Vivimos en un constante déjà vu. Mientras el virus se expande de nuevo por todo el país, nuestros políticos están dedicados en cuerpo y alma a la confrontación política, a la pugna del poder, a derribar los cimientos de nuestro Estado de Derecho, y a echarse la culpa unos a otros, mientras los ciudadanos contemplamos desde la barrera el grotesco espectáculo y permanecemos impasibles cual rana hervida ante la continua pérdida de libertades. Por su parte, las sociedades científicas -que ya pidieron un «golpe de timón» en un duro comunicado el pasado 13 de agosto- se llevan las manos a la cabeza y ahora han vuelto a pedir a los líderes políticos españoles que frenen ya tanta discusión y pasen a la acción en la lucha contra la pandemia del coronavirus.
«En salud, ustedes mandan pero no saben». Así arranca el manifiesto que 55 sociedades científicas españolas han dirigido al gobierno de la Nación. Mandar sin saber: ésa es la definición exacta del Gobierno de Sánchez. Y por debajo de él, de toda una hornada de presuntuosos gerifaltes autonómicos y municipales sin más equipaje que la lealtad a los aparatos partidistas que sólo valoran la disciplina militante o el activismo de consignas en las redes sociales. La mediocridad, la inoperancia, la inmadurez y la ausencia de cualificación para el liderazgo se han convertido en la norma que rige la dirección del Estado.
Los 170.000 profesionales sanitarios que firman el manifiesto instan al Presidente del Gobierno de España, a los presidentes de las 17 Comunidades Autónomas y al resto de políticos de España a dejar el enfrentamiento y hacer frente a la pandemia de coronavirus con criterios comunes de base exclusivamente científica.
En su decálogo se recogen las principales conclusiones del I Congreso Covid-19 que se celebró entre el 13 y el 19 de septiembre. Con su difusión buscan sumar el apoyo del conjunto de la ciudadanía y, para ello, han iniciado una petición de recogida de firmas en la plataforma Change.org que ya ha sido firmada por casi 100.000 personas. Éste es el manifiesto:
2- Acepten, de una vez, la necesidad de una respuesta coordinada, equitativa y basada exclusivamente en criterios científicos claros, comunes y transparentes.
3- Aquí y ahora, la lentitud burocrática en resolver temas legales, técnicos y administrativos sólo consigue agravar las soluciones. Frenen ya tanta discusión y corran a la acción.
4- Necesitamos un protocolo nacional que, sin perjuicio de actuaciones territoriales diferenciadas, establezca criterios comunes de base exclusivamente científica, sin la menor interferencia ni presión política.
5- Estos criterios, exclusivamente sobre salud y con pautas comunes de actuación, deben definir normas generales de prevención, manejo de los pacientes afectados, estrategias de rastreo de los contactos y la gestión de los centros socio-sanitarios.
6- Son ustedes, como políticos, quienes además de garantizar el principio de igualdad de todos los españoles en las estrategias preventivas y los recursos sanitarios, deben crear ya una reserva estratégica nacional de material destinado a la prevención y al tratamiento de todos los afectados.
7- Sólo las autoridades sanitarias, sin ninguna injerencia política, deben ser quienes establezcan las prioridades de actuación con respecto a otras enfermedades, cambios organizativos y previsiones adecuadas a cualquier patología, sea cual sea la edad de los pacientes y su nivel socio-económico.
8- Hoy, la atención a la salud exige flexibilidad y actualización en el manejo de los recursos sanitarios. Y esto, tan decisivo, sólo se puede gestionar y llevar a cabo desde el profundo conocimiento de las ciencias de la salud, unido al verdadero compromiso de incrementar los recursos para investigación, muy inferiores a los de los países de nuestro entorno.
9- En nombre de más de 47 millones de españoles, ustedes y sus familias incluidos, tenemos que cambiar ya tanta inconsistencia política, profesional y humana.
10- Las sociedades científicas, en todos los ámbitos de la salud, ofrecemos nuestros conocimientos.
Durante mucho tiempo, los científicos -con Fernando Simón a la cabeza- estuvieron discutiendo si ésto era una segunda ola o no, hasta que de repente aparecieron 17.000 positivos en un día, empezaron a morir mil personas a la semana y se acabaron las discusiones.
El rebrote de julio, que arrastramos (in crescendo) en agosto y septiembre, parece que da muestras de haber sido contenido en algunas zonas. Ahora bien, contener es una cosa y eliminar es otra. Y con contener no basta. Como mucho, para ganar tiempo: tiempo para prepararse ante lo que vendrá, contratar médicos, rastreadores, establecer parámetros, informar a la población de los riesgos y ese largo etcétera que tanto parece costar a las administraciones.
El problema que tenemos, como país, es que tanto sanitaria como educativamente, España tiene 17 reinos de taifas y cada uno sigue su estrategia, hasta el punto de considerar al gobierno central un extraño si se entromete en algo relacionado. Esta diversidad resulta preocupante a la hora de afrontar un reto de esta magnitud. No hay estrategias comunes, no hay detección común de carencias y no hay soluciones que se puedan aplicar en todos los casos.
Mientras, la movilidad entre estos 17 estados sigue activa... al menos mientras no se superen unos límites que, por mucho escándalo que provoquen, son en realidad ridículos: hablar de 500 casos por 100.000 habitantes, de un 10% de positividad o de un 40% de camas UCI ocupadas como condición PREVIA a tomar medidas causa el escándalo en cualquiera de nuestros vecinos europeos.
Lo que todas las comunidades tendrían que estar haciendo ahora mismo es asegurarse de que el posible rebrote de otoño-invierno, cuando de las terrazas pasemos al interior de restaurantes y bares, cuando acaben los paseos al trabajo y el transporte público se haga imprescindible, cuando los niños pasen horas y horas encerrados en casa porque no tienen dónde ir… nos pille en las mejores condiciones posibles.
El problema es que la incidencia que queda de la segunda ola es una base gigantesca. No hay ni una sola región en nuestro país que haya conseguido frenar la transmisión comunitaria a niveles por debajo de la alerta de 100 casos por 100.000 habitantes en dos semanas que recomienda el Centro Europeo para el Control de Enfermedades. Ni una. Rebajarla a niveles mínimamente sensatos va a costar mucho (por no decir imposible) y la autocomplacencia ya empieza a asomar la patita al menor indicador positivo.
Parece que estuviéramos esperando los informes diarios (y falsos) de Sanidad como quien espera los sondeos electorales para ver si su partido está mejor o peor, y la cuestión es mucho más seria. ¿Cuánto tiempo podremos aguantar con 3.000 o 4.000 muertos al mes? ¿Cuánto tiempo pueden los hospitales prescindir de un 10% de su capacidad sin ahogar a los sanitarios ni incidir negativamente en el resto de las enfermedades? ¿Cuánto tiempo podemos mantener las mínimas medidas tomadas sin un plan alternativo?
Si las condiciones cambian, es normal que las directrices sean distintas. Con la llegada de los primeros días fríos, podemos hacernos una idea de lo que puede ser la situación en invierno. El problema es que sigue sin haber un protocolo de actuación coherente y que recoja los nuevos supuestos. Los interiores van a ser el verdadero problema y va a ser imposible evitarlos. No hay alternativas. No hay más rastreadores. No hay un plan para que la atención primaria de determinadas comunidades deje de ser atención Covid 24 horas. No hay más personal sanitario ni más instalaciones.
Se apelará, de nuevo, a la "responsabilidad individual" cuando ni siquiera el epidemiólogo jefe tiene mucha idea de qué es exactamente lo que hay que evitar ni cómo. Se sacará pecho cuando una incidencia baje o cuando se den más altas que ingresos, nos inundarán con notas de prensa optimistas cada vez que alguien salga de la UCI, pero seguirá sin haber un plan a medio-largo plazo.
No se aprecia mando, conocimiento ni organización que pueda hacer frente a lo que viene. En ese sentido, estamos exactamente igual que en marzo, solo que en marzo quedaba el recurso del Estado de Alarma que ya nadie quiere repetir y que provocó un hundimiento en la economía que, de repetirse, acabaría con nuestro tejido social tal y como lo conocemos.
Pretender convivir con esto es pretender convivir con un tigre. Acaba mal. Elegir entre economía y salud es un dilema duro pero valdría la pena si alguien nos garantizara una de las dos cosas. De momento, no es posible. Las pandemias no se controlan a tiempo real, sino a un mes vista, en el mejor de los casos. Lo que pasará en noviembre o diciembre es una incógnita.
«En salud, ustedes mandan pero no saben». Así arranca el manifiesto que 55 sociedades científicas españolas han dirigido al gobierno de la Nación. Mandar sin saber: ésa es la definición exacta del Gobierno de Sánchez. Y por debajo de él, de toda una hornada de presuntuosos gerifaltes autonómicos y municipales sin más equipaje que la lealtad a los aparatos partidistas que sólo valoran la disciplina militante o el activismo de consignas en las redes sociales. La mediocridad, la inoperancia, la inmadurez y la ausencia de cualificación para el liderazgo se han convertido en la norma que rige la dirección del Estado.
Los 170.000 profesionales sanitarios que firman el manifiesto instan al Presidente del Gobierno de España, a los presidentes de las 17 Comunidades Autónomas y al resto de políticos de España a dejar el enfrentamiento y hacer frente a la pandemia de coronavirus con criterios comunes de base exclusivamente científica.
En su decálogo se recogen las principales conclusiones del I Congreso Covid-19 que se celebró entre el 13 y el 19 de septiembre. Con su difusión buscan sumar el apoyo del conjunto de la ciudadanía y, para ello, han iniciado una petición de recogida de firmas en la plataforma Change.org que ya ha sido firmada por casi 100.000 personas. Éste es el manifiesto:
Manifiesto de los sanitarios españoles: Decálogo de 55 sociedades científicas
1- Acepten, de una vez, que para enfrentarse a esta pandemia las decisiones dominantes deben basarse en la mejor evidencia científica disponible, desligada por completo del continuo enfrentamiento político.2- Acepten, de una vez, la necesidad de una respuesta coordinada, equitativa y basada exclusivamente en criterios científicos claros, comunes y transparentes.
3- Aquí y ahora, la lentitud burocrática en resolver temas legales, técnicos y administrativos sólo consigue agravar las soluciones. Frenen ya tanta discusión y corran a la acción.
4- Necesitamos un protocolo nacional que, sin perjuicio de actuaciones territoriales diferenciadas, establezca criterios comunes de base exclusivamente científica, sin la menor interferencia ni presión política.
5- Estos criterios, exclusivamente sobre salud y con pautas comunes de actuación, deben definir normas generales de prevención, manejo de los pacientes afectados, estrategias de rastreo de los contactos y la gestión de los centros socio-sanitarios.
6- Son ustedes, como políticos, quienes además de garantizar el principio de igualdad de todos los españoles en las estrategias preventivas y los recursos sanitarios, deben crear ya una reserva estratégica nacional de material destinado a la prevención y al tratamiento de todos los afectados.
7- Sólo las autoridades sanitarias, sin ninguna injerencia política, deben ser quienes establezcan las prioridades de actuación con respecto a otras enfermedades, cambios organizativos y previsiones adecuadas a cualquier patología, sea cual sea la edad de los pacientes y su nivel socio-económico.
8- Hoy, la atención a la salud exige flexibilidad y actualización en el manejo de los recursos sanitarios. Y esto, tan decisivo, sólo se puede gestionar y llevar a cabo desde el profundo conocimiento de las ciencias de la salud, unido al verdadero compromiso de incrementar los recursos para investigación, muy inferiores a los de los países de nuestro entorno.
9- En nombre de más de 47 millones de españoles, ustedes y sus familias incluidos, tenemos que cambiar ya tanta inconsistencia política, profesional y humana.
10- Las sociedades científicas, en todos los ámbitos de la salud, ofrecemos nuestros conocimientos.
Contener no basta
Ese mes de junio de libertad reencontrada y descenso de los contagios nos hizo soñar con que el virus "había mutado" o "había desaparecido". Se hablaba entonces -con ciertas reservas- de lo que podría pasar en otoño, cuando llegara el frío. Bien, el otoño ya ha llegado… y el hecho de que ya hayamos tenido que pasar por una segunda ola no imposibilita que llegue una tercera, y así sucesivamente hasta que se encuentre una vacuna eficaz que se pueda comercializar y aplicar a un porcentaje suficiente de la población.Durante mucho tiempo, los científicos -con Fernando Simón a la cabeza- estuvieron discutiendo si ésto era una segunda ola o no, hasta que de repente aparecieron 17.000 positivos en un día, empezaron a morir mil personas a la semana y se acabaron las discusiones.
El rebrote de julio, que arrastramos (in crescendo) en agosto y septiembre, parece que da muestras de haber sido contenido en algunas zonas. Ahora bien, contener es una cosa y eliminar es otra. Y con contener no basta. Como mucho, para ganar tiempo: tiempo para prepararse ante lo que vendrá, contratar médicos, rastreadores, establecer parámetros, informar a la población de los riesgos y ese largo etcétera que tanto parece costar a las administraciones.
El problema que tenemos, como país, es que tanto sanitaria como educativamente, España tiene 17 reinos de taifas y cada uno sigue su estrategia, hasta el punto de considerar al gobierno central un extraño si se entromete en algo relacionado. Esta diversidad resulta preocupante a la hora de afrontar un reto de esta magnitud. No hay estrategias comunes, no hay detección común de carencias y no hay soluciones que se puedan aplicar en todos los casos.
Mientras, la movilidad entre estos 17 estados sigue activa... al menos mientras no se superen unos límites que, por mucho escándalo que provoquen, son en realidad ridículos: hablar de 500 casos por 100.000 habitantes, de un 10% de positividad o de un 40% de camas UCI ocupadas como condición PREVIA a tomar medidas causa el escándalo en cualquiera de nuestros vecinos europeos.
Lo que todas las comunidades tendrían que estar haciendo ahora mismo es asegurarse de que el posible rebrote de otoño-invierno, cuando de las terrazas pasemos al interior de restaurantes y bares, cuando acaben los paseos al trabajo y el transporte público se haga imprescindible, cuando los niños pasen horas y horas encerrados en casa porque no tienen dónde ir… nos pille en las mejores condiciones posibles.
El problema es que la incidencia que queda de la segunda ola es una base gigantesca. No hay ni una sola región en nuestro país que haya conseguido frenar la transmisión comunitaria a niveles por debajo de la alerta de 100 casos por 100.000 habitantes en dos semanas que recomienda el Centro Europeo para el Control de Enfermedades. Ni una. Rebajarla a niveles mínimamente sensatos va a costar mucho (por no decir imposible) y la autocomplacencia ya empieza a asomar la patita al menor indicador positivo.
Parece que estuviéramos esperando los informes diarios (y falsos) de Sanidad como quien espera los sondeos electorales para ver si su partido está mejor o peor, y la cuestión es mucho más seria. ¿Cuánto tiempo podremos aguantar con 3.000 o 4.000 muertos al mes? ¿Cuánto tiempo pueden los hospitales prescindir de un 10% de su capacidad sin ahogar a los sanitarios ni incidir negativamente en el resto de las enfermedades? ¿Cuánto tiempo podemos mantener las mínimas medidas tomadas sin un plan alternativo?
Si las condiciones cambian, es normal que las directrices sean distintas. Con la llegada de los primeros días fríos, podemos hacernos una idea de lo que puede ser la situación en invierno. El problema es que sigue sin haber un protocolo de actuación coherente y que recoja los nuevos supuestos. Los interiores van a ser el verdadero problema y va a ser imposible evitarlos. No hay alternativas. No hay más rastreadores. No hay un plan para que la atención primaria de determinadas comunidades deje de ser atención Covid 24 horas. No hay más personal sanitario ni más instalaciones.
Se apelará, de nuevo, a la "responsabilidad individual" cuando ni siquiera el epidemiólogo jefe tiene mucha idea de qué es exactamente lo que hay que evitar ni cómo. Se sacará pecho cuando una incidencia baje o cuando se den más altas que ingresos, nos inundarán con notas de prensa optimistas cada vez que alguien salga de la UCI, pero seguirá sin haber un plan a medio-largo plazo.
No se aprecia mando, conocimiento ni organización que pueda hacer frente a lo que viene. En ese sentido, estamos exactamente igual que en marzo, solo que en marzo quedaba el recurso del Estado de Alarma que ya nadie quiere repetir y que provocó un hundimiento en la economía que, de repetirse, acabaría con nuestro tejido social tal y como lo conocemos.
Pretender convivir con esto es pretender convivir con un tigre. Acaba mal. Elegir entre economía y salud es un dilema duro pero valdría la pena si alguien nos garantizara una de las dos cosas. De momento, no es posible. Las pandemias no se controlan a tiempo real, sino a un mes vista, en el mejor de los casos. Lo que pasará en noviembre o diciembre es una incógnita.