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Trabajar en la "nueva normalidad"

La irrupción del coronavirus en nuestras vidas lo ha cambiado todo, incluido el panorama laboral. La “nueva normalidad” de la que tanto se habla estos días también está afectando a otros aspectos del mercado de trabajo, especialmente en un aumento de la precariedad que algunos expertos ya constatan. Además, de un día para otro (debido a la declaración del estado de alarma), muchas grandes, medianas y pequeñas empresas se han visto obligadas a cerrar sus puertas y a implantar el teletrabajo, cuando ésto ha sido posible, a toda prisa.

Necesitamos hacer que nuestro futuro digital sea inmune al virus de la precariedad, que nuestros mercados laborales estén construidos sobre el principio de la dignidad humana, y el potencial de un trabajo digital decente para todos.




El teletrabajo ha venido para quedarse


El teletrabajo no es una alternativa, es una necesidad y ha venido para quedarse, cuestión que corrobora el Real Decreto–Ley 15/2020 de medidas urgentes, por el que se prorroga la vigencia de la medida del teletrabajo como preferente y los derechos del trabajador para ajustar horario y jornada por cuidados familiares durante los tres meses posteriores al levantamiento del estado de emergencia.

A partir de ahora, el trabajo no será un lugar sino una tarea basada en la web o una actividad que puede realizarse desde cualquier lugar con conectividad a internet. Proliferará la economía gig, basada en pequeñas tareas que se pueden llevar a cabo a través de plataformas digitales.

Pero hay un problema. Aunque durante el confinamiento, autoridades y empresarios se apresurasen a loar los beneficios del teletrabajo, la realidad es que en España siguen ganando por aplastante mayoría las empresas que funcionan con una estructura laboral tradicional: la del trabajador presente, calentando la silla en la oficina durante un rígido horario laboral.

España tiene una de las tasas más bajas en teletrabajo de Europa (apenas un 4,3% de la población activa, según las estadísticas de Eurostat), cuando la posibilidad de teletrabajar en España sería del  22,3% (e incluso del 30,6% según el análisis realizado por el Banco de España), por lo que las empresas deberían empezar ya a planificar el cambio de modelo y a dotarse de las herramientas necesarias para implantarlo.



Y es que conseguir una productividad aceptable entre aquellas personas que nunca han trabajado desde su casa es complicado cuando estos empleados son obligados por sus empresas, de un día para otro, a pasarse al teletrabajo sin haberlos preparado previamente para ello. Porque teletrabajar no es sentarse en el sofá de casa con el portátil en el regazo y en pijama. Y es que las viviendas españolas no están acondicionadas para ser el escenario de tanta actividad. Mucha gente lleva más de dos meses haciendo equilibrios entre la mesa de la cocina, el sofá del salón e, incluso, la cama o la terraza y tanta contorsión está pasando factura en forma de lesiones de espalda y contracturas varias. Quizá sería oportuno empezar a pensar que la adecuación del mobiliario también forme parte de la salud laboral de los trabajadores, independientemente de que estén en presencia o en ausencia.



El nuevo modelo amenaza el liderazgo jerárquico para dar paso a un liderazgo moderno que requiere moderación en lugar de control, la concesión de libertad en lugar de restricciones. Porque en casa no hay jefes, así que el teletrabajador es su propio supervisor. Pero ésto genera otro problema: por el momento no hay muchas empresas que confíen en la autodisciplina de sus empleados.

Sin embargo, el teletrabajo bien programado y con los medios adecuados suele comportar un incremento de la concentración y por tanto, un aumento de productividad (en casa, cuando las cosas se hacen bien, hay menos distracciones que en una oficina). Además, esta nueva modalidad permitiría a las empresas mantener estructuras con menores costes.

Actualización 6 de junio: El Ministerio de Trabajo y Economía Social quiere aprobar próximamente una nueva ley que regule el teletrabajo para garantizar que aquellos trabajadores que voluntariamente acepten esta modalidad no sufren una merma de ingresos o de derechos laborales. La nueva norma regulará también los tiempos máximos de trabajo y los mínimos de descanso, la distribución flexible del tiempo de trabajo, así como los aspectos preventivos relacionados básicamente con la fatiga física y mental, el uso de pantallas de visualización de datos y los riesgos de aislamiento.

Por otro lado, la crisis del coronavirus ha evidenciado la importancia de transportistas, empleados de supermercados, personal de limpieza, cuidadores... que se han convertido, junto al personal sanitario, en los nuevos héroes de la pandemia. En la 'nueva normalidad', el reconocimiento social ya no correrá en paralelo a la compensación económica o la cualificación profesional, y por ello quizá las empresas se vean obligadas a cuidar más esos empleos menos cualificados y pensar menos en robotizarlos, y probablemente surjan nuevos líderes que revelen esos valores de solidaridad, riesgo y sacrificio.

Algunos expertos apuntan que el teletrabajo no solo traerá beneficios, sino que también aumentará la brecha de la desigualdad entre salarios y territorios. La estructura del tejido productivo del país, con alta dependencia del sector servicios de escaso valor añadido, ya está provocando fuertes desajustes entre los empleos que se han podido refugiar en el teletrabajo y los que no. El desarrollo del empleo a distancia abrirá aún más la brecha.


¿Cómo será el mercado laboral de la 'nueva normalidad'?


El deseo de seguridad en la vida profesional se fortalecerá en la 'nueva normalidad'. La adaptabilidad, flexibilizarnos, el autoaprendizaje, la capacidad de innovar, la creatividad, la comunicación, una adecuada gestión de competencias interculturales, y/o las capacidades analíticas, entre otras, serán los retos que tendremos que acometer todos como sociedad, e individualmente como agentes activos de la misma.

En el nuevo escenario en el que nos encontramos, la demanda laboral también cambia para dar paso a nuevos perfiles profesionales, que estarán relacionados con la estética, la salud y los cuidados, gerocultores y auxiliares de residencias de mayores, epidemiólogos y demás personal sanitario, la informática, programadores, expertos en marketing digital, en robótica, en ciberseguridad y en demografía, ingenieros industriales y expertos en energías renovables, profesionales del márketing o técnicos en experiencia de cliente, teleoperadores y comerciales telefónicos, técnicos Help Desk (atención a usuarios con herramientas tecnológicas y que trabajan en remoto), personal de limpieza...

Y para el que no esté dispuesto a trabajar, siempre les quedará vivir de la paguita que acaba de aprobar el gobierno socialcomunista, una subvención a la obediencia que premia la holgazanería a costa de endeudar al país y asfixiar a las empresas y al resto de ciudadanos con nuevos y más altos impuestos.

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