La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, ha pasado en pocos meses de criticar con dureza a "Sánchez y su banda", a acordar y pactar con el Gobierno las prórrogas de la alarma, y ahora se prepara para negociar los PGE sin poner ya como línea roja que en la mesa esté Podemos. Arrimadas es la Judas de la política española, primero apoyando el totalitarismo absolutista de Sánchez y ahora otorgándole la llave de las cuentas públicas.
"La banda de populistas y nacionalistas quieren que siga Sánchez."
"Ciudadanos va a ser ser la voz de todos aquellos que hoy están tristes con este plan de Sánchez."
"Sánchez está obsesionado con Ciudadanos, tiene 'ciudadanitis' porque sabe que es la única oposición firme que va a tener él y su banda".
"Se ha demostrado que con Sánchez no se puede ir a ningún lado porque él es parte del problema."
"La lealtad al Gobierno es imprescindible. Es momento de unidad política, ahora toca unidad, lealtad y sentido de Estado y que los partidos hagan una oposición firme, pero constructiva y leal".
Las frases son de Inés Arrimadas y entre ellas tan solo hay 8 meses de diferencia.
Las primeras son de finales de julio de 2019, cuando aún lideraba Ciudadanos Albert Rivera con 57 diputados en el Congreso, y las pronunció la entonces portavoz parlamentaria en las ruedas de prensa que ofreció después de las dos sesiones de investidura de Pedro Sánchez, tras haber ganado las elecciones generales del 28 de abril.
La última frase es de mediados de marzo de este año, pocos días antes de que el Gobierno decretara el confinamiento de todos los españoles tras estallar la pandemia. Ciudadanos se había quedado reducido a 10 diputados como consecuencia de la debacle de las generales del 10 de noviembre y Rivera se había marchado. Con el ejército mermado, la nueva líder del partido decidió dar la vuelta a la estrategia de su antecesor que ella había avalado.
Entre tanto, otras frases excusando el indecente comportamiento del Gobierno socialcomunista: "El acuerdo del PSOE con Bildu lo enmarco dentro de su pacto de legislatura para el sostenimiento del Gobierno Frankenstein".
Arrimadas justifica ese giro copernicano en su discurso por el "momento excepcional” en el que se está viendo inmerso nuestro país por culpa de esta crisis sanitaria y económica. La dirigente de Ciudadanos señala que lo que desea es hacer "política útil" con el objetivo de "salvar vidas y empleos", mientras deja claro que no son los nuevos socios ni aliados del Gobierno de Sánchez.
Pero por entonces seguía marcando como líneas rojas cualquier propuesta que llegara de Unidas Podemos, con los que advertían de que nunca iban a negociar nada. Sin embargo, a día de hoy hasta en eso también han cambiado.
La metamorfosis de Arrimadas ha sido tan brusca como inesperada. De hecho, el día del último debate de investidura de Pedro Sánchez (enero de 2020), Arrimadas seguía manifestando su absoluta animadversión hacia Sánchez y el Gobierno Frankenstein que preparaba. La portavoz de Ciudadanos, que ejercía ya como nueva líder in péctore del partido, apeló al sector antisanchista del PSOE para que se rebelara contra el que iba a convertirse –en segunda votación–, tras haber ganado las elecciones del 10 de noviembre, en presidente del Gobierno gracias al apoyo del PSOE, Unidas Podemos, PNV, Más País, Nueva Canarias, BNG y Teruel Existe, y las abstenciones de ERC y EH Bildu.
En aquella rueda de prensa Arrimadas recordaba cómo, in extremis, su partido había enviado por carta al líder del PSOE una propuesta para que no pactara con los “populistas de Podemos” ni con "los nacionalistas que quieren romper España", y le había ofrecido como alternativa “la vía de los 221 escaños”, es decir, la suma de los diputados del PSOE, más los del PP (con sus dos socios electorales, UPN y Foro Asturias) y la de sus propios 10 parlamentarios. Un fórmula que el propio PP despreció, pero que, según ella, recogía el “sentir mayoritario que los españoles había expresado en las urnas", a pesar de que Ciudadanos era prescindible en el caso de que PP y PSOE estuvieran conformes con la gran coalición.
Arrimadas alertó entonces del 'peligro' que entrañaba el pacto de Sánchez e Iglesias y en una comparecencia en el Congreso sentenció: “Estamos aún a tiempo de que alguien rectifique, para que esta locura se pare. Porque lo que sí es cierto es que hay una mayoría alternativa que no tiene como prioritario un pacto con los populistas y los nacionalistas, una alternativa que podría ponerse en marcha. Pero para ello el señor Sánchez tendría que rectificar, cosa poco probable. O que alguien con dignidad y con sentido de Estado haga en el PSOE lo que lleva muchos meses diciendo y que esto no puede tirarse para adelante”. "Tenemos a un candidato a la presidencia del Gobierno que no tiene ningún escrúpulo, que va a hacer lo que sea y con quien sea con tal de permanecer en Moncloa y eso es un peligro por lo que creo que el PSOE debería asumir y reaccionar”.
Cerrado el Gobierno, Arrimadas aprovechó las escasas intervenciones que protagonizó frente a Sánchez en el Congreso antes de que estallara la pandemia para criticarle con dureza. El 19 de febrero, en una sesión de control, se encaró con él por sus nombramientos a dedo en organismos públicos, que a su juicio no buscaban el interés general de los españoles sino solo su interés personal. Arrimadas le reprochó los intentos de los dos grandes partidos –PSOE y PP– “de repartirse a los jueces" y volvió entonces a recordar al presidente del Gobierno que “España no es un botín a repartirse", algo que no parece importarle ahora.
En aquella agria sesión, Sánchez a su vez le recordó que su partido había perdido el 10-N nada menos que 47 escaños y le echó en cara sus acuerdos de gobierno en cuatro comunidades autónomas con el PP, con el respaldo de Vox: "¿Qué mérito han acumulado ustedes para pasar de 57 a 10 escaños en cuestión de meses? Hágaselo mirar, señora Arrimadas". "Sean un partido de centro, no un partido que acompaña a la derecha y a la ultraderecha", le espetó.
Su victoria en las primarias frente a Francisco Igea la legitimó a principios de marzo como la nueva presidenta de Ciudadanos. Hasta ese momento, Arrimadas seguía instalada en la confrontación total con el Gobierno. Y así se lo afeó su rival castellano–leonés en el único debate que mantuvieron durante la campaña de aquel reñido proceso interno. "Podemos permanecer en el frentismo o en la trinchera, pero es bueno sentarse a dialogar", le dijo Igea. Por entonces, en el partido, algunos dirigentes de la antigua dirección ya habían reconocido tímidamente que el empecinamiento de Albert Rivera de vetar al PSOE había sido un grave error y el que posiblemente les había llevado casi a su desaparición del tablero político. Pero Arrimadas seguía sin aceptarlo públicamente.
El propio Rivera, que reapareció por primera vez tras su dimisión para anunciar que fichaba por un prestigioso bufete de abogados, seguía pensando que la que había sido su portavoz en el Congreso y brazo derecho en el partido, era la mejor opción para Ciudadanos y una garantía de continuidad de su legado.
Apenas unos días después de aquella rueda de prensa del ex-líder de Ciudadanos –y también de aquellas primarias entre Arrimadas e Igea–, estalló la pandemia. Y lo cambió todo.
El 12 de marzo, en una rueda de prensa, Arrimadas sorprendía a propios y extraños ofreciendo a Sánchez los 10 escaños de su grupo parlamentario para preparar unos Presupuestos Generales del Estado (PGE) de "emergencia nacional" que impulsaran medidas "drásticas" para afrontar la crisis del coronavirus, tanto en su vertiente social como económica.
Mientras Pablo Casado ahondaba en la brecha con el Gobierno, la dirigente de Ciudadanos aseguraba: "Trasladamos el apoyo al Ejecutivo para que se tramiten unos presupuestos urgentes para poder aprobar y consensuar unas cuentas de emergencia nacional y le tendemos la mano para que en las próximas horas podamos adelantarnos al coronavirus".
Como dijo aquel día, y lo ha seguido repitiendo durante todos estos meses, este momento de suma gravedad requería unidad política, social y territorial: "Necesitamos medidas realistas y contundentes lo antes posible". "Este debe ser un momento de unión, no de reproches", subrayó aquel día y ha seguido insistiendo todo este tiempo.
Arrimadas fue ratificada a principios de mayo como nueva presidenta de Ciudadanos en una Asamblea telemática en la que Rivera se negó a participar. Y es que para entonces la nueva dirigente del partido había dejado patente el giro de 180 grados en su línea de oposición al Gobierno y su deseo de marcar perfil propio frente a los líderes del PP y Vox, Pablo Casado y Santiago Abascal, que no han dejado de pugnar entre ellos en todos estos meses en una línea muy similar de confrontación total con el Ejecutivo de Sánchez e Iglesias.
Con su nueva hoja de ruta, la nueva líder de Ciudadanos que se presenta como “liberal”, rompía en añicos la foto de Colón –que algunos dirigentes del partido también han reconocido que dañó al partido– y se alejaba de esa imagen de "las tres derechas" en la que se había encasillado a Ciudadanos, optando por un tono de oposición templado y colaborador.
En estos 5 meses de pandemia su partido ha apoyado todas las prórrogas del estado de alarma, e incluso ha salvado a Sánchez de alguna derrota en la Cámara para poder ampliarlas. Su relación con el líder del PSOE, al que hace escasos meses le acusaba de liderar “una banda” y de querer “repartirse el botín de España”, ha pasado de inexistente a ser fluida y “cordial”.
El presidente del Gobierno, que ha mantenido con ella varias conversaciones telemáticas y la recibió a mediados de agosto en el Congreso, ha encontrado en sus 10 diputados la tabla de salvación en el caso de que le falle –como ya lo ha hecho–, ERC, uno de sus aliados de la investidura.
Manda narices que en estas circunstancias el empeño prioritario del Gobierno sea el de garantizar su propia continuidad, independientemente del precio que tenga que pagar para conseguirlo. La alianza con Ciudadanos no es la consecuencia lógica de una apuesta por la moderación fiscal y la contención del gasto, sino un trágala impuesta por la negativa de ERC a brindarle apoyo presupuestario. En el giro al centro de Sánchez no hay premeditación intelectual, sino puro instinto de supervivencia.
No hay un solo día en que Pablo Iglesias no trate de convencer al presidente de que ponga tierra de por medio con Inés Arrimadas y vuelva al redil de la mayoría que le brindó la investidura. "El orden que acordamos es de cordura y cortesía parlamentaria. Primero hablamos con los grupos que apoyaron la investidura, después con los que se abstuvieron, y después con el bloque de la derecha. Es de cajón de madera de pino", afirma Iglesias.
La tensión entre PSOE-Podemos crece cada vez que hablan, pero el horizonte de la ruptura está todavía muy lejos. La lógica de Sánchez es tan rácana como aplastante: mientras el líder de Podemos no traiga debajo del brazo la complicidad de Junqueras solo hay un camino posible para seguir en el poder.
De momento, la mesa de diálogo con los independentistas ha quedado convocada para mediados de septiembre. Es la última oportunidad para escaquearse de Ciudadanos. Seguro que Sánchez la utilizará como puente para regresar al regazo de Frankenstein si los de Junqueras se ponen a tiro. El único compromiso solemne que ha contraído el presidente del Gobierno es el de salvarse a sí mismo. Da igual con quién. Arrimadas es solo el plan B.
Arrimadas, por su parte, está explotando al máximo ese poder político de saberse necesaria. Con su decisión de pactar los presupuestos ha logrado abrir fisuras entre los socios de Sánchez. La respuesta del portavoz de ERC, Gabriel Rufián ha sido dar un ultimátum al presidente del Gobierno: O nosotros o Ciudadanos. Un veto que, según denunció la ministra de Igualdad, Irene Montero, se lo habían aplicado a ellos también los de Arrimadas en una de las anteriores reuniones que han mantenido para hacer repaso de las medidas pactadas para frenar la pandemia.
Arrimadas sostiene que hay urgencia y necesidad de sacar adelante las cuentas del Estado por lo que hasta ha aceptado sentarse con Unidas Podemos, a pesar de que hasta hace unos días el portavoz en el Congreso, Edmundo Bal, aseguraba que "apartar a Podemos de la redacción de esos presupuestos es una buena noticia para España". Pero no pondrá esta vez ninguna «línea roja» ante la imputación del juez a altos dirigentes de Podemos por presunta financiación irregular.
La metamorfosis de Arrimadas ha sido tan sorprendente que el 2 de septiembre salía de la Moncloa de su nuevo encuentro con el Presidente del Gobierno sumamente satisfecha, con el compromiso de iniciar de inmediato la negociación de las cuentas públicas de las que ni siquiera conocen aún sus bases más elementales.
"La mayoría de los españoles quieren que los Presupuestos salgan condicionados por Ciudadanos. Toda España sabe lo que pienso de este Gobierno y de los populistas de Podemos, que estoy en contra de su propuesta de subir impuestos, pero necesitamos unos presupuestos serios y moderados, tenemos que dar una imagen de solvencia fuera de España", aseguraba Arrimadas. Para ello pedía "una tregua de todos los actores políticos".
Según la encuesta de Sociométrica para EL ESPAÑOL, un 53,1% de los españoles aprueba que la dirigente de Ciudadanos se haya sentado a negociar con PSOE y Podemos.
Tampoco está dispuesto a rebajar la tensión y a colaborar Pablo Casado, quien ha descartado cualquier apoyo a Sánchez mientras siga de la mano de Podemos, ni mucho menos Santiago Abascal que prepara una moción de censura contra Sánchez de la que el líder de la extrema derecha no va a salir bien parado. Así las cosas, los 10 diputados de Ciudadanos, a los que hace tan solo unos meses se les consideraba 'irrelevantes', podrían terminar siendo los que salven a Pedro Sánchez y a "su banda" de una nueva legislatura fracasada en un momento en el que Europa está pendiente de España por los fuertes rebrotes de coronavirus y la segunda ola adelantada.
Por de pronto, la parte socialista del Gobierno ve más cerca que los Presupuestos se aprueben con Cs y PNV. Con ellos, PSOE y Unidas Podemos sumarían 171 escaños. Atendiendo a las reivindicaciones regionalistas de los diputados canarios, del PRC, Compromís y Teruel Existe, se llegarían a los 176 necesarios. Y aún quedaría margen con los dos parlamentarios de Íñigo Errejón, improbable que votara en contra.
Hay que tener en cuenta que no solo se trata del pacto por los presupuestos sino de la continuidad del gobierno socialcomunista, que, de alcanzarse el acuerdo, se mantendrá en el poder durante 40 meses más. Si el cambio de estrategia de Ciudadanos hubiera servido para que Pedro Sánchez se alejara del populismo de extrema izquierda y de las fuerzas separatistas, podría afirmarse que la formación de Inés Arrimadas habría acertado en su plan de vuelta a las posiciones de centro. Pero los hechos demuestran que Sánchez sigue exactamente donde estaba, como lo ratifica el hecho de que haya activado, un día después de reunirse con Cs, su mesa de negociación con ERC, con quien también negociará los Presupuestos. Con Bildu hará lo propio, lo que demuestra que Inés Arrimadas sólo ha conseguido que Sánchez presuma de haber logrado cuadrar el círculo y ampliar su margen de maniobra. Eso es lo que ha conseguido Cs: reafirmarse en su papel de tonto útil del socialcomunismo.
Ciudadanos tiene un problema irresoluble: con 10 diputados se ha creído que iba a conseguir que Pedro Sánchez cambiara de compañeros de viaje, y lo único que ha logrado es que el presidente del Gobierno haya utilizado a la formación de Inés Arrimadas para un lavado temporal de imagen que ha durado un suspiro. Todo sigue como estaba y Cs ha quedado retratado como un partido desnortado y perdido en su insoportable candidez, porque el único que ha salido beneficiado ha sido Pedro Sánchez.
El mensaje del "habrá Presupuestos sí o sí" va asociado al de "habrá legislatura larga", pendular, que Sánchez va basculando entre el bloque de la investidura y el bloque de la alarma para garantizar su gobernabilidad. Sánchez sigue buscando que la excepcionalidad parlamentaria que se produjo durante la última votación del Estado de alarma se repita en la votación de los Presupuestos, de ahí que se haya abierto el abanico para buscar apoyos entre formaciones con vetos cruzados y aumenta las posibilidades de negociar a varias bandas para sostener a un Gobierno en minoría, con tan solo 155 escaños, a lo largo de la legislatura. Funambulismo con red.
Todas las vías están abiertas y el objetivo es no romper puentes con nadie para seguir practicando aritméticas parlamentarias excepcionales en momentos excepcionales. De hecho, al día siguiente de su fructífera reunión con Arrimadas, la dejó en evidencia en el Congreso, en un intento de intensificar los guiños hacia ERC diciendo "Ciudadanos eligió el pasado 26 de mayo. El PSOE ganó en Madrid, Andalucía, Murcia y Castilla y León, pero gobierna el PP con Ciudadanos y la ultraderecha. Ciudadanos no se ha salido de la foto de Colón".
Esto se une a la mesa de gobiernos, al pésame a EH Bildu por el suicidio de un preso etarra, o a la intención del Gobierno de rebajar el delito de sedición.
¿Hay mayor humillación que ésta? Pero a pesar de los últimos desplantes de Sánchez a Cs, Arrimadas ha demostrado tener muchas tragaderas y sigue mostrando su apoyo incondicional al PSOE. Se justifica diciendo que no «regalarán» al presidente una «excusa» para echarse en brazos de «populistas y separatistas». ¡Judas!
Sin embargo, Tezanos ha salido al rescate de Arrimadas, premiando su nueva condición de apoyo estratégico del Gobierno. Según el último informe del Barómetro del CIS publicado el 17 de septiembre, Ciudadanos es el único partido político que crece en intención de voto hasta el 10,6%, 2 puntos respecto al resultado obtenido en el mismo barómetro hace dos meses. Respecto a la valoración de los líderes políticos, Inés Arrimadas es la segunda mejor valorada (con una nota de 4) por detrás de Pedro Sánchez (4,6).
La manipulación de la opinión pública a través del CIS de Tezanos es ya por todos conocida, y la institución ha perdido toda credibilidad. No hay más que ver el resultado que ofrecen otras encuestas, como ésta de NC Report para el diario La Razón del 20 de septiembre, que concluye que la nefasta gestión de la pandemia está castigando al Gobierno de coalición. En intención de voto, el gobierno socialcomunista pierde 13 escaños, 5 el PSOE y 8 Podemos. Por su parte, el PP mejoraría en hasta 12 escaños el resultado de las anteriores elecciones, y Ciudadanos se quedaría como estaba.
"La banda de populistas y nacionalistas quieren que siga Sánchez."
"Ciudadanos va a ser ser la voz de todos aquellos que hoy están tristes con este plan de Sánchez."
"Sánchez está obsesionado con Ciudadanos, tiene 'ciudadanitis' porque sabe que es la única oposición firme que va a tener él y su banda".
"Se ha demostrado que con Sánchez no se puede ir a ningún lado porque él es parte del problema."
"La lealtad al Gobierno es imprescindible. Es momento de unidad política, ahora toca unidad, lealtad y sentido de Estado y que los partidos hagan una oposición firme, pero constructiva y leal".
Las frases son de Inés Arrimadas y entre ellas tan solo hay 8 meses de diferencia.
Las primeras son de finales de julio de 2019, cuando aún lideraba Ciudadanos Albert Rivera con 57 diputados en el Congreso, y las pronunció la entonces portavoz parlamentaria en las ruedas de prensa que ofreció después de las dos sesiones de investidura de Pedro Sánchez, tras haber ganado las elecciones generales del 28 de abril.
La última frase es de mediados de marzo de este año, pocos días antes de que el Gobierno decretara el confinamiento de todos los españoles tras estallar la pandemia. Ciudadanos se había quedado reducido a 10 diputados como consecuencia de la debacle de las generales del 10 de noviembre y Rivera se había marchado. Con el ejército mermado, la nueva líder del partido decidió dar la vuelta a la estrategia de su antecesor que ella había avalado.
Entre tanto, otras frases excusando el indecente comportamiento del Gobierno socialcomunista: "El acuerdo del PSOE con Bildu lo enmarco dentro de su pacto de legislatura para el sostenimiento del Gobierno Frankenstein".
Arrimadas justifica ese giro copernicano en su discurso por el "momento excepcional” en el que se está viendo inmerso nuestro país por culpa de esta crisis sanitaria y económica. La dirigente de Ciudadanos señala que lo que desea es hacer "política útil" con el objetivo de "salvar vidas y empleos", mientras deja claro que no son los nuevos socios ni aliados del Gobierno de Sánchez.
Pero por entonces seguía marcando como líneas rojas cualquier propuesta que llegara de Unidas Podemos, con los que advertían de que nunca iban a negociar nada. Sin embargo, a día de hoy hasta en eso también han cambiado.
La metamorfosis de Arrimadas ha sido tan brusca como inesperada. De hecho, el día del último debate de investidura de Pedro Sánchez (enero de 2020), Arrimadas seguía manifestando su absoluta animadversión hacia Sánchez y el Gobierno Frankenstein que preparaba. La portavoz de Ciudadanos, que ejercía ya como nueva líder in péctore del partido, apeló al sector antisanchista del PSOE para que se rebelara contra el que iba a convertirse –en segunda votación–, tras haber ganado las elecciones del 10 de noviembre, en presidente del Gobierno gracias al apoyo del PSOE, Unidas Podemos, PNV, Más País, Nueva Canarias, BNG y Teruel Existe, y las abstenciones de ERC y EH Bildu.
En aquella rueda de prensa Arrimadas recordaba cómo, in extremis, su partido había enviado por carta al líder del PSOE una propuesta para que no pactara con los “populistas de Podemos” ni con "los nacionalistas que quieren romper España", y le había ofrecido como alternativa “la vía de los 221 escaños”, es decir, la suma de los diputados del PSOE, más los del PP (con sus dos socios electorales, UPN y Foro Asturias) y la de sus propios 10 parlamentarios. Un fórmula que el propio PP despreció, pero que, según ella, recogía el “sentir mayoritario que los españoles había expresado en las urnas", a pesar de que Ciudadanos era prescindible en el caso de que PP y PSOE estuvieran conformes con la gran coalición.
Arrimadas alertó entonces del 'peligro' que entrañaba el pacto de Sánchez e Iglesias y en una comparecencia en el Congreso sentenció: “Estamos aún a tiempo de que alguien rectifique, para que esta locura se pare. Porque lo que sí es cierto es que hay una mayoría alternativa que no tiene como prioritario un pacto con los populistas y los nacionalistas, una alternativa que podría ponerse en marcha. Pero para ello el señor Sánchez tendría que rectificar, cosa poco probable. O que alguien con dignidad y con sentido de Estado haga en el PSOE lo que lleva muchos meses diciendo y que esto no puede tirarse para adelante”. "Tenemos a un candidato a la presidencia del Gobierno que no tiene ningún escrúpulo, que va a hacer lo que sea y con quien sea con tal de permanecer en Moncloa y eso es un peligro por lo que creo que el PSOE debería asumir y reaccionar”.
Cerrado el Gobierno, Arrimadas aprovechó las escasas intervenciones que protagonizó frente a Sánchez en el Congreso antes de que estallara la pandemia para criticarle con dureza. El 19 de febrero, en una sesión de control, se encaró con él por sus nombramientos a dedo en organismos públicos, que a su juicio no buscaban el interés general de los españoles sino solo su interés personal. Arrimadas le reprochó los intentos de los dos grandes partidos –PSOE y PP– “de repartirse a los jueces" y volvió entonces a recordar al presidente del Gobierno que “España no es un botín a repartirse", algo que no parece importarle ahora.
En aquella agria sesión, Sánchez a su vez le recordó que su partido había perdido el 10-N nada menos que 47 escaños y le echó en cara sus acuerdos de gobierno en cuatro comunidades autónomas con el PP, con el respaldo de Vox: "¿Qué mérito han acumulado ustedes para pasar de 57 a 10 escaños en cuestión de meses? Hágaselo mirar, señora Arrimadas". "Sean un partido de centro, no un partido que acompaña a la derecha y a la ultraderecha", le espetó.
Su victoria en las primarias frente a Francisco Igea la legitimó a principios de marzo como la nueva presidenta de Ciudadanos. Hasta ese momento, Arrimadas seguía instalada en la confrontación total con el Gobierno. Y así se lo afeó su rival castellano–leonés en el único debate que mantuvieron durante la campaña de aquel reñido proceso interno. "Podemos permanecer en el frentismo o en la trinchera, pero es bueno sentarse a dialogar", le dijo Igea. Por entonces, en el partido, algunos dirigentes de la antigua dirección ya habían reconocido tímidamente que el empecinamiento de Albert Rivera de vetar al PSOE había sido un grave error y el que posiblemente les había llevado casi a su desaparición del tablero político. Pero Arrimadas seguía sin aceptarlo públicamente.
El propio Rivera, que reapareció por primera vez tras su dimisión para anunciar que fichaba por un prestigioso bufete de abogados, seguía pensando que la que había sido su portavoz en el Congreso y brazo derecho en el partido, era la mejor opción para Ciudadanos y una garantía de continuidad de su legado.
Apenas unos días después de aquella rueda de prensa del ex-líder de Ciudadanos –y también de aquellas primarias entre Arrimadas e Igea–, estalló la pandemia. Y lo cambió todo.
El 12 de marzo, en una rueda de prensa, Arrimadas sorprendía a propios y extraños ofreciendo a Sánchez los 10 escaños de su grupo parlamentario para preparar unos Presupuestos Generales del Estado (PGE) de "emergencia nacional" que impulsaran medidas "drásticas" para afrontar la crisis del coronavirus, tanto en su vertiente social como económica.
Mientras Pablo Casado ahondaba en la brecha con el Gobierno, la dirigente de Ciudadanos aseguraba: "Trasladamos el apoyo al Ejecutivo para que se tramiten unos presupuestos urgentes para poder aprobar y consensuar unas cuentas de emergencia nacional y le tendemos la mano para que en las próximas horas podamos adelantarnos al coronavirus".
Como dijo aquel día, y lo ha seguido repitiendo durante todos estos meses, este momento de suma gravedad requería unidad política, social y territorial: "Necesitamos medidas realistas y contundentes lo antes posible". "Este debe ser un momento de unión, no de reproches", subrayó aquel día y ha seguido insistiendo todo este tiempo.
Arrimadas fue ratificada a principios de mayo como nueva presidenta de Ciudadanos en una Asamblea telemática en la que Rivera se negó a participar. Y es que para entonces la nueva dirigente del partido había dejado patente el giro de 180 grados en su línea de oposición al Gobierno y su deseo de marcar perfil propio frente a los líderes del PP y Vox, Pablo Casado y Santiago Abascal, que no han dejado de pugnar entre ellos en todos estos meses en una línea muy similar de confrontación total con el Ejecutivo de Sánchez e Iglesias.
Con su nueva hoja de ruta, la nueva líder de Ciudadanos que se presenta como “liberal”, rompía en añicos la foto de Colón –que algunos dirigentes del partido también han reconocido que dañó al partido– y se alejaba de esa imagen de "las tres derechas" en la que se había encasillado a Ciudadanos, optando por un tono de oposición templado y colaborador.
En estos 5 meses de pandemia su partido ha apoyado todas las prórrogas del estado de alarma, e incluso ha salvado a Sánchez de alguna derrota en la Cámara para poder ampliarlas. Su relación con el líder del PSOE, al que hace escasos meses le acusaba de liderar “una banda” y de querer “repartirse el botín de España”, ha pasado de inexistente a ser fluida y “cordial”.
El presidente del Gobierno, que ha mantenido con ella varias conversaciones telemáticas y la recibió a mediados de agosto en el Congreso, ha encontrado en sus 10 diputados la tabla de salvación en el caso de que le falle –como ya lo ha hecho–, ERC, uno de sus aliados de la investidura.
Manda narices que en estas circunstancias el empeño prioritario del Gobierno sea el de garantizar su propia continuidad, independientemente del precio que tenga que pagar para conseguirlo. La alianza con Ciudadanos no es la consecuencia lógica de una apuesta por la moderación fiscal y la contención del gasto, sino un trágala impuesta por la negativa de ERC a brindarle apoyo presupuestario. En el giro al centro de Sánchez no hay premeditación intelectual, sino puro instinto de supervivencia.
No hay un solo día en que Pablo Iglesias no trate de convencer al presidente de que ponga tierra de por medio con Inés Arrimadas y vuelva al redil de la mayoría que le brindó la investidura. "El orden que acordamos es de cordura y cortesía parlamentaria. Primero hablamos con los grupos que apoyaron la investidura, después con los que se abstuvieron, y después con el bloque de la derecha. Es de cajón de madera de pino", afirma Iglesias.
La tensión entre PSOE-Podemos crece cada vez que hablan, pero el horizonte de la ruptura está todavía muy lejos. La lógica de Sánchez es tan rácana como aplastante: mientras el líder de Podemos no traiga debajo del brazo la complicidad de Junqueras solo hay un camino posible para seguir en el poder.
De momento, la mesa de diálogo con los independentistas ha quedado convocada para mediados de septiembre. Es la última oportunidad para escaquearse de Ciudadanos. Seguro que Sánchez la utilizará como puente para regresar al regazo de Frankenstein si los de Junqueras se ponen a tiro. El único compromiso solemne que ha contraído el presidente del Gobierno es el de salvarse a sí mismo. Da igual con quién. Arrimadas es solo el plan B.
Arrimadas, por su parte, está explotando al máximo ese poder político de saberse necesaria. Con su decisión de pactar los presupuestos ha logrado abrir fisuras entre los socios de Sánchez. La respuesta del portavoz de ERC, Gabriel Rufián ha sido dar un ultimátum al presidente del Gobierno: O nosotros o Ciudadanos. Un veto que, según denunció la ministra de Igualdad, Irene Montero, se lo habían aplicado a ellos también los de Arrimadas en una de las anteriores reuniones que han mantenido para hacer repaso de las medidas pactadas para frenar la pandemia.
Arrimadas sostiene que hay urgencia y necesidad de sacar adelante las cuentas del Estado por lo que hasta ha aceptado sentarse con Unidas Podemos, a pesar de que hasta hace unos días el portavoz en el Congreso, Edmundo Bal, aseguraba que "apartar a Podemos de la redacción de esos presupuestos es una buena noticia para España". Pero no pondrá esta vez ninguna «línea roja» ante la imputación del juez a altos dirigentes de Podemos por presunta financiación irregular.
La metamorfosis de Arrimadas ha sido tan sorprendente que el 2 de septiembre salía de la Moncloa de su nuevo encuentro con el Presidente del Gobierno sumamente satisfecha, con el compromiso de iniciar de inmediato la negociación de las cuentas públicas de las que ni siquiera conocen aún sus bases más elementales.
"La mayoría de los españoles quieren que los Presupuestos salgan condicionados por Ciudadanos. Toda España sabe lo que pienso de este Gobierno y de los populistas de Podemos, que estoy en contra de su propuesta de subir impuestos, pero necesitamos unos presupuestos serios y moderados, tenemos que dar una imagen de solvencia fuera de España", aseguraba Arrimadas. Para ello pedía "una tregua de todos los actores políticos".
Según la encuesta de Sociométrica para EL ESPAÑOL, un 53,1% de los españoles aprueba que la dirigente de Ciudadanos se haya sentado a negociar con PSOE y Podemos.
Tampoco está dispuesto a rebajar la tensión y a colaborar Pablo Casado, quien ha descartado cualquier apoyo a Sánchez mientras siga de la mano de Podemos, ni mucho menos Santiago Abascal que prepara una moción de censura contra Sánchez de la que el líder de la extrema derecha no va a salir bien parado. Así las cosas, los 10 diputados de Ciudadanos, a los que hace tan solo unos meses se les consideraba 'irrelevantes', podrían terminar siendo los que salven a Pedro Sánchez y a "su banda" de una nueva legislatura fracasada en un momento en el que Europa está pendiente de España por los fuertes rebrotes de coronavirus y la segunda ola adelantada.
Por de pronto, la parte socialista del Gobierno ve más cerca que los Presupuestos se aprueben con Cs y PNV. Con ellos, PSOE y Unidas Podemos sumarían 171 escaños. Atendiendo a las reivindicaciones regionalistas de los diputados canarios, del PRC, Compromís y Teruel Existe, se llegarían a los 176 necesarios. Y aún quedaría margen con los dos parlamentarios de Íñigo Errejón, improbable que votara en contra.
Hay que tener en cuenta que no solo se trata del pacto por los presupuestos sino de la continuidad del gobierno socialcomunista, que, de alcanzarse el acuerdo, se mantendrá en el poder durante 40 meses más. Si el cambio de estrategia de Ciudadanos hubiera servido para que Pedro Sánchez se alejara del populismo de extrema izquierda y de las fuerzas separatistas, podría afirmarse que la formación de Inés Arrimadas habría acertado en su plan de vuelta a las posiciones de centro. Pero los hechos demuestran que Sánchez sigue exactamente donde estaba, como lo ratifica el hecho de que haya activado, un día después de reunirse con Cs, su mesa de negociación con ERC, con quien también negociará los Presupuestos. Con Bildu hará lo propio, lo que demuestra que Inés Arrimadas sólo ha conseguido que Sánchez presuma de haber logrado cuadrar el círculo y ampliar su margen de maniobra. Eso es lo que ha conseguido Cs: reafirmarse en su papel de tonto útil del socialcomunismo.
Ciudadanos tiene un problema irresoluble: con 10 diputados se ha creído que iba a conseguir que Pedro Sánchez cambiara de compañeros de viaje, y lo único que ha logrado es que el presidente del Gobierno haya utilizado a la formación de Inés Arrimadas para un lavado temporal de imagen que ha durado un suspiro. Todo sigue como estaba y Cs ha quedado retratado como un partido desnortado y perdido en su insoportable candidez, porque el único que ha salido beneficiado ha sido Pedro Sánchez.
El mensaje del "habrá Presupuestos sí o sí" va asociado al de "habrá legislatura larga", pendular, que Sánchez va basculando entre el bloque de la investidura y el bloque de la alarma para garantizar su gobernabilidad. Sánchez sigue buscando que la excepcionalidad parlamentaria que se produjo durante la última votación del Estado de alarma se repita en la votación de los Presupuestos, de ahí que se haya abierto el abanico para buscar apoyos entre formaciones con vetos cruzados y aumenta las posibilidades de negociar a varias bandas para sostener a un Gobierno en minoría, con tan solo 155 escaños, a lo largo de la legislatura. Funambulismo con red.
Todas las vías están abiertas y el objetivo es no romper puentes con nadie para seguir practicando aritméticas parlamentarias excepcionales en momentos excepcionales. De hecho, al día siguiente de su fructífera reunión con Arrimadas, la dejó en evidencia en el Congreso, en un intento de intensificar los guiños hacia ERC diciendo "Ciudadanos eligió el pasado 26 de mayo. El PSOE ganó en Madrid, Andalucía, Murcia y Castilla y León, pero gobierna el PP con Ciudadanos y la ultraderecha. Ciudadanos no se ha salido de la foto de Colón".
Esto se une a la mesa de gobiernos, al pésame a EH Bildu por el suicidio de un preso etarra, o a la intención del Gobierno de rebajar el delito de sedición.
¿Hay mayor humillación que ésta? Pero a pesar de los últimos desplantes de Sánchez a Cs, Arrimadas ha demostrado tener muchas tragaderas y sigue mostrando su apoyo incondicional al PSOE. Se justifica diciendo que no «regalarán» al presidente una «excusa» para echarse en brazos de «populistas y separatistas». ¡Judas!
Sin embargo, Tezanos ha salido al rescate de Arrimadas, premiando su nueva condición de apoyo estratégico del Gobierno. Según el último informe del Barómetro del CIS publicado el 17 de septiembre, Ciudadanos es el único partido político que crece en intención de voto hasta el 10,6%, 2 puntos respecto al resultado obtenido en el mismo barómetro hace dos meses. Respecto a la valoración de los líderes políticos, Inés Arrimadas es la segunda mejor valorada (con una nota de 4) por detrás de Pedro Sánchez (4,6).
Barómetro del CIS del 17 de septiembre de 2020 |
La manipulación de la opinión pública a través del CIS de Tezanos es ya por todos conocida, y la institución ha perdido toda credibilidad. No hay más que ver el resultado que ofrecen otras encuestas, como ésta de NC Report para el diario La Razón del 20 de septiembre, que concluye que la nefasta gestión de la pandemia está castigando al Gobierno de coalición. En intención de voto, el gobierno socialcomunista pierde 13 escaños, 5 el PSOE y 8 Podemos. Por su parte, el PP mejoraría en hasta 12 escaños el resultado de las anteriores elecciones, y Ciudadanos se quedaría como estaba.