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La culpa fue del chachachá

¿Por qué lidera España las estadísticas de contagios en Europa? ¿De quién es la culpa, de los políticos o de los ciudadanos? Quizás, como dice la canción, la culpa fue del chachachá. El problema es que no estamos para canciones porque hay miles de muertos bajo tierra e infectados llenando de nuevo las UCIs.

De forma habitual se interpela a la ciudadanía como parte responsable de los nuevos contagios de Covid, con habituales reportajes de cámara oculta observando imprudencias, como no llevar la mascarilla bien puesta, fiestas multitudinarias, botellones y reuniones familiares (de más de 10 personas, claro). Lo interesante podría ser que también hubiera cámaras ocultas en esas reuniones privadas de algunos políticos, y ver el porqué de determinadas decisiones.

Que España sea en la segunda ola el país líder en contagios en Europa, y Madrid la comunidad más afectada no es por mala suerte. Es por una mala gestión. ¿El principal problema? Según los expertos, la rapidez de la desescalada, la ausencia de indicadores claros, la falta de refuerzo del sistema sanitario (médicos, rastreadores, test y demás material de protección) y la carencia total de criterios comunes a la hora de aplicar políticas restrictivas. Madrid y algunas otras comunidades pensaron que esto era desproporcionado, hasta que vino la nueva ola (que se sabía que podría volver) y las arrasó.

Pasó durante la primera ola. Había que batir el récord autonómico de desescalada a la aventura porque la sociedad y el sistema económico no podían seguir más tiempo parados. Había que reabrir las playas y las fronteras porque el turismo es uno de los motores de una economía que pasa más tiempo hablando de prepararse para la nueva economía que tiempo real dedica a preparase de manera efectiva. Había que saltarse fases y echarse de bruces en la nueva normalidad para salvar los sueños y las ilusiones de miles de emprendedores, ahogados bajo unas restricciones que ya solo se mantenían por politiquería.

Tirarnos en plancha en la desescalada tuvo mucho que ver con las presiones de empresarios y porque necesitábamos que viniera el turismo. Ya sabemos que España es muy plan Bienvenido, míster Marshall. Después del esfuerzo de meses cerrados (y encerrados) todo se tiró por la borda porque esa desescalada sin apenas controles ni normas provocó una relajación brutal, como si no pasara nada y la pandemia se hubiese ido; y así lo manifestó el presidente de gobierno: "hemos derrotado al virus", y nos animó a llenar bares y restaurantes.

Volvimos a la vieja normalidad, pero con mascarilla. Y es de cajón, si uno vuelve a hacer lo mismo de antes, pasará lo mismo de antes, es decir, el virus volverá a expandirse sin control. Y eso fue lo que pasó, allá por el mes de julio.

Así nos ha ido. Fuimos líderes anticipados en los rebrotes y ahora nos consolidamos como líderes absolutos en todo lo peor, la temporada turística acabó con otro liderazgo abrumador en el desastre, el retroceso de nuestro PIB también fue líder indiscutible para ocupar ahora una de las últimas plazas en indicadores de la recuperación.

Vuelve a suceder en la segunda ola. La economía no puede parar y hay que seguir funcionando cueste lo que cueste porque si no será el caos, repiten muchos una y otra vez. Hay que resistirse con uñas y dientes a las restricciones, sembrar dudas y desconfianza sobre cuanto digan los científicos que no se adapten al principio de que aquello que es bueno para el mercado es bueno para la ciencia, y atribuir todas las decisiones que no gustan a la politiquería y los intereses espurios de los rivales.

Mientras, esos mismos que convierten los indicadores sanitarios en materia de combate partidista se escandalizan de que la gente no se los tome en serio y pase de las recomendaciones. Mientras, esos mismos que proclaman que quienes alertan de la gravedad de la situación solo quieren tener a la gente asustada para someterla, como sostiene Isabel Díaz Ayuso, reclaman más policías y más militares, no médicos o personal sanitario, para vigilar a la misma gente que dicen querer liberar, al parecer a base de multas y sanciones.

Volvemos a tropezar en la misma piedra: pensar que nos hallamos en la tesitura de tener que resolver un dilema entre salud y economía cuando, en realidad, no hay nada que resolver porque no existe tal dilema: sin salud pública no hay economía. El virus no sabe de economía, igual que no entiende de cuestiones competenciales o elementos simbólicos.

Lo que está claro es que no habrá economía hasta que la salud esté controlada, y mientras no haya vacuna esas medidas dependen de las administraciones públicas. Porque al final, si buscas solo el dinero y aumenta la epidemia pasan dos cosas: con el miedo al contagio no vienen turistas, las empresas y negocios tienen que cerrar, y aumentas el gasto en una sanidad ya de por sí saturada. Las cuentas no salen y el resultado es nefasto.

Esos reportajes de cámara oculta de si la gente usa o no mascarilla en los barrios del sur de Madrid (por estigmatizar más aún) quizás tienen una explicación. No solo en el error de la OMS de decir desde el principio "mascarillas no", bajo la excusa de que no era preciso cuando el problema es que no había producción para atender a todos los países del mundo.

Luego, el error ha sido que no todas las comunidades las implantaron obligatorias a la misma vez. De hecho, Madrid fue la última en imponerla. A ver si eso tiene que ver con que una parte de la ciudadanía se haya relajado en algunos momentos con ella, además de que apenas hayan existido campañas públicas de concienciación. Aún así, el problema no deviene por usar o no mascarillas al aire libre y 24/7, ya que tal obligatoriedad no tiene ninguna evidencia científica y, como se está viendo, es completamente contraproducente.

Spain is different. Y lo ha sido hasta en plena pandemia, cuando la nefasta oposición ha ocupado artículos de la prensa internacional siendo cuestionada por no estar a la altura de las circunstancias. Aquellos países que mostraron unión política tuvieron mejores resultados, mientras aquí teníamos partidos de oposición que se pasaban las sesiones parlamentarias acusando solo a un 8-M judicializado en plena pandemia y diciendo (con razón) que el Gobierno, con el estado de alarma, era "dictatorial" (y lo era), pero sin aportar ni una solución.

Luego, una determinada parte de la gestión autonómica tiró por la borda el esfuerzo que hicimos de estar confinados durante 98 días. La gente ya está cansada de mentiras. No puedes decir que harás PCR a todos los contactos para quedar bien en rueda de prensa y hacerte la foto, y unas semanas después decir que no harás tests a contactos de una persona contagiada. Eso es el descontrol.

Luego tenemos algunas contradicciones que los diferentes gobiernos deberían responder a estas alturas, dado que choca frontalmente con estudios científicos. No se puede exigir distancia física siempre pero luego da igual en los medios de transporte, metro o cercanías. No se puede decir jardines no, pero sí espacios cerrados al 50% o poder ir a casinos y prostíbulos. Estas contradicciones producen una pérdida de autoridad, no sólo del político, sino de la ciencia y de las normas. Porque las normas deben ser para todos los espacios, no para unos sí (donde se hace caja) y para otros no (espacios gratuitos).

Junto a toda esta cadena de errores queda el más grave. Si a pesar de cumplir las normas, de llevar mascarilla o de lavarnos las manos… cuando necesitas saber si tienes el Covid, no tienes rastreadores, ni atención primaria, ni PCRs, y los laboratorios saturados tardan días (muchos) en tener los resultados… ¿qué culpa tiene ahí la ciudadanía? La ciudadanía no puede estar solo para mantener la economía, consumir y trabajar, sino que necesita también claridad y acción sanitaria, de lo contrario es exponerlos. Prevenir siempre es más barato que curar. Siempre. Por eso, cuando ahora titulan cuánto perderá económicamente Madrid confinada, la pregunta real debía de ser cuántas muertes se evitarán.

Es decir, para estos economistas, ¿cuántas vidas son demasiadas para salvar? ¿Calculan que con PCRs y rastreadores desde la desescalada hubiese salido mucho más barato? ¿Saben que no solo hay que costear la atención inmediata, sino que después la Covid puede dejar secuelas como enfermedades crónicas? ¿Saben que el coste sanitario sería menor? ¿Saben que el impacto económico en el turismo también sería menor? Porque el peligro no es tanto los que vengan a Madrid por Barajas, sino que no quiera venir nadie sabiendo que somos el país con más contagios. El confinamiento es el último remedio cuando antes todo se hace mal. Estaría bien que esos economistas, la próxima vez, hablen antes, cuando no hay inversión (que no coste) en prevención y vamos camino del desastre sanitario y económico.

Mientras todo esto pasa, hay gente que sigue sin saber si está enferma, otros tienen operaciones suspendidas, otras piensan qué poner mañana de comer, otras esperan la bolsa de alimentos que le dan en su barrio, otros piensan si su empresa cerrará, otras piensan con quién dejar el niño si se pone malo, otro piensa que cómo va a ir al médico para su enfermedad crónica si tiene lista de espera de 15 días, otro piensa que quizás lleva ya reutilizando mucho la mascarilla porque no le llega…

La ciudadanía se empeña en cumplir, pero si luego la gestión política no está, ésto se rompe. Y aquí ya está demasiado roto.



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