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Moción de censura

"Tenemos el peor Gobierno posible en el peor momento posible. Hay que echar al Gobierno criminal sociocomunista". Este es el principal argumento de Santiago Abascal para presentar una moción de censura que se debatirá en el Congreso el 21 y 22 de octubre de 2020. Se trata de la quinta moción de censura que se debate desde la recuperación de la democracia en 1978 (la tercera en 3 años), pero nace abocada al fracaso.

Abascal anunció este verano que presentaría la moción en septiembre, e invitó a las demás formaciones a unirse a ella. Incluso tanteó la posibilidad de presentar un candidato independiente y de consenso, aunque fuera de otro partido político, pero no logró convencer a nadie. Por tanto, el candidato a nuevo presidente de gobierno será el propio Santiago Abascal, pero con la promesa de convocar elecciones de inmediato si la moción sale a delante.

Con sus 52 diputados, Vox no cuenta con los apoyos necesarios (necesitaría 176 para prosperar). Aún así lanza la propuesta con la intención de desgastar al Gobierno en plena crisis del coronavirus.

Tenemos tres partidos que suman 150 diputados, y otros dos que suman 155 y que necesitaron 10 más para ganar por mayoría simple y hacer lo que estamos padeciendo. La investidura de Sánchez e Iglesias se resolvió con 167 votos a favor, 165 en contra y 18 abstenciones. Es verdad que de los 165 que votaron en contra son 155 los que podrían llegar a hacer un bloque serio contra el Gobierno, el mismo número de diputados que escribe atrocidades en el BOE. Y es verdad que la aritmética no da para una moción de derrocamiento.

Pero, ¿acaso fue útil la aritmética contra una dictadura? O sea, que ni no salen las cuentas, ¿sólo cabe aguantarse y esperar a que cada garantía democrática sea derogada por decreto?

No es tiempo de pensar en si en las próximas elecciones habrá que negociar coaliciones o sumas, o quién será el capitán de la Gran Suma, o cuántas nóminas pueden quedarse en la gatera en caso de resta. Es tiempo, y muy grave, de pensar en si habrá próximas elecciones. Y no, no es exagerado pensarlo viendo la deriva autoritaria y antidemocrática a la que Sánchez, Iglesias y sus socios Frankestein están llevando al país.

El problema es que ignoramos nuestra propia Historia, convenientemente asesorados por los planes de estudio de cualquier partido que llegue al Gobierno. Y al ignorarla, se nos pasa por alto que mientras la derecha se mide y se teme a sí misma, hay una izquierda que hace y deshace a su antojo cuando añade el ingrediente comunista. Desde el 31 hasta el siglo XXI.

Basta con ver lo siguiente: Podemos (hoy en el Gobierno) surgió como partido después de ser una agencia asesora del chavismo. Nació en un despacho español que considera a Guaidó, a Capriles o a Leopoldo López como delincuentes que merecen cárcel de por vida, y que lloran amargamente las muertes de Ernesto Che Guevara, Fidel Castro y Hugo Chávez. Ya no asesoran en Caracas porque gobiernan en Madrid para toda España y, visto lo lo visto, sin discusión.

La falta de normalidad que estamos viviendo (y que quieren convertir en habitual) es la palanca de todo régimen autoritario, el punto muerto que sirve para elegir, sin consultar, cualquier rumbo.

Los motivos para la moción van desde la ilegitimidad del Gobierno actual, que para lograr su investidura (también por moción de censura) incumplió todas las líneas rojas que había prometido a su electorado que jamás transgrediría. ¿Cuántas veces aseguró Pedro Sánchez que no formaría un Gobierno con Podemos o sustentado por nacionalistas? Sánchez es un pésimo presidente y su salida de La Moncloa debería ser una obligación nacional.

A la gestión criminal de la pandemia. España es líder en sanitarios contagiados, entre otras cosas, porque no se les facilitó el material de protección necesario. También es récord de ancianos fallecidos en residencias porque el 'mando único' se desentendió completamente de ellos. ¡Y qué deir de la hecatombe económica! Crece el paro, la deuda y el Gobierno de España depende ahora de las históricas ayudas europeas, por no hablar de la mala gestión de los ERTE y de la renta mínima vital que muchos españoles aún están esperando cobrar.

Pero lo más grave de todo es que el gobierno socialcomunista, apoyado por bilduetarras e independentistas, quiere desmantelar el Régimen del 78, deslegitimando la Transición, a través de un ataque sin parangón a todas las instituciones del Estado, desde la Jefatura del Estado (que quiere sustituir por una republiqueta federal) hasta el asalto al Poder Judicial que quieren perpetrar nombrando a los nuevos vocales del Consejo General del Poder Judicial a su discreción.

El actual Gobierno no tiene un proyecto de país. Tiene un proyecto de poder. Y ese proyecto pasa por imponer en España un cambio de Régimen que exige someter —y neutralizar— a todos y cada uno de los contrapoderes que están llamados a frenar al Poder Ejecutivo.

¿Hacen falta más motivos para presentar una moción de censura y echarlos del gobierno? Me resulta incomprensible que PP, Ciudadanos, y otros partidos minoritarios no sean capaces de unirse en este trance tan trascendental para la deriva de España.

Sí a la moción de censura. Indiscutiblemente.

¿Cómo será el debate de la moción de censura?

El debate del día 21 se iniciará con la defensa de la moción de censura que, sin limitación de tiempo, efectuará Ignacio Garriga (candidato a las elecciones catalanas que se avecinan).

Después, Abascal presentará (sin límite de tiempo) el programa político del gobierno alternativo que pretende formar.

Tras un descanso se dará voz a un representante de cada uno de los grupos parlamentarios de la Cámara que lo solicite (en orden de menor a mayor número de escaños), por tiempo de 30 minutos. Todos los intervinientes tendrán derecho a un turno de réplica o rectificación de 10 minutos.

Tras el debate, que se extenderá hasta el día 22, se procederá a la votación, que será tanto de forma presencial como telemática.

La moción de censura debe recibir el apoyo de, al menos, la mitad más uno de los diputados, es decir, 176, para ser aprobada. En el hipotético caso de que Abascal obtuviera el respaldo de la mayoría absoluta del Congreso, se consideraría "investido de la confianza de la Cámara" a los efectos previstos en el artículo 99 de la Constitución. Pero si, como sucederá, la moción es rechazada, los diputados que la han suscrito no podrán firmar otra durante el mismo periodo de sesiones, es decir, antes de febrero.

¿A quién beneficia la moción?

En Moncloa son optimistas porque creen que se verá en la votación la foto de la unión del bloque de la investidura. El Gobierno ve más facilidades de aglutinar a su electorado: la izquierda frente a lo que consideran «la ultraderecha». Pero también puede convertirse en un arma de doble filo para el Gobierno: podrá reafirmar su liderazgo ante el votante de izquierdas, pero también deberán defenderse de envites graves respecto a su nefasta gestión de la pandemia. Porque Vox pretende hacer una especie de auditoría de esta gestión, un ejercicio de revisionismo sobre los últimos 7 meses.

En Vox, el partido protagonista, cree que con la moción llegarán a un votante más transversal. A su favor rema que no tienen nada que perder, pues no están presentes en gobiernos autonómicos ni en La Moncloa. En el reparto de culpas, están limpios. Además, reforzará su visibilidad, algo que le viene muy bien de cara a la precampaña para las elecciones catalanas. Por otro lado, con esta moción Vox busca poner en jaque al PP y materializar la idea de que ellos son la verdadera oposición frente a la “derechita cobarde” y la “veleta naranja” (Ciudadanos).

En el PP se debaten entre el no y la abstención. Ven la abstención como un refuerzo a Sánchez, pero el «no» les puede colocar en la foto votando con un partido de extrema derecha (el PP no quiere que se le asocie con esta ideología) y a quien pretenden robar electores. Además, si se adhiere a la moción, no es el director de orquesta.

Mientras Pablo Casado sigue dudando, Inés Arrimadas lo tiene ya claro. Ciudadanos votará no, a pesar de que el partido naranja votó en contra de la investidura de Pedro Sánchez y considera que su actuación en la pandemia ha sido censurable. Y a pesar, también, de que Vox y Cs comparten cuatro gobiernos autonómicos y el de la capital, y de que Cs acaba de fichar para sus filas a la ex-diputada de Vox, Malena Contestí.

Los patinazos de Vox

A pesar de que la moción de censura era necesaria porque este Gobierno ha dado pruebas sobradas de ser un peligro para la convivencia y el régimen del 78, a Vox le ha salido el tiro por la culata.

Su discurso ha sido un patinazo en toda regla que, lejos de reforzar la unidad del centro-derecha, ha ahondado aún más en la división de las fuerzas conservadoras, dejando vía libre al gobierno socialcomunista para una larga vida en La Moncloa que le permitirá culminar su legislatura. La fractura de la derecha es lo que alimenta a la izquierda y lo que castiga a España con un proyecto revisionista hacia un cambio de régimen.

Abascal quiere ser presidente, pero aparece sin programa. Parecía un tertuliano desaforado. En el primer día de debate, Santiago Abascal se despachó a gusto contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Estuvo bien en su arranque, cuando presentó la radiografía real de una lamentable gestión de la epidemia y la delicada credibilidad de las instituciones, pero luego comenzó a desbarrar, convirtiendo la bala de plata de una moción de censura en una mascletá folclórica.

Dedicó gran parte de su más de hora y media de discurso a extenderse y profundizar en su retórica contra el globalismo. Integró en su texto la figura del multimillonario banquero George Soros, icono del globalismo y que la derecha populista de múltiples países ha retratado como una mano oscura tras lo que consideran principales males de la sociedad actual. "El futuro no pertenece a los globalistas; pertenece a los patriotas", dijo.

A Soros se le señala como financiador de ONG que ayudan a traer inmigrantes a España y Europa. Y ahí lanzó varios mensajes xenófobos sobre el problema de la inmigración ilegal.

Haciendo gala de una visión radicalizada de «nacionalismo» español, atacó a las grandes multinacionales y a los bancos, acusando al Ejecutivo de proteger las compañías "que viven del BOE y de los grandes contratos públicos" y que luego rescatan a los políticos a través de las puertas giratorias.

Abascal también hizo gala de antieuropeísmo, calificando la UE como un "megaestado federal que se parece demasiado a la República Popular China, a la Unión Soviética o incluso a la Europa soñada por Hitler". Se refirió a las instituciones comunitarias como "una oligarquía europea insaciable con aspiraciones soviéticas que devora astronómicas sumas de dinero". Calificó a Bruselas de "una máquina europea deshumanizada que aspira a controlarlo todo", trazó similitudes entre la dirección hacia la que avanza la UE y regímenes totalitarios pasados.

Criticó la llegada de los fondos europeos como salida de la crisis económica: "Nadie va a venir a rescatarnos [...] a España solo la pueden rescatar los españoles", dijo.

Como si Abascal hubiera sido poseído por Trump, aprovechó la tribuna para inocular las versiones conspiranoicas del coronavirus, hasta al extremo de acreditar la pandemia en los términos de una "fabricación china", por lo que España debería pedir responsabilidades al país asiático: "China debe pagar".

A partir de este punto, empezó a hilar hacia las críticas a la Organización Mundial de la Salud. Acusó a la OMS de haber sido convertida por Pekín en un "instrumento más de su poder expansionista", por lo que aplaudió la decisión de EEUU de cancelar su participación. Abascal trataba de denunciar que ningún otro partido ha puesto el foco en lo que consideran un "atropello de China y la OMS". "Que nadie levante la voz es la prueba más evidente de la sumisión, de que hay una agenda oculta".

Resultados

Después de que Abascal afirmase que hasta los gobiernos de Franco, desde 1940, fueron mejores que el actual, a Pedro Sánchez no le ha costado figurar como el adalid de la moderación. Sánchez sale del trance de la moción de censura con la certeza de que en la polarización ideológica y en el barro de una derecha fracturada, solo puede resultar vencedor.

Es más, durante el receso para comer se hizo público un manifiesto "en favor de la democracia" y contra Vox que retrató juntos a PSOE, Podemos, PNV, Bildu, ERC, JuntsXCat, La Cup, BNG, Mas País y Compromís, excluyendo a PP y Cs. Parece una broma de mal gusto que precisamente las mismas fuerzas políticas que están destruyendo el país sean los más pros de la democracia y de los derechos humanos. ¿Defensores de los derechos humanos los de Bildu?, ¿Igualdad entre ciudadanos los de ERC?, ¿en contra del discurso racista los hijos de Sabino Arana?

Y el texto reza así: "Las fuerzas firmantes de este manifiesto queremos reafirmar nuestro compromiso con los derechos humanos, la democracia, la justicia social y la igualdad entre todos los ciudadanos [...]". El objetivo es denunciar "los discursos racistas, xenófobos, machistas que hemos escuchado en lo que va de legislatura por parte de la extrema derecha y derecha extrema", que consideran "incompatibles con los valores propios de un sistema democrático y suponen un peligro para la convivencia". Los firmantes abogan por "velar para que en el Congreso predomine el debate democrático, respetuoso del pluralismo político y de los derechos de todas las personas que constituimos esta cámara".

Por su parte, Casado respiraba con alivio desde su mullido sillón; nada más sencillo que distanciarse de un discurso estrictamente inasumible, errático, disparatado. El escoramiento de Vox fue tan notable que facilita a Pablo Casado la defensa de un centro derecha sin estridencias. No hay posible abstención; no es no y éstas son sus razones.

Resultado de la votación: Votos a favor: 52, los de los diputados de Vox. Votos en contra: 298, el resto del Congreso de los Diputados. Abstenciones: ninguna. RECHAZADA.

El discurso-mítin de Abascal ha sido un desperdicio de munición. Habiendo, como hay, tantos motivos para censurar a Sánchez —el autoritarismo, el ataque a la separación de poderes, la ruina económica, la negligencia de la gestión sanitaria...—, el líder de Vox la ha cagado.

Si España es lo que se ha visto en el Congreso de los Diputados, conviene ir haciendo las maletas.


¿Quién ganó la moción de censura?

Según un sondeo realizado por SocioMétrica para EL ESPAÑOL, el líder del PP fue el vencedor del debate. Le siguen -en este orden- Sánchez, Abascal, Iglesias y Arrimadas. El 48,40% de los votantes diagnostica que la imagen de Casado ha mejorado tras la moción, frente a un 31,80% que piensa justo lo contrario.

Pedro Sánchez volvió a encontrar en Vox la gasolina que necesitaba. De no ser por el golpe encima de la mesa de Casado, probablemente habría resultado el candidato más reforzado por la moción. Son más los que creen que su imagen ha empeorado (30%) frente a los que piensan que ha mejorado (20,40%). No obstante, se imponen (48,40%) los que afirman que "sigue igual".



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