económico", necesita un "plan Marshall democrático" que defienda el estado de derecho y nuestros valores con tanta fuerza como defendemos nuestra moneda única.
La nueva Europa también necesita un acuerdo horizontal de remodelación de las políticas europeas que logre que tanto los del sur como los del norte vean esta nueva etapa como algo ventajoso para ellos.
Eso implica no solo un transvase monetario, sino también un acelerado plan de cierre de las enormes lagunas y deficiencias del mercado interno; una estrategia de liberación de capital para facilitar créditos; una masiva oferta de incentivos a los emprendedores y empresas que operen de manera paneuropea; una urgente puesta en marcha de una política industrial que promueva los núcleos de excelencia europeos (lo cual requerirá que en el sur reconozcamos los numerosos núcleos de excelencia del norte, siempre que ningún Estado miembro salga especialmente desfavorecido), y a medio plazo, una aceptación más amplia de la ‘Europa a varias velocidades’ o de la ‘Europa de círculos’. Crear una nueva Europa es un gran reto y las negociaciones serán difíciles.
La deriva totalitaria, las limitaciones a las libertades, el proteccionismo y el colapso del multilateralismo hacen que la Unión Europea sea ahora más necesaria que nunca. Europa no debe aspirar solo a sobrevivir a la crisis del coronavirus para hacer más de lo mismo, sino a utilizar la crisis para reinventarse.
El rescate europeo para España
Mientras todo eso se cuece en la UE, en España el debate nacional y la opinión pública caminan por la senda de la crispación y los ataques al Gobierno, alentado todo ello por los durísimos debates parlamentarios que se han ido sucediendo para prolongar sine die el Estado de Alarma. No hay agenda de país, de bien común, y falta ese 'sentido de Estado'. Lo que hay, más bien, es un patriotismo barato y frentista. En España tenemos una situación de conmoción política azuzada en los medios, que se refleja en la población, y que impide abordar lo realmente importante para salir airosos de esta crisis.
Europa no entiende lo que está haciendo el gobierno de España, que se dirige a velocidad de crucero hacia la ruina económica y a una crisis económica sin precedentes, capaz de trastocar todo el sistema español, sin hacer caso a los consejos y recomendaciones de los expertos y socios internacionales. Desde la UE, cada día son más los técnicos y dirigentes que observan a una España que se encuentra en situación dramática, sin recursos para atender los compromisos públicos, sin liquidez para pagar, pero también sin que el gobierno adopte las medidas necesarias para reactivar la economía y paliar el drama.
Europa está sorprendida porque el gobierno sigue gastando y comprometiendo pagos que no podrá cumplir. Sabe que el gobierno espera recaudar mucho dinero con su proyectada subida de impuestos, pero los técnicos europeos creen que por mucho que los suban, la ruina económica impedirá cobrar y es probable que se recaude mucho menos que en los últimos ejercicios. Por el momento, España recibe fondos sin condiciones de Europa, pero los criterios de Holanda, Austria, Alemania y otros países, que exigen que el dinero se dé con duras condiciones, se está abriendo paso, y en la Comisión Europea se cree que España terminará por ser intervenida.
Lo cierto es que España podría acceder a 140.446 millones de euros del fondo de recuperación planteado Comisión Europea de 750.000 millones. Concretamente, 77.324 millones llegarían a través de transferencias directas y 63.142 millones por medio de préstamos. La mayor parte de esos 140.446 millones para España saldrían de la Facilidad para la Recuperación y la Resiliencia, en concreto, 61.618 millones en subvenciones y unos 56.630 en créditos.
Otros 1.806 millones procederían del Fondo de Transición Justa, del que es cuarta beneficiaria; mientras que el resto correspondería a ayudas al desarrollo rural y fondos de cohesión adicionales, aunque Bruselas no ha publicado el desglose por país de estas dos partidas. (Aunque de nada sirve que la UE canalice un río de liquidez si ésta no llega a la economía real: a los empresarios, autónomos y trabajadores).
Los 140.000 millones del rescate llegarán condicionados a que Europa tome el control y ponga fin a la locura. Las medidas que tendrán que imponerse serán dramáticas, con reducción de sueldos y pensiones incluidas, junto con un severo adelgazamiento del Estado, que es el más insostenible, gordo y seboso de toda Europa. España es el único país de la Unión Europea que no ha modificado su Presupuesto y que no ha introducido severas medidas de control de gasto y austeridad en la gestión pública. Por el contrario, España aprueba medidas, una tras otra, destinadas a ganar adhesiones y votos, sin importarle que puedan cumplirse o que conduzcan a la ruina del Estado. Y está claro que la UE no financiará déficits estructurales que contradigan su política económica.
La situación se complicará, según aseguran en los centros europeos de decisión, con un cisma interno que enfrentará a Podemos con el PSOE, porque Podemos se negará a asumir los controles y frenos que impondrá Europa. La gran incógnita es saber qué hará Pedro Sánchez, si en el momento de la verdad se aliará con el Podemos enfurecido o aceptará otras alianzas más moderadas y civilizadas para gobernar.
Alemania y Francia han presentado -a mediados de mayo- un plan de reactivación económico que, por resumirlo en pocas palabras, ni mutualiza la deuda ni se limita a dar créditos reembolsables a países que no los podrían pagar: los afectados recibirán el dinero que necesiten desde los propios presupuestos europeos, que serán los responsables de los fondos, sin la garantía personal del Estado receptor.
Es decir, lo que España pida, no tendrá que devolverlo de manera directa. Pero cuidado, que no es un regalo, como probablemente querrá vendernos nuestro Gobierno. Es una intervención "suave", un rescate con otro nombre y una buena fórmula para conjugar el auxilio con la cohesión. Y no es ninguna dádiva por tres razones:
1) Porque aún tienen que aprobarlo los 27 (el 17 y 18 de julio se celebrará el Consejo Europeo que deberá regular estas ayudas).
2) Ese presupuesto que soportará los fondos de reactivación se elabora con las aportaciones de cada uno de los Estados. Y España, por tanto, tendrá que poner su parte, con arreglo a su tamaño y posición.
3) Porque no es incondicional: se vinculará la financiación de los damnificados a la creación de un espacio común con reglas similares y reformas. Cada préstamo se hará con un acuerdo “país a país en el Eurogrupo”, con “condicionalidad” y “tiempo limitado” y con la obligación de aceptar un “pacto de estabilidad y de reducción del déficit”. Por tanto, la coalición de Gobierno formada por el PSOE y Podemos tendrán más difícil desmantelar reformas como la laboral o apostar por medidas descontroladas de gasto público, como ha hecho hasta ahora.
Para los sanchistas que llamarán a esto “eurobonos” sin serlo, conviene recalcar de que la generosidad europea comportará compromiso de cada Estado receptor con arreglo a una condiciones exigentes que ya refleja el documento a debatir por los estados miembros, y que el dinero será finalista para los sectores afectados: no para que Sánchez se lo gaste en sí mismo, ni en sus fantasías ideológicas, ni en gasto corriente.
Y por cierto, si la UE va a liberar tanto dinero, ¿seguirá diciendo Pablo Iglesias que en España hace falta un plan confiscatorio porque no tenemos dinero?
¿Y cómo devolverá España todo este dinero? Sin duda, será el contribuyente quien lo pagará. El Gobierno español contaba con los nuevos ingresos de la tasa Google y la tasa Tobin para financiar las arcas públicas, pero los organismos internacionales dicen que estos impuestos sólo deben lanzarse en el marco europeo. Ahora, las autoridades nacionales tendrán menos margen para crear figuras tributarias nuevas -que podrían chocar con las europeas- y tendrán que recurrir a los mismos impuestos de siempre: IRPF, el IVA o Sociedades, que pagan mayoritariamente las clases medias o las empresas que generan empleo en el país.
¿Será suficiente? Los fondos de la UE serán la mitad de lo que quería el Gobierno de Pedro Sánchez, y parte serán créditos (no transferencias directas a fondo perdido, como pedía). Y los analistas opinan que el dinero que pone sobre la mesa Bruselas puede no ser suficiente para España, tras el fuerte aumento del déficit que se avecina.
Si hace unas semanas Sánchez se daba por seguro el aluvión de dinero, con 75.000 millones en subvenciones a fondo perdido y 65.000 más en préstamos, tras la cumbre de la UE del 20 de junio todo se ha complicado: hasta finales de julio no se conocerá el resultado exacto del Pacto de Reconstrucción, que no se aplicará, al menos, hasta enero de 2021. O quizá hasta el mismo mes de 2022, lo que sería trágico para España. Hasta entonces, España deberá tirar de recursos propios, en un escenario terrible de paro, caída del PIB, hundimiento del consumo y una combinación muy adversa de deuda y déficit. Pero incluso con ese dinero, las cuentas no salen si no van acompañadas de reformas.
Porque casi la mitad de los famosos 140.000 millones, si finalmente los "Cuatro frugales" (Dinamarca, Holanda, Austria y Suecia) dan su brazo a torcer y aceptan esa fórmula; serán en crédito y la otra mitad en subsidios salidos del Presupuesto de la Unión Europea, con un matiz: aunque España los reciba como subvención, a España le corresponde poner unos 35.000 millones a ese presupuesto: esto es, el dinero "regalado" será a lo sumo 40.000 millones (solo el turismo lleva ya 83.000 perdidos).
Es decir, si el Gobierno lograr cerrar la mejor opción ahora mismo sobre la mesa, 65.000 millones, tendría que devolverlos y de los 75.000 restantes la mitad tiene que ponerlo también, por otra vía, en la caja común de la Unión Europea.
Actualización 23 de julio: Sánchez ha vuelto de la cumbre europea con aire triunfalista, con 140.000 millones en el bolsillo: 72.700 millones en ayudas a fondo perdido, y el resto préstamos que habrá que devolver. A pesar de lo que diga, es un rescate en toda regla, ya que el dinero se prestará con condiciones.
La culpa es del PP
La fábrica de propaganda Iván Redondo tiene un nuevo hit. Tras «no permitiremos que la gobernabilidad descanse en independentistas» o «ni antes ni después ni durante pactaremos con Podemos», Sánchez se entrega ahora a fondo a «el PP se sitúa enfrente de los intereses de España en Europa». Un embuste tan grande como los dos anteriores. Sánchez acusa falsamente al PP de entorpecer las ayudas europeas para poder culparle después de los ajustes.
No existe ni un solo hecho o declaración sobre los que se pueda sustentar que el partido de Pablo Casado está alineándose con los países contrarios a las ayudas o que esté pidiendo que se apliquen ajustes a nuestro país. Es más. Aunque quisiera hacerlo no podría, porque Sánchez es el único que negocia el fondo en nombre de España.
A ello se une que entre los socios más contrarios a las ayudas se encuentran Dinamarca, Suecia y Finlandia. Tres países que están gobernados por socialdemócratas. Los líderes de esas tres naciones son socios de Sánchez, comparten familia política, y si no ablandan su postura será por la incapacidad de éste para persuadirles o tejer alianzas.
El Partido Popular Europeo no solo no está poniendo obstáculos al fondo sino que está haciendo todo lo contrario. Hasta la fecha, el Europarlamento ha aprobado dos resoluciones (una en abril y otra en mayo) a favor del paquete y las dos han contado con el apoyo del PP. Además, se han unido a los socialdemócratas, liberales, verdes y comunistas para enviar una carta conjunta a los líderes europeos en la que advertían de que se opondrían a cualquier reducción de las ayudas y que «solidaridad y responsabilidad van de la mano». La misiva es tan poco sospechosa de ir contra los intereses de España que fue firmada por la mano derecha de Sánchez en Bruselas, Iratxe García, presidenta del grupo socialdemócrata.
Pero si aún necesitan más pruebas de que el PP está defendiendo las mismas tesis que los socialistas respecto al fondo europeo, solo hay que escuchar al jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, que ha defendido ante el Congreso que el paquete no puede ser «gratis» y que «tendrá que tener, evidentemente, condicionalidades». Y menos mal. ¿Se imaginan a Sánchez e Iglesias con un crédito sin límite? ¡Nos endeudarían hasta dentro de dos siglos! Pero claro, para Sánchez, que pretende que nos lluevan millones de la UE a fondo perdido y sin 'hombres de negro', ésto es intolerable y va en contra de los intereses de España.
Así pues, si el PP apoya todas las resoluciones que se debaten a favor del fondo, se pone de acuerdo con los socialistas para presionar a los líderes europeos y defiende las mismas tesis que los colaboradores de Sánchez en Bruselas ¿cuál es el gran pecado del PP? Iván Redondo vuelve a intentar vestir una mentira de verdad a costa de repetirla mil veces.
Acusar al PP de entorpecer la negociación del fondo europeo solo puede tener un objetivo: preparar una coartada para culpar a Casado de las condiciones que tendrá que asumir España a cambio de las ayudas. Da igual si es una falacia, lo importante es tener listo un chivo expiatorio para cuando el Gobierno tenga que meter tijera, hacer ajustes y no pueda cumplir su última gran promesa: salir de la crisis sin dejar a nadie atrás.
La presidencia del Eurogrupo
Cuando hace justo un mes, el portugués Mario Centeno anunció su intención de no repetir mandato al frente del Eurogrupo, la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital de España Nadia Calviño pareció situarse inicialmente como favorita, pero pronto le surgieron rivales de consideración. Calviño reunió el apoyo de algunos 'grandes' de la eurozona (Alemania, Francia e Italia) pero necesitaba 10 votos. El 9 de julio se produjo la votación. Calviño sumó 9 votos en la primera ronda, pero perdió en la segunda votación, en la que ganó la alianza de los países pequeños que se unieron para potenciar al candidato irlandés, Paschal Donohoe.
Perder una batalla por la presidencia del Eurogrupo, un desafío de este calibre, contando con el apoyo de las cuatro potencias de la Eurozona y Gobiernos que representan más del 80% de su población es insólito y muy difícil de digerir. Es un fiasco para el presidente del Gobierno español y la proyección de España en el exterior. Es un jarro de agua fría para la vicepresidenta, la favorita desde hace semanas y la más apreciada por la 'burbuja de Bruselas', y para su ambición. Y es también el resultado de una 'rebelión de los pequeños' que muestra cómo en la Europa de 2020 las reglas y equilibrios del pasado no son suficientes.
Sus rivales lograron transmitir que la española era una figura "divisiva", con opiniones demasiado firmes y una agenda demasiado radical para la transformación de la Eurozona y las reformas que siguen pendientes. ¿Habrá tenido algo que ver Pablo Iglesias en todo ésto? Esto debería dejarle claro a Pedro Sánchez que debe romper, sin más demora, con su socio bolivariano de gobierno.
La noticia es muy mala para España, en términos de imagen, de proyección, de capacidad de influencia y de cara a la negociación de las próximas semanas y meses. España sale debilitada y teniendo que forzar. La presidencia del Eurogrupo no da poderes ejecutivos a su responsable, no hay voto de calidad o capacidad de decisión unilateral. Pero sí otorga la capacidad de controlar y fijar la agenda, priorizar determinados temas, buscar los consensos. Puede decidir cuándo seguir un debate o pararlo, cuándo apretar o no hacerlo. Escoger el lenguaje y ser la cara pública de los ministros, ser el portavoz, el que marca el tono, la ambición y el que hace de interlocutora, por ejemplo, con los jefes de Estado y de Gobierno en las cumbres del Consejo Europeo.
Y en un momento en el que se tienen que decidir o perfilar cuestiones como el Fondo de Recuperación de la UE de hasta 750.000 millones de euros, el Presupuesto comunitario hasta 2027, completar la Unión Bancaria o perfilar cómo será el proceso para evaluar los Planes Nacionales de Reformas y quién tendrá la última palabra sobre la condicionalidad para que los países puedan recibir los fondos comunitarios, tener a alguien al frente del Eurogrupo se antojaba vital.
Ahora Sánchez ha iniciado una ruta por Europa en la que se verá cara a cara con cuatro presidentes de países europeos (Holanda, Alemania, Suecia y París) para mendigar el dinero que España necesita para salir de la crisis. Sánchez mantiene su argumentario de desastre total para el conjunto de la Unión Europea, en todas las visitas que realiza a los diferentes estados, de cara a amedrentar a sus colegas para lograr sus intereses. La condicionalidad de las ayudas y la capacidad de veto de cualquier país en el Consejo Europeo son los caballos de batalla en la negociación.
Sin embargo, el optimismo de hace unos días se va reduciendo a medida que el jefe del Ejecutivo se da de bruces con la realidad. Porque el comienzo de su gira no ha podido ir peor. El presidente de Holanda, Mark Rutte, le ha espetado a Sánchez que «solucione antes los problemas internos de España», lo cual indica que las posiciones están muy alejadas.