Sin duda, el 2020 ha sido el año de las no-fiestas. El coronavirus ha obligado a suspender todas las celebraciones y fiestas populares, en aras de evitar aglomeraciones y reducir los contagios. Y este año, el Día de la Fiesta Nacional ha sido un día sin fiesta, sin nación y sin hispanidad. A unos les duele más una cosa y a otros, otra, pero el caso es que si vemos este 12 de octubre a alguien con ramito de flores o de banderas ya no tenemos forma de saber qué está celebrando. Lo único que sabemos es que Sánchez sí se celebra continuamente, siempre parece que acaba de ganar la Olimpiada de sí mismo. Para los demás, ni fiesta, ni nación, ni hispanidad.
Ayer celebramos la Fiesta Nacional más triste en décadas. No solo por la pandemia que nos asola (que no es poco) sino por la celebración deslucida que simboliza bien la nave sin timón que es ahora mismo España. Al Covid-19 se añadió en esta ocasión la particular situación política, con una crisis institucional que enfrenta a administraciones (Moncloa y el Gobierno regional madrileño) y los últimos ataques de varios ministros de Podemos al Rey, al que hace solo tres semanas acusaron de “falta de neutralidad” y de “maniobrar” contra el Ejecutivo.
Porque no se puede pasar por alto que al 12 de Octubre de 2020 llegamos en un estado de quiebra política preocupante. La falta de lealtad institucional que está demostrando Moncloa, la campaña de desprestigio contra todos los poderes del Estado protagonizada por uno de los partidos que conforman el Ejecutivo (incluido un pilar tan básico como la Justicia) y los inadmisibles ataques sin tregua a la Corona causan un daño irreparable tanto a la convivencia ciudadana como en el sistema democrático.
Ni desfile por el Paseo de la Castellana, ni recepción en el Palacio Real con más de 1.000 invitados como es habitual. Tan solo un breve acto conmemorativo en la Plaza de la Armería del Palacio Real, con un pequeño desfile terrestre, en el que rindió homenaje a todos los que están luchando contra el coronavirus. Mientras tanto, en el centro de Madrid, Vox había convocado una manifestación en coche para pedir, una vez más, la dimisión del Ejecutivo. Y en otro orden de cosas, los medios de comunicación se hacían eco de la encuesta ciudadana monarquía vs república. ¿De verdad éste era el día para debatir ese tema?
El Día de la Hispanidad, más que una fiesta parecía un funeral. A su llegada al acto institucional, el cara a cara de Sánchez y Ayuso fue tenso, tras haber decretado Su Persona el estado de alarma en la Comunidad de Madrid tres días antes, en oposión frontal con la presidenta regional. Recordemos que la alarma llegó tras varias semanas de enfrentamientos de ambos dirigentes, dejando bien atrás el paripé de la foto de las banderitas en la Puerta del Sol.
Los presidentes vasco y catalán, por supuesto, ni acudieron, despreciando, como siempre, al resto de sus compatriotas. Lo que sí hicieron en Barcelona fue quemar una falla de Felipe VI de más de 4,5 metros de altura; y en Pamplona, los nacionalistas de la izquierda abertzale de Sortu derribaron dos estatuas de cartón que representaban a Felipe VI y Cristóbal Colón tirando de sendas sogas puestas al cuello hasta que cayeron al suelo decapitadas. Nunca España ha estado más dividida.
El partido de Pablo Iglesias acudió al 12 de octubre por primera vez desde que irrumpieron en política. Hasta ahora, Iglesias siempre había declinado la invitación. ¿Por qué ha ido entonces a un acto presidido por el Rey, a quien quiere derrocar a toda costa para implantar su republiqueta? A estas alturas, todos sabemos que Iglesias no da puntada sin hilo. Su interés era sacar partido al corrillo de conversaciones extraoficiales que tuvieron lugar al inicio del acto. Iglesias se arrimó sin pudor al presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes (recordemos que el CGPJ está pendiente de renovación y que el gobierno quiere cambiar las reglas del juego para hacerlo sin tener que contar con el PP), y al presidente del Tribunal Constitucional, Juan José González Rivas, con quienes estuvo charlando tranquilamente. Falta le hace hacer 'nuevos amigos' ahora que los tribunales tendrán que valorar si imputan a Iglesias por varios delitos por el Caso Dina (recordemos también que Podemos, como persona jurídica, YA lo está por corrupción).
Como marca la tradición, tras ser recibidos por el Presidente de Gobierno, la Ministra de Defensa y los mandatarios de Madrid, los Reyes y sus hijas continuaron la línea de saludos con los poderes del Estado (las presidentas del Congreso y el Senado, y el poder judicial primero), para continuar por el Ejecutivo. Los vicepresidentes encabezaban la fila y saludaron al Rey. Iglesias mantuvo un semblante serio y casi ni devolvió el saludo al monarca. No solo hizo gala de su mala educación sino también de su habitual provocación, ya que el vicepresidente lucía una mascarilla con el anagrama republicano. No puede haber mayor desvergüenza.
Los imponentes silencios en la plaza de la Armería cuando la unidad musical de la Guardia Real terminaba sus intervenciones se veían constantemente interrumpidos por los abucheos al Gobierno y a Sánchez. “Dimisión, dimisión”, repetían las personas concentradas fuera, que acudieron para apoyar al monarca y defender la unidad de España. Tras sonar el himno nacional los aplausos y “vivas al Rey” inundaban las consignas.
Nuestros gobernantes han decidido dinamitar el sistema y las instituciones, lo que pasa por intentar acabar con la Corona. Por eso es tan pertinente el grito de '¡viva al Rey!', que es un ¡viva a la libertad!, impulsado en la campaña que presentó la plataforma cívica 'Libres e Iguales'. Casi 200 personalidades de distintos ámbitos e ideologías se sumaron a la iniciativa, pero no participó nadie del Gobierno. ¡Qué cabía esperar!
No hay ejemplo en el mundo democrático en el que se pueda ver al Jefe del Ejecutivo atacar, menoscabar y tratar de deslegitimar al Jefe del Estado.
No hay ejemplo en ninguna democracia de nuestro entorno en la que se pueda ver al Ejecutivo castigar a los ciudadanos de una región de su territorio porque en el ejercicio de su libre albedrío se atreven a no votar mayoritariamente a la secta que gobierna.
No hay ejemplo en ningún país europeo de un Ejecutivo que persigue a la oposición, a los jueces, a los periodistas independientes, a los gobiernos autonómicos y/o locales que no se someten a sus órdenes arbitrarias e irresponsables.
No hay ejemplo en el mundo democrático de un gobierno que tome decisiones a sabiendas de que son injustas e ilegales y que sostenga sus decisiones para vengarse del dictamen de los jueces y del buen juicio de otras autoridades en datos falsos o caducos. Ningún régimen político puede soportar, sin una grave erosión de su implantación social, que haya ministros que acusen impunemente al Jefe del Estado de graves delitos o que todo un vicepresidente del Gobierno diga barbaridades de los jueces cada vez que adoptan resoluciones inconvenientes para él.
No hay ejemplo en el mundo democrático de un gobierno tan despótico como el que soporta España bajo la égida del caudillo Sánchez, ese hombre cuya personalidad está definida en psicología por tres características que constituyen la Tríada Oscura y que se determina por la combinación de tres factores: la psicopatía, entendida como una empatía muy limitada, propia de personas que no tienen remordimientos y para las que la moral y las normas éticas les son indiferentes; el narcisismo, que define al vanidoso, que fantasea con un poder ilimitado y que cree merecer un estatus superior y el maquiavelismo, que se caracteriza por tener actitudes cínicas y adoptar estrategias cuyo único fin es beneficiar sus propios intereses.
No hay país en el mundo democrático cuyo Gobierno esté en manos de un hombre cuya personalidad le convierte en un peligro para la seguridad nacional.
Recordemos que en España hay un Rey, pero los españoles no somos súbditos, somos ciudadanos de pleno derecho. De esa soberanía, que reside en el pueblo español, dimanan todos los poderes del Estado, también los de la Corona, cuyas funciones y competencias están tasadas y explicitadas en la Constitución, que ha sido refrendada por los españoles. La monarquía se legitima en la Constitución y, por lo tanto, en la voluntad popular. La bandera, el Ejército, la unidad nacional, el concepto compartido de soberanía y la propia historia de una nación tienen un significado que ningún Gobierno tiene derecho a pervertir.
Por primera vez desde que España recuperó la democracia sufrimos un Gobierno con instintos autoritarios.
* Hay un deterioro moral: han convertido la mentira en moneda aceptable.
* Hay una apropiación partidista de instituciones del Estado, como RTVE o el CIS, que nos pertenecen a todos los españoles, de izquierdas o derechas.
* Hay una facción del Gobierno que abiertamente cuestiona la libertad de prensa, con un vicepresidente que tacha a los medios que no piensan como él de «cloacas mediáticas» y los intimida desde el púlpito privilegiado del poder.
* Hay un Gobierno que hostiga a la monarquía parlamentaria y al monarca constitucional.
* Hay una fiscal general del Estado que era ministra socialista y ha sido colocada ahí para defender los intereses de su partido.
* Hay un ministro que elogia las dictaduras comunistas de Cuba y Venezuela como modelo de éxito.
* Hay nepotismo sin complejos e incluso se ha creado un empleo público ad hoc para el mejor amigo del presidente.
* Hay un vicepresidente que repite cada día que la derecha «jamás volverá a gobernar en España» (¿viviremos entonces en un régimen de partido único, sin alternativa?)
* Y por último, está en marcha un atropello inconcebible por su osadía: el Gobierno pretende modificar la ley orgánica de nombramiento de los jueces, vulnerando el espíritu de la Constitución para liquidar la justicia independiente y someterla a su doctrina «progresista».
La sociedad civil ha de despertar, decir NO. Porque esto ya no va de siglas. Va de libertad o cesarismo. La Fiesta Nacional siempre fue una celebración de unidad y de concordia. En cambio, ahora solo permite visualizar a un Gobierno despectivo con el espíritu de la Transición, avergonzado de los símbolos nacionales y destructivo con todo aquello que ha permitido a España ser un ejemplo de democracia para el mundo. Sánchez e Iglesias no solo reniegan del pacto constitucional del 78, sino que han impuesto un revisionismo revanchista muy radical y tóxico. Evitarlo es una obligación democrática.
Aturdidos, irritados, desdichados, asustados por la duración de la pandemia, muchos ciudadanos no se dan cuenta de que no necesitamos una vacuna sino dos. La vacuna contra la Covid y la vacuna contra el extremismo. La primera llegará del extranjero, pero la patente de la segunda la llevamos en nuestro ADN porque es el “espíritu de la Transición”.
Por eso, el día de la Fiesta Nacional, frente al silencio de los cobardes, la mordaza que el Gobierno y su secta quieren imponer a los ciudadanos libres, el clamor de las víctimas silenciadas, el abuso de poder del caudillo Sánchez, su venganza contra los madrileños, las mentiras gubernamentales, la propaganda de los medios de la secta, la persecución gubernamental y sectaria puesta en marcha contra los jueces, el intento de socavar la autoridad de la Jefatura del Estado, el intento de silenciar al Rey de todos los españoles, los ciudadanos libres debemos alzar nuestra voz y gritar, una y otra vez:
Ayer celebramos la Fiesta Nacional más triste en décadas. No solo por la pandemia que nos asola (que no es poco) sino por la celebración deslucida que simboliza bien la nave sin timón que es ahora mismo España. Al Covid-19 se añadió en esta ocasión la particular situación política, con una crisis institucional que enfrenta a administraciones (Moncloa y el Gobierno regional madrileño) y los últimos ataques de varios ministros de Podemos al Rey, al que hace solo tres semanas acusaron de “falta de neutralidad” y de “maniobrar” contra el Ejecutivo.
Porque no se puede pasar por alto que al 12 de Octubre de 2020 llegamos en un estado de quiebra política preocupante. La falta de lealtad institucional que está demostrando Moncloa, la campaña de desprestigio contra todos los poderes del Estado protagonizada por uno de los partidos que conforman el Ejecutivo (incluido un pilar tan básico como la Justicia) y los inadmisibles ataques sin tregua a la Corona causan un daño irreparable tanto a la convivencia ciudadana como en el sistema democrático.
Ni desfile por el Paseo de la Castellana, ni recepción en el Palacio Real con más de 1.000 invitados como es habitual. Tan solo un breve acto conmemorativo en la Plaza de la Armería del Palacio Real, con un pequeño desfile terrestre, en el que rindió homenaje a todos los que están luchando contra el coronavirus. Mientras tanto, en el centro de Madrid, Vox había convocado una manifestación en coche para pedir, una vez más, la dimisión del Ejecutivo. Y en otro orden de cosas, los medios de comunicación se hacían eco de la encuesta ciudadana monarquía vs república. ¿De verdad éste era el día para debatir ese tema?
El Día de la Hispanidad, más que una fiesta parecía un funeral. A su llegada al acto institucional, el cara a cara de Sánchez y Ayuso fue tenso, tras haber decretado Su Persona el estado de alarma en la Comunidad de Madrid tres días antes, en oposión frontal con la presidenta regional. Recordemos que la alarma llegó tras varias semanas de enfrentamientos de ambos dirigentes, dejando bien atrás el paripé de la foto de las banderitas en la Puerta del Sol.
Los presidentes vasco y catalán, por supuesto, ni acudieron, despreciando, como siempre, al resto de sus compatriotas. Lo que sí hicieron en Barcelona fue quemar una falla de Felipe VI de más de 4,5 metros de altura; y en Pamplona, los nacionalistas de la izquierda abertzale de Sortu derribaron dos estatuas de cartón que representaban a Felipe VI y Cristóbal Colón tirando de sendas sogas puestas al cuello hasta que cayeron al suelo decapitadas. Nunca España ha estado más dividida.
El partido de Pablo Iglesias acudió al 12 de octubre por primera vez desde que irrumpieron en política. Hasta ahora, Iglesias siempre había declinado la invitación. ¿Por qué ha ido entonces a un acto presidido por el Rey, a quien quiere derrocar a toda costa para implantar su republiqueta? A estas alturas, todos sabemos que Iglesias no da puntada sin hilo. Su interés era sacar partido al corrillo de conversaciones extraoficiales que tuvieron lugar al inicio del acto. Iglesias se arrimó sin pudor al presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes (recordemos que el CGPJ está pendiente de renovación y que el gobierno quiere cambiar las reglas del juego para hacerlo sin tener que contar con el PP), y al presidente del Tribunal Constitucional, Juan José González Rivas, con quienes estuvo charlando tranquilamente. Falta le hace hacer 'nuevos amigos' ahora que los tribunales tendrán que valorar si imputan a Iglesias por varios delitos por el Caso Dina (recordemos también que Podemos, como persona jurídica, YA lo está por corrupción).
Como marca la tradición, tras ser recibidos por el Presidente de Gobierno, la Ministra de Defensa y los mandatarios de Madrid, los Reyes y sus hijas continuaron la línea de saludos con los poderes del Estado (las presidentas del Congreso y el Senado, y el poder judicial primero), para continuar por el Ejecutivo. Los vicepresidentes encabezaban la fila y saludaron al Rey. Iglesias mantuvo un semblante serio y casi ni devolvió el saludo al monarca. No solo hizo gala de su mala educación sino también de su habitual provocación, ya que el vicepresidente lucía una mascarilla con el anagrama republicano. No puede haber mayor desvergüenza.
Los imponentes silencios en la plaza de la Armería cuando la unidad musical de la Guardia Real terminaba sus intervenciones se veían constantemente interrumpidos por los abucheos al Gobierno y a Sánchez. “Dimisión, dimisión”, repetían las personas concentradas fuera, que acudieron para apoyar al monarca y defender la unidad de España. Tras sonar el himno nacional los aplausos y “vivas al Rey” inundaban las consignas.
Nuestros gobernantes han decidido dinamitar el sistema y las instituciones, lo que pasa por intentar acabar con la Corona. Por eso es tan pertinente el grito de '¡viva al Rey!', que es un ¡viva a la libertad!, impulsado en la campaña que presentó la plataforma cívica 'Libres e Iguales'. Casi 200 personalidades de distintos ámbitos e ideologías se sumaron a la iniciativa, pero no participó nadie del Gobierno. ¡Qué cabía esperar!
No hay ejemplo en el mundo democrático en el que se pueda ver al Jefe del Ejecutivo atacar, menoscabar y tratar de deslegitimar al Jefe del Estado.
No hay ejemplo en ninguna democracia de nuestro entorno en la que se pueda ver al Ejecutivo castigar a los ciudadanos de una región de su territorio porque en el ejercicio de su libre albedrío se atreven a no votar mayoritariamente a la secta que gobierna.
No hay ejemplo en ningún país europeo de un Ejecutivo que persigue a la oposición, a los jueces, a los periodistas independientes, a los gobiernos autonómicos y/o locales que no se someten a sus órdenes arbitrarias e irresponsables.
No hay ejemplo en el mundo democrático de un gobierno que tome decisiones a sabiendas de que son injustas e ilegales y que sostenga sus decisiones para vengarse del dictamen de los jueces y del buen juicio de otras autoridades en datos falsos o caducos. Ningún régimen político puede soportar, sin una grave erosión de su implantación social, que haya ministros que acusen impunemente al Jefe del Estado de graves delitos o que todo un vicepresidente del Gobierno diga barbaridades de los jueces cada vez que adoptan resoluciones inconvenientes para él.
No hay ejemplo en el mundo democrático de un gobierno tan despótico como el que soporta España bajo la égida del caudillo Sánchez, ese hombre cuya personalidad está definida en psicología por tres características que constituyen la Tríada Oscura y que se determina por la combinación de tres factores: la psicopatía, entendida como una empatía muy limitada, propia de personas que no tienen remordimientos y para las que la moral y las normas éticas les son indiferentes; el narcisismo, que define al vanidoso, que fantasea con un poder ilimitado y que cree merecer un estatus superior y el maquiavelismo, que se caracteriza por tener actitudes cínicas y adoptar estrategias cuyo único fin es beneficiar sus propios intereses.
No hay país en el mundo democrático cuyo Gobierno esté en manos de un hombre cuya personalidad le convierte en un peligro para la seguridad nacional.
Recordemos que en España hay un Rey, pero los españoles no somos súbditos, somos ciudadanos de pleno derecho. De esa soberanía, que reside en el pueblo español, dimanan todos los poderes del Estado, también los de la Corona, cuyas funciones y competencias están tasadas y explicitadas en la Constitución, que ha sido refrendada por los españoles. La monarquía se legitima en la Constitución y, por lo tanto, en la voluntad popular. La bandera, el Ejército, la unidad nacional, el concepto compartido de soberanía y la propia historia de una nación tienen un significado que ningún Gobierno tiene derecho a pervertir.
Por primera vez desde que España recuperó la democracia sufrimos un Gobierno con instintos autoritarios.
* Hay un deterioro moral: han convertido la mentira en moneda aceptable.
* Hay una apropiación partidista de instituciones del Estado, como RTVE o el CIS, que nos pertenecen a todos los españoles, de izquierdas o derechas.
* Hay una facción del Gobierno que abiertamente cuestiona la libertad de prensa, con un vicepresidente que tacha a los medios que no piensan como él de «cloacas mediáticas» y los intimida desde el púlpito privilegiado del poder.
* Hay un Gobierno que hostiga a la monarquía parlamentaria y al monarca constitucional.
* Hay una fiscal general del Estado que era ministra socialista y ha sido colocada ahí para defender los intereses de su partido.
* Hay un ministro que elogia las dictaduras comunistas de Cuba y Venezuela como modelo de éxito.
* Hay nepotismo sin complejos e incluso se ha creado un empleo público ad hoc para el mejor amigo del presidente.
* Hay un vicepresidente que repite cada día que la derecha «jamás volverá a gobernar en España» (¿viviremos entonces en un régimen de partido único, sin alternativa?)
* Y por último, está en marcha un atropello inconcebible por su osadía: el Gobierno pretende modificar la ley orgánica de nombramiento de los jueces, vulnerando el espíritu de la Constitución para liquidar la justicia independiente y someterla a su doctrina «progresista».
La sociedad civil ha de despertar, decir NO. Porque esto ya no va de siglas. Va de libertad o cesarismo. La Fiesta Nacional siempre fue una celebración de unidad y de concordia. En cambio, ahora solo permite visualizar a un Gobierno despectivo con el espíritu de la Transición, avergonzado de los símbolos nacionales y destructivo con todo aquello que ha permitido a España ser un ejemplo de democracia para el mundo. Sánchez e Iglesias no solo reniegan del pacto constitucional del 78, sino que han impuesto un revisionismo revanchista muy radical y tóxico. Evitarlo es una obligación democrática.
Aturdidos, irritados, desdichados, asustados por la duración de la pandemia, muchos ciudadanos no se dan cuenta de que no necesitamos una vacuna sino dos. La vacuna contra la Covid y la vacuna contra el extremismo. La primera llegará del extranjero, pero la patente de la segunda la llevamos en nuestro ADN porque es el “espíritu de la Transición”.
Por eso, el día de la Fiesta Nacional, frente al silencio de los cobardes, la mordaza que el Gobierno y su secta quieren imponer a los ciudadanos libres, el clamor de las víctimas silenciadas, el abuso de poder del caudillo Sánchez, su venganza contra los madrileños, las mentiras gubernamentales, la propaganda de los medios de la secta, la persecución gubernamental y sectaria puesta en marcha contra los jueces, el intento de socavar la autoridad de la Jefatura del Estado, el intento de silenciar al Rey de todos los españoles, los ciudadanos libres debemos alzar nuestra voz y gritar, una y otra vez:
¡Viva España!
¡Viva la Constitución!
¡Viva el Rey!