No cabe duda de que el coronavirus está elevando a la categoría de héroes a la legión de sanitarios que se han jugado la vida cada día en los hospitales, pero hemos sobrevivido también gracias al trabajo de otros profesionales que también han estado en primera línea y también son merecedores del aplauso y agradecimiento.
La 'primera línea de batalla' frente al coronavirus se dirime en los hospitales. Durante la pandemia, la figura del médico ha sido elevada a los altares, aplaudida y ensalzada hasta niveles nunca vistos. Ese 'ejército de batas blancas' ha plantado cara a un 'enemigo' tan peligroso como invisible. Una heroica legión de sanitarios que se han convertido en el orgullo de una sociedad que, adormecida desde el confinamiento en nuestros hogares, esperábamos a que el peligro pasara para volver a recuperar nuestra cotidianidad.
Pero ¿los sanitarios son héroes? En mi opinión, no. De acuerdo que se han expuesto más que nadie al virus, y además, en condiciones pésimas por no disponer de material de protección adecuado. Pero, al fin y al cabo, ésa es su profesión (y su vocación) y por eso cobran. ¿O acaso ser médico se limita a recetar una pastilla para la tensión? Cierto es que se está denunciando la precariedad laboral de este sector y que no debería existir, pero eso es otro debate. ¿Riesgo? ¿Estrés? ¿Impotencia? ¿Agotamiento? ¿Dilema moral? Efectivamente, todo eso es lo que implica ser médico; si no te gusta, dedícate a otra cosa. Por otro lado, estaríamos quitándole importancia a lo que hacen todos los días, porque si los médicos ahora son unos héroes también lo eran antes, no?
Otra profesión ensalzada como heroica ha sido la de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado (policía, guardia civil, ejército...). Más de lo mismo. Es su trabajo. Si no quieren aceptar el riesgo y poner sus vidas en peligro, que se dediquen a otra cosa, pero si cobran del Estado por lucir un uniforme con galones, deben estar preparados para desempeñar lo que les manden de forma eficaz y sin rechistar, ya sea disparando metralletas en la Guerra del Golfo o desinfectando hospitales durante una pandemia. Que no todo va a ser poner multas a los ciudadanos o monitorizar las redes sociales para censurar la opinión ciudadana contraria al gobierno. Deberían tener claro que su integridad física está en peligro por el simple hecho de tener esa profesión. No, no son héroes, son servidores públicos.
En cambio, ha habido otros soldados anónimos que han aportado su lucha y su esfuerzo en otros frentes. No son sanitarios, no están en la 'primera línea' de la batalla hospitalaria. Pero se han jugado igualmente la vida y su labor ha sido casi igual de necesaria, porque son quienes se han ocupado cada día de mejorar la vida de los demás: son los héroes sin capa.
Hablamos de oficios que han sido primordiales para el sostenimiento de nuestra sociedad, como el sector agropecuario, el transporte, los almacenes de productos básicos, los trabajadores de limpieza (y desinfección), celadores, reponedores, empleados de supermercados, tenderos de mercados y demás comercios esenciales, vigilantes, cuidadores de personas dependientes, voluntarios de Protección Civil, Cáritas, Cruz Roja y de los bancos de alimentos, repartidores de paquetería, riders de comida a domicilio, carteros, responsables de los departamentos de tecnología (¡qué habríamos hecho sin internet!), maestros, notarios, empleados de banca, investigadores, etc. Ellos sí son los héroes de la pandemia.
Estos actores ‘secundarios’ se han visto obligados, sin comerlo ni beberlo, a interpretar un guión muy distinto al que estaban acostumbrados, acorde con las circunstancias tan excepcionales que nos ha tocado vivir. Durante los largos días del confinamiento han seguido al pie del cañón haciendo que todo funcionara. Y además, son empleos precarios, de baja cualificación y menor salario. Quizás deberíamos replantearnos, a partir de ahora, su importancia y valorarlos como se merecen.
¿Por qué nadie ha homenajeado a quienes nos dan de comer todos los días, antes, durante la pandemia y después? Me refiero a los trabajadores del sector agrícola y ganadero, que se merecen un gran aplauso. En la ciudad, dada la poca cultura rural, no valoramos todo el proceso que existe para que un alimento sea producido desde que la tierra se prepara, se siembra, va creciendo poco a poco, se recoge y se pone en manos de un intermediario que lo coloca en las grandes superficies o en los Mercas de cada ciudad. Nos limitamos a comprar apretando un botón en el ordenador, fácil y rápido, o yendo a la tienda. Basta con tener dinero para comprar lo que más nos gusta, olvidando todo el trabajo y sudor que se necesitan para producir alimentos. Tampoco hay que olvidar la precaria situación laboral y social de los trabajadores del campo.
O a quienes curraban en un supermercado, exponiéndose al contagio. Hay cajeras que han sufrido el mal humor de los clientes y han sido agredidas verbalmente. Tiene que ver con el lenguaje bélico: si no puedes visualizar al enemigo, porque es un virus, terminas proyectando tu ira hacia las personas.
Pero además, todos somos héroes. No olvidemos que millones de españoles nos hemos quedado en casa responsablemente, para evitar contagiarnos y contagiar. Es un sacrificio no visitar a la familia, algunos de ellos ancianos o enfermos, no sentir el calor de los más cercanos y conformarnos con verlos a través de una pequeña pantalla o escucharlos por la línea telefónica; vivir permanentemente con la angustia de esperar que se encuentren (y nos encontremos) bien.
Héroes son también los padres y madres trabajadores que han tenido que conciliar el teletrabajo con las responsabilidades familiares, entreteniendo a sus hijos confinados, aguantando sus rabietas e incluso ayudándoles con la educación online. Ahora los padres se están dando cuenta de la labor de los profesores, porque están muy estresados. Ojo, ellos tienen a su hijo en casa, mientras que los docentes tienen a 30 o más en clase, cada uno de su padre y de su madre.
Y héroes son todas aquellas personas que, desinteresadamente, se pusieron a fabricar y a repartir mascarillas, pantallas protectoras, respiradores... porque el gobierno era incapaz de conseguir material sanitario en el mercado.
En cualquier caso, hemos pasado una pandemia, no una guerra, no necesitamos héroes ni heroínas, necesitamos medios, una sanidad fuerte y unos profesionales sanitarios que no se tengan que jugar la vida para cuidarnos. Ni sanitarios, ni militares, ni policías, ni reponedores, ni repartidores ni personal de supermercados son superhombres o supermujeres. No tienen superpoderes ni aguantan más tiempo que nadie ejerciendo su trabajo ni pueden resistir cualquier dificultad como si fueran héroes de cómics. Son trabajadores y, ante todo, personas. Con los mismos límites que podemos tener tú y yo. Y más vale que lo entendamos así y no volquemos en sus espaldas esperanzas desmedidas.
Dejemos que lo epopéyico, las hazañas, las odiseas, lo increíble... quede en el terreno de la fantasía. Estamos ante un problema real que exige una narración real para encontrar soluciones reales. La cooperación de todos los sectores sociales, la disciplina a la hora de abordar las medidas y la inteligencia colectiva son la única solución para sacarnos de ésta (y de las que vendrán). Los relatos de ciencia ficción, no.
La 'primera línea de batalla' frente al coronavirus se dirime en los hospitales. Durante la pandemia, la figura del médico ha sido elevada a los altares, aplaudida y ensalzada hasta niveles nunca vistos. Ese 'ejército de batas blancas' ha plantado cara a un 'enemigo' tan peligroso como invisible. Una heroica legión de sanitarios que se han convertido en el orgullo de una sociedad que, adormecida desde el confinamiento en nuestros hogares, esperábamos a que el peligro pasara para volver a recuperar nuestra cotidianidad.
Pero ¿los sanitarios son héroes? En mi opinión, no. De acuerdo que se han expuesto más que nadie al virus, y además, en condiciones pésimas por no disponer de material de protección adecuado. Pero, al fin y al cabo, ésa es su profesión (y su vocación) y por eso cobran. ¿O acaso ser médico se limita a recetar una pastilla para la tensión? Cierto es que se está denunciando la precariedad laboral de este sector y que no debería existir, pero eso es otro debate. ¿Riesgo? ¿Estrés? ¿Impotencia? ¿Agotamiento? ¿Dilema moral? Efectivamente, todo eso es lo que implica ser médico; si no te gusta, dedícate a otra cosa. Por otro lado, estaríamos quitándole importancia a lo que hacen todos los días, porque si los médicos ahora son unos héroes también lo eran antes, no?
Otra profesión ensalzada como heroica ha sido la de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado (policía, guardia civil, ejército...). Más de lo mismo. Es su trabajo. Si no quieren aceptar el riesgo y poner sus vidas en peligro, que se dediquen a otra cosa, pero si cobran del Estado por lucir un uniforme con galones, deben estar preparados para desempeñar lo que les manden de forma eficaz y sin rechistar, ya sea disparando metralletas en la Guerra del Golfo o desinfectando hospitales durante una pandemia. Que no todo va a ser poner multas a los ciudadanos o monitorizar las redes sociales para censurar la opinión ciudadana contraria al gobierno. Deberían tener claro que su integridad física está en peligro por el simple hecho de tener esa profesión. No, no son héroes, son servidores públicos.
En cambio, ha habido otros soldados anónimos que han aportado su lucha y su esfuerzo en otros frentes. No son sanitarios, no están en la 'primera línea' de la batalla hospitalaria. Pero se han jugado igualmente la vida y su labor ha sido casi igual de necesaria, porque son quienes se han ocupado cada día de mejorar la vida de los demás: son los héroes sin capa.
Hablamos de oficios que han sido primordiales para el sostenimiento de nuestra sociedad, como el sector agropecuario, el transporte, los almacenes de productos básicos, los trabajadores de limpieza (y desinfección), celadores, reponedores, empleados de supermercados, tenderos de mercados y demás comercios esenciales, vigilantes, cuidadores de personas dependientes, voluntarios de Protección Civil, Cáritas, Cruz Roja y de los bancos de alimentos, repartidores de paquetería, riders de comida a domicilio, carteros, responsables de los departamentos de tecnología (¡qué habríamos hecho sin internet!), maestros, notarios, empleados de banca, investigadores, etc. Ellos sí son los héroes de la pandemia.
Estos actores ‘secundarios’ se han visto obligados, sin comerlo ni beberlo, a interpretar un guión muy distinto al que estaban acostumbrados, acorde con las circunstancias tan excepcionales que nos ha tocado vivir. Durante los largos días del confinamiento han seguido al pie del cañón haciendo que todo funcionara. Y además, son empleos precarios, de baja cualificación y menor salario. Quizás deberíamos replantearnos, a partir de ahora, su importancia y valorarlos como se merecen.
¿Por qué nadie ha homenajeado a quienes nos dan de comer todos los días, antes, durante la pandemia y después? Me refiero a los trabajadores del sector agrícola y ganadero, que se merecen un gran aplauso. En la ciudad, dada la poca cultura rural, no valoramos todo el proceso que existe para que un alimento sea producido desde que la tierra se prepara, se siembra, va creciendo poco a poco, se recoge y se pone en manos de un intermediario que lo coloca en las grandes superficies o en los Mercas de cada ciudad. Nos limitamos a comprar apretando un botón en el ordenador, fácil y rápido, o yendo a la tienda. Basta con tener dinero para comprar lo que más nos gusta, olvidando todo el trabajo y sudor que se necesitan para producir alimentos. Tampoco hay que olvidar la precaria situación laboral y social de los trabajadores del campo.
O a quienes curraban en un supermercado, exponiéndose al contagio. Hay cajeras que han sufrido el mal humor de los clientes y han sido agredidas verbalmente. Tiene que ver con el lenguaje bélico: si no puedes visualizar al enemigo, porque es un virus, terminas proyectando tu ira hacia las personas.
Pero además, todos somos héroes. No olvidemos que millones de españoles nos hemos quedado en casa responsablemente, para evitar contagiarnos y contagiar. Es un sacrificio no visitar a la familia, algunos de ellos ancianos o enfermos, no sentir el calor de los más cercanos y conformarnos con verlos a través de una pequeña pantalla o escucharlos por la línea telefónica; vivir permanentemente con la angustia de esperar que se encuentren (y nos encontremos) bien.
Héroes son también los padres y madres trabajadores que han tenido que conciliar el teletrabajo con las responsabilidades familiares, entreteniendo a sus hijos confinados, aguantando sus rabietas e incluso ayudándoles con la educación online. Ahora los padres se están dando cuenta de la labor de los profesores, porque están muy estresados. Ojo, ellos tienen a su hijo en casa, mientras que los docentes tienen a 30 o más en clase, cada uno de su padre y de su madre.
Y héroes son todas aquellas personas que, desinteresadamente, se pusieron a fabricar y a repartir mascarillas, pantallas protectoras, respiradores... porque el gobierno era incapaz de conseguir material sanitario en el mercado.
En cualquier caso, hemos pasado una pandemia, no una guerra, no necesitamos héroes ni heroínas, necesitamos medios, una sanidad fuerte y unos profesionales sanitarios que no se tengan que jugar la vida para cuidarnos. Ni sanitarios, ni militares, ni policías, ni reponedores, ni repartidores ni personal de supermercados son superhombres o supermujeres. No tienen superpoderes ni aguantan más tiempo que nadie ejerciendo su trabajo ni pueden resistir cualquier dificultad como si fueran héroes de cómics. Son trabajadores y, ante todo, personas. Con los mismos límites que podemos tener tú y yo. Y más vale que lo entendamos así y no volquemos en sus espaldas esperanzas desmedidas.
Dejemos que lo epopéyico, las hazañas, las odiseas, lo increíble... quede en el terreno de la fantasía. Estamos ante un problema real que exige una narración real para encontrar soluciones reales. La cooperación de todos los sectores sociales, la disciplina a la hora de abordar las medidas y la inteligencia colectiva son la única solución para sacarnos de ésta (y de las que vendrán). Los relatos de ciencia ficción, no.