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Sexta prórroga del estado de alarma

Parece que estamos viviendo un déjà vu,  un día de la marmota que, puntualmente, se repite cada dos semanas. Hemos entrado en bucle y no logramos salir. Porque sí. Pedro Sánchez va a pedir una sexta prórroga del estado de alarma, de ese instrumento de excepcionalidad democrática que suprime nuestros derechos constitucionales y que tiene un efecto pernicioso para la credibilidad de un Ejecutivo (aún más) cuestionado, al tener que suplicar prórroga tras prórroga en busca de algún partido caritativo que le apoye.

Porque la nueva (a)normalidad es prorrogar de nuevo y por sexta vez el Estado de Alarma, con los socios de siempre y el “tonto útil” de los naranjitos (Cs), cuyo pecho se muestra altivo con supuestas medidas generalistas exigidas, papel mojado en manos de Sánchez y las concretas firmadas por golpistas y ex-etarras. Paradojas ver a unos y a otros juntos, en el mismo bol. Una prórroga que el único sentido que tiene (y no es poco) es tener a la sociedad maniatada, anestesiada, para que todo este cabreo generalizado hacia la mentira, la ineptitud, la incapacidad y lo dicho, una tragedia de 40.000 muertos, no salga a la calle, encendida como el pitorro de una olla exprés. Sánchez adormece al pueblo, y le obliga a contar, no hasta diez, sino hasta mil, para tenerlo manso como un corderito. Y todo aquel que enjuicie a este Gobierno será estigmatizado y decapitado socialmente.

Sánchez asegura que la sexta será la última (hasta el 21 de junio) «para afrontar, de manera ordenada, la recta final del plan de desescalada». También lo dijo en la quinta, por lo que no nos extrañaremos si dentro de dos semanas pide una séptima. Porque a estas alturas de la película ya todos sabemos que es un mentiroso compulsivo, que solo busca mantenerse en el poder, y que gran parte de las medidas restrictivas impuestas por el dictador de Moncloa sobrepasan los límites del marco constitucionalmente fijado para el estado de alarma.



Por personas interpuestas, el Gobierno hace discreto proselitismo para garantizarse una mayoría suficiente en aprobación en el Congreso de cada prórroga. Pero todos piden algo a cambio. Y no precisamente en nombre del interés general, sino de intereses territoriales, electorales o de partido. ¿O alguien cree que Ciudadanos y el PNV votaron a favor de la quinta prórroga como un desinteresado servicio a la salud de los españoles? ¿Y qué hay de Bildu? 5 míseras abstenciones (que eran irrelevantes en la votación) han costado a los españoles nada menos que la derogación íntegra de la reforma laboral.

Llega la sexta prórroga y los grupos parlamentarios van tomando posiciones de nuevo. Aquí cada uno está jugando su juego: Bildu y PNV tratan de ganar posiciones de cara a las elecciones vascas, Iglesias intenta señalarse como la parte progresista del Gobierno, Ciudadanos da un giro para recuperar influencia, la oposición dura del PP tiene un solo objetivo, sacar al PSOE de Moncloa, y Vox va un paso más allá y se refugia en la calle. Todos están intentando sacar partido de la situación, todos buscan su interés.

La variable política se mezcla con la territorial, en la que ocurre exactamente lo mismo: todos se atrincheran tras sus fronteras y utilizan la necesidad de apoyo de un Gobierno al que no le dan los números para obtener ventajas, ya sean mercantiles, como en el País Vasco; políticas, como en Madrid, donde Casado pretende construir la alternativa al Gobierno, en Cataluña, con los partidos independentistas catalanes insistiendo en la mesa de diálogo, o funcionales, como en Valencia, Canarias o Cantabria. La lucha por el poder y los recursos. Todos están metidos en el mismo juego e intentan obtener réditos. Y tampoco podemos olvidar la vertiente económica, que se mueve en parámetros muy similares.

Sánchez ha convertido cada votación en un bazar donde la libertad y la igualdad de los españoles se regatea a precio de saldo. Como ya es habitual, la llave para que la prórroga salga adelante la tienen ERC, PNV y Cs.

ERC se abstendrá en esta última vez, después de cerrar un acuerdo con el Ejecutivo de Pedro Sánchez que permitirá, a cambio, que las autonomías ganen responsabilidades en la desescalada y participen en la gestión del fondo de reconstrucción europeo que aún se está negociando. (¿De qué desescalada habla, si el 21 de junio ya estaremos en la "nueva normalidad"?). El acuerdo alcanzado con los independentistas catalanes tiene seis puntos:

- Que cuando Cataluña alcance la fase 3 de la desescalada recuperará las competencias, con la salvedad de la libertad de circulación. Y también serán las comunidades las que propondrán al Ministerio de Sanidad la superación de esa fase para entrar en la “nueva normalidad” (este punto es irrelevante, pues ya se estaba haciendo así, y la última palabra en la decisión del cambio de fase la sigue teniendo Illa).

- El Gobierno se aviene a “articular un mecanismo alternativo al del estado de alarma, que pueda garantizar la cogobernanza junto a las comunidades e incrementar la protección de los derechos fundamentales y libertades ciudadanas ante una situación análoga a la padecida por los efectos de la pandemia” (ésto ya se lo había prometido a Cs en la quinta prórroga; papel mojado, pues seguimos esperando a que Sánchez lo cumpla).

- Esas reformas legales se presentarán en una comisión en el Congreso con el compromiso de tramitarlo y aprobarlo en tres meses. Una comisión que también abordará la “reserva estratégica de material sanitario y de su abastecimiento con el fin de que nuestra ciudadanía esté más protegida”.

- Una vez que se llegue a un acuerdo en el ámbito europeo, “el Gobierno impulsará mecanismos para la participación de las comunidades autónomas en la gestión de los fondos de reconstrucción europeos”.

- El Gobierno impulsará los cambios para asegurar compensaciones a los trabajadores que no pudieron trabajar porque su empresa se encontraba en un área confinada como la de Òdena, en Igualada (Barcelona).

En una nota de ERC posterior a la reunión, la formación añadió que, pese a que no se incluyó en el acuerdo con el PSOE, el Gobierno español había expresado públicamente “a reunir la mesa de negociación (independentista) una vez la pandemia entre en la fase de la nueva normalidad”.

Tanto ERC como PNV han pactado con el Ejecutivo con una condición común: que se reforme la cuestión de la cogobernanza. Los nacionalistas vascos han confirmado su voto favorable tras «constatar» que el decreto ley que se votará el 3 de junio respeta lo pactado con Sánchez, básicamente, que los presidentes autonómicos tendrán «el control absoluto» y «unilateral» de la situación una vez que sus regiones accedan a la fase tres de la desescalada.

En esta sexta prórroga, Cs le arranca 5 nuevos compromisos al Ejecutivo a cambio de su apoyo en la votación (a pesar de que el partido naranja no es indispensable para sacar adelante la prórroga, gracias a que ERC ya ha anunciado su abstención y el PNV su voto a favor):

- Que la desescalada se aborde de forma «idéntica» en toda España, «sin perjuicio de la progresión sanitaria de cada territorio».

- Que el consejo de Ministros apruebe, antes del 15 de junio, un plan de reactivación del sector turístico y sus actividades asociadas, que constará de 2.500 millones de euros de líneas de avales del Instituto de Crédito Oficial y de 151 millones de euros en inversión directa para la transformación y digitalización del sector.

- Que el Gobierno cuente con «todas las comunidades autónomas» para, en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, analizar el marco jurídico idóneo en la desescalada que garantice una salida ordenada del estado de alarma y la gestión de la pandemia una vez que ya no esté en vigor el estado de alarma.

- Que el Ejecutivo pondrá en marcha un sistema que permita a los contribuyentes y a sus representantes comunicarse por medios digitales (como videoconferencia) con la Agencia Tributaria.

- Que el Gobierno deberá impulsar y poner en marcha medidas alternativas al estado de alarma. Recordemos que (según lo pactado en la quinta prórroga) el Gobierno debería haber detallado ya un plan B para sustituir en el futuro el mecanismo del estado de alarma ante posibles nuevos rebrotes; Ciudadanos le amplía el plazo hasta el 15 de junio a cambio de que «tenga en cuenta las aportaciones de Cs» en el real decreto ley que regulará las salidas de las distintas regiones del actual confinamiento.

El Gobierno tiene prácticamente asegurada su prolongación, 174 apoyos: los 155 diputados que conforman la coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, los 10 de Cs, los 6 del PNV, los 2 de Más País y 1 de PRC, además de las 13 abstenciones de ERC. En el bloque del rechazo frontal quedan los 88 del PP y los 52 de Vox, los 8 de Junts Per Catalunya, los 2 de Navarra Suma y de la CUP, y 1 de Foro Asturias. 153 noes, a la espera de que definan su voto Bildu y otros minoritarios.

Con estos acuerdos el Gobierno recupera el núcleo duro de la mayoría de la investidura, a la vez que la «amplían» con un socio más: Ciudadanos.

La votación de la sexta


3 de Junio. El Congreso aprueba la sexta y última prórroga del estado de alarma por mayoría absoluta (que se sitúa en los 176 escaños). La medida ha salido adelante con 177 votos a favor, 155 en contra y 18 abstenciones.

El presidente del Gobierno ha contado con los votos a favor del PSOE, Unidas Podemos, Ciudadanos, el PNV y los grupos minoritarios como Coalición Canaria, Nueva Canarias, Partido Regionalista de Cantabria, Teruel Existe y Más País.
El PP, Vox, JxCat y la CUP han votado en contra y han sumado 153 sufragios.
Se han abstenido ERC, Bildu, Compromís, y los nacionalistas gallegos del BNG.


Esta sexta prórroga llevará las restricciones hasta el próximo 21 de junio, dos meses y seis días después de ser decretado por primera vez.

Lejos queda la primera prórroga, en marzo, cuando 321 diputados votaron a favor, ninguno votó en contra y sólo hubo 28 abstenciones. En la segunda prórroga, el Gobierno ya solo consiguió 270 votos a favor, frente a los 54 votos en contra de Vox y la CUP, y 25 abstenciones. En la tercera el apoyo aún fue más menguante, con 269 votos favorables, 60 en contra y 16 abstenciones. La cuarta provocó el mayor varapalo con 178 votos favorables, 75 en contra y 97 abstenciones. Y la quinta obtuvo más votos en contra que nunca(162) frente a 177 ‘síes’ y 11 abstenciones.



Lo que se ha aprobado hoy el Congreso no es una medida sanitaria. Lo que se le ha concedido a Pedro Sánchez ha sido extender sus poderes excepcionales hasta septiembre (y ya veremos qué se inventa en septiembre). La democracia plena en España va a estar hibernada, para eso vale la prórroga del sexto estado de alarma, no para proteger a los ciudadanos.

Sánchez solo quiere que la sociedad empalme el fin del confinamiento con las vacaciones de verano, y veremos a unos en las colas de los restaurantes y a otros en los de los comedores sociales; ésa es la espantosa España que nos espera. Y, sobre todo, quiere que todos olvidemos lo que ha pasado, del por qué ha pasado y que esto parezca un accidente meteorológico.

Además, Sánchez está colonizando hasta el último rincón del Estado: el CIS, Radio Televisión Española, la Guardia Civil, la Fiscalía General del Poder Judicial y hasta la Selección Española si hace falta. Eso es lo que ha conseguido, además de darle la tajada correspondiente a Bildu y ERC. Y éso es lo que han apoyado la gente de Ciudadanos, que no puede estar denunciando en horas pares los abusos de Sánchez y en las impares aprobando -con las herramientas que se permiten- perpetuar esos abusos.


La habilidad de Sánchez


Incluso quienes más le detestamos, debemos reconocer que este hombre, que llegó a la presidencia hace ahora dos años (gracias a ganar una moción de censura) tiene una extraordinaria facilidad para navegar en aguas turbulentas y, como ha demostrado en esta crisis sanitaria, para poder sacar adelante seis prórrogas consecutivas del estado de alarma implicando, con cambios estratégicos en cada prórroga, a todos los grupos parlamentarios, según los iba necesitando.

Todo eso, mientras seguía exactamente el plan que se había trazado y presentando como cesiones algunas propuestas que, de todas formas, o ya estaban contempladas en la ‘desescalada’, como la llamada ‘cogobernanza’, o, simplemente, figuraban en su programa electoral y de Gobierno, como la modificación de la reforma laboral (aunque no su derogación íntegra).

La cuestión, en todo caso, es que, siendo el líder político más débil de toda la democracia, el que cuenta con un grupo parlamentario más reducido, y en el hemiciclo más dividido y bronco que se recuerda, ha sacado adelante, no una, ni dos ni tres, sino seis veces, un estado de alarma que le ha concedido poder absoluto durante dos meses y medio. Y eso, con el apoyo incluido de los grupos nacionalistas e independentistas.

Sin duda, hay que reconocerle habilidad política (aunque ello no presupone ninguna alabanza de su gestión de la pandemia, ni la aceptación de que ésta sea la única forma de gestionar la enorme crisis sanitaria del coronavirus).

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