España ya es el quinto primer país de la UE con mayor número de casos por cada 100.000 habitantes. El coronavirus sigue imparable e incontrolado en muchas zonas de España, especialmente de Cataluña, Aragón, País Vasco y Navarra. Y mientras, Pedro Sánchez sigue a lo suyo: primero subido a lomos de la propaganda con su campaña de autobombo por los acuerdos alcanzados en Bruselas, y después yéndose de vacaciones.
Si las cuatro asignaturas básicas en la gestión de una epidemia son detectar, medir, rastrear y aislar, puede decirse que España ha suspendido el curso completo. Ocurrió en la primera oleada y se repite en la segunda. Se arriesgó en salud por salvar el verano y se están perdiendo ambas cosas, la salud y el verano. Agosto es decisivo. Lo que suceda con esta pandemia en otoño depende en gran medida de lo que se haga en los próximos días. Pero no parece hacerse NADA.
Las estadísticas revelan que el Gobierno de España ha fracasado, otra vez, en su gestión de la pandemia de coronavirus. Vamos directos hacia el abismo. Si el Ejecutivo de coalición ya se empeñó en justificar su retraso en la detección del virus -desbocado a finales de febrero cuando para las autoridades sanitarias aún no era un problema- el nuevo escenario de rebrotes confirma que Sánchez y su equipo siguen sin una estrategia eficaz frente a la enfermedad.
España ha alcanzado en los últimos 14 días una incidencia acumulada de38 79,82; 90,56 211,84 casos por cada 100.000 habitantes a fecha 2 de septiembre, lo que lo coloca como el país de Europa donde la pandemia avanza más rápidamente. No obstante, si se comparan comunidades y países las cifras varían. Por ejemplo, Madrid, con 466 casos/100.000 hab supera a todos los países europeos. La situación en territorios como País Vasco o La Rioja es, en número de contagios (363 y 361 por cada 100.000 habitantes, respectivamente), similar a la de los momentos más duros de la pandemia, a principios de marzo. [Pueden verse los gráficos actualizados en la web Ep Data]
El repunte esperado para octubre se ha adelantado a julio por una mezcla de relajación colectiva y de ausencia de política sanitaria de Estado. El Gobierno de la propaganda no es capaz -o no tiene voluntad- de utilizar sus enormes recursos publicitarios para que los ciudadanos (en especial los jóvenes) tomen conciencia del riesgo de contagio, quizá por miedo de que un exceso de prevención provoque que la temporada turística, y con ella la esperanza de una mínima reactivación de la demanda interna, acabe en fracaso.
Las autonomías lidian, cada una por su cuenta, con los focos víricos que van brotando porque no disponen de los instrumentos legales necesarios para limitar derechos básicos (algo que Sánchez se comprometió a "solucionar" allá por el mes de mayo y que sigue sin hacer). Los médicos ven venir el nuevo drama con una sensación de impotencia añadida al cansancio acumulado. Y la contundente evidencia de los datos demuestra que, pese a la amarga experiencia del confinamiento, el Covid ataca otra vez sin que las autoridades hagan nada para frenarlo.
Pedro Sánchez no apela ya al estado de alarma y al confinamiento general para contener los graves rebrotes, singularmente en Cataluña y Aragón, sino que se desentiende de la segunda vuelta de la crisis sanitaria, declinando las responsabilidades en las comunidades autónomas que, al ejercerlas malamente, infringen con normativas de rango insuficiente, y sin competencias, la vigencia de derechos fundamentales como el de libre circulación y asociación, entre otros.
Es decir, el presidente del Gobierno se lava las manos y se va de vacaciones sin tomar una sola decisión, más allá de apelar a la responsabilidad de los ciudadanos, obviando que la principal responsabilidad es suya. Es Sánchez quien tiene que demostrar que su pasión por el mando sirve para algo, y de él para abajo todos los representantes institucionales -también los autonómicos- han de mostrar su sentido de Estado. La pasividad gubernamental con el caos catalán, por miedo a la reacción del nacionalismo, es un mal camino que conduce a la diabólica espiral de los agravios comparativos.
En cambio, el gobierno socialcomunista se limita a ser un mero espectador que contempla, desde la barrera, la tragedia que se avecina. A estas alturas resulta incomprensible, por ejemplo, la pasividad en el control del aeropuerto de Barajas, por más que se trate de salvar el turismo evitando barreras disuasorias de entrada. #Fail!
El propio Fernando Simón ha reconocido que los aeropuertos españoles son un punto de entrada crítico para el virus y que se han detectado personas con «sintomatología» que han llegado a España y que posteriormente han sido «diagnosticados». Y pese a reconocer este coladero de coronavirus, el Gobierno sigue sin tomar medidas contundentes, como la exigencia de pruebas PCR en origen.
El propio Ejecutivo admitió hace dos semanas que probablemente estamos ya ante una segunda oleada de contagios, y eso ahuyenta el turismo, provoca la cancelación de reservas y condena irreversiblemente al ocio y a la hostelería.
Ante este panorama de incertidumbre y descontrol, la respuesta europea no se ha hecho esperar. España ha dejado de ser un destino seguro. En menos de un mes hemos pasado de estar en la lista verde a estar en la lista negra. En cuanto al turismo emisor, un total de 109 países tienen en vigor actualmente algún tipo de prohibición contra la entrada de españoles en sus territorios o mantienen suspendidas las comunicaciones aéreas y marítimas con España.
En cuanto al turismo receptor, Reino Unido, Alemania, Escocia, Francia, Bélgica, Noruega, Irlanda, Países Bajos, Estonia, Lituania, Letonia, Finlandia y Austria nos han puesto algún tipo de veto, desde cuarentenas de 14 días a los viajeros que regresen de unas vacaciones en España, a peticiones expresas de evitar viajar a nuestro país.
El mayor varapalo para el turismo de España es el mercado británico por constituir el mayor mercado emisor de turistas para nuestro país (18 millones), seguido alemanes y franceses (con 11,1 millones de turistas cada uno). Por tanto, estas medidas restrictivas suponen el golpe definitivo al ya de por sí castigado en este año sector turístico español. Hay en juego más de 150.000 millones de euros y 2,8 millones de puestos de trabajo que dependen del motor del turismo, es decir, un 14,6% de nuestro PIB.
Nunca antes un nombramiento de la persona al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores había malogrado tanto y tan rápido la reputación de España en el exterior como el de la actual ministra, Arancha González Laya.
En una negociación in extremis, Laya aboga porque Boris Johnson reconsidere, al menos, que los británicos que veraneen en Canarias y Baleares no tengan que hacer cuarentena al regresar a Gran Bretaña. Pero, lejos de conseguirlo, Johnson ha endurecido su postura y ahora recomienda a los británicos no viajar a ninguna parte del territorio español. El resultado es demoledor: las reservas de los británicos se han desplomado, y el gigante touroperador TUI ha anulado todos los vuelos y paquetes turísticos a nuestro país.
El veto del gobierno británico y de decenas de países desde dentro y fuera de Europa al sector turístico, que va a causar catastróficas pérdidas, es el espolón de proa del fracaso de la diplomacia española con González Laya al frente. Es incomprensible que, en las actuales circunstancias del coronavirus, con las alertas existentes desde el Departamento de Seguridad Nacional, con la supuesta información que llega desde las embajadas o con sólo leer los periódicos o ver la BBC no hubiese un plan de contingencia trazado para evitar las cuarentenas a todos los ciudadanos llegados desde nuestro territorio, así como las prohibiciones de viaje.
Nuestra deficiente política exterior es culpable de lo que ocurre. Nuestra imagen en el mundo se tambalea y nuestro principal patrimonio, el turismo, se hunde sin remedio. Resulta que el Gobierno de la propaganda sólo la hacía de puertas para dentro. El presidente se quedó satisfecho de su faceta de telepredicador dominguero y confió en el poder de un gigantesco aparato publicitario a máximo rendimiento. Pero, ay, se le olvidó que los éxitos, por ficticios que sean, hay que venderlos también en el extranjero.
¿Y qué estamos vendiendo? Mientras la ministra trata a la desesperada de convencer al Reino Unido de que Canarias y Baleares queden fuera de sus medidas (estableciendo una especie de "corredores seguros" con las islas), sale en rueda de prensa un señor que presume de científico y que en su día negó la existencia misma de un riesgo de propagación masiva del coronavirus y dice que le parece bien que naciones como Gran Bretaña o Bélgica recomienden a sus ciudadanos que no vengan a España. O sea, en lugar de defender la tesis de que hay comunidades con una tasa de contagios muy inferior a la del Reino Unido o Bélgica, defiende la postura británica y belga, y se permite el lujo de asegurar:
“El que Reino Unido exija una cuarentena a cualquier persona que viene de España en cierto modo nos favorece porque desincentiva que venga gente del Reino Unido. Es un riesgo que nos quita”, dijo en rueda de prensa el 27 de julio, y se quedó tan pancho. Y añadió: «cuantos menos turistas lleguen a España, menos probabilidades tenemos de disparar los contagios».
Respecto a Bélgica declaró: “Agradezco que los belgas decidan no recomendar venir a España. Es un problema que nos quitan, menos riesgo de importación de casos”.
O sea, como nuestro gobierno es incapaz de evitar riesgos y de crear protocolos seguros a nivel internacional, lo mejor es que, directamente, no haya turistas; y ésta es la manera en la que el Ejecutivo se lava las manos, aún a costa de hundir aún más la economía. El mensaje que se lanza al exterior es que Londres y Bruselas han hecho lo correcto cuando han decretado medidas restrictivas al turismo de sus ciudadanos, de modo que, a partir de ahora, otras naciones podrán hacer lo mismo.
Fernando Simón, el riesgo eres tú, porque tus declaraciones van a arruinar definitivamente las expectativas de un sector que ha cumplido con las recomendaciones del Gobierno a rajatabla. Después de lo oído en esa rueda de prensa, a este Gobierno incompetente hasta la náusea habría que pedirle daños y perjuicios por contribuir a la ruina de España.
Simón es un irresponsable que debería ser destituido de inmediato, y Pedro Sánchez y su Ejecutivo socialcomunista son un peligro público. El mismo Gobierno que lleva meses yendo por detrás de los acontecimientos, siempre "apoyado en los expertos" (que ya han admitido que son inexistentes), y ahora delega las responsabilidades en las comunidades autónomas, por un lado dice que las medidas adoptadas en los aeropuertos son seguras y por el lado "experto" (Simón) se alegra de que no vengan turistas porque son un "riesgo".
¿No hubiera sido más razonable establecer protocolos y mecanismos de control suficientemente eficaces, primero con las CCAA, y luego con nuestros vecinos europeos a tiempo? Esa desorientación gubernamental ha hecho de España la perdedora perfecta de un mercado darwinista en feroz competencia.
Todavía no doy crédito a las afirmaciones de Simón, como tampoco a las de la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo: “Hay rebrotes porque tiene que haberlos”.
Pero en cuestión de rebrotes no solo hay que hablar del turismo, sino también de los inmigrantes ilegales que están llegando de forma masiva a las costas españolas, especialmente en Murcia y Andalucía. El Gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez no quiere saber nada de la avalancha de personas que acceden de forma irregular a las costas españolas, escudándose en que es competencia de las Comunidades Autónomas, y no una cuestión de salud pública que debería atender el Ministerio de Sanidad.
O sea, que nada tiene que ver que el Gobierno no haya hecho nada para que las comunidades autónomas puedan confinar a la gente cuando el virus empieza a expandirse otra vez. Sánchez se comprometió a realizar las reformas legislativas necesarias y da la sensación de haber abierto la puerta y dejar a este país a la intemperie. Y pese a que España sea un erial en el que el Covid-19 campa a sus anchas, pese a que España ha tirado por la borda, en vista de las estadísticas, todo el trabajo acumulado del proceso de desescalada, el gobierno en pleno se va de vacaciones del 4 al 25 de agosto. Tres semanas críticas para la evolución de los contagios. ¡Qué más da!
El Gobierno de Pedro Sánchez no tenía un plan (ni A ni B) para afrontar la pandemia y tampoco lo tiene para tratar de paliar sus efectos económicos, que van a pesar sobre la vida de los españoles durante muchos años. De hecho, a alguno de sus ministros ni siquiera le importa el turismo.
Cada vez más contagios, cada vez la economía más hundida, y Pedro y Pablo jugando al monopoly con los millones que ellos creen que les mandarán de Europa.
Si las cuatro asignaturas básicas en la gestión de una epidemia son detectar, medir, rastrear y aislar, puede decirse que España ha suspendido el curso completo. Ocurrió en la primera oleada y se repite en la segunda. Se arriesgó en salud por salvar el verano y se están perdiendo ambas cosas, la salud y el verano. Agosto es decisivo. Lo que suceda con esta pandemia en otoño depende en gran medida de lo que se haga en los próximos días. Pero no parece hacerse NADA.
Las estadísticas revelan que el Gobierno de España ha fracasado, otra vez, en su gestión de la pandemia de coronavirus. Vamos directos hacia el abismo. Si el Ejecutivo de coalición ya se empeñó en justificar su retraso en la detección del virus -desbocado a finales de febrero cuando para las autoridades sanitarias aún no era un problema- el nuevo escenario de rebrotes confirma que Sánchez y su equipo siguen sin una estrategia eficaz frente a la enfermedad.
España ha alcanzado en los últimos 14 días una incidencia acumulada de
El repunte esperado para octubre se ha adelantado a julio por una mezcla de relajación colectiva y de ausencia de política sanitaria de Estado. El Gobierno de la propaganda no es capaz -o no tiene voluntad- de utilizar sus enormes recursos publicitarios para que los ciudadanos (en especial los jóvenes) tomen conciencia del riesgo de contagio, quizá por miedo de que un exceso de prevención provoque que la temporada turística, y con ella la esperanza de una mínima reactivación de la demanda interna, acabe en fracaso.
Las autonomías lidian, cada una por su cuenta, con los focos víricos que van brotando porque no disponen de los instrumentos legales necesarios para limitar derechos básicos (algo que Sánchez se comprometió a "solucionar" allá por el mes de mayo y que sigue sin hacer). Los médicos ven venir el nuevo drama con una sensación de impotencia añadida al cansancio acumulado. Y la contundente evidencia de los datos demuestra que, pese a la amarga experiencia del confinamiento, el Covid ataca otra vez sin que las autoridades hagan nada para frenarlo.
Pedro Sánchez no apela ya al estado de alarma y al confinamiento general para contener los graves rebrotes, singularmente en Cataluña y Aragón, sino que se desentiende de la segunda vuelta de la crisis sanitaria, declinando las responsabilidades en las comunidades autónomas que, al ejercerlas malamente, infringen con normativas de rango insuficiente, y sin competencias, la vigencia de derechos fundamentales como el de libre circulación y asociación, entre otros.
Es decir, el presidente del Gobierno se lava las manos y se va de vacaciones sin tomar una sola decisión, más allá de apelar a la responsabilidad de los ciudadanos, obviando que la principal responsabilidad es suya. Es Sánchez quien tiene que demostrar que su pasión por el mando sirve para algo, y de él para abajo todos los representantes institucionales -también los autonómicos- han de mostrar su sentido de Estado. La pasividad gubernamental con el caos catalán, por miedo a la reacción del nacionalismo, es un mal camino que conduce a la diabólica espiral de los agravios comparativos.
En cambio, el gobierno socialcomunista se limita a ser un mero espectador que contempla, desde la barrera, la tragedia que se avecina. A estas alturas resulta incomprensible, por ejemplo, la pasividad en el control del aeropuerto de Barajas, por más que se trate de salvar el turismo evitando barreras disuasorias de entrada. #Fail!
El propio Fernando Simón ha reconocido que los aeropuertos españoles son un punto de entrada crítico para el virus y que se han detectado personas con «sintomatología» que han llegado a España y que posteriormente han sido «diagnosticados». Y pese a reconocer este coladero de coronavirus, el Gobierno sigue sin tomar medidas contundentes, como la exigencia de pruebas PCR en origen.
El propio Ejecutivo admitió hace dos semanas que probablemente estamos ya ante una segunda oleada de contagios, y eso ahuyenta el turismo, provoca la cancelación de reservas y condena irreversiblemente al ocio y a la hostelería.
Ante este panorama de incertidumbre y descontrol, la respuesta europea no se ha hecho esperar. España ha dejado de ser un destino seguro. En menos de un mes hemos pasado de estar en la lista verde a estar en la lista negra. En cuanto al turismo emisor, un total de 109 países tienen en vigor actualmente algún tipo de prohibición contra la entrada de españoles en sus territorios o mantienen suspendidas las comunicaciones aéreas y marítimas con España.
En cuanto al turismo receptor, Reino Unido, Alemania, Escocia, Francia, Bélgica, Noruega, Irlanda, Países Bajos, Estonia, Lituania, Letonia, Finlandia y Austria nos han puesto algún tipo de veto, desde cuarentenas de 14 días a los viajeros que regresen de unas vacaciones en España, a peticiones expresas de evitar viajar a nuestro país.
El mayor varapalo para el turismo de España es el mercado británico por constituir el mayor mercado emisor de turistas para nuestro país (18 millones), seguido alemanes y franceses (con 11,1 millones de turistas cada uno). Por tanto, estas medidas restrictivas suponen el golpe definitivo al ya de por sí castigado en este año sector turístico español. Hay en juego más de 150.000 millones de euros y 2,8 millones de puestos de trabajo que dependen del motor del turismo, es decir, un 14,6% de nuestro PIB.
El fracaso diplomático de González Laya
Ante semejante emergencia económica, el Gobierno debería tener preparada una estrategia contundente, tomando medidas por su cuenta, como por ejemplo, ofrecer gratuitamente test a los viajeros que lo soliciten cuando abandonen España, lo que haría innecesaria la cuarentena. En lugar de ello, toda la gestión se ha dejado en manos de la pusilánime ministra de Asuntos Exteriores, Arantxa González Laya. ¡Que Dios nos pille confesados!Nunca antes un nombramiento de la persona al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores había malogrado tanto y tan rápido la reputación de España en el exterior como el de la actual ministra, Arancha González Laya.
En una negociación in extremis, Laya aboga porque Boris Johnson reconsidere, al menos, que los británicos que veraneen en Canarias y Baleares no tengan que hacer cuarentena al regresar a Gran Bretaña. Pero, lejos de conseguirlo, Johnson ha endurecido su postura y ahora recomienda a los británicos no viajar a ninguna parte del territorio español. El resultado es demoledor: las reservas de los británicos se han desplomado, y el gigante touroperador TUI ha anulado todos los vuelos y paquetes turísticos a nuestro país.
El veto del gobierno británico y de decenas de países desde dentro y fuera de Europa al sector turístico, que va a causar catastróficas pérdidas, es el espolón de proa del fracaso de la diplomacia española con González Laya al frente. Es incomprensible que, en las actuales circunstancias del coronavirus, con las alertas existentes desde el Departamento de Seguridad Nacional, con la supuesta información que llega desde las embajadas o con sólo leer los periódicos o ver la BBC no hubiese un plan de contingencia trazado para evitar las cuarentenas a todos los ciudadanos llegados desde nuestro territorio, así como las prohibiciones de viaje.
Fernando Simón pone la puntilla
Nuestra deficiente política exterior es culpable de lo que ocurre. Nuestra imagen en el mundo se tambalea y nuestro principal patrimonio, el turismo, se hunde sin remedio. Resulta que el Gobierno de la propaganda sólo la hacía de puertas para dentro. El presidente se quedó satisfecho de su faceta de telepredicador dominguero y confió en el poder de un gigantesco aparato publicitario a máximo rendimiento. Pero, ay, se le olvidó que los éxitos, por ficticios que sean, hay que venderlos también en el extranjero.
¿Y qué estamos vendiendo? Mientras la ministra trata a la desesperada de convencer al Reino Unido de que Canarias y Baleares queden fuera de sus medidas (estableciendo una especie de "corredores seguros" con las islas), sale en rueda de prensa un señor que presume de científico y que en su día negó la existencia misma de un riesgo de propagación masiva del coronavirus y dice que le parece bien que naciones como Gran Bretaña o Bélgica recomienden a sus ciudadanos que no vengan a España. O sea, en lugar de defender la tesis de que hay comunidades con una tasa de contagios muy inferior a la del Reino Unido o Bélgica, defiende la postura británica y belga, y se permite el lujo de asegurar:
“El que Reino Unido exija una cuarentena a cualquier persona que viene de España en cierto modo nos favorece porque desincentiva que venga gente del Reino Unido. Es un riesgo que nos quita”, dijo en rueda de prensa el 27 de julio, y se quedó tan pancho. Y añadió: «cuantos menos turistas lleguen a España, menos probabilidades tenemos de disparar los contagios».
Respecto a Bélgica declaró: “Agradezco que los belgas decidan no recomendar venir a España. Es un problema que nos quitan, menos riesgo de importación de casos”.
O sea, como nuestro gobierno es incapaz de evitar riesgos y de crear protocolos seguros a nivel internacional, lo mejor es que, directamente, no haya turistas; y ésta es la manera en la que el Ejecutivo se lava las manos, aún a costa de hundir aún más la economía. El mensaje que se lanza al exterior es que Londres y Bruselas han hecho lo correcto cuando han decretado medidas restrictivas al turismo de sus ciudadanos, de modo que, a partir de ahora, otras naciones podrán hacer lo mismo.
Fernando Simón, el riesgo eres tú, porque tus declaraciones van a arruinar definitivamente las expectativas de un sector que ha cumplido con las recomendaciones del Gobierno a rajatabla. Después de lo oído en esa rueda de prensa, a este Gobierno incompetente hasta la náusea habría que pedirle daños y perjuicios por contribuir a la ruina de España.
Simón es un irresponsable que debería ser destituido de inmediato, y Pedro Sánchez y su Ejecutivo socialcomunista son un peligro público. El mismo Gobierno que lleva meses yendo por detrás de los acontecimientos, siempre "apoyado en los expertos" (que ya han admitido que son inexistentes), y ahora delega las responsabilidades en las comunidades autónomas, por un lado dice que las medidas adoptadas en los aeropuertos son seguras y por el lado "experto" (Simón) se alegra de que no vengan turistas porque son un "riesgo".
¿No hubiera sido más razonable establecer protocolos y mecanismos de control suficientemente eficaces, primero con las CCAA, y luego con nuestros vecinos europeos a tiempo? Esa desorientación gubernamental ha hecho de España la perdedora perfecta de un mercado darwinista en feroz competencia.
El Ejecutivo se ha desinvolucrado de toda estrategia de salud pública, y en economía lo fía todo a la ayuda europea, que acabará utilizada como un mecanismo de subvenciones directas. En la batalla de la imagen externa ni está ni se le espera. Y el gran Simón, oráculo de la ciencia, se felicita de la deserción inglesa porque le quita un problema.Fernando Simón dice una cosa y dos horas más tarde Pedro Sánchez en el informativo de Piqueras, lo contrario.— Pedro Otamendi (@PedroOtamendi) July 27, 2020
El Gobierno y sus expertos... pic.twitter.com/2UjZArxPtc
Todavía no doy crédito a las afirmaciones de Simón, como tampoco a las de la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo: “Hay rebrotes porque tiene que haberlos”.
Pero en cuestión de rebrotes no solo hay que hablar del turismo, sino también de los inmigrantes ilegales que están llegando de forma masiva a las costas españolas, especialmente en Murcia y Andalucía. El Gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez no quiere saber nada de la avalancha de personas que acceden de forma irregular a las costas españolas, escudándose en que es competencia de las Comunidades Autónomas, y no una cuestión de salud pública que debería atender el Ministerio de Sanidad.
O sea, que nada tiene que ver que el Gobierno no haya hecho nada para que las comunidades autónomas puedan confinar a la gente cuando el virus empieza a expandirse otra vez. Sánchez se comprometió a realizar las reformas legislativas necesarias y da la sensación de haber abierto la puerta y dejar a este país a la intemperie. Y pese a que España sea un erial en el que el Covid-19 campa a sus anchas, pese a que España ha tirado por la borda, en vista de las estadísticas, todo el trabajo acumulado del proceso de desescalada, el gobierno en pleno se va de vacaciones del 4 al 25 de agosto. Tres semanas críticas para la evolución de los contagios. ¡Qué más da!
El Gobierno de Pedro Sánchez no tenía un plan (ni A ni B) para afrontar la pandemia y tampoco lo tiene para tratar de paliar sus efectos económicos, que van a pesar sobre la vida de los españoles durante muchos años. De hecho, a alguno de sus ministros ni siquiera le importa el turismo.
Cada vez más contagios, cada vez la economía más hundida, y Pedro y Pablo jugando al monopoly con los millones que ellos creen que les mandarán de Europa.