No es que esté en contra de la figura del estado de alarma en un caso excepcional como lo es una pandemia. A lo que me opongo tajantemente es al modo en que se declaró el estado de alarma en España aquel fatídico 14-M, y a sus consecuencias. Porque...
* España pasó, de la noche a la mañana, de ser una democracia a una dictadura.
* Se vulneraron absolutamente todos los derechos y libertades de los españoles, que no quedaron "limitados" por razones de salud pública sino que fueron completamente erradicados. Prohibir la libre circulación por el territorio nacional, el derecho a reunión y manifestación, a la libre expresión, a la libertad de información... son algunos ejemplos. Es decir, se produjo una violación flagrante de nuestra Constitución. Y lo más alucinante: se permitió.
* Se impuso -sin autorización judicial- un confinamiento totalitario y generalizado a todos los españoles, sin tener en cuenta ni las regiones donde apenas había incidencia de virus, ni a los ciudadanos que estaban sanos.
* Instaurando el "mando único", Sánchez se otorgó poderes absolutos durante 98 días, en los que hizo y deshizo todo lo que quiso, a su antojo y conveniencia, sin que nadie (ni siquiera el Parlamento, pues clausurado de facto) pudiera rechistarle. Y muchas de las cosas nada han tenido que ver con la pandemia, sino más bien con asegurar su supervivencia política, como los nombramientos a dedo de altos cargos o las subvenciones millonarias a partidos políticos y medios de comunicación.
* Centralizar toda la gestión del país en ese mando único fue un auténtico desastre, empezando por el fiasco de las compras de material sanitario, y terminando en el cúmulo de incongruencias en las decisiones tomadas arbitrariamente, en contra de toda lógica y sin ningún aval científico. Claro que ésto tiene una explicación: el ministro de Sanidad es filósofo y sabe tanto de sanidad como puedo saber yo (o cualquier ciudadano); eso explica los constantes cambios de criterio y la improvisación.
* Se alargó su extensión hasta más no poder (98 días), sin que hubiera ya causa justificada para ello. Y para lograr las innecesarias prórrogas, se hicieron concesiones inadmisibles a bilduetarras, golpistas e independentistas (al igual que están haciendo ahora para lograr el apoyo a los Presupuestos Generales del Estado). Las prebendas que éstos consiguieron en cada prórroga hicieron que las limitaciones de derechos impuestas por el estado de alarma se implantaran de manera diferente en los distintos territorios, al igual que la devolución de competencias a las comunidades autónomas. Esto ha generado desigualdades en todo el territorio español, poniendo en riesgo la esencia misma de la democracia.
* Durante esos tres meses se nos engañó vilmente, mintiéndonos a diario y manipulando las cifras de contagiados y fallecidos para ocultar la verdadera magnitud de la pandemia y tapar así la negligente actuación del Ejecutivo. Y ¡ay de los discrepantes! Se los tachó de 'negacionistas', metiendo en el mismo grupo de indeseables, tanto a los que niegan la existencia misma del virus, como a los que criticaban el totalitarismo impuesto con la excusa del virus.
* Se controló el relato. Los medios de comunicación se convirtieron en una burda marioneta gubernamental, se atacó la libertad de prensa y se manipularon los medios de comunicación. Se amordazó a la ciudadanía, especialmente en redes sociales, persiguiéndose y censurándose cualquier opinión distinta o que criticara la corriente socialcomunista. También se prohibieron las manifestaciones que pedían clamorosamente #GobiernoDimisión.
* Se produjo un intervencionismo del Estado contrario a la libertad de empresa (prohibiendo los despidos, los cortes de suministros básicos por impago, y regulando los precios, como por ejemplo de las mascarillas). Se atentó contra la propiedad privada (amenazando con socializar ahorros, con requisar viviendas particulares, y prohibiendo los desahucios).
* Han conseguido degradar todas las instituciones del Estado, empezando por la deslegitimizada justicia, que es inexistente porque la Fiscalía está a las órdenes del Gobierno, y terminando por la Monarquía, que ha sufrido una flagrante campaña de acoso y derribo por parte de Podemos (hasta el punto de lograr el destierro del rey Emérito). Y ahora quieren implantar una republiqueta.
* Con la alarma, lo único que ha hecho el gobierno socialcomunista ha sido reforzar los poderes autoritarios de un Ejecutivo alérgico al control democrático.
* La politiquería se ha impuesto sobre la gestión. La mayoría de los políticos ha demostrado su mediocridad sin límites, cuando no su ineptitud: no han sabido más que echar culpas a los rivales. Ahora lo lógico sería que una nueva generación viniera a sustituirlos ¡a todos!
* Y a pesar de todo ésto, la imagen internacional de España ha quedado a la altura del barro. Diversos gobiernos y medios de comunicación extranjeros nos han puesto como ejemplo de lo que no se debe hacer. Estamos en el podium de todos los rankings en lo peor, tanto en la primera ola como en la segunda.
El estado de alarma se ha demonizado, tanto política como socialmente. ¿Por qué? Porque se hizo MAL desde el minuto uno. Pero el estado de alarma no tiene por qué ser así, puede hacerse bien. Si en lugar de aprovecharlo para sus propios intereses personales y políticos (otorgándose poderes excepcionales sine die), hubiese habido coordinación y apoyo mutuo entre los distintos ministerios del gobierno, comunidades autónomas y ayuntamientos, remando todos en una misma dirección, repartiéndose el trabajo... otro gallo hubiera cantado.
Ahora estamos viendo que no es tan fácil suspender, de facto, derechos y libertades de forma masiva y generalizada. Las CCAA se las están viendo negras para poder decretarconfinamientos selectivos guetos Covid en los territorios donde vuelve a haber una gran incidencia de contagios. Éstos deben estar suficientemente justificados y tienen que ser autorizados por un juez (el problema viene por la interpretación que cada juez hace de la situación).
Con el estado de alarma sería más fácil (se puede pedir en parte de un territorio, no tiene por qué ser generalizado), pero ningún presidente autonómico se atreve a solicitarlo, dada la mala experiencia vivida entre marzo y junio. Y no es de extrañar, aunque también hay una vertiente política: pedir la alarma implica aceptar una derrota política, no saber gestionar la situación por tí mismo, hincar la rodilla y pedir ayuda al gobierno central (a Sánchez) para que "te salve". ¡Y eso sería inadmisible!
* España pasó, de la noche a la mañana, de ser una democracia a una dictadura.
* Se vulneraron absolutamente todos los derechos y libertades de los españoles, que no quedaron "limitados" por razones de salud pública sino que fueron completamente erradicados. Prohibir la libre circulación por el territorio nacional, el derecho a reunión y manifestación, a la libre expresión, a la libertad de información... son algunos ejemplos. Es decir, se produjo una violación flagrante de nuestra Constitución. Y lo más alucinante: se permitió.
* Se impuso -sin autorización judicial- un confinamiento totalitario y generalizado a todos los españoles, sin tener en cuenta ni las regiones donde apenas había incidencia de virus, ni a los ciudadanos que estaban sanos.
* Instaurando el "mando único", Sánchez se otorgó poderes absolutos durante 98 días, en los que hizo y deshizo todo lo que quiso, a su antojo y conveniencia, sin que nadie (ni siquiera el Parlamento, pues clausurado de facto) pudiera rechistarle. Y muchas de las cosas nada han tenido que ver con la pandemia, sino más bien con asegurar su supervivencia política, como los nombramientos a dedo de altos cargos o las subvenciones millonarias a partidos políticos y medios de comunicación.
* Centralizar toda la gestión del país en ese mando único fue un auténtico desastre, empezando por el fiasco de las compras de material sanitario, y terminando en el cúmulo de incongruencias en las decisiones tomadas arbitrariamente, en contra de toda lógica y sin ningún aval científico. Claro que ésto tiene una explicación: el ministro de Sanidad es filósofo y sabe tanto de sanidad como puedo saber yo (o cualquier ciudadano); eso explica los constantes cambios de criterio y la improvisación.
* Se alargó su extensión hasta más no poder (98 días), sin que hubiera ya causa justificada para ello. Y para lograr las innecesarias prórrogas, se hicieron concesiones inadmisibles a bilduetarras, golpistas e independentistas (al igual que están haciendo ahora para lograr el apoyo a los Presupuestos Generales del Estado). Las prebendas que éstos consiguieron en cada prórroga hicieron que las limitaciones de derechos impuestas por el estado de alarma se implantaran de manera diferente en los distintos territorios, al igual que la devolución de competencias a las comunidades autónomas. Esto ha generado desigualdades en todo el territorio español, poniendo en riesgo la esencia misma de la democracia.
* Durante esos tres meses se nos engañó vilmente, mintiéndonos a diario y manipulando las cifras de contagiados y fallecidos para ocultar la verdadera magnitud de la pandemia y tapar así la negligente actuación del Ejecutivo. Y ¡ay de los discrepantes! Se los tachó de 'negacionistas', metiendo en el mismo grupo de indeseables, tanto a los que niegan la existencia misma del virus, como a los que criticaban el totalitarismo impuesto con la excusa del virus.
* Se controló el relato. Los medios de comunicación se convirtieron en una burda marioneta gubernamental, se atacó la libertad de prensa y se manipularon los medios de comunicación. Se amordazó a la ciudadanía, especialmente en redes sociales, persiguiéndose y censurándose cualquier opinión distinta o que criticara la corriente socialcomunista. También se prohibieron las manifestaciones que pedían clamorosamente #GobiernoDimisión.
* Se produjo un intervencionismo del Estado contrario a la libertad de empresa (prohibiendo los despidos, los cortes de suministros básicos por impago, y regulando los precios, como por ejemplo de las mascarillas). Se atentó contra la propiedad privada (amenazando con socializar ahorros, con requisar viviendas particulares, y prohibiendo los desahucios).
* Han conseguido degradar todas las instituciones del Estado, empezando por la deslegitimizada justicia, que es inexistente porque la Fiscalía está a las órdenes del Gobierno, y terminando por la Monarquía, que ha sufrido una flagrante campaña de acoso y derribo por parte de Podemos (hasta el punto de lograr el destierro del rey Emérito). Y ahora quieren implantar una republiqueta.
* Con la alarma, lo único que ha hecho el gobierno socialcomunista ha sido reforzar los poderes autoritarios de un Ejecutivo alérgico al control democrático.
* La politiquería se ha impuesto sobre la gestión. La mayoría de los políticos ha demostrado su mediocridad sin límites, cuando no su ineptitud: no han sabido más que echar culpas a los rivales. Ahora lo lógico sería que una nueva generación viniera a sustituirlos ¡a todos!
* Y a pesar de todo ésto, la imagen internacional de España ha quedado a la altura del barro. Diversos gobiernos y medios de comunicación extranjeros nos han puesto como ejemplo de lo que no se debe hacer. Estamos en el podium de todos los rankings en lo peor, tanto en la primera ola como en la segunda.
El estado de alarma se ha demonizado, tanto política como socialmente. ¿Por qué? Porque se hizo MAL desde el minuto uno. Pero el estado de alarma no tiene por qué ser así, puede hacerse bien. Si en lugar de aprovecharlo para sus propios intereses personales y políticos (otorgándose poderes excepcionales sine die), hubiese habido coordinación y apoyo mutuo entre los distintos ministerios del gobierno, comunidades autónomas y ayuntamientos, remando todos en una misma dirección, repartiéndose el trabajo... otro gallo hubiera cantado.
Ahora estamos viendo que no es tan fácil suspender, de facto, derechos y libertades de forma masiva y generalizada. Las CCAA se las están viendo negras para poder decretar
Con el estado de alarma sería más fácil (se puede pedir en parte de un territorio, no tiene por qué ser generalizado), pero ningún presidente autonómico se atreve a solicitarlo, dada la mala experiencia vivida entre marzo y junio. Y no es de extrañar, aunque también hay una vertiente política: pedir la alarma implica aceptar una derrota política, no saber gestionar la situación por tí mismo, hincar la rodilla y pedir ayuda al gobierno central (a Sánchez) para que "te salve". ¡Y eso sería inadmisible!