Podríamos llenar varias páginas con los embustes del Gobierno y su mago Simón. Uno de los más flagrantes es el caso del inexistente Comité de Expertos de la desescalada. Así lo ha reconocido el Ministerio de Sanidad en una respuesta oficial al Defensor del Pueblo: Jamás existió un comité de expertos que asesorara al Gobierno para decidir la desescalada de las autonomías. Es decir, el paso de fases no se realizaba con criterios técnicos, sino políticos. Pedro Sánchez castigó a la Comunidad de Madrid por cuestiones meramente partidistas. Así de desastroso y politizado ha sido el proceso de desconfinamiento (selectivo).
El Gobierno le dio total oficialidad. Incluso en las notas de prensa que se remitieron desde la Moncloa se daba cuenta de las reuniones del que denominó «Comité Técnico de la Desescalada». Era el supuesto grupo de 'expertos' que a partir de mayo tuvo el encargo de decidir qué comunidades o territorios avanzaban de fase y relajaban sus medidas de confinamiento, tras analizar los informes técnicos que las autonomías presentaban sobre la evolución de la pandemia y sobre su sistema asistencial ante posibles rebrotes.
Moncloa, voluntariamente, quiso envolver en un halo de misterio la composición de ese presunto grupo de expertos. Decenas de preguntas en todo tipo de ruedas de prensa a veces eran respondidas con evasivas, y otras veces los miembros del Gobierno se negaban directamente a facilitar los nombres de esos supuestos expertos que a la postre estaban decidiendo sobre la vida y economía inmediata de 47 millones de españoles con el argumento de que eran autoridades en la materia «independientes» del Ministerio de Sanidad y que, por tanto, había que salvaguardar su identidad pues no eran «políticos».
Hoy sabemos que la conformación del presunto equipo de especialistas a los que aludía el presidente del Gobierno para tomar las decisiones sanitarias siempre fue el Ministro de Sanidad, Salvador Illa. El Ejecutivo aseguró en sucesivas ocasiones que se guiaba por los criterios "de los expertos" y anunció que un equipo de científicos de diversas áreas había diseñado el plan de desescalada.
El PP puso tras las cuerdas al Ejecutivo con una denuncia formal para conocer más sobre la vida de las personas que determinaron la suerte de las autonomías durante el fin del estado de alarma y Sanidad se vio obligado a confesar que «no existe ningún comité de expertos encargado de la evaluación de la situación sanitaria de las comunidades autónomas y que decida las provincias o territorios que pueden avanzar en el proceso de desescalada del confinamiento».
El propio Illa ha admitido: «Yo tomaba la decisión en base a informes técnicos de la directora general de Salud Pública. A ella le venía desde el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias avalado por el doctor Simón».
La ocultación de la identidad de los supuestos expertos que conformaban dicho comité es ilegal, pues tanto la Ley de Transparencia como la Ley de Salud Pública (art. 11.2) obligan al Gobierno a ofrecer todo tipo de detalles sobre los asesores que le ayudan en sus decisiones.
Sin embargo, la negativa a revelar la identidad de los miembros del comité, lejos de levantar sospechas de inexistencia, reforzó la sensación de realidad. Las 14 veces que Sánchez se refirió públicamente al espectral ente hicieron el resto. Porque, ¿quién iba a discutir las decisiones de "los expertos"? Hacerlo implicaba cargar con el sambenito de bruto anti-científico, de adepto a teorías de la conspiración, de renuente a las políticas basadas en pruebas.
Antes de verse obligado a reconocer la inexistencia de dicho comité ante el Consejo de Transparencia, Pedro Sánchez había afirmado: «Estamos siendo asesorados por expertos de una extraordinaria calidad desde el punto de vista científico y de compromiso de servicio público, y lo único que puedo hacer es reivindicar su profesionalidad y reconocer su compromiso».
«Lo que importa es que son funcionarios del Ministerio de Sanidad quienes junto a las direcciones de Sanidad Pública de las comunidades, deciden de manera coordinada los territorios que pueden pasar de una fase a otra y es lo más importante». «[Para la desescalada seguiremos] marcadores recomendados por el comité científico que asesora al Gobierno». - (Trolas de Sánchez).
«Las comunidades transmiten sus propuestas, que después son evaluadas por el comité. Se celebra una reunión bilateral y se llega a un acuerdo» - (Trola de Illa).
Colaborador necesario de las mentiras del Ejecutivo socialcomunista, Fernando Simón llegó a decir en su día que no facilitaría los nombres del supuesto comité de expertos «para que trabajen en libertad y sin presiones». En el colmo del cinismo, Simón añadió que «yo creo que lo que mejor podemos hacer es que hagan su trabajo correctamente y de la forma más independiente posible». También especificó que «es un equipo de técnicos que trabajan en la Dirección General de Salud Pública» y que estaba formado por 11 personas, «si no recuerdo mal».
No se puede tener más cara que la de este tipo que pronosticó que en España no habría más de 4 o 5 casos de coronavirus y que lleva cinco meses subido a lomos de la falsedad más descarada.
Era mentira el comité y era mentira lo que dijeron Salvador Illa y Fernando Simón, que en cualquier país serio del mundo habrían sido destituidos de inmediato por faltar a la verdad de manera reiteradamente obscena.
Sin embargo, Simón (que hace días asestó una puñalada al sector turístico español al agradecer a Gran Bretaña su decisión de poner en cuarentena a los británicos que regresaran a su país procedentes de España porque "nos quitaban un problema") sigue en el cargo. Y no solo eso, sino que además Simón es un firme candidato a ser el próximo ministro de Sanidad si el actual titular, Salvador Illa, es designado candidato del PSC a las elecciones catalanas.
En esta etapa negra de la historia de España que nos está tocando vivir, la mentira es un mérito para llegar a ser ministro. Tiene su lógica: si el mayor mentiroso es Pedro Sánchez, quienes emulen al jefe llegarán alto.
Una anécdota da idea de la altura alcanzada por Sánchez al acercar el ser y el no-ser. Resulta que algunos medios publicaron la lista de miembros del comité que no existía, con breves reseñas curriculares. Ninguno de los supuestos componentes del invento negó su pertenencia, que sería lo lógico. O sea, tu nombre aparece como integrante del organismo responsable de graves decisiones relacionadas con la salud pública, en una pandemia y, aunque no lo eres (nadie lo era, recuerden, hoy lo sabemos), callas. ¿En qué cabeza cabe? Pues cupo en todas.
Es más, uno de los no-miembros del no-comité, al ver que el secreto de las no-identidades se había levantado, comunicó en las redes que, siendo ya público, podía confirmar que en efecto estaba trabajando en ello y tal. Y ahora viene lo bueno. El Gobierno revela que no existe ni existió dicho comité y, ¿qué hace aquel hombre? Proclamar públicamente que el comité «existir, existió».
El Gobierno le dio total oficialidad. Incluso en las notas de prensa que se remitieron desde la Moncloa se daba cuenta de las reuniones del que denominó «Comité Técnico de la Desescalada». Era el supuesto grupo de 'expertos' que a partir de mayo tuvo el encargo de decidir qué comunidades o territorios avanzaban de fase y relajaban sus medidas de confinamiento, tras analizar los informes técnicos que las autonomías presentaban sobre la evolución de la pandemia y sobre su sistema asistencial ante posibles rebrotes.
Moncloa, voluntariamente, quiso envolver en un halo de misterio la composición de ese presunto grupo de expertos. Decenas de preguntas en todo tipo de ruedas de prensa a veces eran respondidas con evasivas, y otras veces los miembros del Gobierno se negaban directamente a facilitar los nombres de esos supuestos expertos que a la postre estaban decidiendo sobre la vida y economía inmediata de 47 millones de españoles con el argumento de que eran autoridades en la materia «independientes» del Ministerio de Sanidad y que, por tanto, había que salvaguardar su identidad pues no eran «políticos».
Hoy sabemos que la conformación del presunto equipo de especialistas a los que aludía el presidente del Gobierno para tomar las decisiones sanitarias siempre fue el Ministro de Sanidad, Salvador Illa. El Ejecutivo aseguró en sucesivas ocasiones que se guiaba por los criterios "de los expertos" y anunció que un equipo de científicos de diversas áreas había diseñado el plan de desescalada.
El PP puso tras las cuerdas al Ejecutivo con una denuncia formal para conocer más sobre la vida de las personas que determinaron la suerte de las autonomías durante el fin del estado de alarma y Sanidad se vio obligado a confesar que «no existe ningún comité de expertos encargado de la evaluación de la situación sanitaria de las comunidades autónomas y que decida las provincias o territorios que pueden avanzar en el proceso de desescalada del confinamiento».
El propio Illa ha admitido: «Yo tomaba la decisión en base a informes técnicos de la directora general de Salud Pública. A ella le venía desde el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias avalado por el doctor Simón».
Los nombres de los "expertos"
La ocultación de la identidad de los supuestos expertos que conformaban dicho comité es ilegal, pues tanto la Ley de Transparencia como la Ley de Salud Pública (art. 11.2) obligan al Gobierno a ofrecer todo tipo de detalles sobre los asesores que le ayudan en sus decisiones.
Sin embargo, la negativa a revelar la identidad de los miembros del comité, lejos de levantar sospechas de inexistencia, reforzó la sensación de realidad. Las 14 veces que Sánchez se refirió públicamente al espectral ente hicieron el resto. Porque, ¿quién iba a discutir las decisiones de "los expertos"? Hacerlo implicaba cargar con el sambenito de bruto anti-científico, de adepto a teorías de la conspiración, de renuente a las políticas basadas en pruebas.
Antes de verse obligado a reconocer la inexistencia de dicho comité ante el Consejo de Transparencia, Pedro Sánchez había afirmado: «Estamos siendo asesorados por expertos de una extraordinaria calidad desde el punto de vista científico y de compromiso de servicio público, y lo único que puedo hacer es reivindicar su profesionalidad y reconocer su compromiso».
«Lo que importa es que son funcionarios del Ministerio de Sanidad quienes junto a las direcciones de Sanidad Pública de las comunidades, deciden de manera coordinada los territorios que pueden pasar de una fase a otra y es lo más importante». «[Para la desescalada seguiremos] marcadores recomendados por el comité científico que asesora al Gobierno». - (Trolas de Sánchez).
«Las comunidades transmiten sus propuestas, que después son evaluadas por el comité. Se celebra una reunión bilateral y se llega a un acuerdo» - (Trola de Illa).
Colaborador necesario de las mentiras del Ejecutivo socialcomunista, Fernando Simón llegó a decir en su día que no facilitaría los nombres del supuesto comité de expertos «para que trabajen en libertad y sin presiones». En el colmo del cinismo, Simón añadió que «yo creo que lo que mejor podemos hacer es que hagan su trabajo correctamente y de la forma más independiente posible». También especificó que «es un equipo de técnicos que trabajan en la Dirección General de Salud Pública» y que estaba formado por 11 personas, «si no recuerdo mal».
No se puede tener más cara que la de este tipo que pronosticó que en España no habría más de 4 o 5 casos de coronavirus y que lleva cinco meses subido a lomos de la falsedad más descarada.
Era mentira el comité y era mentira lo que dijeron Salvador Illa y Fernando Simón, que en cualquier país serio del mundo habrían sido destituidos de inmediato por faltar a la verdad de manera reiteradamente obscena.
Sin embargo, Simón (que hace días asestó una puñalada al sector turístico español al agradecer a Gran Bretaña su decisión de poner en cuarentena a los británicos que regresaran a su país procedentes de España porque "nos quitaban un problema") sigue en el cargo. Y no solo eso, sino que además Simón es un firme candidato a ser el próximo ministro de Sanidad si el actual titular, Salvador Illa, es designado candidato del PSC a las elecciones catalanas.
En esta etapa negra de la historia de España que nos está tocando vivir, la mentira es un mérito para llegar a ser ministro. Tiene su lógica: si el mayor mentiroso es Pedro Sánchez, quienes emulen al jefe llegarán alto.
Una anécdota da idea de la altura alcanzada por Sánchez al acercar el ser y el no-ser. Resulta que algunos medios publicaron la lista de miembros del comité que no existía, con breves reseñas curriculares. Ninguno de los supuestos componentes del invento negó su pertenencia, que sería lo lógico. O sea, tu nombre aparece como integrante del organismo responsable de graves decisiones relacionadas con la salud pública, en una pandemia y, aunque no lo eres (nadie lo era, recuerden, hoy lo sabemos), callas. ¿En qué cabeza cabe? Pues cupo en todas.
Es más, uno de los no-miembros del no-comité, al ver que el secreto de las no-identidades se había levantado, comunicó en las redes que, siendo ya público, podía confirmar que en efecto estaba trabajando en ello y tal. Y ahora viene lo bueno. El Gobierno revela que no existe ni existió dicho comité y, ¿qué hace aquel hombre? Proclamar públicamente que el comité «existir, existió».