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El fracaso de España en Bruselas

Cuando llegó a la Moncloa, una de las grandes pretensiones de Pedro Sánchez era elevar a España a los altares de la Unión Europea (UE), situando al país en la primera línea de decisiones de Bruselas y ganando un peso que los hechos demuestran que se le ha escapado de las manos. Sánchez ha fracasado estrepitosamente en Bruselas, primero con la pérdida de la presidencia del Eurogrupo de Nadia Calviño, y después con la negociación del fondo de reconstrucción europeo para España.

Nadia Calviño pierde la presidencia del Eurogrupo


La última prueba de este fracaso se produjo el 9 de julio con la ministra de Economía, Nadia Calviño, perdiendo la presidencia del Eurogrupo frente al irlandés Pascal Donohoe, una derrota que se derramó como un jarro de agua fría sobre Madrid, ya que la candidatura contaba con el apoyo de algunos de los poderosos europeos (Alemania, Francia e Italia). Está claro que el Gobierno de coalición ha fallado en diplomacia europea. Calviño era la gran favorita, pero la incapacidad del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Moncloa de negociar con el resto de países ha permitido que Donohoe se haya impuesto en la votación final.


Para más Inri, solo un día antes, la ministra de Exteriores, Arancha González-Laya, había renunciado a la carrera hacia la presidencia de la Organización Mundial del Comercio (OMS), después de que el apoyo de Estados Unidos a su candidatura quedara en entredicho, en un momento en el que las relaciones con la Casa Blanca se tambalean. Sin embargo, la versión del Gobierno de España es muy distinta: el objetivo de la renuncia era no dividir fuerzas y fortalecer la candidatura de Calviño. Ahora España no cuenta con ninguno de los dos puestos.

Este fiasco obliga a un ejercicio de autocrítica. Por un lado, Sánchez debería reflexionar sobre si realmente comprometió todas sus energías en la apuesta por Calviño: se centró en los grandes y olvidó a países pequeños cuyo voto cuenta lo mismo (como así ocurrió). Los muy memos de Moncloa no repararon en el pequeño gran detalle de que la Presidencia del Eurogrupo se resolvía por el auténticamente democrático sistema de “un hombre, un voto”. Vamos, que daba igual que te diera una palmadita en la espalda el Eje Francoalemán de Merkel y Macron porque si se unían los pequeños, las posibilidades de resultar elegida oscilaban entre cero y ninguna.

Además, los enfrentamientos de su vicepresidenta tercera (Calviño) con su vicepresidente segundo (Iglesias) no son ningún secreto; el más sonado de todos se produjo cuando Calviño desautorizó por la tarde el pacto para derogar íntegramente la reforma laboral que Iglesias había defendido esa misma mañana (hablamos del 20 de mayo).

La derrota de la ministra de Economía debilita no solo a España en Europa, sino su propia posición en el Ejecutivo de coalición, y supondrá un acicate para el envalentonamiento de Iglesias, a quien Sánchez necesita para concluir la legislatura. Por otro lado, este fracaso no hace más que agravar el ya viejo cuestionamiento del papel de España en Europa, un peso demasiado ligero para la cuarta economía de la zona Euro. Parece obvio, por lo demás, que los incumplimientos presupuestarios de María Jesús Montero han proyectado en Bruselas la imagen de un país poco fiable. Y eso, como se ha visto, no ayuda en las votaciones.

La desconfianza que genera un gobierno poco homogéneo y cargado de contradicciones internas ha lastrado la candidatura de quien se consideraba técnicamente adecuada para presidir el órgano que decidirá en gran medida las políticas económicas de la reconstrucción.

La contumaz insistencia en recetas equivocadas, los reiterados incumplimientos de España en materia de gasto y déficit, los estragos sin parangón en la economía nacional fruto de la lamentable gestión de la pandemia, el carácter desestabilizador de una de las patas del Ejecutivo y la pasmosa negativa de Moncloa para presentarse ante Europa de la mano de la oposición han pesado más, sin duda, que la incontestable capacidad de Calviño.

Porque Sánchez se permite el lujo de despreciar la ayuda de partidos más conservadores y mejores vistos por Europa que su socio morado de coalición. El pasado día 8 de julio, en la entrevista publicada con el diario italiano 'Corriere de la Sera' el presidente fue rotundo: "nunca ha pensado en pactar un Gobierno con los populares". Es decir, el secretario general del PSOE, aun en una situación de máxima emergencia económica, social y política, en vez de mantener abierta la opción de un Ejecutivo al modo del que preside Angela Merkel, se cierra esa puerta y se condena a seguir gobernando, desesperanzadamente, con los partidos políticos antisistema.

Probablemente Europa creyó en Calviño como freno a los desvaríos de la coalición del PSOE con Podemos, el único Gobierno populista de la UE. Pero también, tal vez, ha comprendido en el último momento que su proclamación sería utilizada por Sánchez como un acicate a sus políticas en lugar de como un obstáculo a sus excesos.

El fondo es obvio: ¿cómo va a presidir el Eurogrupo un país miembro que tiene la economía hecha unos zorros y va a tener que ser rescatado, nos pongamos como nos pongamos o lo llamemos como lo llamemos? ¿Cómo va a mandar en el Eurogrupo un Estado que se salta la disciplina fiscal, año sí, año también? ¿Cómo va a tener la vara de mando en el Eurogrupo una nación que tiene de vicepresidente a un espantapájaros sufragado por dos dictaduras condenadas por la UE, Venezuela e Irán? ¿Cómo van a permitir los denominados “frugales” de la UE, Países Bajos, Austria, Irlanda y un largo etcétera que ostente el poder en el Eurogrupo un Gobierno que apuesta por disparar el gasto público en lugar de reducirlo? ¿Cómo van a consentir los frugales pagar la orgía de dinero de El Chepas, su compañera sentimental, los golpistas catalanes y demás gentuza? ¿Cómo van a dar el plácet a un primer ministro que va a disparar hasta el infinito la carga fiscal mientras ellos bajan el IVA o estudian el IRPF?

Vender la piel de ese gran oso llamado Eurogrupo antes de cazarlo ha provocado un ridículo dentro de España que deja nuevamente a nuestro Gobierno a la altura del betún. La vergonzosa, patética y, sobre todo, falaz campaña de Iván Redondo y sus chicos del siempre gubernamental El País, dando por hecha la elección de Nadia Calviño como presidenta del Eurogrupo demuestra bien que no entienden nada de nada, bien que son unos sinvergüenzas de tomo y lomo. Malo en cualquiera de las dos alternativas. Ahora ha quedado patente que de Sánchez no se fía nadie en Europa porque no cumple nada de lo que promete y miente más que habla.

Pero es que no solo hablamos de la derrota de Calviño, sino también de traición. Aseguran que teníamos el compromiso tanto a nivel de presidentes como de ministros, de que 10 países nos votarían, pero hubo 9 votos, de lo que se deduce claramente que uno no hizo lo que se comprometió a hacer. ¿Quién? Nunca lo sabremos, puesto que el voto es secreto.

Con estas noticias tan poco esperanzadoras, Sánchez parece desorientado a nivel internacional. Él es último responsable de que España esté perdiendo peso en Europa a pasos agigantados. Hemos entrado en una dinámica de irrelevancia en un momento crítico en el que tener peso en el consorcio europeo es clave para acelerar la recuperación. Hay algo que resulta evidente: Europa está dispuesta a ayudar a España, pero no de cualquier forma ni a cualquier precio.

No es la primera vez que el presidente se enfrenta a una decepción en sus ambiciones más allá de nuestras fronteras. Estos episodios tienen su antecedente en otro fracaso que cosechó hace apenas un año, cuando no consiguió que un político de la familia socialista se hiciera con la presidencia de la Comisión Europea (CE), que finalmente fue a parar a manos de la alemana Ursula Von der Leyen. En esa ocasión, se tuvo que conformar con que Josep Borrell, en su día presidente del Parlamento Europeo (PE) y buen conocedor de los pasillos de Bruselas, se hiciera con el puesto de Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Por su parte, Luis de Guindos es vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE).

El grado de influencia de España en la cúpula de los funcionarios europeos se ha quedado a la altura de países muy pequeños como Austria, Chipre o Luxemburgo, cuando hasta no hace mucho tenía cuatro directores generales. Ahora, Borrell y De Guindos son nuestra única presencia a nivel europeo.

En fin, que mandamos y pintamos menos que nunca en Europa. Y eso al final redundará en una menor riqueza para los españoles y en que nos obliguen a estrenar un cinturón dos o tres tallas menor. Es lo que ocurre cuando tienes de presidente a un desahogado y de vicepresidente a un quinqui que, encima, son los tipos más indocumentados que han pasado por el Gobierno de España en 40 años de democracia.

Tras esos tropiezos, el deseo de convertir a Madrid en la tercera columna de la UE parece deshacerse como una ilusión poco consistente. Además de su desplazamiento en las discusiones europeas, Sánchez también tiene que enfrentarse a la mala sintonía en la que transcurren sus relaciones con Washington, ya que, gracias a las políticas bolivarianas de su socio de gobierno, Pablo Iglesias, Estados Unidos lamenta que España se haya convertido en el gran obstáculo de la UE para una política común de rechazo del régimen chavista en Venezuela.

Ante este panorama, la última apuesta de Sánchez para ganar un organismo internacional es que el ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, acceda a la presidencia de la Agencia Espacial Europea. ¿Lo conseguirá?

[Actualización 15 diciembre 2020] Pedro Duque es el nuevo fracaso a nivel internacional del Gobierno de Pedro Sánchez. El ex astronauta optaba como candidato a la Presidencia de la Agencia Espacial Europea (ESA), sin embargo, se ha quedado sin el puesto.


La negociación del rescate europeo para España


El otro fiasco que Sánchez se ha llevado de Bruselas ha sido la negociación del fondo de reconstrucción europeo para España. Tras cinco días de intensas negociaciones, finalmente el 21 de julio se aprobó un fondo de 750.000 millones de euros, de los que solo 390.000 millones serán subvenciones a fondo perdido (inicialmente eran 500.000) y el resto en préstamos que habrá que devolver antes de 2059.

En concreto, a España le corresponderán 140.000 millones, de los cuales 72.700 millones serán subvenciones (esto son, 5.000 millones menos que lo previsto inicialmente), y 67.300 millones préstamos, pero todo el dinero, hasta el último céntimo, serán condicionado. Y habrá lo que se ha llamado ‘freno de emergencia’ para vigilar cómo se gasta ese dinero.

Es decir, Sánchez, que prometía dinero sin condiciones (obtener de los socios de la Unión un paquete de ayudas millonario sin tener que hacer reformas que comprometieran su pacto con Podemos), ha regresado de la cumbre con un plan de rescate en toda regla. Hay acuerdo en términos europeístas, y por eso, el acuerdo es ambicioso en los fondos que destina y ambicioso en las condiciones que impone a cada uno de los socios. Porque se trata de relanzar a Europa, no de salvar al pellejo de cada uno de los gobiernos de los países que la componen.



Pedro Sánchez se fue a Bruselas con el único propósito de pedir dinero; se fue con la idea de que podía esconder su debilidad y la incoherencia de su gobierno, una anomalía en términos europeos; se fue convencido de que el compromiso y los esfuerzos del conjunto de los países europeos para relanzar la competitividad de Europa y apoyar a los sectores que más han perdido en esta crisis le sacarían del atolladero sin que se pusiera de manifiesto su inanidad; se fue sin corregir el plan de estabilidad que nos devolvieron por fraudulento; se fue con el compromiso suscrito con Bildu y Podemos de cargarse la reforma laboral; se fue con la amenaza de subir impuestos; se fue con la promesa de subsidiar cualquier tipo de colectivo o propuesta que resultara del agrado del régimen; se fue con la amenaza de discriminar ideológicamente a la hora de distribuir los fondos apoyando al ‘quién’ y obviando el ‘qué’... Se fue a Bruselas sin un plan, ni A ni B; se fue a Bruselas a dar pena, a ver si así le daban dinero.

El ‘simpa’ llegó a Bruselas mientras aún coleaba el varapalo de los Ministros Económicos a su candidata Calviño para presidir el Eurogrupo. Y allí se encontró al resto de Jefes de Gobierno que sí que tenían un plan: relanzar la economía Europea y reforzar en propósito de la Unión.

Como los líderes europeos sí habían hecho los deberes, antes de reunirse en la cumbre ya habían concluido que para reflotar a Europa era preciso salvar a cada uno de los países que la componen. Y que todos los países debían trabajar en clave europea, dedicando todos los esfuerzos y todos los recursos a hacer reformas de calado, invirtiendo en vez de gastando, apoyando a quienes crean empleo, suprimiendo gastos superfluos, reforzando el estado de bienestar pero no la sociedad subsidiada, invirtiendo en educación, en sanidad, en nuevas tecnologías, en Ciencia e Investigación, en desarrollo sostenible... Vamos, las reformas estructurales que son la asignatura pendiente de España.

Pedro Sánchez llegó a Bruselas sin papeles y sin ideas. Y aunque allí estuvo calladito la mayor parte del tiempo. A su regreso se ha puesto a hablar como si hubiera sido el protagonista de la película, el primer actor. Y además ha recibido una bienvenida triunfal por parte de sus ministros con pasillo y aplausos al campeón en un nuevo episodio de la factoría de márketing que dirige Iván Redondo; una imagen vergonzosa que sirve para refutar la imagen del presidente. Y es que uno no puede más que preguntarse qué es lo que hay que aplaudir. Qué hay de bueno (que no de necesario) en el acuerdo alcanzado, que no deja de ser un rescate para España. Es bueno que haya acuerdo y es bueno que Europa por fin dé un paso al frente. Pero no son buenas las circunstancias, no son buenos los condicionantes, no es un buen momento en absoluto y el dinero habrá que devolverlo. Nunca es bueno que te corten una mano, aunque, si es para salvarte de un cáncer, es un mal necesario.

Pedro Sánchez se fue sin papeles y volvió con deberes. Sanidad, mercado laboral, déficit, reformas estructurales, sostenibilidad, rigor, transparencia... Son algunas de las exigencias que están en la letra pequeña del acuerdo y de las que nos hemos ido enterando a lo largo del día después. Hasta el último céntimo de euro (incluidos los 72.500 millones a “fondo perdido”) está condicionado, sujeto a reformas. Exigencias que Sánchez y su batallón de propagandistas pagados con los presupuestos públicos (los contratados y los concertados) tratan de ocultar.

El ‘simpa’ Sánchez ha recuperado nada más llegar a España la agenda propagandista y nos cuenta en estéreo sus “éxitos” de negociación. O sea que, o no se ha enterado de nada (lo cual para un ‘simpa’ es perfectamente posible) o, lo que creo es más factible, ha decidido seguir mintiendo mientras la condicionalidad se vaya imponiendo y Bruselas congele los fondos si los papeles que le envía el Gobierno de España no se ajustan a lo establecido. Vamos, que nadie le va a decir a España lo que tiene que hacer, sino lo que no le financian con unos fondos que son de todos los europeos. Por cierto, para el contexto: esos 72.500 millones llegarán a España a lo largo de los próximos 5 o 6 años; las pensiones de un solo año suponen 145.000 millones. O sea que, como siempre, dependeremos de nosotros mismos.

He escuchado a los más optimistas argumentar que lo ocurrido en Bruselas es un baño de realidad para el ‘simpa’ y que Sánchez regresa a España sabiendo que tiene que abandonar ese enloquecido programa de Gobierno que firmó con su pareja tóxica, Iglesias, y cuyas políticas económicas perseguían convertir a España en un país bolivariano, subvencionado y dependiente en el que el papá Estado sustituyera a la sociedad civil, a los creadores de empleo, a los dinamizadores sociales, a la democracia liberal...

Pero no creo que sea el caso y que el ‘simpa’ traiga aprendida la lección. No hay más que ver a la manada socialista aplaudiendo su llegada a la Moncloa, en una puesta en escena que producía auténtica vergüenza ajena.

Pedro Sánchez intentará engañar a Bruselas de la misma manera que engaña a los españoles; tratará de no cumplir los compromisos adquiridos, intentará vender gato por liebre, intentará saltarse los condicionamientos y los frenos establecidos... Hasta que desde Bruselas empiecen a devolvernos los pagarés cuando el Gobierno quiera destinar los recursos a fines distintos a los acordados.

Una lástima que España haya pasado por esa cumbre representada por un tipo incapaz de hacer una sola propuesta constructiva para Europa.


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