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¡Super Sánchez al rescate!

Según van pasando los días sin que el Gobierno desarrolle el panfletillo con el que el Parlamento sancionó el decreto de la “nueva normalidad” va tomando cuerpo la idea de que Sánchez quiere utilizar el descontrol autonómico que él mismo ha provocado con su inacción para que se instale entre los ciudadanos la idea de que “esto” solo se puede frenar volviendo al arresto domiciliario masivo de la población y otorgando poderes absolutos al Gobierno de la Nación (y a su presidente, claro).

Es la vieja táctica del populismo bolivariano, ensayado con enorme éxito en Venezuela: cuando la política económica del chavismo arruinó el país y llevó el hambre a millones de hogares, el mismo que los arruinó repartió comida buscando el “agradecimiento” de las víctimas. Y la gente, famélica y necesitada, terminó aplaudiendo (y votando) a quien les daba el pan y los frijoles, olvidándose de que era él mismo que les había hundido en la miseria.



No es casual que el Gobierno no haya desarrollado las leyes ordinarias que ya existen y que suministran instrumentos suficientes al Gobierno y a las Comunidades Autónomas para gestionar la crisis sanitaria sin paralizar ni la vida de los ciudadanos ni la economía del país.

Desde hace meses han sido reiteradas las peticiones (tanto por parte de algunos partidos de la oposición como de distintos expertos del ámbito sanitario-social, jurídico y económico) para que el Gobierno envíe a las Cortes una propuesta (o utilice el Decreto ley que tanto le gusta) para desarrollar puntualmente algunos aspectos de la Ley 3/86, de Salud Pública, la Ley de Seguridad Ciudadana y la de Protección Civil, de forma que haya instrumentos para afrontar de forma rápida, segura y homogénea en todo el territorio nacional la situación provocada por los nuevos brotes de la epidemia, que siempre hemos sabido que se iban a producir.

Pero Sánchez, fiel a su eslogan de “no hay plan B” que puso en marcha para mantener de forma artificial los poderes absolutos que le otorgaba el estado de alarma, aprobó en Consejo de Ministros un Decreto de medidas para la “nueva normalidad” (ese papel vacío de contenido que lo mismo sirve para un roto que para un descosido, o sea, que no sirve para nada realmente salvo para pasarle el muerto, literalmente, a las Comunidades Autónomas) y no ha tomado ninguna iniciativa para desarrollarlo a través del trámite parlamentario y por la vía de urgencia como una parte de la oposición le ha pedido, y a lo que se comprometió, allá por el mes de mayo.

Sin embargo, a pesar de los 361 rebrotes activos (el 29 de julio), el Ejecutivo dice que no tiene intención de aplicar el estado de alarma de manera localizada porque sostiene que las autonomías cuentan con mecanismos suficientes como para actuar contra los posibles brotes de coronavirus que puedan surgir. ¿En qué quedamos? ¿Hay plan B o no lo hay?

No nos engañemos. Lo que está ocurriendo no es un ejemplo más de la incompetencia de este Gobierno. Las continuas noticias que nos suministra la televisión pública y la concertada sobre los brotes y las dificultades para tomar medidas efectivas –con la mediación de los tribunales y con resoluciones judiciales a veces contradictorias- tiene como objetivo que, pasados los meses del verano, Sánchez anuncie en un nuevo Aló Presidente que hay que volver a la Gran Reclusión y que él deberá asumir todos los poderes si queremos evitar otros 48.000 muertos. ¡SuperSánchez al rescate!

No es un error del Gobierno, es una estrategia. No es incompetencia, desidia, incapacidad... (todas esas “virtudes” que adornan a todos y cada uno de los Ministros), sino prevaricación en su modalidad OMISIVA, recogida en el artículo 404 del Código Penal.

El Gobierno está repitiendo la misma estrategia que utilizó con las mascarillas, cuando negaron la necesidad de utilizarlas e incluso argumentaron que eran contraproducentes, porque habían desoído las recomendaciones reiteradas desde el mes de enero y no habían hecho acopio de ellas para prevenir y evitar los contagios y su extensión; ahora no toman decisiones –desarrollar las leyes ordinarias o el decreto de la “nueva normalidad” para prevenir y evitar los contagios y su extensión-, pasan el muerto a las CCAA y preparan el clima para un nuevo decreto del estado de alarma a la vuelta del verano con el que papá Sánchez volverá a “salvarnos” después de habernos hundido.

Porque tampoco es casualidad que su decreto de la nueva a-normalidad no haya establecido claramente (numéricamente) qué requisitos han de cumplir las comunidades para afrontar los rebrotes (por ejemplo, nº de rastreadores y de personal sanitario, número de contagios necesarios para solicitar el confinamiento de una región...). Así, reina el caos absoluto, un caos que cuesta vidas, pero que a su vez le permite justificarse, de ahí que no mueva un dedo para cambiarlo.

* Justifica su confinamiento totalitario, gracias al cual salvó vidas.
* Justifica que no hay plan B a un estado de alarma que le otorgue poderes absolutos.
* Justifica que ÉL y SÓLO ÉL puede salvarnos del abismo.

Son tácticas viejas que los psicópatas y totalitarios (desde Stalin hasta Goebbels, Chaves o Maduro) han utilizado para manipular a las masas, y que Iván Redondo cultiva en Moncloa para servir a los intereses de nuestro ególatra e incombustible presidente.

España camina ya, sin remedio, hacia un nuevo estado de alarma. En teoría es por culpa del dichoso coronavirus, que no ha sucumbido ante el calor del verano, pero en la práctica, la falta hay que imputársela completamente al Gobierno, que ha sido incapaz de buscar soluciones alternativas a esa medida tan extrema para controlar la situación sanitaria. Tras varias semanas de 'nueva normalidad', nadie parece acordarse del compromiso suscrito con Ciudadanos. Ni el Gobierno ha puesto sobre la mesa ninguna reforma legislativa ni C´s le está exigiendo que cumpla lo prometido.

Lo cual quiere decir que, a día de hoy, y si nos atenemos a la interpretación jurídica que hace el Gobierno, España no tiene alternativa al estado de alarma si quiere restringir la movilidad entre provincias de distintas comunidades autónomas. Volvemos a lo mismo: "o el caos o yo".

La historia se repite. Comienzan a escucharse voces justificando los 98 días de confinamiento general con el consiguiente hundimiento de nuestra economía y que traerá tanta hambre y muertes como la propia pandemia; comienzo a leer en redes a algunos dirigentes de C´s que tratan de justificar en los nuevos brotes su apoyo al alargamiento en el tiempo de las medidas absolutistas de Sánchez; comienzo a escuchar que algunos Ministros apelan a los jueces para que resuelvan con sus resoluciones un vacío legal que existe porque el Gobierno se empeña en mantener.

He escuchado a la Vicepresidenta Carmen Calvo instar a la Generalitat a recurrir una resolución judicial que negaba la facultad de Torra para decretar el confinamiento a una población en Cataluña... ¡El Gobierno de España animando a un Gobierno autonómico a recurrir una resolución Judicial! ¿Dónde se ha visto algo igual? ¿Cómo era eso de no “judicializar la política” para que los Tribunales de Justicia no juzgaran a los delincuentes que organizaron un golpe contra la democracia desde Cataluña? ¿Ahora Sánchez y su gobierno pretenden que los jueces determinen lo que es mejor o peor para proteger la salud de los ciudadanos? ¿Por qué el Ejecutivo no remite a las Cortes una propuesta de desarrollo legislativo de las leyes ordinarias para garantizar seguridad jurídica a todas las administraciones a la hora de tomar sus decisiones?

No, no es un error. Lo que está ocurriendo obedece a la ESTRATEGIA del Gobierno. Es perversa, es irresponsable, es mezquina, es sectaria... pero es estrategia. En España se van a volver a producir confinamientos generales; primero dictados por las autonomías, sorteando todo tipo de dificultades jurídicas; y después, en otoño, a través de un nuevo estado de alarma (si así lo aconseja Iván Redondo y los tropecientos asesores que están haciendo permanentes muestreos sobre intención de voto).

¿Por qué no hacemos lo que hizo, por ejemplo, Alemania desde el primer momento? Test generales para evitar confinamientos generales masivos; test generales para hacer confinamientos selectivos; test generales para apartar a quienes estén contagiados y para evitar el contagio, sin que se pare la vida y la economía del país.

El tiempo apremia pero Sánchez no tiene prisa en legislar alternativas. No me cabe la menor duda de que Sánchez está preparando el clima para que en otoño nadie rechiste cuando vuelva a erigirse cacique de España, eluda los controles democráticos y nos vuelva a encerrar a todos en casa.

Algunos pensarán que no lo puede hacer, que no hay economía que lo resista... Pero ¡vaya si lo hará! Porque a este tipo ególatra y a su socio totalitario de gobierno todo les importa un bledo (la economía también) con tal de no tener que desokupar Moncloa antes de tiempo. Y los populismos crecen en la miseria; miseria que primero crean y en la que después se alimentan y perpetúan.

Mientras llega Septiembre, los ciudadanos vivimos en una especie de burbuja. La alegría del buen tiempo, unido al haber recuperado nuestras libertades, a poder ir de vacaciones, a la playa, de viaje, a los bares y restaurantes... Un pueblo aciago que no ve más allá de sus narices la terrible crisis que se nos avecina, no solo de salud, sino también económica, de desempleo, y de pérdida (otra vez) de derechos y libertades fundamentales.

De la Fase 1 a la Fase "Sálvese quien pueda"


El Gobierno de Sánchez ha transferido la gestión de la epidemia a las CCAA sin explicar los motivos para hacerlo (más allá de conseguir los votos de ERC en la última prórroga del estado de alarma) y, lo que es peor, sin dotarlas de los recursos legales para hacerlo. Y las CCAA tampoco han invertido lo suficiente en mejorar las capacidades de detección y rastreo. Como resultado, en lugar de tener un arsenal más completo para reaccionar, estamos en la situación inversa. Hay territorios de nuestro país, como Cataluña, donde el crecimiento de casos es alarmante desde hacer semanas. En lugar de atajarlo con una respuesta quirúrgica, los Gobiernos central y autonómico se miran de reojo mientras nadie hace nada. El resultado es, otra vez, un crecimiento descontrolado hasta hacer necesarias las medidas más drásticas.

Habrá segunda ola en otoño (si no ha llegado ya...). Y con el rebrote del Covid-19, rebrotarán también el miedo sanitario y la incertidumbre en la economía, un miedo y una incertidumbre que parecen ahora diluirse en el espejismo del verano y las vacaciones. Será entonces cuando entremos en la fase clave, la fase del ‘sálvese quien pueda. No es solo por la vuelta del virus, sino también por el riesgo de septicemia económica, riesgo de que el sistema inmunitario desplegado para combatir el virus se descontrole, los pecados cometidos en el pasado se repitan y empiecen a atacar órganos y tejidos vitales, especialmente el tejido empresarial y laboral español.

Con la segunda ola empieza el otro baile, el de la depresión y el de las medidas impopulares que habrá de activar el Ejecutivo para salir de la misma. El gran ajuste. Los recortes. La diferencia entre recesión y depresión son 10 puntos de PIB, que es lo que se espera que caiga la economía española este año. Empezamos con -5%, luego vino el -10%, y ya vamos por un más que realista -12% de desplome de PIB.

Las revueltas sociales, los problemas de seguridad, la extensión de la pobreza en las clases populares y la bajada significativa de nivel de vida en la clase media perfilan un escenario más que probable. Todo ello con aumentos de la desigualdad. Aunque es cierto que, a diferencia de 2008, en esta ocasión el BCE está ayudando a contener la prima de riesgo, también es cierto que el escenario del que partimos es mucho peor. En la crisis de 2007, España tenía una tasa de desempleo del 8,6% y una deuda pública del 35,8%. Ahora están en el 13,8% y el 95,5%, respectivamente.

Policía y Guardia Civil ya han avisado al Gobierno de un otoño caliente de movilizaciones, con un aumento de la conflictividad social tras el verano. Falta por saber qué hará Pablo Iglesias para calmar a aquellos mismos a los que jaleaba el 15-M, con manifestaciones, cercos al Congreso y acampadas en Sol.


¿Estamos preparados para la segunda ola?


Si miramos la historia, conviene recordar las segundas olas en el caso de pandemias como la peste o la gripe española de 1918 fueron más fuertes, más graves y hasta diez veces más virulentas que la primera. La Organización Mundial de la Salud sigue advirtiendo sin cesar de que la pandemia de coronavirus no está bajó control y que, más bien, se acelera. Lo que está claro es que el virus no ha desaparecido (ni lo hará), pero tampoco estar confinados eternamente ni podemos esterilizar todos los ambientes, así que no queda otro remedio que convivir con él, intentar evitar el contagio y estar preparados en caso de una segunda oleada.

Personalmente creo que la tan temida segunda oleada de la pandemia que se vaticinaba en otoño se ha adelantado y ya la tenemos encima en pleno mes de julio. Pero no dirán nada; seguirán diciéndonos que "todo está bajo control" para que sigamos con la euforia del caloricto veraniego, el terraceo y las vacaciones. Por varios motivos:

1) Para que las autonomías se estrellen con su inútil estrategia de intentar parar los rebrotes, sin personal suficiente (por los recortes) ni leyes que los amparen (por la desidia del Ejecutivo). Y así Sánchez se convertirá -dentro de un par de meses- en nuestro "héroe salvador".

2) Sánchez tiene que apurar al límite, entre otras cosas, porque el 12 de junio pactó con C´s que no habría más estados de alarma aunque en otoño resurja la pandemia. Y no es que al dictador le importe incumplir lo que firma (como ya ha quedado patente en más de una ocasión), sino que su interés es pura aritmética parlamentaria: necesita los 10 escaños de C´s para mantenerse en Moncloa y para aprobar los presupuestos de reconstrucción.

3) Porque España vive del turismo, y nuestra economía necesita aprovechar estos meses de verano para intentar recuperarse un poco. Necesitamos turistas, necesitamos consumir para reactivar la economía y generar empleo (aunque sea estacional blanquea las estadísticas). Ahora mismo, no podemos permitirnos el lujo de volver a paralizar el país, aunque cueste vidas mirar para otro lado y negar la evidencia de una segunda ola de coronavirus tan pronto.

No hay que olvidar que la primera vez que se activa el estado de alarma el Gobierno no necesita el aval del Congreso de los Diputados durante sus primeros 15 días de vigencia. Por tanto, el Ejecutivo lo decidirá por su cuenta y riesgo cuando crea que la situación se ha desbordado: echará la culpa a la gestión de las comunidades y dirá que no hay más remedio que volver a tomar las riendas. ¡Súper Sánchez al rescate!

Si algo nos debería haber enseñado esta pandemia es que lo que ocurre en regiones que parecen lejanos se puede extender rápidamente a cualquier otra si no se tienen precauciones. La de una segunda oleada es una posibilidad certeza que está sobre la mesa. ¿Significa eso que volveremos a la casilla de salida? Depende de la capacidad para detectar el foco de transmisión, identificar / rastrear a sus contactos, hacerles una prueba y poder aislarlos para que el virus no siga expandiéndose (que no haya "transmisión comunitaria").

Sabemos que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. ¿Tropezaremos de nuevo? Claramente SÍ, aunque la pregunta no es para la sociedad civil, no es para las familias, no es para las empresas, que estarán ojo avizor a los primeros movimientos del maldito virus y reaccionarán de inmediato. La interpelación es para los políticos que componen el Gobierno de España y los de las 17 Comunidades Autonómicas.

¿En España estamos preparados? Rotundamente NO, a la vista de lo que está ocurriendo, por ejemplo, en Cataluña y Aragón. La ausencia de planificación, la falta de rastreos, la mala coordinación y las tensiones políticas explican la cadena de errores en la gestión de la nueva oleada. Los errores del pasado se repiten.

O a la vista de los continuos cambios de opinión y declaraciones de la ministra de Educación, Isabel Celaá, sobre la "vuelta al cole", echando balones fuera y trasladando la responsabilidad a los Consejeros de Educación, y éstos a los colegios. Se avecina un nuevo caos ante la disparidad de criterios.

¿Estamos preparados para atender de manera inmediata a nuestros mayores al primer síntoma de la enfermedad? ¿Tienen las Consejerías de Sanidad, Políticas Sociales e Interior, preparados recintos donde aislar y atender a los mayores de las residencias en cuanto sea necesario? Lo dudo, porque por el momento no se ha hecho nada al respecto, como medicalizar las residencias.

¿Estarán preparados los hospitales para contener la epidemia del coronavirus y la de la gripe común al mismo tiempo? Dados los recortes que se están haciendo en Sanidad, parece muy improbable. (España solo destina el 6,8% del PIB a la sanidad pública).

¿Tenemos recursos suficientes? ¿Se van a comprar o fabricar respiradores, en previsión de que sea más fuerte que la primavera? ¿Cuántos serían necesarios? ¿Se está haciendo algo para mejorar la respuesta con los test? ¿Cuántos Equipos de Protección Individual son necesarios? ¿Cuántas mascarillas y guantes?

¿Y el problema humano? Muchos médicos y enfermeras temen no poder aguantar una vez más el tirón, las largas horas de guardias y el estrés emocional que han supuesto estos últimos meses. A esta enorme presión debemos sumar que los sanitarios han sido uno de los grupos más golpeados por el Covid-19, sus tasas de contagios han sido demasiado elevadas y, desafortunadamente, muchos han fallecido.

A la vista de los últimos acontecimientos, nuestros gobernantes no han aprendido nada y la tragedia volverá a repetirse.

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